Partida Rol por web

El día siguente ha comenzado gris, lo que el Padre Jonah interpreta como un aviso divino de lo que está por ocurrir. Mientras el octogenario se dedica a poner voz a la palabra de Dios, consume con avidez varios cigarrillos impregnando el automóvil de Artie de un intenso olor.

Cuando enfiláis la calle en la que se encuentra la Casa Corbitt, allí al final, recortada contra las oscuras nubes como una herrumbrosa construcción esperando sumisa el derrumbe que nunca llega o, quizá, como un descolorido y débil cascarón que alberga algo en su interior, esperando dar el golpe de gracia y romper aquello que lo envuelve para salir al exterior.

Desde el asiento de atrás, el Padre Jonah no puede ocultar un suspiro de temor al ver el inquietante rincón de la ciudad al que debía aventurarse, seguido de una temblorosa cruz que forma en su rostro con su débil brazo. Mientras tanto, Artie reduce la velocidad al pasar por delante de unas ruinas al borde de la carretera.

La Capilla de la Contemplación, susurra el investigador más para sí que para sus peculiares acompañantes, como si se recordase una deuda pendiente y se diese a sí mismo la orden de permanecer en alerta. El lugar abandonado no son más que piedras erosionadas diseminadas por doquier, apenas un vago recuerdo de los muros y pasillos que antaño conformaban.

Sinceramente, no parecía que el pobre padre Jonah pudiera hacerle frente a nada. No es que el propio Bedford fuera un dechado de virtudes, claro, de hecho estaba comenzando a utilizar la redondez como adjetivo para describir el tamaño de su estómago antes que cualquier otro. Pero en sus tiempos de universidad, ya demasiado viejos como para significar algo más allá de en su memoria, había practicado el elegante boxeo, del cual era un buen exponente en sus años mozos. A más de una picaruela estudiante atrajo con aquellas demostraciones de velocidad y talento...

Volviendo al presente, el atisbo del caserío al fondo de la calle le indujo aún más claramente la sensación. Cierto era que el poder del sacerdote no estaba precisamente en sus músculos sino en la fortaleza de su fe, y no dudaba de que en ella poseería una vitalidad digna de un titán, pero si ocurría lo mismo que antes con el colchón temía seriamente que el cura perdiera la vida. Se resignó, pues se sentía extrañamente encadenado a la resolución de ese misterio. Como si todo hubiera dejado de pronto de importar, y ese mal ignoto que exhumaba la mansión se hubiera introducido en sus poros cambiándolo para siempre. Incapaz de volver a su vida anterior con la tranquilidad que poseía. Se preguntaba si era así en los demás, pues había advertido el sutil cambio de humor y costumbres en su propia persona. Los demás le eran lo bastante desconocidos como para impedir atisbar esos signos. Suspiró quedamente y esperó a que el coche terminara de bajar la calle

Aquella capilla tenía algo que ver con todo aquello, de eso estaba seguro. Artie Gumshoe era investigador privado, cosa muy diferente de ser alguien que únicamente trabajaba de ello. Artie se lo sentía. Aquel tipo había nacido para aquel tipo de cosas y quizás por eso tenía un especial olfato para ese tipo de cosas. Sabía a ciencia cierta que la clave de todo estaba en la capilla, pero... ¿Qué podía encontrar entre unas ruinas que no hubiera hallado ya en la primera vez que las visitó? No lo sabía, pero algo tenía claro, si no solucionaban el tema durante el transcurso del día, volvería a visitar aquella capilla.

- La capilla de la contemplación. - Señaló con el dedo a su paso por aquel lugar "sagrado". - ¿Le suena de algo, padre? - La preguntó.

Y entonces vio la mansión. Le esperaba allí plantada. Inmersa en la nueva ciudad como recuerdo del pasado. No había cambiado demasiado desde que fuera construida, aunque si era cierto que su estado de conservación no era el mejor. Resistía al paso del tiempo, orgullosa y altiva. Gracias en gran parte al secreto que ocultaba tras sus muros. De no haber estado maldita, posiblemente ya la hubieran tirado para construir. Aunque... ¿Quién se arriesgaría a construir en un lugar maldito? Aunque por otra parte, los empresarios de la construcción, muchos escrúpulos no es que tuvieran...

Artie sintió entonces pro primera vez, cierto respeto por aquella mansión. Era una superviviente. Una superviviente que luchaba con todo lo que podía para escapar de la especulación urbanística. El detective entendía que la mansión no quisiera ser habitada de nuevo. Tenía su propia historia. Había albergado muchas vidas en su interior y ya estaba cansada de cambios. Quería seguir vacía. Quería seguir fiel al espíritu con el que fue construida...

