Partida Rol por web

Esperé junto a Marcus que mis compañeras se reunieran con nosotros. 

Observé que sólo había un camino a seguir y era un pasillo estrecho del que no se veía el fin.

- Marcus, Mel, Zorro, iré delante para no taparos la vista. Con vuestro permiso, claro - y sin esperar respuesta entré primero, Martillo en mano. 

- Vamos, seguidme. Abrazo invernal (mi martillo de guerra) destruirá cualquier obstáculo que podamos encontrar.

Me adentro en el pasillo y empiezo a andar. Parece que hay una corriente de aire que viene de dentro. Lo huelo, y no me gusta. Apesta. Detengo un momento mi paso y con una mueca en la cara sigo adelante.

Puesto que he echado la capucha hacia atrás, todos pueden ver mi media sonrisa cuando contemplo los saltos de mis compañeros.
Si. Logran el objetivo aunque claro esta, sin demostrar el garbo que la situación requería. Y yo, no puedo evitar soltar un leve suspiro de resignación.
En ese momento, nuestro compinche paladín, se ofrece a avanzar en vanguardia por una ruta que a todas luces, sugiere encuentros inevitables, entrechocar de aceros y quizá, algo de diversion tal y como yo la entiendo.
Se me escapa una breve carcajada que retumba por el lugubre lugar antes de contestar. Y haciendo un leve gesto con mi diestra, digo.
Adelante amigo mio. Permiteme que te cubra la espaldas en tu intrepido avance.
Mis pasos retumban tras nuestro compinche paladin mientras miro hacia atras añadiendo.
No os rezaguéis demasiado mis queridas damiselas. A menos claro esta que lo hagáis ex profeso para atraer la atención de vuestro gallardo ladrón.
Y río de nuevo mientras espero una mordaz replica que no me sorprendería.
Pero entretanto, compinche paladín avanza raudo martillo en mano. Y yo, tras felicitarme a mi mismo por lo agudo que soy, presto atención, en serio o todo lo seriamente que puedo, al pasillo que se abre ante nosotros para descubrir alguna posible sorpresa.

Había que seguir avanzando así que, intentando no volver a mostrar mi frustración, dejé que fuera el enano el que encabezara la marcha, seguido por el payaso al cual miré con mala cara cuando se dirigió a Mélura y a mí.

—Será mejor mi querido Marcus que os andéis con tiento mientras camináis, no os vayáis a dar de bruces con un esqueleto que aprecie en su justa medida vuestra gallardía. Mientras tanto no os preocupéis, que ya os guardo yo vuestras... —Me había hecho gracia la palabra y por ese motivo volví a usarla— gallardas posaderas.

Había tomado la decisión de quedarme yo la última ya que, como no podía rastrear el frente, consideraba que sería mejor preocuparme de nuestra retaguardia, pues en ningún momento estábamos libres de que alguien viniera por detrás y nos sorprendiera.

Con los ojos puestos en el camino ante mí y el resto de mis sentidos pendientes de cualquier movimiento, sonido o lo que fuera que viniera por detrás, intenté detectar cualquier problema, cualquier imperfección, cualquier ruido que pudiera indicarnos que los malditos esqueletos andaban por allí.

Mel no podia evitar que se le escaparan risitas por los comentarios de Zorro con el ladronzuelo del grupo...siempre tenia alguna lista para cortarle las alas a su compañero...

Avanzaba tranquilamente en fila y entre compañeros como si estubiera paseando por la plaza del pueblo, conocia sus fortalezas y desventajas, y aunque no tenia que pelear con armas su atencion era mas a los sentidos para poder escuchar algo que defenderse de algun ataque furtivo...tenia las mismas capacidades defensivas en alerta que una piedra de un riachuelo. Asi que avanzaba tranquilamente y con las manos detras del cuerpo lo mas relajada que dejaba la situacion.

Tsssss...dejarme probar algo...tik tik tik...cuerpo mugriento....ven aqui bonito..... Mel levanto los hombros en circunstancia y continuo andando...podria haber funcionado.

