Partida Rol por web

A Artie le encanta dejarse caer por Mace's.

Mace's es un diner típico americano en una calle no muy concurrida. Su cocina es sencilla, pero sabrosa. Y lo mejor, sin duda, sus hamburguesas con queso. Abren a cualquier hora y Eliza, la cocinera, siempre es muy amable y deja la botella en la mesa cada vez que Artie pide un trago.

Cuando los investigadores entran, Eliza está sirviendo unos cuencos de patatas fritas a unos jóvenes en un rincón, pero salida con efusividad.

- ¡No te esperaba tan pronto, Artie! - Exclama sonriendo. - Vaya, traes amigos. ¿Es tu cumpleaños? - Su tono suena a broma, pero Artie sabe que habla con cariño.

Elegís una mesa situada en un rincón, al lado de la cristalera de la calle. Necesitáis ver vida en las calles, y no la oscuridad y sordidez que amenazaban en las inmediaciones de la mansión.

La bombilla sobre vuestra mesa parpadea un segundo. Algo normal, pero el escalofrío que os recorre la espalda denota que la Casa Corbitt ha sembrado en vosotros una semilla de horror.

Artie sonrió al ver a Eliza. Su ácido sentido del humor le gustaba. Si tuviera unas cuantas décadas menos ya le habría tirado los trastos, pero no. Eliza ya era una mujer entrada en años. Demasiados para el gusto de aquel detective. 

- Si fuera mi cumpleaños no estaría aquí. - Respondió Artie. - Estaría tirado en cualquier cuneta borracho como una cuba. ¿A estas horas? - Soltó una carcajada. - ¡No! ¡Ya te digo que no!

Artie no necesitaba mirar la carta. Sabía lo que iba a pedir. Siempre que salía del trabajo tras enfrentarse a algún peligro que ponía en riesgo su vida, solía apetecerle comer lo más grasiento e insano que pudiera encontrar. Hacía tiempo que eso ya no ocurría. La vida de detective privado era bastante diferente en eso a la de agente de policía. El peligro existía igual, pero era mucho menos frecuente en su oficio actual. Mucho de su tiempo lo pasaba en bibliotecas, archivos o en tediosas vigilancias que normalmente no le llevaban a ningún sitio.

- Pediré una hamburguesa doble con doble de todo. - Sonrió. - Y para beber un batido de chocolate con nata y virutas. Grande por supuesto... 

- ¿Y tus amigos? - Pregunta, sin levantar la mirada de la libreta donde anota.

-Lo mismo -respondió el profesor de manera escueta, sin apenas levantar la vista
No dejaba de sorprenderse por la inaudita capacidad de Gumshoe de aceptar las cosas y seguir como si nada. Supuso que era una cualidad más que deseable para alguien de su oficio, y que no muchos poseerían, sobre todo si tu vida se basa en recolectar las miserias y crímenes más sórdidos de la humanidad. Y era consciente de que el hombre era capaz de cosas terribles. La guerra también era una buena maestra

Suspiró resignado. No tenía tampoco hambre, pero se dejaba llevar. Habitualmente dispuesto a conversar se hallaba en un estado sombrío del que era incapaz de salir. Lo que había ocurrido en aquella casa había hecho tambalearse toda su lógica y razón, todos los años de estudio, aprendizaje y enseñanza. Por muy retorcido que fuera el mundo se basaba en leyes naturales, tan inmutables como el tiempo o el calor del sol. Asistir a una noche oscura de sucesos inexplicables las hacía pedazos. Y al profesor con ellas
 

​Hum, no se....algo ligero, lo que sea. No tengo mucha hambre.-Digo dejando la carta encima de la mesa después de hacer como que la miraba. -​Y un café irlandés, bien cargado. 

​Espero a que la camarera se vaya y que no se explaye recomendándome cualquier cosa, me siento incómoda en este sitio. Es muy distinto de los sitios que suelo frecuentar. Tampoco me apetece comer, tengo el estómago revuelto. 

