Partida Rol por web

-¿Qué pasó?- la exclamación ahogada del capitán la hizo girar hacia donde él se encontraba, mirando su mano. -¿Estás bien?- Iasana preguntó extrañada mientras llevaba una de las lámparas hasta donde se encontraba el capitán y veía que había ocurrido.

-Oh, vaya... alguien no quería que entráramos en ese lugar. Deberías quitarte el guante cuanto antes y ver cómo luce la herida... me temo que esa aguja podría contener algo de veneno y cuanto antes limpiemos tu sangre mejor.

Aunque aparentaba calma total, por dentro estaba asustada. Ella no tenía conocimientos de medicina y mirando al resto de la compañía, no tenía mucha esperanza de que los demás pudieran ayudar. Salvo que... -Oye Jack! ven aquí un minuto. Tal vez tu puedas ayudar aquí.

 Liam, que se había acercado a la luz de la mesa, se dejó derrumbar en el banco. Su frente se perlo en sudor en cosa de segundos, su mirada se desenfocó.

 - Estoy... estoy bien.- Dice sin suficiente convicción.- La aguja tiene un leve veneno paralizante.

 Saca de entre su mochila el pellejo, lo descorcha y da un largo trago. 

 - Los Torquemar lo usan a modo de defensa en ocasiones. En trampas, por si se cuela algún ladronzuelo, para que se quede allí el tiempo suficiente para que los guardias le apresen.- Se seca el sudor de la frente y menea suavemente la cabeza.- Por lo menos sabemos que no ha entrado nadie desde que un Torquemar la cerrara, debió ser ser Hugo la noche que pasó aquí antes de ir al cubil.

 Ante el gesto inquisitivo de los presentes añade.

 - Es una trampa de un solo uso, una vez es descargada, hasta que no se instale una nueva aguja, desarmada se queda.

 Pasado un tiempo parece que empieza a recuperarse.

Al escuchar la explicación del capitán, la hechicera se relajó. Menos mal que los Torquemar gustaban de hacer justicia por la vía legal. Si hubieran sido más desconfiados, seguramente Davenport no estaría contando el cuento.

-Bien, es bueno saber que no ha estado nadie más por aquí. De todas maneras habría que revisar que la ventana del cuarto del noble no haya sido forzada. Si no te opones, en un rato lo verifico. Antes quisiera hallar la fuente de ese putrefacto olor.

Viendo que Liam estaría bien por su cuenta, la mujer terminó de examinar la estancia en busca de lo que hacía oler mal aquel lugar.

La alegría y el empuje de Jack se vieron mermados tan pronto como entró en la cabaña. El aire ya no estaba tan viciado, pero era obvio que algo no "olía bien".
Aún así se guardó de hacer ningún comentario. La pequeña hoguera era el mejor aliciente que existía para no quejarse.

Pero acababa de llegar y parecía que todo pasaba muy rápido ¿El capitán estaba herido? ¿cómo? ¿una trampa? ¿por qué?
Por suerte, la tranquilidad de Iasana le ayudó a situarse.

-Señor Liam... déjeme ver eso... esa herida... Venga a la luz... ummm... ¿paralizante dice? No entiendo -y dejó de observar la herida para sonreír al capitán- Muchos "señores" prefieren veneno de serpiente... Dicen que "mejor muerto" -volvió su atención a la pequeña herida- hace tiempo que no trato venenos... siéntese al fuego... bueno, al lado del fuego como dicen ustedes

 Das un vistazo a la herida y a la aguja, la hueles y sí, crees reconocer, es extracto de alguna planta. Un tipo de veneno usado para dormir más que paralizar, en dosis pequeña aletarga y puede dejar dormido al objetivo, en dosis altas, podría dejarlo sumido en un estado comatoso.

 Pero a esos afectos hay que tener presente la dureza del objetivo, tras examinar las pupilas y las pulsaciones, parece que se haya mareado un poco, eso es todo. Al parecer el capitán Liam está hecho de dura pasta.

Raúl, aún respirando el aire libre y fresco de la noche al exterior escuchó el murmullo o tumulto generalizado. Se inclinó hacía un lado para sacar la cabeza por la puerta para ver que pasaba.