Algunos las pudieron escuchar incluso antes de verlas. El ruido de docenas de patas corriendo por el pasillo hacia donde estaban. Para cuando las vieron ya las tenían encima. Ratas, ratas corriendo hasta donde alcanzaba la vista. Solo huían de... algún peligro pero por desgracia el grupo se encontraba en medio de su camino y las ratas mordían y arañaban tratando de abrirse paso.

Ratas. De nuevo esos asquerosos bichos correteando como locos entre mis pies. Estaba claro que huían de alguien o de algo y que el terror que sentían las volvía más agresivas y peligrosas. Las escuché llegar, incluso me dio la sensación que las podía oler a pesar del hedor constante que se respiraba en esos túneles, poniéndome tensa. No sabía cuántas serían, aunque por el sonido, que tanto repelús me daba, de miles de patitas chocando contra la piedra podía imaginarme que eran muchas... demasiadas.

—Asco de bichos.

Las armas que portábamos de poco servirían contra ellas y la única opción que nos quedaba era emprenderla a golpes, o más bien a patada limpia para impedir que se subieran por mis piernas, que me mordieran con esos dientes cargados de enfermedades. Enfoqué al primer grupo y, sin pararme a pensarlo dos veces, la emprendí a patadas esperando deshacerme rápidamente de ellas. 

Las ratas estaban por todas partes y era difícil golpearlas o apartarlas siquiera. Trepaban por las piernas, saltaban desde las paredes y mordían allí donde podían. Imparables en su avance parecían no terminar nunca.

El sonido se hizo claro en breve. Eran multitud de ratas huyendo espavoridas por la única vía que tenían. Y nosotros estábamos enmedio de su camino. Éramos estorbo y amenaza al mismo tiempo.

En un principio pensé a liarme a martillazos pero tan pronto como vi la enorme cantidad de roedores que se nos venía encima me cubrí e intenté taparme al máximo con mi túnica. Las ratas golpearon en mi como una ola embravecida. Al poco alguna se metió por entre mis ropas y me mordió. El mordisco me azuzó, y viendo que esa ola parecía no acabarse la emprendí no sólo con mi martillo sino también con mis pies y codos aplastando cuanta rata estubiese en mi alcance. Sentía crujir sus huesos y chillidos, pero eran demasiadas. 

Tenía que acabar pronto o saldrían heridos. También en el orgullo.

Y allí estabamos. Avanzando en medio de la penumbra adentrarnos en las catacumbas olvidadas de la ciudad. Sin mostrar, naturalmente, ni un ápice de miedo o duda.
El primero de todos, como no podía ser menos, nuestro compinche paladín, con el martillo listo para entablar combate.
Iba yo a regalarle a nuestras compañeras un sinuoso movimiento de mis gallardas posaderas para alegrarles el paseo en medio de tan ominosa marcha cuando en ese momento, todos podemos captar una vibración.
Y luego chillidos, muchos chillidos.
Y luego, estas cosas pasan, todos vislumbramos una informe masa de pelaje avanzando hacia nosotros.
Por arriba, por abajo, por las paredes, por el suelo, por el techo y por donde fuera
Si y nosotros estábamos justamente en medio.
Me limito a arquear una ceja, con el garbo y el estilo que acostumbro claro esta, y en un instante, aparece en mi diestra mi leal sable.
En guardia, ya veo a nuestro audaz paladín, que también tiene su estilo, empezar a destrozar bichos con todas y cada una de sus extremidades.
Y por mi parte, mi acero relampaguea en la penumbra mientras hago un molinete tras otro, y otro y otro descuartizando ratas y ratas.
Lo cual produce un curioso efecto.
Un autentico surtidor de sangre, vísceras, pellejos de roedor e inmundicia en general, salga disparado en todas direcciones pringandolo todo de pure de rata.
Y en medio de tan pringante situacion, mientras hago un seco gesto con la cabeza para esquivar tanto trozos de rata como para ponerme el flequillo en su sitio, el estilo que no falte, yo voy y digo.
Mis queridas compañeras, me sabe mal meteros prisa pero no estaría mal, que tanto compinche paladín como yo,
fueramos auxiliados en tan pringante situación.