El profesor está meditabundo, imagino que todos estamos pensando lo mismo. Menos Artie, parece como si lo de hoy hubiese sido lo más normal del mundo, no parece afectarle lo más mínimo. Yo, por el contrario estoy hecha un manojo de nervios. Apuro otro cigarrillo mientras espero el café del demonio.

Yo si necesitaba llenar el estómago, aunque no estaba muy segura de que pudiese mantenerlo dentro, aún así, me arriesgaría.

- Un batido de cacahuete y un sandwich mixto, por favor - al menos con eso podría ir tirando.

No quería ser la primera en empezar a hablar sobre todo lo que había acontecido en aquella casa del demonio, así que me quedo sumida en mis pensamientos mientras les miro de reojo esperando que alguien tomase la palabra.

Eliza da un golpe sobre la libreta con la punta del lapicero.

- ¡Marchando! - Dice mientras se aleja.

Las miradas de los cuatro buscan un voluntario que inicie la conversación.

Tras el sombrío silencio que siguió a la petición de los cuatro comensales, el profesor se mantuvo en silencio, y observó a cada uno de ellos con gravedad. Ninguno -y lo entendía perfectamente- deseaba hablar de algo tan aterrador como la inexplicable experiencia por la que acababan de pasar. Sin embargo debían hacerlo...

Respiró hondo y exhaló el aire lentamente. Chasqueó la lengua y se atusó el bigote, con cierto nerviosismo
-Creo que hemos de tomar una decisión. Lo primero es usted, señorita Hemingway -hizo un esbozo de sonrisa, bonachona y cándida pero carente de energía. -Un especialista debería revisar sus heridas, ha sufrido un gran trauma y no debería correr riesgos. Podrían revestir más gravedad de lo que aparentan -posiblemente estaba siendo excesivamente paternalista, pero era algo innato en su carácter que no podía (ni quería) evitar

Entrelazó los dedos de las manos y los apoyó sobre la mesa, inclinándose levemente hacia adelante. Bajó el volumen de su voz para que sólo la escucharan ellos, y observó fugaz a su alrededor para comprobar que la camarera estaba ocupada en otros menesteres. -Aceptemos que no hay explicación para lo ocurrido, más allá de fuerzas que escapan a nuestro entendimiento. Sin embargo permítanme recodarles que el trato con el señor Jurgens se basa precisamente en esa premisa: averiguar si el inmueble está... -hizo una pausa. No quería formular la frase tal cual, pues aún le acostaba aceptar los hechos, pero no había otra manera ni otra explicación. -... embrujado ('en palabras del propio Jurgens', masculló aún más bajo). O lo que quiera que pase. Y de ser así, hemos cumplido con nuestra parte del acuerdo -terminó, recordando a sus compañeros el contrato verbal que habían aceptado

- Eso mismo estaba yo pensando de camino aquí... - Afirmó el detective.

No mentía. Los términos del acuerdo habían quedado claros, ellos sólo debían descubrir si la casa estaba embrujada. ¡Y lo estaba, vaya que lo estaba! Sin embargo, igual su contratante esperaba más de ellos.

- Técnicamente podríamos reclamar el pago y desentendernos del asunto. Sin embargo, puede que quiera más. Puede que quiera que aportemos pruebas del que hemos visto y no las tenemos. O puede que quiera que me demos una solución y no sabemos ni por dónde empezar... - Realizó una breve pausa. - A partir de ahora es decisión de nuestro contratante, pero si hay que volver allí, habrá que negociar el precio. ¿Estáis con de acuerdo?

Sonrío a Warren por preocuparse por mi estado.

- Gracias, sí, creo que quizás deba acudir a un médico, pero lo primero es lo primero. A pesar de todo lo que he visto y sentido en esa extraña mansión, ahora que estoy fuera y pensándolo fríamente, quiero desentrañar el misterio que oculta, no se si realmente está embrujada o alguien sabe hacer muy bien su trabajo, pero sea como sea estoy dentro.

Me había costado decidirme, pero si lográbamos averiguar que ocurría allí dentro, estaba segura de que mi carrera como periodista daría vuelco.