Artie meneó la cabeza de lado a lado desvaneciendo los extraños pensamientos que le acababan de venir a la mente. Se giró entonces hacia el padre, desviando toda la atención que había puesto sobre la vieja mansión Corbitt y esperando la respuesta del párroco a su pregunta. Igual Jonah sabía algo acerca de aquel extraño culto. Era viejo y era un hombre de fe y representante de la iglesia, por lo que igual había oído historias...

La rasgada voz del Padre Jonah comienza a narrar los hechos a la pregunta de Artie Gumshoe, sin volver la cabeza, arrastrando la mirada por la extraña calle que lleva hasta la Casa Corbitt.

- La Iglesia de la Contemplación la fundó un tipo que llegó a Boston de no sé dónde. Eddy, creo que era su nombre. Sí... Orrin Eddy, ése era. Era un hombre triste, marcado por la pérdida de su esposa, cuentan. Adoptó la imaginería propia de un culto religioso, cánticos, organización jerárquica y demás. Todo un ejercicio de blasfemia. Tenía su propio sistema de creencias, los cuales desconozco, aunque siempre se hablaba de alguna manera de hacer regresar a los muertos, o alargar de alguna manera la fuerza vital, y el símbolo por el que se presentaban era un ojo trilobulado. El caso, hijos, es que la secta, así la llamaré, fue creciendo lentamente, sobre todo entre algunas personalidades ilustres de la ciudad. Siempre estuvo en el punto de mira, pues se les acusó de un robo importante, o algo así, y cuando la policía hizo una redada, encontró para su sorpresa una amplia red de túneles subterránea, paneles falsos y puertas que daban acceso a salas secretas donde se practicaban rituales de espiritismo. - El anciano hace una pausa para toser y continúa. - Tras varias décadas e intercambios de liderazgo en el culto, el fin de todo llegó hace unos cuantos años, donde la policía irrumpió en medio de una ceremonia y estalló un tiroteo, la capilla ardió y todo se fue al infierno. Murió mucha gente. Miren, parece que ya hemos llegado. - Termina.

La Casa Corbitt permanece tal cual, esta vez con su arquitectura reflejando en los tonos más apagados a causa de los grises nubarrones, y la maleza del exterior agitándose suavemente empujada por el suave viento que trae el día. Es como si hasta la última mota de polvo de la finca se agitase nerviosa porque espera la llegada de algo.

La simple visión de la casa os produce un extraño malestar, una sensación incómoda. El Padre Jonah se acerca unos pasos y hace la forma de la cruz en su pecho, tras lo que exclama: - De acuerdo, acabemos con esto.

Había conseguido dormir sin sufrir pesadillas gracias a los calmantes que me habían dado, de hecho quizás había tomado alguno de más solo por si acaso... El caso era que me sentía descansada y con muchos ánimos para retomar aquel extraño caso en el que me había visto involucrada.

Una vez en el coche escucho atentamente la respuesta del Padre Jonah a Artie, parecía que confirmaba lo que ya sabíamos de aquel suceso, pero también nos daba más información al respecto, interesante cuanto menos, saco mi libreta y tomo nota de absolutamente todo lo que ha dicho.

Una vez se detiene el coche es cuando levanto la cabeza para observar la mansión, aquel imponente edificio que parecía estar esperando a que entrásemos, solo de mirarla se me revuelve el estómago y una profunda sensación de desahogo me invade. No digo nada, espero a que bajen del coche para hacerlo yo a continuación.

Muchos de los datos que nos acababa de proporcionar el sacerdote, ya eran conocidos por ellos. Lo habían estado investigando los días previos. No obstante, que aquella historia hubiera transcendido más allá de los informes policiales y de la prensa y que hubiera llegado a oídos de la iglesia, siendo algo que el padre Jonah tuviera presente aún a día de hoy, indicaba el alcance que tuvo en su día aquellos hechos.

- Bien, bien... - Dijo entonces el detective. - Tendremos que ir con ojo allí adentro. - Justo entonces abrió la puerta de su coche y se dispuso a salir. No obstante, antes de salir se giró la cabeza para encarar al párroco. - Vaya con mucho cuidado allí dentro. Puede ser peligroso... - Y entonces si, salió del coche.

Bajo del coche sin saber muy bien cómo demonios he vuelto a acabar aquí. Cuando estuvimos lejos de la casa todo parecía más fácil. Incluso un parecía un mal sueño. Pero aquí estábamos otra vez. La casa parecía más grande, más imponente. La primera vez parecía un caserón abandonado, un juego. Ahora era algo vivo que nos esperaba desafiante.

Encendí un cigarro dando la espalda a la casa mientras los demás bajaban.-Bueno, acabemos con esto de una vez.-​Tiré el cigarro después de darle apenas dos caladas.