Mel tenia ganas de solucionar el tema lo mas rapido posible, asi que miro dentro de su propio cuerpo buscando esa energia magica, cuando la encontro solo tubo que sacarla y darle forma a su imaginacion...no tenia mucha idea que hacer asi que fue lo primero que se le paso por la cabeza.... una jauria de gatos silvestres avanzaron de detras de ella hacia las ratas buscando el pavor de encontrarse decenas de su depredador natural..empezaron como lindos gatitos pero a medida que pasaba el tiempo fueron apareciendo gatos mas tetricos hasta que los ultimos ya podian considerarse gatos zombies.

Los aventureros se quitaban las ratas como podían, sin embargo parecían no terminarse nunca. Cuando Melura invocó las imagenes de aquellos gatos muchas de las ratas cambiaron de dirección y se marcharon alejándose de ellos, pero fuera lo que fuera de lo que huían hacía que el resto siguiese ciegamente hacia delante.

Habían logrado deshacerse de bastantes pero las sombras danzantes reflejadas en las paredes de aquel túnel por la antorcha indicaban que había muchas más. 

Ni todas las patadas, golpes o martillazos que estábamos dando, ni tan siquiera la magia de Mérula parecía hacer efecto sobre esos bichos. De acuerdo que entre todos habíamos acabado con muchas pero daba la impresión que no se acababan nunca, como si todas las ratas del mundo hubieran decidido estar precisamente en esos túneles para atacarnos. Persistentes que eran las cabronas.

Con todas desde luego que no íbamos a poder, más bien acabarían antes ellas con nosotros, pero sí podíamos intentar hacerlas huir y, a poder ser, para que no volvieran nunca más. Sentía bajo mi calzado la viscosidad de la sangre y los sesos de rata, así como los huesecillos que se quebraban con cada pisotón, patada y golpe. Qué asco me daban y, principalmente por ese motivo, seguí dando más pisotones, patadas y golpes.

Parece que será larga la batalla contra las ratas asquerosas. Ni la magia de la hechizera ha conseguido detener su avalancha.

Mis músculos se alegran del movimiento. Se trata de un ejercicio suave pero muy rápido. Chafar, aplastar, pisar, crujir, arrastrar, aplastar,...y vuelta a empezar. Era incluso entretenido comprobar a qué velocidad podía cargarme esas asquerosas. La lástima es que mi túnica olerá a rata muerta hasta el fin de los días. Tendré que conseguir otra, una lástima, me gustaba ésta.

Voy calentando y dejando decenas de cadáveres a mi paso.

- Podemos estar un buen rato así, será mejor tomarlo con ganas. Seguidme, intentemos llegar al fondo del pasillo - a paso firme y sin detenerme voy abriendo camino con todo mi yo, como molinillo de café moliedo sin emoción, sinó más bien porqué ese es mi cometido ahora, con mi martillo como azote definitivo. Seguramente, Abrazo invernal es el que mejor se lo está pasando ahora.

Inmediatamente detrás de compinche Paladín, esquivando el chorro de inmundicia rateril que provoca, me hallo yo, repartiendo sablazos a diestro y siniestro y provocando que el chorro en cuestión, aumente hasta proporciones legendarias.
Y no puedo evitar, en medio del túnel de las ratas y de la situación, sonreír levemente pensando en las damiselas que, justamente detrás de nosotros, se hallan precisamente en donde cae la cascada de ratas escabechadas.
Ah es una situacion jocosa sin duda. Pero no debo perder la concentracion. Mas que nada, por que echando la vista hacia atras, parece que la repugnancia de la situación, empezara a hacer mella en ellas.
Por tanto, frunciendo levemente mi ceño, respondo a compinche Paladin.
Amigo mio, abre camino. Y no te apures que detrás avanzo yo. Es hora de dar por terminado nuestro periplo por este río ratonil.
Y con un seco giro de mi muñeca derecha, mi sable relampaguea de nuevo produciendo otro aluvión de detritus rateriles que caen, como no... detrás de mi.

