Partida Rol por web

El vagabundo tose y os mira de reojo, percatandose de la atención que ha atraído contradiciendo a la opinión general que existe sobre Frank Dolezal. Sonríe, o eso parece que quiere hacer, ya que su expresión se desvía hasta una mueca de desagrado. A las palabras de Raymond que intentan convencerle de que hable, le interrumpe sin ningún problema.

- No, no creo que fuese Frank Dolezal. Podía ser un animal, pero había un tipo de verdad pegaba para esos trabajitos que alguien lleva por la ciudad - cuenta, envalentonado por la atención que se le presta - Venía por aquí a veces, a beber y a hablar con esta gentuza - dice, señalando a los otros bebedores allí presentes - El Doctor de Vagabundos, así lo llamaban, ¿saben? Un tipo con dinero, bien vestido y con un coche enorme y negro. Se llevó a Flo Polillo, y sí, la conocía... antes de que la mataran, en ese enorme coche... Y luego vinieron aquí y nos contaron que la habían matado... - os mira, con la mirada intrigada, como si se preguntase que haceis allí - Siempre preguntando estupideces, cosas sin sentido que no interesaban a nadie... Y la muy idiota se fue con él...

Vaya, vaya... esto se está poniendo interesante. Esa sí que parece una buena pista. Miró al hombre para valorar hasta qué punto podía ser fiable esa información y no producto del alcohol barato que se le estuviera subiendo a la cabeza y le hiciera fantasear. Parecía que aquel hombre era sincero.

- ¿Doctor de vagabundos? Curioso nombre, ¿acaso en alguna ocasión ayudó a alguno por aquí o sólo se sentaba a charlar y beber? -Liam se dio cuenta que la mayoría de los presentes considerarían una buena ayuda una invitación a un trago.- Y dice usted que venía... ¿cuánto hace que no se le ve por aquí?

Alana enarcó una ceja al escuchar las palabras del vagabundo. Acababan de empezar y ya se estaba cansando de tantos rodeos. El periodista, O'Drury, parecía disfrutar con la investigación, pero para Alana era tediosa y se notaba en la expresión de sus labios. Como éstos se curvaban ligeramente hacia abajo.

Recuperó el vaso de whisky y le dio un buen trago. El sabor era fuerte y se notaba que la bebida era mala, pero prefería aquel trago a todas aquellas palabras que la estaban agobiando.

Dejó que fuera O'Drury quién se encargara de hablar con aquel pobre diablo. 

- Hablaba con ellos, les preguntaba... - se rasca la barba incipiente de a saber cuanto tiempo - acerca de sus tatuajes... Se fijaba mucho en ellos... Vete tú a saber por qué... Y si encontraba a alguien que estuviese muy mal, enfermo o lo que sea, se lo llevaba - se encoje de hombros antes de alzar la copa y llevarsela a los labios, para beber muy lentamente, saboreando - ¿Hace cuanto que Polillo murió? Pues ponganse a contar...

Se reclina en la silla, con un gesto parecido a la satisfacción, esperando más preguntas o intervenciones

- Tatuajes... -Aquello le pareció de lo más interesante, ¿qué podría encontrar de interesante aquel doctor en los tatuajes de aquellos pobres diablos?

Anotó aquel dato en su mente, tendría que enterarse si alguno de los cuerpos que habían aparecido a lo largo de aquellos años llevaba algún tatuaje y, si lo llevaban, qué tipo de imagen estaba dibujada.

- ¿Volvistéis a ver a alguno de los que se llevó? -Si ninguno había vuelto a aparecer por allí aquel supuesto doctor tenía toda la pinta de ser un buen candidato a ser el asesino.

¿Gente enferma? ¿Por qué? Alana miró al viejo vagabundo por encima del vaso. Sus pupilas se dilataron ligeramente. Sus pestañas, cual alas de mariposas, aletearon en un suave movimiento. También estaba el tema de los tatuajes, ¿por qué le llamarían tanto la atención?

La mujer se despegó de la barra y caminó hasta situarse junto a O'Drury. Afiló su mirada sobre el viejo y una mueca se dibujó en sus suaves labios.

- ¿Sabes de alguien que nos pueda decir dónde encontrarle? - Le preguntó yendo al grano. Si no sabían por dónde empezar a buscar estaban perdiendo el tiempo...

