Partida Rol por web

Cerca vuestra, el hombretón se revuelve y os mira suspicazmente, podéis observar como os mira de arriba abajo, extrañado seguramente de que gente con vuestra pinta esté en el local.

Cuando llamáis al Barman, este os mira extrañado y tras una mirada de resignación, se dirige al final de la barra y sale de la misma. Con desgana se acerca a vuestra mesa.

- ¿Qué quieren? –

Tras hacer vuestras peticiones, sin apuntar nada, vuelve a la barra. Es entonces cuando León se dirige a la mujer.

La mujer te sonríe socarronamente mientras te analiza con su ojo clínico imaginando cuánto dinero puedes ofrecer.

- Uy cielo, si hubiera estado con alguien con una cara tan linda seguro que me acordaría. Pero eso es algo que podemos subsanar si… te apetece. –

Su conversación se ve interrumpida por la vuelta del barman que os pone dos vasos con un líquido amarillento y espeso que de seguro no es Whisky con Soda.

- Sus copas –

Y tras pagarle, se marcha sin más tras la barra. Entonces la mujer se gira de nuevo hacia Leon.

- Aunque no se si tu amiguita estará de acuerdo ¿O queréis un servicio especial para los dos? Siempre puede hacerse algo… -

Mientras te habla, su mano cae sobre la pierna del periodista y comienza a acariciarla subiendo peligrosamente hacia zonas más impúdicas.

- ¿La verdad, Ryan? - Dijo Lilian encarando una ceja. - No me suena de nada... - Se respondió a si misma, parecía algo molesta por el comentario. Entonces estalló en carcajadas. - ¡Han pasado tantas por nuestra alcoba que...! - Siguió riendo. 

Cuando el barman dispuso aquellas copas sobre la mesa donde se sentaban, Lilian la miró con cierta aprensión. No tenía demasiada buena pinta. Cogió el vaso y lo meneó mientras miraba como el líquido amarillento se removía en su interior. Aquello parecía orina de rata más que otra cosa. Lo olió y olía a alcohol. Así que le dio un sorbo. Era algo muy fuerte y bastante malo, pero whisky evidentemente no era.

- Que cosa tan mala... - Observó. - Pero por suerte no hemos venido aquí por la bebida...

Entrar de golpe a aquella muchacha con sus verdaderas intenciones no iba a dar resultado. Podía creer que eran policías y le podían traer problemas. Necesitaban ganarse su confianza de alguna forma y que mejor forma que haciéndole creer que eran clientes. Si le soltaban unos cuantos billetes, posiblemente se mostraría más abierta a colaborar. Aunque... tampoco sabían si esa joven conocía algo acerca del caso.

- ¿Su nombre es, jovencita? - Le preguntó.

Leon tendría suerte con que aquel líquido no fuera líquido de frenos, en el mejor de los casos. No obstante, le pegó un trago (mitad para mantener la tapadera, mitad para mitigar sus nervios). Reprimiendo las ganas de escupir aquel licor infernal, contestó a la prostituta:

- ¡Caramba! Y luego dicen que el romanticismo ha muerto. Lo cierto es que nos ha calado, querida: no voy a ninguna parte sin mi Meg y a veces nos gusta... divertirnos con más gente, ¿me entiende?. ¿Quién sabe? puede que si se porta bien le enseñe algunos de mis tatuajes...

"Ryan" se aseguró de pronunciar la última frase lo suficientemente alto como para que el tipo del fondo le escuchara. Nada demasiado descarado: lo cierto es que desde que había entrado en el bar se había comportado de cualquier modo menos discretamente.

Mientras forcejeáis entre vosotros, unos pasos llaman vuestra a tención. Los pasos se detienen abruptamente y una voz se alza en la noche.

- ¿Que ocurre ahí? –

Al alzar la vista, podéis ver un hombre de color, alto y delgado de aspecto demacrado. Sus ojos surcados de ojeras y la piel de la cara arrugada y cuarteada. Sin embargo, lo que más os llama la atención es la manga izquierda de su gabardina.  Esta aletea al viento. Ese hombre es manco. El hombre parece nervioso.

La joven sonríe socarronamente ante vuestros comentarios, su mano sigue en la pierna de Leon.

