Partida Rol por web

Pasan unos minutos en los que todo permanece quieto y en calma. No hay sonido de alerta, no hay señales de alarma o carreras de soldados. La feluciana te mira curiosa y se sienta en el suelo. Prestas atención a los sonidos que os rodean, animales, insectos, duras y potentes pisadas de algún andador cercano, acompañadas por el de plantas quebrándose. A cada paso la feluciana temblaba ligeramente, y poco a poco comenzaba a mirar nerviosa hacia los lados

Marco miró a Zex, arqueó las cejas y miró hacia ambos lados del corredor.

—Creo que se lo está pensando —exhaló teatralmente— Espero que no nos haga saltar por los aires a todos, sería un inconveniente para la misión.

Comprobó una vez más el bláster y se ajustó la correa del fusil al hombro. Todo estaba resultando demasiado fácil hasta el momento, ahora iba a empezar la fiesta. De hecho había empezado ya, al parecer.

—¿Así que tenemos un nuevo amiguito? —dijo, mirando al robotijo que Val sujetaba—¿No haremos demasiado ruido si lo «silenciamos»? ¿No tiene un interruptor de desconexión, o algo así?

No se le ocurría nada más. 

Por un momento Nugirrha dudó si sería capaz de entrar por esa rejilla. A priori parecía que sí, pero no sería la primera vez que se equivocaba al intentar cruzar por pasos estrechos. Afortunadamente sí pudo hacerlo esta vez, y la suerte siguió estando del lado del grupo cuando encontraron el mapa.

Todo parecía ir a las mil maravillas, pero pronto apareció el primer inconveniente, y tenía forma de androide. No obstante, con un poco de maña no sería difícil zanjar el problema.

La wookie se acercó hasta Val, examinó el pequeño droide y lo desactivó en un abrir y cerrar de ojos.

-[wookiee]Listo. Esperemos no encontrarnos con más guardias por aquí.[wookiee].

Acto seguido se dispuso a seguir a Val cuando esta se moviera de nuevo por las instalaciones.

Después de observar con atención el mapa y memorizarlo, Zex estaba listo para comenzar r a moverse por la base imperial. Le sorprendía la poca seguridad pero seguramente nadie podía pensar que un grupo de lunáticos se atreviera a llegar hasta allí.

-Bien por donde empezamos, directos a la prisión o preferís que vayamos comprobando sala a sala. Igual no es mala idea comenzar por la estación médica. –propuso a sus compañeros. -Parece que por ahora nuestro mayor temor son los droides de servicio. -El piloto sacó su pistola bláster de la funda. -Mejor estar preparados.

-gracias- susurró la pistolera a su peluda amiga en cuanto se hizo cargo de pequeño droide

Aun quedaba la duda de si habría dado la alerta o era tan estúpido e inútil como parecía en un principio. Volvió la atención al otro lado del pasillo, agudizando el oído tratando de detectar cualquier paso que se acercara a donde se encontraban.

-No – giró su rostro hacía Zex, ahora junto a ellas, sosteniendo su mirada con determinación en su gesto – bloque prisión, si no esta allí entonces visitaremos las dependencias medicas – continuó sin alzar la voz mirando uno por uno, cruzando una última y significativa mirada con Marco- lo primero es la misión...-quizás fueran imaginaciones suyas, pese al encontronazo con los imperiales en el bosque de hongos, pero algo no estaba bien en aquel lugar.

Las palabras del soldado que había ejecutado, la falta de seguridad y la tranquilidad que se respiraba en la instalación, no le gustaban lo más mínimo.

-encontremos al objetivo y si podemos causar estragos en la instalación, o incluso liberar a los felucianos desaparecidos, por mi perfecto pero será mejor actuar con cautela y centrado en nuestro cometido ¿de acuerdo? - e imitando el gesto de Zex saco su vibroespada, solo usaría fuego si era totalmente necesario. Cercenar cuellos era más silencioso y prefería no llamar la atención sobre ellos.

Finalmente se decidió a dar un vistazo a la zona de los turboascensores y pasillo que llevaba a la prisio del complejo, uno discreto que le pudiera ver si había guardas o patrullas cerca.

Pronto volvió el silencio, o al menos todo lo silencioso que se podía estar dada la circunstancia de que había todo un escuadrón de exploradores imperiales seguramente dando vueltas alrededor del complejo, y que los propios sonidos del bosque de Felucia ponían a uno los pelos de punta. El peso de los explosivos le cargaba el hombro, así que los dejó en el suelo durante el tiempo que estuvo agachado, casi en cuchillas, reflexionando sobre cuál sería el mejor modo de ayudar a sus compañeros. 