- A ninguno, señor mío. - te responde con elegancia, ese descaro que nace de los estados alterados - A nadie se le ocurrió, pertenecía a otra clase, ¿sabe usted? Y ese límite es una barrera peligrosa si te atreves a cruzarla - responde a Alana, observandote y deleitandose con la mirada en tu belleza. Sigue bebiendo, y poco a poco sus palabras se van volviendo más incomprensibles.

Irá cayendo poco a poco en un estado en el que no sabrá si es sueño o velo, pero interactuar con él será bien difícil

Raymond se levanta entonces con una sonrisa de complicidad hacia el bebedor, que tanta información ha soltado y que probablemente no recuerde al día siguiente, cuando despierte de su borrachera. Lo palmetea un par de veces en el hombro, como dandole ánimos y agradeciendole su ayuda

- Creo que de aquí poco podremos saber ya - declara, observando a su alrededor - Seguimos teniendo la dirección del señor Dolezal, así que tal vez podría ser nuestro siguiente paso, ¿qué me dicen?

Había escuchado a un lado, mirando a unos y otro, buscando reacciones. Ahora que el resto había tomado la iniciativa, me sentía mucho más cómoda en la sombra de sus palabras, en las luces de mi entendimiento.

El aliento alcohólico de aquel hombre pintaba un panorama desolador, uno que yo, como la mujer desesperada y dispuesta a prostituirse que era en ese momento, no podía aprovechar; uno que Hélène ya coloreaba e intentaba madurar en mis recuerdos...

La voz de Ray me sacó de mi ensimismamiento y asentí levemente con la cabeza. Sí, era hora de irse.

La mirada grisácea de Alana se había entrelazado con los ojos vidriosos del viejo. Se llevó nuevamente el vaso opaco a los labios y le pegó un último trago antes de dar media vuelta y dirigirse nuevamente a la barra.

Tras dejarlo con un ligero golpe seco se volvió.

- Sí, vayámonos, aquí no hay nada que hacer... - Dijo con un tono de voz ligeramente ácido. La mirada de aquel viejo había conseguido revolverle el estómago. 

Salió de aquel bar agradeciendo volver a sentir la brisa en el rostro. Instintivamente buscó en el bolso y sacó su pitillera. Se llevó un nuevo cigarrillo a los labios y lo prendió con una cerilla. Ahora que sentía el fuerte gusto del lucky y el humo inundaba sus pulmones se sentía mucho mejor.

Allí ya no tenían nada más que hacer, habían conseguido sacar cierta información pero Liam no estaba muy seguro de por dónde empezar a buscar... ¿encontrar a alguien que hubiera tatuado a alguno de los muertos? ¿Buscar aquel extraño doctor de mendigos?

Apuró el último trago de su pinta y se secó los labios con el dorso de la mano. Sacó uno de sus cigarros sin boquilla, cargado con aquel mal tabaco de liar, y lo encendió antes de seguir a las mujeres fuera del local.

- Entonces... siguiente parada ¿la casa de Dolezal?

Alana le dio una nueva calada a su cigarrillo y volvió su mirada grisácea hacia O'Drury. Dejó salir el humo, que acariciaba sus labios de carmín, tras haber recorrido sus pulmones y haberlos mancillado un poco más. 

- Sí, no tenemos más información. No sabemos por donde empezar a buscar a ese tal doctor... Aunque ha dicho que pertenecía a otra clase... Bah, con esa descripción podría ser cualquiera - . Alana le dio una última calada al cigarrillo y tiró el filtro al suelo, apagándolo con su zapato de tacón. - Vayamos, no perdamos más el tiempo... - Murmuró mientras empezaba a caminar por aquella calle. Esa zona de la ciudad le traía muy  malos recuerdos y prefería alejarse cuanto antes.

Abandonais el tugurio con miradas, algunas de alivio ya que por fin abandonais un lugar al que no pertenecéis. Otros con desagrado, pues parece ser su condición natural. Pero por desgracia, os manteneis en la misma línea de ambiente. Oscuridad, tristeza, desolación, pobreza.

Y cuando llegais a lo que se supone que es la casa de Dolezal, nada ha cambiado. Es un edificio pobre, de apenas unos cuantos pisos, consumidos por el tiempo y por las inclemencias que azotaban la ciudad. Aparentemente, es tranquilo. En el interior de casa casa puede ser un infierno del que no hay escapatoria.

