Partida Rol por web

Benito seguía empeñándose en ahorrar sus valiosos poderes mágicos y una tiene que sobrevivir.

Tyrael, en un ejercicio de compañerismo y generosidad, trepó con agilidad felina por el cuerpo colgante de Benito hasta llegar al borde del puente. Una vez tocó suelo firme con las manos, se impulsó y logró rodar hasta quedar junto a Margot. Por desgracia, temía que al usar al mago de "escalera", hubiese dificultado su subida.

—¡Vamos, Benito, hínchate como un globo y flota, invoca una cuerda o algo así! —le urgió, más por el sentimiento de culpa que por preocupación.

Tyrael corrió... corrió y corrió en ese estrecho tramo, pero no logró llegar al otro extremo del puente. Su cuerpo quedó justo en el borde, y sus dedos lo tocaron, pero ésta cayó hacia abajo. Quisieron los Dioses o la fortuna que la pértiga que tenía sujeta a la espalda, sobre sus pertencias, quedara enganchada en un saliente de roca, bajo el extremo opuesto del puente. La elfa vió cómo Benito hacía lo mismo: tras el salto de poco éxito cayó hacia abajo, pero no logró asirse ni sujetarse en ningún lugar, y cayó a la infinita negrura de aquel pozo de agonizante profundidad. Tyra logró, tras sujetarse bien a las rocas, subir poco a poco hasta el puente para reunire con Margot.

Allá quedó, en el primer tramo del puente, la escultura cobrada en vida que había tratado de encararse contra vosotros, y el grito de Benito cayendo había sido lo último que hubísteis de percibir de él. Ahora estábais solas, sin la luz y el humor de aquel hechicero. Entonces vísteis a la izquierda, más allá del puente, un acceso, y a través de él vuestra antorcha parecía adivinar algún tipo de mobiliario más allá (una nueva sala, al parecer).

Caíste. Tyra había quedado arriba, pero tú te fundiste en la negrura infinita de las profundidades. Pero en realidad no eran tan profundas. Tras unos segundos cayendo sentíste un terror en tu alma que pronto se transformó en frío, humedad, chapuzón. ¡¡SPLASSSHHH!! Caíste al fondo de aquella entidad que se llamaba templo, y no era sino una especie de lago oscuro. Nada veías, tan sólo notabas el agua engulléndote poco a poco. Al menos... no habías muerto. ¿O tal vez sí?

Hola? alguien viene a juzgarme mi corazon? porque ya digo que pesa mass que una pluma de ganso...

Benito rebusco a oscuras hasta encontrar el baston a pocos centimetros de el y ordeno a la propia magia un poquito de luz....

Margot observó con horror como el hechicero caía al vacío después de ayudar a Tyrael a ascender por el foso. La oficial gritó el nombre de su compañero pero solo el silencio fue la respuesta a su llamado. Debían rescatarle, pero poco lograrían arrojándose a la oscuridad sin saber si quiera si había algo ahí debajo. Solo les quedaba avanzar y esperar que las marinas aguas estancadas estuvieran ahí para recibir a su desafortunado colega.

—Hacia adelante... —dijo, con los ánimos afectados—. Si tenemos suerte, encontraremos un cadáver que enterrar cuando vayamos de regreso.

Desenvainó la espada y cortó la cuerda. Pero no la soltó... Todavía estaba atada a la cintura de aquella estatua que les acosaba. La mujer frunció el ceño y tiró con fuerza de la cuerda. Si abajo había algo que destruyera la estatua entonces mejor para ellos... solo esperaba que Camelos no se hallase debajo de ella cuando esta cayese.

Tyra todavía estaba algo impresionada por lo que acababa de pasar, pero decidió seguir a Margot. 

—Bueno, Camelos era… es un mago. Estoy segura de que tendrá algún as bajo la manga de la túnica…, espero.

Al ver que la guerrera se disponía a tirar de la cuerda para enviar a la estatua al abismo en el que ya había caído Benito, la ladrona reaccionó como un resorte y se apresuró a ayudar a su compañera.

Cuando aplicaste el hechizo de magia, ni tan siquiera verbalizado por el agua que la estabas zambullido, no pensaste jamás que pudieras provocar una luminiscencia como la que produjiste. El agua se tornó clara un instante, visible, y pudiste ver a tu alrededor, hundido como tú, piedras y rocas y tablones y cadáveres, todo junto. Sin embargo, enseguida entendistes que ese resplandor no lo habías provocado tú: una figura ahora brillaba en la superficie del agua, unos metros más allá. Nadaste como pudíste a la superficie, y al sacar tu cabeza del agua observaste de nuevo la gran luz: una figura humanoide, de pie en la orilla de aquel lago rocoso estaba observándote. Enseguida hizo unos gestos para que nadaras hasta la orilla, alanceando la mano aquí y allá. Luego dió unos pasos hacia atrás y se metió en un pasadijo, cuyo agujero estaba sobre la pared rocosa. Parecía que su deseo era que la siguieras. Desde luego, parecía un espectro o algo así, pues nadie conocías con un poder de luminiscencia como ese...

Margot fue inteligente al cortar la cuerda que sujetaba su cintura, pero sin dejarla caera para tratar de hacer vencer el peso de la estatua, aún visible en el otro lado del puente, y tratar de echarla al abismo. Tyra trató de ayudarla.

Bah, puede decir que ya estoy muerto, un aspectro es lo minimo que esperaba.... Benito compungido y asumiendo su posible muerte o en todo caso muerte y que aun no sse haya dado cuenta sigue al espectro, no sin antes escurrir un poco la camisa.

Hasta muerto el agua es fria...