Me volví a la casa y esperé a que los demás fuesen los que diesen los primeros pasos. No quería meterme en ese sótano, pero quería acabar con todo esto. Cerrarlo con llave, tirar la llave lejos y poder olvidarme de todo esto.

La puerta lanza un chirrido al abrirse y el aroma enclaustrado del interior os impregna las fosas nasales. Al igual que ayer, lo único perceptible son leves y esporádicos crujidos, como los latidos de un ente vivo hecho de listones de madera. La luz que se cuela crea ráfagas en el pasillo de la planta baja y ponen de manifiesto las diminutas partículas que flotan en el ambiente.

Ya estáis dentro.

En los segundos en que tanteáis el lugar para comprobar que todo sigue igual que lo encontrasteis el día anterior, escucháis un sonido metálico a vuestras espaldas, y luego un líquido vertirse en algún sitio. Al girar la cabeza, el Padre Jonah está cerrando una petaca negra forrada en piel y la guarda en el bolsillo de su camisa con su mano temblorosa.

- Necesito relajarme un poco. Tengo un dolor punzante en la cabeza. - Exclama.

- ¡Pues empezamos bien! - Penó Artie. 

Y es que si nada más entrar en la vivienda, el párroco ya adolecía de un fuerte dolor en la cabeza, dificilemente les iba a resultar de demasiada ayuda. Lo cierto era que Arthur de buenas a primeras, ya pensaba que Jonah iba a ser un simple eslabón en la cadena. Estaba convencido de que si la iglesia tenía que intervenir a la hora de exortizar aquel lugar, no iba a ser precisamente aquel carcamal el hombre que pudiera hacerlo. Tan solo había recurrido a él para poner en antecedentes lo que allí estaba sucediendo en boca de una voz autorizada, a quien tuviera que hacer el exorcismo.

- Descanse padre. - Dijo con resignación. - Entiendo que se sienta abrumado. Usted más que nosotros tiene que sufrir los efectos malignos que de esta casa se desprenden. Al estar más ligado al altísimo que nosotros... - Allí detuvo su frase. - ...es normal. - La concluyó en su mente. - ¿Bajamos al sótano? - Les preguntó a los otros. - Es lo único que dejamos sin revisar...

-Esperemos a que el Padre Jonah pueda abrir paso. Por absurdo que pueda parecer, es lo único en lo que confío ahora mismo -casi no podía creer lo que estaba diciendo, pero así era. En absoluto se consideraba una persona religiosa, más bien al contrario, había bebido siempre de fuentes de conocimiento empírico, de razonamientos tangibles y demostrables. Pero allí estaba pasando algo y escapaba por completo a su control. Y la casa, o lo que diablos fuera que alimentara esa energía, ya los había atacado a ellos, no dudaría en hacer lo mismo. El nuevo elemento era la fe del sacerdote, y no estaba dispuesto a arriesgar su vida sin ponerla antes a prueba

Por unos segundos pensó en toda aquella gente, posiblemente miles y miles alrededor del mundo, que han vivido algún tipo de acontecimiento sobrenatural. Todos ellos seguramente hayan sido tratados, de un modo u otro, como locos. Y justo porque esa clase de cosas no son demostrables, no existen pruebas, por lo que la refutación -calumnia y humillación incluidas- es sencilla. Así se sentía ahora. Como un 'privilegiado' al que no le hubiera gustado jamás pasar por algo así, pero que ahora formaba parte de una minoría que sabía, a ciencia cierta y por propia experiencia, que no sólo Maxwell y Einstein movían el mundo

- De acuerdo, déjenme pasar. - A trompicones, el Padre Jonah se interna por el pasillo de la planta baja hasta el fondo. - ¿El sótano, dicen? - En el fondo, mira a uno y otro lado, descubriendo las escaleras que ascienden a la planta de arriba. El religioso gira sobre sí mismo y observa contrariado el descenso a la oscuridad que tiene frente a él. Su mandíbula tiembla como si no pudiese dominarla y sus ojos buscan algo. - Puedo... Puedo sentir el frío. - Sus movimientos se tornan torpes y forzados, pero aún así consigue sujetarse en vosotros para bajar los oscuros escalones a la vez que recita salmos ininteligibles para vosotros.

- Mucho cuidado, padre... - Le dijo entonces Artie.

Le parecía bien que aquel hombre tuviera iniciativa, pero también le parecía muy arriesgado por su parte bajar en primera posición aquellas escaleras. No sabían a que se enfrentaban y si volvía a volar algún objeto hacia ellos y le daba un mal golpe al pobre pater... puede que tuvieran mucho que explicar a las autoridades.