No podría a negar, aunque tampoco reconocería nunca, que la idea de huir se le había pasado por la cabeza. Al fin y al cabo, aquellos cuatro cabezas rotas probablemente cometieran alguna estupidez ahí dentro y serían carnaza para el Imperio. Bien visto, para aquella despreciable persona que era Val, no le estaría mal empleado. 

Sin embargo, un trato era un trato, y antes se cortaría la lengua que faltar a su palabra. Reflexionó.

Rascándose la nuca, probablemente intentando ahuyentar a algún mosquito, posó sus ojos marrones sobre el cinturón de explosivos y luego dirigió su mirada a la feluciana, que yacía intranquila en el suelo, como esperando órdenes. Se incorporó soltando una silenciosa maldición por el dolor en sus rodillas. Se estaba haciendo mayor. 

-No sé si me entenderás -le dijo con voz ronca-, si es así, asiente con la cabeza, por favor. ¿Nada? Eso es. -Con una mano alzó el cinturón del que colgaban aquellas pequeñas bombas-. Hay que utilizarlas. ¿Sabes cómo? ¿Alguna idea de dónde colocarlas y cuando activarlas?

En la teoría su plan podría funcionar y ser de mucha utilidad. Pero la práctica se encontraba con un muro bastante sólido: nunca había manejado unos explosivos, y no tenía ni las ganas ni probablemente la capacidad para escabullirse hasta algún punto estratégico del complejo y hacer detonar las bombas. 

Marco asintió e imitó a Val, enfundó el bláster y sacó a relucir el vibrocuchillo. Se manejaba bien con él, aunque no tanto como con el bláster, pero la discreción era su mejor baza mientras pudieran.

—Los más silenciosos delante, veamos que nos encontramos. 

Se movió hacia la esquina y se dispuso a otear.

Tras desactivar el droide y comprobar que todo permanece en silencio y al parecer sin que haya sonado ninguna alarma, os acercáis al borde de la pared. Tal como indicaba el plano ante vosotros se abre un pasillo ancho con dos turboascensores en medio, una sala relativamente grande con las puertas cerradas que según el mapa es el centro médico y varias puertas que dan acceso a diferentes secciones. Todas están cerradas; aunque si siguen a lógica imperial deberían abrirse con tan solo pulsar el botón pensado para ello.

No parece que haya soldados a la vista, aunque si que parece que queréis escuchar de fondo un murmullo de lo que podría ser una conversación entre un par de soldados o tres proveniente de la zona de la entrada principal del complejo...

La feluciana asintió con la cabeza a la pregunta de si te entendía; y con una negativa a las referentes a los detonadores. Miraba inquieta hacia los lados cuando un sonido más fuerte que lo normal se escuchaba y daba pequeños saltos fruto quizá del nerviosismo de la situación.

Abriste la mochile y te detuviste a estudiar los explosivos. No habías tocado muchos de esos, pero no parecían tener demasiada complicación. Disponen de dos modos de detonación; por cuenta atrás, en la que la configuras y pasado el tiempo programado se activan, o por detonador remoto. Parece que ambos sistemas no son compatibles entre sí.

Val tenía razón, primero centrarse en el objetivo y luego hacer lo que se pudiera, aunque el fondo estaba seguro que la estación médica seguramente tuviera más de una sorpresa agradable para el futuro. Si las cosas las hacían rápidas, quizás pudiera ir hasta allí para ver que había. Todo iba a depender de lo sigilosos que fueran.

Con la agilidad natural que poseía el piloto, decidió avanzar en cabeza para poder llegar hasta la zona de los turboascensores. Allí aprovechó la cobertura que estos le proporcionaban para mirar si había algún soldado imperial por la zona que les pudiera ocasionar problemas para acceder a la zona de la prisión.

Al ver que todo estaba tranquilo hizo un gesto al resto del grupo para que avanzaran con precaución.

Mientras Marco se lo pensaba, una sombra pasó a su lado.

—¡Pero qué demonios! —susurró.

Se quedó mirando como Zex tomaba la delantera directo hacia los ascensores. ¡Y ahora les hacía gestos! Marco dejó de pensárselo y avanzó, más cauto que Zex eso sí. Buscó posición en una esquina, para tener buen ángulo de tiro si las cosas se ponían feas.