Yo creo que ya hemos hecho suficiente......¡Por DIos Rachel, esa cosa casi te mata! ¿Quieres volver ahí? Yo no. Estoy con el profesor y con Artie, hemos cumplido.

Ni loca me acercaría de nuevo a aquella casa. Esto se nos había ido de las manos y no quería ni oir mencionar la casa, necesitaba un trago, ya.

- No he dicho que no quiera volver, Anna. - Corrigió el detective. - Lo que digo es que tenemos que mejorar la oferta. - Artie soltó una carcajada. - La verdad es que me quedé con las ganas de saber que puñetas había en sótano del edificio.

Fue entonces cuando la servicial Eliza trajo las bebidas que todos habían pedido. Artie agarró su batido y le dio un sorbo manchándose los bigotes de leche con chocolate. De nuevo dejó el vaso sobre la mesa y su rostro mostró una sonrisas de satisfacción.

- Me encanta este batido. - Afirmó rotundamente. - Creo que lo que tenemos que hacer es ir a buscar a un sacerdote y volver a la casa. Aunque antes tendríamos que avisar al propietario y explicarle lo que ha sucedido.

-Hablemos con el señor Jurgens, pues -asintió quedamente. Esa era su prioridad. Quizá la joven Hemingway sentía una escalofriante necesidad de aventuras, sin importarle el precio a pagar, y Gumshoe era un depredador que no se detendría para resolver un misterio, pero coincidía con el terror de la señorita Vixen y lo compartía. ¿De qué valdría doblar la oferta? No, quintuplicarla, si ninguno de ellos salía vivo de allí...
Los muertos no necesitan dinero

Entendía la reacción de Anna pero ya me había decidido, además no iba a estar sola, si ella no quería continuar Artie lo haría y el doctor parecía que también.

Cuando la chica regresó con las bebidas le di un largo sorbo a la mía para después continuar con la charla.

- Me parece bien, busquemos a ese hombre. Y Anne no te preocupes por mí, ha sido un susto despues de todo, ya estoy recuperada, pero gracias

- ¿Poseída?

La cara de descrédito de Jurgens bien merece ponerle un marco y colgarla de la pared. Atónito, como evidencian sus ojos, escucha las explicaciones de los cuatro investigadores en el salón de su casa.

Su salón es de tamaño medio y redondo, lo que dificultaba la disposición del mobiliario, pero a él no parece importarle porque el lugar donde suele pasar el tiempo es su despacho, en otro lugar de la casa. En el salón hay dispuestos varios cómodos sillones alrededor de una mesa de madera noble y cristal. Con una amable recepción, Elliot Jurgens ha dispuesto sobre ella unas copas de brandy y unos cigarrillos.

La descripción de lo sucedido pone de manifiesto que sus expectativas eran otras. Quizá que le confirmaran que no hay ningún fenómeno extraño y todo se debe a imaginaciones de los que allí se han hospedado. En ningún caso espera que el caso se complicase de esa manera.

- Pe... Pe... ¿Pero cómo es posible? ¿Una cama, dice? - Pregunta sorprendido cuando recibe los detalles de las heridas de la Srta. Hemingway.

Sobre sus hombros descansa ahora un peso invisible de al menos una tonelada. Sus ahorros, pensando hacer una buena inversión, han ido a parar a un caserón maldito. En su cabeza, busca el camino para salir del atolladero económico en el que se ha metido.

- Veamos... - Exclama levantando las palmas de las manos y recostándose en el sillón de terciopelo verde. - Les ofrecí una buena suma. Cincuenta pavos cuando certifiquen que la propiedad está libre de todo mal. Necesito que lo hagan. - Su mirada desesperada busca la del Profesor Warren Bedford, como último nexo con el mundo de la razón y los hecho palpables que él conoce. - Ayúdenme. Bajen a ese sótano y saquen a punta de pistola... o como quieran, lo que está contaminando la Casa Corbitt.