- Si no le sabe mal... - Posó una mano sobre el hombro de aquel vetusto personaje. - ...iré delante de usted. Con la poca luz que hay aquí... ¡Como para que tropiece usted y se rompa algo! - Entonces Artie encendió una cerilla esperando que pudiera iluminar al menos por delante de sus ojos. - ¿Alguien ve el interruptor de la luz de aquí abajo o tiene una linterna? - Preguntó.

Bajé detrás de Archie y el sacerdote. Esperando que encontrasen un interruptor pronto. Esto me daba repelús, tenía la piel de gallina por el miedo. ¿Ninguno había traido una maldita linterna? Yo no lo pensé, solo me dejaba llevar y esto parecía que iba a tener consecuencias nefastas.

Empecé a palpar las paredes donde esperaba que pudiese estar el interruptor, intentando ver algo con la escasa luz de la cerilla.-Creo que es esto.....-digo no del todo convencida de que funcione lo que creo que es el interruptor. Lo pulso.

No podía evitar sentir escalofríos a cada paso que daba, volver a estar allí dentro me hacía recordar lo sucedido el día anterior, y aunque esta vez íbamos más preparados no podía dejar de preocuparme. Aquella casa escondía algo, estaba segura, y pensaba averiguarlo costase lo que costase, no había tenido nunca una mejor historia que contar que esa y no pensaba desaprovecharla.

Para cuando voy a ponerme a buscar el interruptor por el que pregunta Artie ya es tarde, parece que, por suerte, Anna lo ha encontrado...

A Anna esto le parecía inaudito. ¿De verdad pretenden que ella baje ahí abajo sin luz y con esos tacones? Exhala aire con un fuerte sonido y busca por toda la planta baja algo útil que les pudiera ayudar a no tropezar y acabar enmedio de un charco de viscosa sangre siendo alimento de las ratas. Finalmente, en la cocina descubre una polvorienta caja de fusibles con la palabra "sótano" escrita, así que lo acciona.

Un chorro de luz amarillenta impregna los peldaños de madera que descienden al sótano de la Casa Corbitt mientras algunas cucarachas sorprendidas buscan refugio en pequeños resquicios y grietas repartidas aquí y allá. La escalera se encuentra en mal estado y cada paso del grupo desencadena un exasperante crujido que atenaza vuestros nervios.

Abajo hay lo que parece ser un trastero con muchas cosas repartidas por la habitación. Herramientas, cañerías, trastos viejos, cubos de basura, clavos, tornillos, etc... Los muros son de ladrillo visto, pero el de la izquierda es de madera, al igual que las paredes del pequeño cuarto que hay bajo las escaleras. Del techo de hormigón prende una única bombilla de un fino cable, alrededor de la cual revolotea una nube de mosquitos. Aunque la temperatura allí abajo es más fresca que en la calle, algo que se agradece en pleno agosto, un hedor a putrefacción con un toque dulzón domina el ambiente.

Por ahora nada fuera de lugar. El profesor de mantenía a la expectativa, y detrás del padre Jonah y el detective. Aun así no se fiaba, y procuraba dar cada paso con seguridad, más aún si tenían que bajar una escalera como aquella. De nuevo sacó el pañuelo de la solapa y se lo colocó en la boca, tratando de paliar el hedor que emanaba del lugar. No se veía demasiado, pero parecía que todo estaba en orden. Ningún elemento extraño. No sentía gana alguna de seguir avanzando, pero debía proteger a las damas de la mejor manera posible y no se retiraría, por honor, hasta que así fuera

- Vaya... - Dijo olisqueando como un sabueso. - Qué peste... y mira que perdí gran parte del olfato cuando estuve trabajando una temporada en las granjas de California... - Sonrió. - Eso fue antes de meterme en la policía. - Posó una mano sobre el hombro del pater. - ¡Por Dios, que mal huele! - Alzó las cejas. - Perdone la blasfemia padre...

El olfato de Artie, aunque estaba atrofiado, también le servía para captar cosas que otras personas no alcanzaban. Que la pared de la izquierda fuera de madera le espinaba. Parecía como si alguien hubiera colocado un panel para dividir la estancia del sótano en dos. ¿Qué habría tras ésta? Era algo que estaba dispuesto a comprobar. Se acercó a aquellos tablones y trató de husmear entre sus junturas, pero nada. Por suerte había traído consigo su fiel palanca.

- Nos servirá... - Sonrió empuñándola.

Enseguida comenzó a hacer fuerza con la palanca por tal de retirar alguno de aquellos tablones. Iba a sudar un poco, pero merecía la pena el esfuerzo para descartar que no hubiera nada tras aquella pared de madera.