Veamos... Flamo abrió con cuidado la bolsa de los explosivos, prestando la máxima atención para no cometer un error que pudiera costarles la vida. La buena noticia era que aquel cinturón se podía detonar de forma remota, bien con un temporizador o mediante un sistema de activación. La mala era que no tenía ni idea de cómo, cuando o donde hacer detonar los explosivos, y tenia una creciente sensación de que sus compañeros necesitarían una distracción cuanto antes. Además, su compañera feluciana se estaba poniendo cada vez más nerviosa. Tenían que moverse, a dónde fuera, pero tenían que hacerlo ya. 

Flamo se incorporó aguantando el dolor de sus rodillas. Aquellas piernas suyas cada día servían para menos. Si salía de esta, reflexionó, ni le vendría mal una temporada larga en algún balneario del núcleo, metido día y noche en un relajante tanque de bafta. 

- Vamos - ordenó. O más bien propuso. Lo cierto es que su vida dependía en gran medida de las aptitudes de la exploradora. - Tenemos que encontrar un punto débil donde arrojar esto. -Se refería a los explosivos, que volvió a echarse a la espalda. -Los destinamos y nos escondemos. Si no salen en los quince minutos siguientes volveremos al campamento. ¿De acuerdo?

Nugirrha estaba bastante motivada, quizá porque ya estaban muy cerca del objetivo de su misión, o quizá por el placer de asestar un golpe al Imperio. Sea como fuere, siguió a Zex por los pasillos atenta a esas voces de los soldados, por si escuchaba algo en ellas que les alertara. 

Tras la inestimable ayuda de Nugirrha y las palabras de Marco, dejo aquellos que se consideraban más afortunados que ella moviéndose con discreción.

Finalmente Marco y ella cerraban la marcha, mientras que el piloto y la Wookie se aventuraban hasta los turboascensores que llevaban al piso superior y quizá al sótano, no podía descartar nada, la instalación podría parecer pequeña en el exterior pero nunca se sabía que sorpresas podría guardar el Imperio.

Se adelanto hasta posicionarse junto a una de las compuertas de entrada a la estación médica, no queriendo aventurarse y delatar al resto de sus compañeros pero desde allí no alcanzaba a ver las puertas de la zona de celdas. Así que debería dar paso a que sus compañeros actuasen y dieran o no con dificultades, deseaba que fuera un trabajo de entrar y salir pero tras todo lo sucedido para llegar a la instalación no las tenía toda con ella.

La feluciana se puso en pié y comenzó a seguirte. La espesa vegetación que rodeaba el complejo desaparecía en algunos puntos, por lo que para no perder su cobertura debías alejarte en algunos puntos hasta cincuenta o sesenta metros. La parte trasera no tenía vigilancia, los laterales poco más, y conforme te acercabas a la entrada principal esta aumentaba; siendo la torreta su mayor exponente. 

Esta torreta estaba clavada en el suelo justo en el borde del edificio. Si se cerraran las puertas del complejo, de tal forma que si se cerraran las puertas ésta quedaría dentro, posiblemente con suficiente capacidad de giro para darse la vuelta en pocos segundos y disparar hacia el interior.

Por ahora no parecía sonar ninguna alarma, y los soldados del exterior permanecían tranquilos e inalterables. Conversaciones mundanas y cortos paseos sin prestar demasiada atención al entorno... 

Desde vuestras posiciones tenía una vista bastante amplia de las instalaciones, o al menos de la zona común de las mismas. Tanto Zex como Nugirrha pudieron ver que el uso de los turboascensores era de uso restringido, y que sería necesaria una tarjeta codificada para poder acceder a ellos, aunque por ahora les proporcionaban una buena cobertura ante una posible amenaza desde la entrada principal.

Val y Marco estaban más cerca del centro médico y de el pequeño cuarto de almacenaje, pero bien por las gruesas paredes, el aislamiento o la ausencia de ruido no escuchaban nada en el interior de ninguna de las salas.

Todos podíais apreciar el leve susurro de un par de guardias hablando y un poco más a lo lejos el sonido del exterior; de la jungla. 

Todo parecía indicar que los soldados estaban apostados en la entrada principal, quizá con algo de suerte no les vieran actuar y quizá con mucha suerte podrían entrar y salir de la prisión sin llamar la atención, llevándose con ellos su objetivo.

Ese pensamiento fue el que mantuvo en todo momento al indicarle a Marco por señas que iba a avanzar para que la cubriera, o bueno, para que hiciera lo que considerase oportuno. Al pasar junto a Nugirrha y Zex les indico lo mismo y asomándose por el turbo ascensor, con suma precaución, dio un vistazo a la entrada de la prisión. Tratando de discernir la seguridad que deberían sortear. Fuera lo que fueran a encontrarse esperaba que su compañera peluda pudiera hacerse cargo.