- Me encanta la gente pintoresca, normalmente la gente de aquí son… aburridos. Ustedes ya me entienden. Amelia querida, mi nombre es Amelia–

La joven os llena los oídos de dulces palabras, sugerencias picantonas y halagos varios. Sin duda toda una profesional. Os sorprende que, a pesar del lugar y de la profesión de la joven, su hablar es bastante culto. Entonces Leon habla de los tatuajes esperando alguna reacción por parte del hombretón, una reacción que no llega, sin embargo, la mujer da un respingo.

- ¡No me digas que tiene tatuajes! Que interesante. Me recuerda a un hombre que solía venir mucho por aquí. ¿Cómo se llamaba? Su favorita era Flo Polillo. En cuanto se supo lo que le sucedió dejó de venir… aiks, no recuerdo el nombre, pero si su tatuaje en el hombro, una punta de flecha preciosa. Estaré encantada de explorar con ustedes esas marcas de poder que os señalan como personas por encima de los vulgares de estas zonas. –

Se aproxima un poco más a vosotros.

- ¿Dónde preferirían que lo hiciéramos? Puedo llevarles a un pequeño motel, pero no se si estará al nivel que desean ustedes. Tal vez puedan llevarme a alguna casa apartada donde se sientan más cómodos –

Los ojos de la mujer brillan ante la esperanza de dinero fresco.

- ¿Flo? - Preguntó Lilian haciéndose la tonta. - ¿Flo Polillo? - Volvió a preguntar mirando esta vez a Leon. - Ese nombre... ¿No te suena de algo? - Le guiñó un ojo. - ¿No era esa chica con la que fuimos aquella vez? - Exclamó. - Era un chica más bien gruesa, con el pelo no muy largo... como... Como yo pero más desaliñado... ¿No es ella? - Le preguntó entonces a Amelia. - ¿Qué dices que le pasó? ¿Y ese hombre... no sería doctor?

Esa mujer sin duda no se expresaba como una puta de tres al cuarto de Kingsbury Run. Wilson se preguntó si la mujer no sería una fuente más fiable de lo que se pensó en un primer momento. En cualquier caso, no podía revelarse demasiado ansioso en busca de información.

- No recuerdo ninguna Flo, querida - repuso despreocupadamente. Luego añadió, mirando directamente a la prostituta - pero no me malinterprete, Amelia: guardamos un lugar muy especial en nuestro corazón para todos los que nos acompañan en nuestras... excursiones nocturnas. Le aseguro que será memorable. En cuanto al lugar no se preocupe, nos conformamos con que la compañía sea grata. Y me atrevo a afirmar sin conocerla apenas que lo es.

Apurando su cigarro, aprovechó la ocasión para acercarse al tiparraco del fondo y tener la excusa de interactuar con el con el objetivo de asegurarse de que encajaba con la descripción que les habían dado sus compañeros. Si era él, se aseguraría de que Lilian saliera del bar a advertir a los demás, como habían acordado.

- Disculpe, amigo, ¿tiene fuego?

Mierda, lo echaron a perder… pienso al momento que alguien se aproxima por entre las sombras de la apestosa calle.

Pero la suerte nuevamente parece echarse de nuestro lado. ¡Es Willie “El manco”! ¿Es demasiada casualidad?

A lo cual me pego a mi papel de borracho y que mis “amigos”, que poco tienen que ver con el vecindario, me ayudan. Aguardaré a ver que dicen ellos antes de soltar alguna palabra.

-¡Buuurrrpp! – suelto un eructo ahogado, típico de beodo empedernido y aflojo mis piernas en busca de algo que aferrarme.

Al ver que Joseph no necesita ayuda, la Doctora alza una ceja y le dedica una significativa mirada a William, en plan de no entender demasiado lo que está sucediendo. Pero lejos de mantenerse en aquella duda que aflora tan rápidamente, prefiere dar cierta libertad al Detective mientras la presencia de una persona es la que se roba toda la atención de aquella mujer. 

Y mientras analiza el aspecto de aquel hombre al detalle, no le pasa desapercibido la ausencia de su brazo, siendo una amputación que para la época y el aspecto demacrado del hombre, algo precario o mal hecho. No obstante justo cuando está por decir algo, es Miller quien comienza a hacer una parodia de beodo empedernido mientras suelta ese eructo. 