A patadas, golpes y hachazos el grupo consiguió avanzar a duras penas entre la horda de ratas. Por suerte solo se llevaron algunos arañazos. Al cabo de unos minutos los cuatro pudieron respirar tranquilos al salir del estrecho pasillo que desenbocaba en una sala bastante mas amplia. 

En realidad respirar tranquilos era mucho decir. Allí mismo frente a ellos había ocho figuras humanoides observandoles desde la oscuridad. Cuando la luz de la antorcha los iluminó los aventureros pudieron comprobar que se trataba de no-muertos. ¡Más zombies después de la batalla! Sin embargo estos no se movieron ni atacaron al grupo, simplemente se quedaron observandoles mientras estos recuperaban el resuello. 

Ya se distingue, en medio del surtidor de restos ratescos que provocamos, el final del túnel.
Y como somos quienes somos, apretamos el paso, los dientes y, con decisión, como si de profetas ante un mar fueramos, nos abrimos paso en medio de innumerables chillidos de agonía.
Tras nosotros queda atrás una alfombra roja y gris.
Y si hubiera sido otra clase de oponentes, sin duda nuestro audaz avance, hubiera sido digno de un canto épico.
Mas ahora, a la luz de las antorchas que reverbera en el techo abovedado, he aquí que surge un nuevo peligro.
O mas bien, un desafío mas acorde a nuestras capacidades.
Con gesto barroco, naturalmente, envaino mi sable tras dejar que los fluidos ratoniles, goteen desde su acanalada hoja.
Mis manos cuelgan a mis costados, listas para desenfundar de nuevo, pues no seria deportivo aprovecharme de la sorpresa que causamos.
Uno al lado del otro, con ojos entrecerrados y torva sonrisa, permitimos que una horda de no muertos en variado estado de descomposición, se gire y nos examine.
Y en aquella amplia estancia, como si hubiera una linea invisible, los dos grupos antagónicos quedan delimitados.
A un lado, una visión de horror, repugnancia asco y caos.
Pero al otro, cuatro combatientes, veteranos ya de lides sin duda peores listos para el choque.
Ah!. No puedo evitar deleitarme unos instantes en la escena.
Allí listos para jugarnos la vida una vez mas, como si de tal cosa se tratara.
Esto era ya algo mas que una mera cuestión de estilo gallardía o recompensas. Ah si. Era cuestión de saber hacer las cosas. A nuestra manera claro esta.
Gira mi cabeza a derecha e izquierda mientras alzo el mentón despectivo.
Inevitable, ¿no creéis?. ¿Como queréis empezar?. Pues sea como fuere, sabemos como ha de acabar.

Por fin. Por fin nos habíamos librado de los asquerosos bichos que, muertos de miedo, habían obstruido el túnel con sus carreras, atacando todo lo que encontraban a su paso, y eso éramos nosotros, por el pavor que les infundía lo que fuera que hubiera en esas alcantarillas. Seguí caminando mientras intentaba limpiarme un poco la cara manchada de sangre así como quitar, no sin cierta repulsión, los restos de carne de rata que se habían incrustado en el cuero de mi armadura.

Mientras llegábamos al final del túnel, arrastrando los pies para desprenderme de la sensación pringosa en mis botas, llegamos a un lugar menos agobiante pero, visto lo visto, tan peligroso o más que el pasillo que acabábamos de dejar. Muertos vivientes, estaba claro que aquella incursión iba a ser un sin parar. Pero... ¿por qué no se movían? ¿Por qué sólo nos observaban? Aquello me daba muy mala espina y, dado que allí tenía más amplitud de movimientos, con precaución descolgué el arco para estar preparada en caso de que se decidieran a atacar, pero mientras ellos no lo hicieran no merecía la pena el esfuerzo.

—¿Por qué no nos atacan? ¿A qué están esperando? —En ningún momento los perdía de vista consciente que nuestro descarado compañero estaba dispuesto a ser él el primero en atacar—. Puede que sea inevitable pero por qué íbamos a malgastar nuestras energías si ellos no atacan.

A pesar de mis palabras tenía el arco y la flecha preparada dispuesta a disparar al menor movimiento sospechoso de esos putrefactos seres que no dejaban de observarnos.