Al enterarse abrió los ojos como platos y volvió a "esconderse", seguramente él podía haberles avisado, pues era un "modus operandi" de la familia Torquemar, sin embargo, al igual que al capitán, no había caído en la cuenta de que el joven Hugo podía haber parado semejante trampa. Así que simuló como si nada, no necesitaba que le cargasen con más culpas.

Seria una noche preciosa llena de estrellas.

Nuño entró de nuevo en la casa al hacerse la luz. Parecía que el aire fresco le había sentado bastante bien, pues entró sonriente, como si ningún olor nauseabundo le hubiera hecho salir de aquel lugar.

- ¿Algún problema? Los ojos alegres del bardo pasaron la mirada a los ocupantes del lugar. - ¿Es un lugar seguro para descansar?

Nuño se mantenía en cerca de la puerta de salida. – Esto… Raúl ¿Verdad? Raúl ¿Hay alguna especie de cocina en la casa, o se cocina en el fuego a tierra? Nuño creyó oportuna preguntarle al mozo, pues al parecer se conocía la casa, y no tenía ganas de caer en un foso de púas afiladas por querer cocinar un poco.

Una voz vino desde afuera. -Que yo sepa lo que hay es lo que ve.- Raúl se hallaba tumbado en el umbral mirando el cielo con una sonrisa y el aire fresco en la cara. -Nosotros siempre nos quedabamos en la sala, en la habítación no entrabamos pero creo que no hay nada más. ¿Quieres cocinar? Parece que hace una noche muy bonita aquí afuera.-

 El aire, tras unos minutos, había saneado el hedor que encontraron al entrar. Y un aire fresco empezaba a entrar. Apoyado en la mesa, en la que había una de las lámparas, Jack examinaba al capitán de la guardia de los Torquemar y pudo comprobar que no había peligro.

 La cabaña era todo lo que estaba a la vista, bueno eso y lo que encerraba la habitación de los nobles. Desde el exterior no se podía dar un vistazo por tener los porticones bien cerrados. Viendo las marmitas y un par de piezas de metal para cocinar, daban toda la pinta que el único modo de cocinar era usando el hogar que ya había encendido el capitán.

  El hombre de los Torquemar se incorporó asintiendo a Jack.

 - Gracias, gracias... estoy bien, no ha pasado nada.

 Asegura mientras escucha vagamente las palabras que se cruzan Nuño y Raúl. Luego miró a la mujer del grupo.

 - No lo me parece bien abrir la habitación de los nobles por que sí.- Dice rotundo en primera instancia antes de pasar la mirada por el salón que poca cosa tenía por esconder.- Pero aquí no hay nada que pueda producir ese mal olor... solo puede venir del dormitorio. Está cerrado en llave, ¿puedes abrirla quizás?

Mientras Nuño conversaba con Raúl acerca de la cena, la chica no perdía pista de lo que estaba haciendo Jack. Aunque no tenía idea acerca de medicina, le interesaba de sobremanera aquel arte y siempre que podía curiosear, no dejaba pasar la ocasión. Por eso la tomó por sorpresa el pedido del capitán. -¿Ehhhmmm?- dirigió su vista hacia la puerta unos segundos antes de responder. -Puedo intentarlo... aunque no garantizo nada.

Sin demorarse y con total naturalidad, se acercó hasta la habitación del noble y examinó la cerradura. Por lo que podía deducir se trataba de una cerradura muy compleja, algo con lo que no estaba familiarizada. Sin embargo, no se quedaría sin intentarlo.

Tomó su bolso y se puso a revolver en él hasta que dio con lo que estaba buscando: un bonito juego de ganzúas. Con paciencia y dedicación comenzó a trastear con esos elementos para ver si lograba correr el cerrojo, pero tras unos largos minutos, llegó a la conclusión de que aquello estaba por encima de su habilidad de aficionada.

-Bueno, parece que no podrá ser... o al menos yo no he logrado descifrar el mecanismo que activa el cerrojo. No sé si alguien más desea intentarlo... si no, podríamos probar con la ventana exterior... aunque supongo que está tan bien protegida como esta cerradura.- Dicho aquello, guardó sus cosas y se acercó hasta una de las literas para dejar su equipaje. Estaba cansada de acarrearlo de aquí para allá durante todo el día, y estando allí no tenía sentido seguir con él encima.

