Partida Rol por web

Finn y Brent se quedan en la sala en la que se encuentran los prisioneros, y el bribón decide tratar de abrir las celdas a pesar de no contar con la llave, y que parece una cerradura complicada.

Mientras tanto Alaia y Dalfrid buscan una llave entre los goblins masacrados, algunos en realmente malas condiciones, al haber sido aplastados por el Troll. No es una tarea agradable, pero deben hacerla. Finalmente es Alaia la que encuentra una llave, es la que llevaba el Rey goblin, esta muy manchada con la sangre, restos de cráneo y masa encefálica del rey goblin. Además de esta llave, veis las armas de los goblins, y encontráis 10 monedas de plata cada una.

Por otro lado, en esa misma sala, donde las dos humanas están rebuscando las llaves, Karel y Buri terminan de curar, al menos en parte sus heridas. Y a continuación se acercan hacia la sala de la que salieron el Rey y sus numerosos vasallos.

A la vez que Alaia encuentra la llave, Brent logra abrir la puerta. Provocando la alegría de los numerosos prisioneros, allí retenidos.

Las condiciones en las que se encuentran los prisioneros no son las mejores. Algunos habían sido heridos en combate, y los de mayor gravedad han muerto. Otros están simplemente agotados. Pero entre ellos, os llama la atención la presencia de uno de los mandos de la guardia de la ciudad. El comandante Cárdeno Carolis, uno de los mejores oficiales de vuestra ciudad.

Esta gravemente herido, pero aun así trata de hablaros:

-Muchas gracias, nos habéis librado de una horrible muerte. Nos habrían comido. Lamento no poder serles de más ayuda, pero apenas puedo moverme. Ustedes sigan con su misión, nosotros tenemos que resultar una carga. Si nos dejan unas armas podremos defendernos y les acompañaremos en su regreso a la civilización. –

Tiene que dejar de hablar, por un acceso de fea tos.

Vuestro turno.

Con el rescate de los rehenes la misión opcional se cumplió satisfactoriamente, algo que alegró a Finn a un punto de darle un leve golpecito en la espalda a Brent, a modo de un gesto de aprobación. Ya no quedaba nada que hacer, salvo por el mero hecho de encontrar el dinero y llevarlo... cositas...

-Ya no quedan enemigos de aquí hasta la salida, no tenéis que preocuparos por eso. -Les tranquilizó- Pero por suerte tenemos armas más que de sobra en un burro. Así que estaréis bien abastecidos. 

El mago se apartó, esperando poder ayudar a quienes lo necesitaran a caminar hacia el burro. (Y no se refería a Alaia).

El viejales de Brent había conseguido abrir la cerradura, mientras que Alaia encontraba la llave que la abría... cosas del destino. Mientras Finn y Brent ayudaban a sacar a los prisioneros y los acompañaban hasta el exterior, donde estaban los caballos y nuestro burro, Buri y yo nos acercamos a echar un vistazo a la sala anexa.

-"Buri, vayamos a revisar las salas que faltan. Debemos de encontrar los impuestos e irnos de aquí de una maldita vez. Tengo la garganta reseca y me muero por un buen trago de cerveza. Y no te preocupes muchacho, mientras haya fuerzas en mi, no volverás a caer solo en batalla." Le dije al enano.

Miré a las dos mujeres y les comenté:

-"Si no queréis estar ociosas, podéis venir con nosotros o ayudar a esos dos viejales con los prisioneros."

Me giré y me dirigí a la sala de la que habían salido los goblins. Antes de entrar, me paré en el dintel y eche un vistazo dentro. Estaba harto de entrar a los sitios y llevarme un golpe de regalo siempre.

La sala de gran tamaño, es una especie de salón con largas mesas, numerosas sillas, fuegos y hasta un trono. El salón parece desierto, no puedes ver a nadie en el lugar. 

Hay tres puertas cerradas en la pared contraria a donde estáis. 

Había ciertos sonidos en la habitación de al lado que indicaban que habían conseguido abrir la celda, a si que Buri siguió a Karel.

- Aaaahhh mataría a una docena de goblins por una buena cerveza. Lo necesito.

Buri estaba muy malherido y algo cabreado, no dejaba de sentirse como un saco de trigo apaleado, pero avanzaba tras Karel.

- Ten cuidado. No hemos encontrado trampas por ningún lado… y hay algo que me está poniendo alerta - sacó sus hachas - Quizá podamos arrojar una antorcha para ver mejor. - sugirió como idea.