- Buenas noches, este señor estaba en la calle... Casi lo atropella un auto. - explica Alice con total determinación. - No quiere que lo ayude y mi esposo... está mayor. - agrega pidiendo a Taylor que le siga en la historia. 

En las últimas horas de ese día estaban sucediendo cosas demasiado extrañas. La perdida de orientación y la fugaz recuperación de ésta por parte del señor Miller disminuyo la confianza que William sentía por aquel al que le acaba de prestar su pistola hacía escasos instantes. Algo no iba bien y por la mirada que la señorita McMillan le dedicó parecía que era una intuición que ambos compartían. Sin embargo, un nuevo personaje entró en escena, un individuo que por el lugar en el que estaban y por su marcada ausencia podría ser perfectamente el hombre del que hablaba Dolezal.

La iniciativa tomada por Miller parecía el plan más adecuado. Quizás fingiendo estar borracho podría valer para pedir ayudar al proxeneta y llevarle a uno de los callejones donde interrogarle. -Buenas noches. Como dice mi esposa este señor no se encuentra bien. Esta completamente borracho y un camión ha estado apunto de arrollarlo.- El Señor William intenta colocar recto al Señor Miller mientras finge que le cuesta realmente y que está a punto de perder el equilibrio. Su voz se vuelve frágil, su cuerpo se arquea, parecía en ese instante más un ser enfermizo y decadente. 

-Si nos pudiera echar una mano, por favor.-

-Porque no le pides que te eche las dos, oh wait!-

-Quizás entre los tres podamos llevarle a ese callejón y dejarle sentado hasta que vomite o se encuentre mejor.-

-No te olvides de luego traerle una manzanilla.

-Siempre y cuando usted pueda, por supuesto.- dijo el anticuario con respeto mientras miraba aquella manga vacía batida al viento.

El hombre parece titubear un momento mientras observa la escena. Su respiración se mantiene agitada, no parece que sea por la situación en si, sino porque parece vivir en un continuo estado de nerviosismo. Aunque no sale corriendo, tampoco parece decidido a ayudar. Se gira hacia el final de la calle mientras titubea, entonces os mira a vosotros y luego el local de “Lester’s”

- Si, si necesitan ayuda, puedo buscar alguien dentro. Yo no voy a poder serles de ayuda. Y… -

Se gira hacia la puerta del lugar decidido a entrar dentro.

- Seg- seguro que algún hombretón puede levantar a s-s-s-s-s-su amigo. –

Las palabras parecen atropellarse en su boca. Se empieza a mover hacia el bar.

El hombretón mira un segundo a Leon antes de volver a su bebida.

- Déjame en paz coño. No tengo nada que pueda interesarte –

Mientras lo dice os mira de reojo, sospechosamente, como si no se fiara de vosotros. Vuestro intercambio de miradas se interrumpe cuando le aborda el tabernero. Que le sirve otra cerveza al ver que tiene el vaso vacío.

- Joder Jason, ¡Estás hecho mierda! ¿Qué coño ha pasado esta mañana? –

El hombretón escupe en el suelo al lado del dueño del local.

- No te importa una mierda ¿De acuerdo? –

El barman se encoje de hombros.

- Solo espero que no atraigas a la poli hasta aquí. Nunca traen nada nuevo.-

Mientras se aleja, el hombretón le responde con un gruñido, sumiéndose nuevamente en su bebida.

Antes de que podáis pensar en lo que acabáis de oír, Amelia empieza a reír, ya no tiene su mano sobre Leon ¿En qué momento la ha quitado? Su rostro se muestra más pícaro ahora y os hace un gesto para que os acerquéis.

- Creo que ya podemos dejar de hacer el tonto ¿no? Ni vosotros sois quienes decís que sois ni estáis buscando alguien con quien divertiros. No se que seréis ¿Polis? Demasiado pardillos, pero con recursos ¿Curiosos de la zona bonita de la ciudad? ¿O tal vez periodistas? Y supongo que buscáis información sobre ese loco que está matando a muchas de mis compañeras del ramo. ¿Me equivoco? –

Os deja unos segundos mientras observa vuestras expresiones.