Nuño escuchó la petición del capitán. Sus labios se movían y hablaban a cerca de que preparar para comer y donde hacerlo, pero sus ojos se fijaban en lo que la bella Iasana hacía.

- Nooorrr! Exclamó este después que la maga sacara las ganzúas de la cerradura. – No se hace así... Se acercó apresuradamente. – De esa forma solo lograras doblar el metal.

El bardo buscó en su cinto, y extrajo un juego de ganzúas. Estaban desgastadas por el uso, pero eran de calidad.

- Dejarme que os muestre… El juglar se concentró en el mecanismo de apertura.

Nuño se acercó a la puerta, colocó su oreja contra la madera de la puerta, respiró profundamente, y golpeó suavemente el picaporte. Casi parecía escuchar el sonido que emitía el pulido metal. Después, hizo girar la ganzúa con un movimiento rápido y preciso. Se escuchó un clack, y la puerta se abrió mansamente.

- Solo hay que saber cuando apretar… Dijo el bardo arqueando una ceja, y una mirada igual que si hubiera hecho un comentario obsceno.  -  Adelante. Y con gesto teatral, cedió el paso a la recién habitación abierta.

 Con una destreza magistral, Nuño abrió la firme puerta que daba al dormitorio privado de los Torquemar con una sonrisa de autosuficiencia en los labios.

 Que le duró poco cuando comprobó que el hedor a carne en estado putrefacta salía del dormitorio...

 La habitación contiene una cama con dosel cubierta de pieles, un arcón y una estufa de leña. En la pared este hay un tapiz, a continuación de la puerta de acceso al dormitorio, con una escena de caza a juego con una pesada alfombra situada bajo el arcón.

Iasana dejó sus cosas y luego volvió junto a la puerta de la habitación de Torquemar. Al parecer Nuño sí sabía como hacer que el mecanismo destrabara lo cual despertó su innata curiosidad.

-Tendrás que enseñarme esos trucos... me gustaría contar con alguna carta en la manga si llegara a quedar encerrada- le dijo al tiempo que sonreía ampliamente. Sin embargo, su sonrisa duró poco. El fuerte hedor proveniente de la habitación de ser Hugo la hizo retroceder e instintivamente taparse otra vez la nariz y la boca con su capa. Tras lagrimear un poco y agradecer que no tenía nada para devolver en el estómago, tomó una de las lámparas que había encendido el capitán y decidió aventurarse en la recámara. Es muy extraño esto... quién se deja un cuerpo -de lo que sea- muerto en una habitación cerrada con llave? O acaso habrá algo más? Cuidando sus pasos, levantó la linterna e iluminó el lugar antes de cruzar el umbral.

 Tras el hedor inicial parece que es algo menos intenso tras abrir la puerta. Con la trémula luz de la lámpara Iasana se adentra en la habitación, alumbrando todo con una capa dorada. Unos cortinajes rojos de terciopelo hacen de dosel para la cama de madera labrada. En un rincón hay una fea estufa de metal, con una larga tubería que se alza hasta salir por un hueco instalado justo debajo de la cubierta. Finalmente, cerca de la estufa yace un arcón cerrado encima de una gran piel de oso negro.

 A pesar del hedor no hay rastro alguno de que lo puede producir o de donde puede llegar este.

Aunque la luz que la lámpara proyectaba no era suficiente para alejar todas las penumbras, la habitación podía verse bastante bien. Lo que aumentaba aún más el misterio del origen del hedor, ya que a simple vista no se veía nada en descomposición, o nada extraño que pudiera estar provocándolo.

Protegiendo sus vías respiratorias se introdujo un poco más en la habitación, vigilando de no pisar nada extraño y llegó hasta la ventana. Había que ventilar el lugar si querían averiguar qué era lo que provocaba el nauseabundo olor.

Antes de intentar accionar el pestillo, la chica miró bien el marco y la cerradura. No quería terminar traspasada por una aguja como Liam ni sorprendida con algún otro truco que se podría haber guardado el noble destinado a capturar intrusos en sus estancias.

Luego de abrir* la ventana, se giró y su vista se clavó en el arcón. Si lo que fuera que apestaba no estaba a la vista, el único lugar posible era ese solitario baúl.

-Oye Nuño... serías capaz de abrir esa caja también si estuviera con llave? apuesto que ahí se esconde el señor apestoso.