Vamos a darle la llave a los compañeros -animé a Alaia mientras iba a la habitación de los prisioneros-. Una vez allí, no tardé en enterarme que el comandante Cariolis se encontraba entre los retenidos. Parecía malherido, o más bien enfermo.

Señor... Usted viajaba con las carretas... De oro o de suministros... sino recuerdo mal -le dije-. Cuéntenos su historia. Cuéntenos qué ha pasado con el oro del conde -le pedí-: nos va la vida en encontrarlo.

Alaia se alegro de haber encontrado la llave, al menos serviría de algo haber tenido que rebuscar entre tantas cosas, pasarían muchos años antes de que pudiera olvidar siquiera la sensación de tener que rebuscar entre sangre y vísceras, pero gracias a ello, se salvarían vidas, asi que fue muy contenta a donde los prisioneros, llave en mano.

-Mirad chicos la he encontra...

Su cara fue todo un poema al encontrar la verja abierta, simplemente suspiro.

-Ah...ya la abriste, que bien... 

Dijo en un tono que para nada parecía corresponderse con aquellas palabras, pero bueno, al menos se habían salvado vidas.

-Como dice Finn, tenemos armas para ustedes en el burro, sentimos no poder escoltarles, al menos por ahora, pero aun tenemos trabajo que hacer.

Era claro que los prisioneros no nos podrían brindar mucha ayuda, los goblins habían hecho fiesta con los pobres. Por eso no le tengo contemplación a ninguno y cada que se me presenta la oportunidad no dudo en acabar rápidamente con los que pueda.

—Desgraciadamente no podemos hacer más por ahora —digo dirigiéndome a los sobrevivientes—, debemos encontrar el oro de la Corte y llevarlo de regreso a Fuente Rubiales. Por cierto ¿alguien a diferencia de Cariolis sabe a dónde lo han llevado? ¿alguna pista?

Justo cuando Alaia encuentra la llave, en la sala donde se encuentran los prisioneros, Brent se las ingenia para lograr abrir la cerradura. Los prisioneros están heridos, cansados, hambrientos y sedientos. Por lo que vuestros primeros esfuerzos se centran en aliviar un poco su penoso estado. Uno de los prisioneros, es tal vez el comandante de la guardia más competente y mejor considerado de vuestra ciudad. Aunque para muchos es una oveja negra, trabajador y de moral ejemplar. Para los muchos vagos que en los últimos tiempos abundan en la guardia de la ciudad, es un tipo que evitar, ya que con el hay que trabajar. Tras beber unos sorbos de agua, os comenta algunas cosas.

Carolis tiene un fuerte golpe en la cabeza, así como heridas, cortes y magulladuras por todo el cuerpo. Queda claro que no ha sido capturado sin oponer resistencia, como el resto de sus soldados. -Tras dos días de viaje, al tercero fuimos atacados, y la razón de que nos derrotaran fue la presencia de traidores en nuestra caravana. Creo que fueron algunos de los carreteros, que posiblemente fueron comprados por los ladrones, ya que tengo confianza en la lealtad de mis hombres. -Un acceso de tos, le hace parar un momento. -En medio de la lucha fui golpeado por la espalda, y algo similar les ocurrió a alguno de mis soldados, por desgracia algunos de ellos perecieron allí mismo. Luego, por lo que me han contado, fuimos llevados al campamento de los ladrones, en los que un ataque de los goblins nos sorprendió a todos. Y aquí junto con una carreta de impuestos hemos terminado. Ya se han comido a dos de mis guardias, y todos habríamos sufrido la misma suerte, de no ser por vuestra hazaña. El oro tiene que estar aquí, en algún lugar.-Para un momento, para miraros a todos y cada uno de vosotros a la cara, y os dice:-Seréis recompensados por esto, y no tengáis ninguna duda de que el Señor Ernesto en persona os recibirá y os recompensará como es debido.-

Ernesto apodado “El bueno” es el señor de Fuenterrubiales, alguien muy poderoso, al que tan solo alguno de vosotros habrá visto alguna vez y desde lejos.

Karel y Buri se dedican a investigar la gran sala, y de acercan hacía la puerta situada más al sur. Karel se aproxima tratando de descubrir si hay alguna trampa, y no descubre ninguna. Pero escucha mucho ruido tras esa puerta. Hay uno o más goblins gritando, y sonidos de cazuelas, sartenes, y cacerolas. Da la impresión de que hay bastante movimiento tras la puerta (3).