- Certificar que está libre de todo mal es imposisble, señor Juergens, pues... - Esbozó una sonrisa. - ...evidentemente, no lo está. Es más, el mal que la azota es notablemente peligroso. Atentó contra la vida de la señorita Hemingway y contra la mía propia, por lo que entenderá que no nos hace demasiada gracia regresar allí. - Miró a sus compañeros. - No al menos al precio que nos propuso de buenas a primeras. Entiendo que hemos hecho el trabajo. Hemos descubierto que la casa está embrujada, por decirlo de alguna manera. - Hizo una pequeña pausa. - Vamos a necesitar materiales, hablar con la iglesia y ya sabe... - Alzó las cejas y frotó las puntas de sus dedos escenificando una universal señal que indicaba que eso iba a costar caro. - ...no creo que sea barato. Le pido que nos doble el precio final y que además se haga cargo de todas las costas. Si le parece bien, podemos redactar un nuevo contrato ahora y aquí mismo.

​¡Esto es una locura! esa casa está embrujada. Era como si quisiese algo de nosotros, no vamos a conseguir sacar nada de ese sótano salvo perder la cordura y quien sabe si algo más.-​Digo en un tono un tanto histérico ante la posibilidad de volver a la casa. Parece que todos se han vuelto locos y quieren volver. Yo no, pero no quiero dejar sola a Rachel y .....qué demonios, quiero saber que pasa allá abajo.

Lo mejor que puede hacer es quemar la propiedad.....cobrar el seguro y edificar otra cosa. Conozco gente que lo podría hacer.-​Digo sin darme cuenta de que estoy sacando a relucir contactos con gente de los bajos fondos. Pero una tiene un pasado y seguramente hay gente que me debe favores.....o que todavía me desea. -​No se perdería gran cosa y no nos mancharía a ninguno. 

Suspiro mirando a los demás, lo que digo es una locura, un delito....pero también me lo parece volver a esa casa.

- ¡Hecho! - Exclama con energía y esperanza Elliot Jurgens, dando un salto de su sillón para extender la mano a Artie Gumshoe y sus compañeros. - Cuenten con ello. Respecto a lo del seguro, Srta. Vixen, creo que me costaría mi carrera. No hay casa en Boston más bajo sospecha que ésa. Si ahora recién comprada, ardiera, se abriría una investigación para ver si hubo fraude. Sean eficaces, pero también discretos. Cuando vuelvan con buenas noticias, ya me encargaré yo de darle lustre y nueva fama a la vieja Casa Corbitt.

Tras esto, el Sr. Jurgens apura su vaso.

- ¡Perfecto! - Exclamó Artie a la vez que daba una palmada al aire. - ¿En marcha? - Les preguntó a sus compañeros.

Todos ellos tenían sus reticencias a seguir adelante. El mismo Arthur Gumshoe, sentía bastante pánico ante aquella idea, pero lo cierto era que la curiosidad le ganaba por goleada. Además, el bueno de Artie debía pasta y aquellos ingresos inesperados le ayudarían a pagar el alquiler de su zulo.

- Podemos ir a ver al párroco Jonah. - Dijo entonces. - No creo que él pueda ayudarnos, pero es un buen hombre temeroso de Dios y si puede conocer a alguien que si pueda llevar a cabo un exorcismo o al menos nos diga cómo afrontar lo que tenemos por delante.

El padre Jonah era un clérigo de avanzada edad. Tenía ya unos ochenta años, pero ha la sido el párroco de confianza de su familia desde... Desde siempre. Daba si murga a sus feligreses en la iglesia de Sant Matthew, en el barrio de North End. Estaba próximo al centro, su coche iba a hacer kilómetros. Pasaría la factura de gasolina al buenos de Juerguens.

Negó levemente con la cabeza. La codicia de Gumshoe podía costarles la vida, cosa que ya casi había pasado. ¿De qué vale el dinero si no se está vivo para gastarlo? En cualquier caso aquel no era su terreno ni el de ninguno de los presentes. Debían hablar con alguien capaz de exorcizar la casa, algo que no sería fácil pues la propia Iglesia era reticente a admitir sucesos sobrenaturales. Lo que tenía claro es que no entraría de nuevo en la mansión si no iba acompañado por un representante de Cristo, por mucho que sus creencias se empañaran en las brumas de una religión aprendida de niño pero apenas practicada