Hay callejones que rodean el edificio, y la garita que tal vez en algún momento alojara a algún portero está desierta. Campo libre, sea cual sea el camino que toméis.

Existen ritos y "agrupaciones", por así llamarlas, que se centran muchísimo en el los tatuajes como ritual o como señal identificativa. Están rodeadas de un aura de misterio y de miedo, y tal vez, en tu camino, te cruzases con alguna de estas agrupaciones o sectas. En particular, un local regentado por mexicanos que resulta bastante llamativo. Es llamado "Tatuajes de Nadie", y causan bastante ruido por la territorialidad y la hostilidad que muestran hacia lo que consideran suyo

 La noche nos había acogido, miserable. Miserable el aire que respirábamos, miserable el suelo por el que arrastrábamos los pies. Miserable el edificio que teníamos en frente.

La casa de Dolezal. Habíamos llegado a nuestro... destino?

Di un par de pasos hacia el portal. El aire era espeso y rancio, tal y como eran las vidas de los que habitaban en él. Un estremecimiento me recorrió cuando toque la madera ajada del portal....

Le sentí llegar, como tantas otras veces... 

-Tatu..a..jes...- la voz ronca, masculina rasgaba la garganta. Y los ojos eran tan solo blanco ahora... vueltos los iris hacia atrás... buscando... - Tatuajes.. de... Nadie...  

Alana se detuvo y contempló, enarcando una ceja, la actuación de la señorita Smith. Un pitillo colgaba de la comisura de sus labios cuando empezó a aplaudir con una cadencia lenta, prácticamente ridícula...

- Muy bien... Bonita función... - La joven no tenía escrúpulos y le importaba una mierda herir los sentimientos de los demás. Acababa de ver la actitud de la mujer y pensó que era una simple actuación para sorprenderles. - No perdamos tiempo y vayamos a ver si está ese tal Dolezal... Empiezan a dolerme los pies de tanto caminar... - Dijo mientras se sacaba el cigarrillo de los labios y lo tiraba al suelo, sin preocuparse de apagarlo con la punta del zapato.

Poca diferencia encontró al salir a la calle. Todo lo detestable, amargo y doloroso de una vida se volcaba en el exterior impregnando el caminar de Liam de la misma tristeza y desazón que la de aquellos pobres hombres que acababa de dejar. Una vez llegaron a su destino, por unos segundos se sintió receloso ante las palabras de la medium, pero su natural excepticismo le hicieron sonreír para sus adentros mientras meneaba la cabeza negando cualquier intervención del más allá.

Una vez en el interior nadie salió a recibirlos, nadie les dio el alto, así que siguieron hacia adelante en aquel edificio lleno de miseria y abandono, hogar de pobres infelices y ratas gordinflonas.

- Sí, quitémonos de en medio esta mierda lo antes posible.

El edificio cumple con todas las expectativas que promete su aspecto. Aunque aparenta estar bastante dejado y abandonado, parece hervir en actividad en el interior de las casas. Quién sabe los horrores creados por el mismo humano que se crean entre esas paredes. Llantos, dolor, gritos... expresiones que humanas que se dejan oír en detrás de esas puertas.

Llegáis frente a la puerta de Dolezal, y nada se escucha en su interior. Hope, acostumbrado quizás a esos ambientes, observa de un lado a otro y parece querer estar vigilando si es que vuestra intención es entrar, o quizás preguntar. Parece tenso, nunca es seguro estar en aquellos lugares. Y la intervención de la señorita Smith no parecía haberlo relajado, por eso callaba

Una expresión de asco se reflejaba en el rostro de Alana. Aquel viejo edificio le traía recuerdos, recuerdos que prefería mantener encerrados y no pensar en ellos. Ella había crecido en un ambiente semejante, donde los gritos y golpes eran el pan de cada día. 

Subió las viejas escaleras, procurando no rozar la barandilla. Cuando llegaron ante la puerta de Dolezal, Alana, con cierta impaciencia, con el deseo impreso en sus iris de salir de aquel lugar, llamó dando fuertes y contundentes golpes a la madera. 

- ¿Dolezal? - Preguntó esperando una respuesta del otro lado.