Mientras tanto el resto tras dejar cerca de la salida a los prisioneros y proporcionarles algunos cuidados y atenciones, regresan rápido a donde han entrado los dos enanos. Tienen ganas de encontrar los impuestos y terminar la misión. Finn solicita que Alaia le sirva de montura, pero esta se encuentra demasiado cansada para llevar al mediano a la espalda. Ahora son ellos, los que pueden ver los restos humanos a medio consumir, en las diferentes mesas. Habiendo hasta una gran bandeja en la que hay medio cuerpo humano. Esta claro cual era el destino que esperaba a los prisioneros.

Vuestro turno.

Finn lo tenía bastante claro, tenían que encontrar el tesoro y encontrarlo pronto, por lo que viendo como estaba dividido el mapa, probablemente la zona de la cueva más alejada era la que se encontraba el oro, así que, espoleando a Alaia, este indicó a su fiel corcel el camino por el que ir.

-¡Arre!. ¡Arre!. -Exclamó el mediano- ¡Que cuanto antes lo encontremos antes podremos volver a casa!.

El espectáculo repugnante que presencio me repulsa pero los ruidos que se escuchan provienen de una de las puertas, es la que se encuentra más a la derecha de nosotros desde donde hemos llegado. Karel y Buri están cerca de la puerta de donde proviene el bullicio seguro que desean entrar sin más a repartir hachazos entre los goblins. Yo, preparo y mi espada larga y digo a Dalfrid:

—Esta parece será la batalla final. Igual no estaremos seguro de recuperar los impuestos sino acabamos con todos las alimañas que habitan esta mazmorra.  

Se olía jaleo tras esas puertas, al parecer podría ser la cocina.

-"Buri, ayúdame a traer esas mesas aquí y apoyarlas contra las puertas, así no podrán salir. Creo que son las cocinas y hay unos cuantos duendecillos verdes detrás. No estamos para estar combatiendo cada dos por tres, estamos muy heridos y casi sin recursos. Debemos de usar la cabezota, que de eso nos sobra." Le dije riéndome.

Me acerqué a la mesa más cercana y empecé a tirar de ella para llevarla a la puerta. Si mi compañeros y los demás me ayudaban, podríamos dejar encerrados a los goblins en las cocinas, mientras buscábamos los impuestos del conde. Los demás ya parecían venir hacia nosotros, así que me imaginaba que los prisioneros estaban ya a salvo en la salida.

Aunque no me agradaba la opción que me brindaba Karel, tenía que apoyarlo y dedicarlo un poco de respeto... pues hacía un rato había sido el que le había sacado del Valhalla para volver a la vida y seguir matando de esos indeseables pieles verdes.

- De acuerdo. - dijo Buri a regañadientes mientras guardaba las hachas y se limpiaba un poco de sangre que le caía por la ceja derecha. - Espera que te ayude, no tengas prisa que si las arrastras harás más ruido.

Buri se acercó a la mesa que estaba arrastrando Karel para ayudarle a colocarla donde él le dijera.

- Si piensas que esos goblins se van a librar... estás muy equivocado. En cuanto esté recuperado volveré a darles sepultura, dalo por hecho.

A Alaia lo que le faltaba era tener al mediano subido a su lomo.

Pero bueno, desde pequeña le enseñaron a respetar a los ancianos y mientras no hubiera un peligro inminente, pues tampoco le acababa de importar tener al mediano encima, aunque la verdad, si seguia espoleándole lo mas probable es que acabase en el suelo.

-Finn, llevamos bastante combatiendo, y no estoy acostumbrada, así que si no me espoleas, que ya voy bastante adolorida de serie, te lo agradecería.

Dijo con toda la amabilidad que podía conservar mientras avanzaban a la habitación contigua.

Al llegar a la sala, mis tripas se revolvieron al ver restos humanos aún por devorar en medio de las mesas. Esos "pielesverderes" eran criaturas poco civilizadas, y desde luego, engañosas y hostiles. Entonces vi a Buri y a Karel tratando de atrancar una puerta, por la cual se escuchaban ruidos. Pese a que cualquier ayuda era buena, traté de vigilar por contra otra de las puertas para ampliar las opciones; enseguida me acerqué a aquella que estaba más cerca de la mesa (la 1), y la examiné unos instantes. Mi intención era abrirla, asomarme y tratar de averiguar qué había al otro lado.