Margot tiraba de la cuerda con gran uso de sus energías, pero por lo visto esto parecía afectar en poco o más bien nada a la estatua que se hallaba del otro lado. La soldado decidió soltarla antes de que se le ocurriese una idea igual de nefasta a aquel constructo de piedra y dejó caer sus hombros con un suspiro.

—Que te den bien fuerte, bruto esculpido... 

Tyra se dio por vencida.

—Lo siento, Margot. Sé que querías vengar a Camelos, pero lo mío no es mover estatuas. Además, en caso de que lograse sobrevivir a la caída, no creo que le hiciese mucha gracia que le cayese una de esas cosas encima.

Tras ponerle la mano en el hombro en un gesto de consolación, la ladrona dio media vuelta para inspeccionar la sala que había a la vuelta de la esquina. Caminó inspeccionando el terreno en busca de trampas. No quería que la sorprendiesen otra vez, y comprobar ese tipo de mecanismo estaba entre sus deberes como mercenaria.

Saliste del agua aupándote en la roca del borde, de la orilla, y luego te escurriste las prendas como pudiste. Todo tu equipo se había mojado e, increíblemente, habías logrado sobrevivir a la caída. Entonces andastes unos pasos hasta el agujero en la pared vertical, internándote en ella y siguiendo el resplandor que dejaba el espectro de aquella mujer. Entonces caminaste hacia una abertura en la roca, concretamente hasta un espacio más grande que un pasillo, con techos altos y abovedados. Sin embargo, el resplando ya no estaba. Estabas acompañado únicamente por la luz de tu sortilegio hasta que.... ¡¡ZASSS!! Un fogonazo de luz apareció a tu derecha... ¡¡ERA ELLA!! El espectro apareció, y tal que así era, pues su cuerpo era brillante pero translúcido, y no sabías si alegrarte por haberte guiado fuera del agua o preocuparte por quien pudiera ser.

Tú no eres uno de ellos... ¿no es así? -comenzó a hablarte-. ¿Cómo has llegado... hasta mi hogar? -el espectro hablaba tu idioma, el básico, y notaste que su figura era estilizada y sus orejas puntiagudas... ¡era el ánima errante de una mujer elfo!

Margot y Tyra tiraban y tiraban, pero aquella bestia estaba al borde del puente quebrado, mirándoos con desafía y, sobretodo, instinto (como un animal de presa que sólo quiere prender a sus presas). El caso es que ambas os dísteis la vuelta y comenzásteis a indagar el siguiente espacio.

El lugar se presentaba, a la luz de vuestra antorcha, como una especie de biblioteca: en el centro de la sala redonda se alzaban cuatro grandes estanterías de pie, copadas de legajos, volúmenes, tomos y libros antiguos colgando en sus baldas. Otras tantísimas decenas estaban en el suelo, apiladas de cualquier manera. La sala con forma casi circular contaba con más estantes en sus paredes, también repletos de telarañas y polvo, lo cual aderezaba el lugar con un aspecto terrorífico y abandonado. Si hubiera que buscar un volumen en concreto en tal lugar, pasarían semanas, tal vez meses, antes de encontrar el que buscárais. Los techos de aquella gran biblioteca estaban abovedados, apuntalados en piedra y andamiaje de palos, y en el muro izquierdo había otro acceso, que parecía adentrarse más allá, en alguna otra sala. No se oía absolutamente nada, y ello inquietó a Tyra*.

Oh , por supuesto que no soy uno de ellos, yo me llamo benito camelos, pues le cuento, supongo que prisa no tendra....

Todo empezo cuando naci... de una familia humide con muchos niños y bocas que alimentar...pero claro no todos los hijos son unos ceporros levantacarros. Asi que un hechicero itinerante, se me llevo para que pudiera tener una vida mejor, y que alguien le llevara los libros y le limpiara los calzones... lo se es poco epico, pero es la verdad.

La cosa es que hace unas semanas salieron una isla en el mar, esta isla, es esto. golpea en el suelo con el pie. asi que vine a investigarlo, yo y dos compañeras mas.... buena compañia, pero un poco....secas. 

Dicen que en esta isla era el centro de la corte de Bellethiel, una reina elfa famosa y guapa en partes iguales, bueno mas o menos como tu, pero con menos traslucidez. 

Benito se enrollaba y enrollaba sin cesar.

Como he llegado aqui o como he llegado a la isla? porque claro no es lo mismo, he llegado por la gravedad y llegue en barco.

Margot se paseó un poco y con precaución a través de la abandonada biblioteca. Incluso se atrevió a levantar un libro que se hallaba entre una combinación insólita de humedad y polvo. Como Tyra sostenía la antorcha la mujer se tomó la libertad de abrir uno que otro. Mientras que sus ojos se clavaban cada tanto tiempo en las sombras que generaba la fuente de luz... Se sentía extrañamente sola, aunque Tyrael estuviese a su lado. No esperaba que la estatua pudiese saltar una distancia tan larga como la que ellos habían superado... Pero nada le indicaba que estaban exentas de peligro en aquella galería abandonada.

—Mantén los ojos abiertos y la mano bien cerca de la empuñadura, Tyra... Puede que no estemos tan solas como parece.

La ladrona se sentía tan nerviosa que se obligó a sí misma a romper el pesado silencio con algo de charla intrascendente.

—Supongo que por muy misterioso que sea este sitio, los libros siempre serán libros. Me refiero a la humedad y todo eso.

De cuando en vez, para distraerse, trataba de descifrar las runas en los lomos que se amontonaban en las estanterías, medio podridos en su gran mayoría.

—Me gustaría saber qué contienen, pero apuesto a que si toco alguno se desintegrará entre mis manos…