- Pero tal vez podríamos seguir haciendo un trato. Al fin y al cabo, me encanta el dinero y vosotros queréis información. La pregunta es ¿Cuánto estaríais dispuestos a gastar? Ya os advierto, no soy barata. ¡Ah! Y no se os ocurra hacer ninguna tontería, si veo que intentáis algo raro, solo tengo que gritar que sois polis y ver como la gente del local os linchan. Que me dicen ¿Tenemos un trato? –

Con ojos inquisitivos y altivos, os observa fijamente esperando una respuesta.

Leon sonrió aliviado. Le gustaban este tipo de pantomimas pero el momento en el que podía abandonarlas era liberador. Amelia no estaba para tonterías, al igual que ellos, y el tipo no era el que andaban buscando, de modo que se asió a un clavo ardiendo.

- Tal y como yo lo veo, Amelia, no dista mucho del plan que le planteábamos: seguimos comprando su tiempo, solo que a cambio de información en lugar de... sudor y un buen rato. Solo espero que la información sea fiable, no estamos para tonterías. Si le parece, por el bien de su reputación, podemos ir a la calle y hacer ver que buscamos un sitio discreto, alejado de oídos curiosos. Supongo que tampoco le hace ningún bien a su negocio  que los adorables parroquianos del Lester's la vean hablando con dos tipos sospechosos como nosotros. Mejor mantener las apariencias de que somos unos clientes ansioso en el lado equivocado de la ciudad.

A Lilian le sorprendió mucho la gran inteligencia que acababa de demostrar aquella meretriz. Nunca imaginó que una persona de la calaña a la que pertenecía Amelia tuviera una capacidad deductiva tan impresionante. Sin duda alguna, de haber nacido en otra franja social podría haber llegado mucho más lejos de lo que lo había hecho. Aunque también era posible, que el mundo en el que vivía la hubiera curtido en ese sentido. Fuera como fuera, Amelia no era tonta, sino todo lo contrario.

Les había pillado con las manos en la masa y lo cierto era que no había sido malo del todo. Podría haberles delatado o podría haber dicho a viva voz que eran policías y se hubiera armado un buen cristo. Pero no lo hizo, pues sabía que ellos la necesitaban y ella sabía que tenían dinero con el que comprar su tiempo y su información. ¿Si había trato? Claro que lo había. Sólo hacía falta poner un precio. 

Leon había intervenido en primera instancia. Ella no tenía nada más que añadir. Había sido sincero con Amalia y le había prometido un buen dinero y una coartada para que su reputación no se viera afectada entre los clientes del Lester's. Quedaba esperar a que Amelia se pronunciara. Lilian, aportó únicamente un gesto visual. Abrió su pequeño bolso, agarró su cartera y le dejó ver a la mujer su billetera. No es que llevase demasiado encima, pero igual ayudaba a convencer a aquella mujer.

- No, espere. - afirma Alice al cogerlo del brazo. - Tiene que ayudarnos, mi esposo está muy mayor y realmente no sé como manejar esto... Por favor. - comenta al esbozar un gesto que refleja cierta indefensión, buscando de alguna manera hacer que "El Manco" ceda en su acción, así puede retenerlo un poco más. 

- ¿Necesita dinero? Puedo pagarle por esta ayuda, es que puede ser una deshonra para mi familia esto y debo llevarlo en condiciones a mi casa. - explica un tanto lastimera, esperando que tal vez en esos milagros de la vida, cayera la posibilidad de convencerlo. Aún así, no son pocas las miradas que a William le dedica, a sabiendas que aquel hombre con su labia tiene mucho por delante si se lo propone. 

De reojo observo como se desenvuelven mis compañeros, y ante la negativa del “manco” procedo a utilizar la ante ultima carta que poseo bajo la manga.

Entonces, desde mi precaria posición de beodo sin salvación, saco todos mis billetes de mi bolsillo para agitarlos débilmente en dirección al tullido hombre.

- Mmmm….- balbuceo incoherente desde mi posición, a la espera de su reacción.

Si esta pantomima no funciona iré tras el a punta de pistola. Pienso al mirar a Willie desde el borde del ala de mi sombrero.