Partida Rol por web

El temblor de tierra aún no cesó. Mientras corríais los últimos metros hasta la fina arena, veíais los últimos árboles moverse delante de vosotros, y a vuestro lado. Algunas rocas en las alturas de las montañas rugían tras precipitarse estrepitosamente hacia abajo. 

Muchas aves volaban y salían huyendo de ahí. Sin embargo, algunas lanzaban su vuelo y rápidamente caían de nuevo a la selva, pues habían sido atacadas previamente. 

Mientras corríais, algunos marineros del barco que había ahora en la playa os indicaba el camino, a vuestro lado. Larisha y Van Torenham hacían captar la atención de los mismos, ya que tenían en sus manos una pieza de oro en forma de criatura (que nunca habíais visto), la cual era muy sugerente.

Cuando llegásteis a la playa, pudísteis ver una gran cantidad de hombres apostados desde diferentes sitios: la arena junto a la orilla, las rocas donde uno de los pirmeros días pasásteis la noche, incluso tumbados con sus arcabuces dispuestos (y mirando a la selva) en una pequeña trinchera excavada en la arena y apuntalada con algunos troncos. 

La otra visión de importancia era el barco que teníais ante vuestros ojos: era una corbeta militar de gran lustre. Estaba anclada en las rocas costeras y estaba muy cuidada, cuyos tablones, cañones y velas parecían haberse hecho con mucho esmero: era un navío español. 

Sin embargo ahora pudísteis comprobar su ondeante bandera: un demonio, una lanza, y un corazón; era la bandera del propio Edward Teach, Barbanegra. 

Barbanegra poseía varios distintivos que colocaba en sus navios, los cuales les representaba. Sin embargo, tan sólo colocaba esta insignia en el mismo barco donde él viajaba, fuera cual fuera... Y estaba claro que este barco no había sido comprado en ningún astillero del Caribe.

Seguidamente, ante tal despliegue de unidades y aún con el temblor de la isla, os introdujísteis en la playa, y en seguida os apuntaron. Sin embargo, las guardias costeras advirtieron algunos compañeros suyos, y en seguida desistieron de sus pretensiones. 

Instantes después, una figura bajó de la cubierta del barco lanzándose por una cuerda. En lo alto, entre las velas, veíais a Ekaitz revoloteando entre ellas y posándose junto a la bandera.

El tipo que saltó del barco salió corriendo en la dirección contraria en que íbais corriendo vosotros (iba hacia vosotros). Cuando llegó hasta vuestras posición, pudísteis comprobar de quién se trataba: Barbanegra, vuestro jefe y la figura más importante del Caribe. Poseía un atuendo especial, el cual, algunos de vosotros, ya habíais visto en alguna que otra batalla a su lado: 

"...y antes de lanzarse a la batalla se colocaba cerillas encendidas bajo el sombrero. Eran largos palillos de arder lento, hechos de cuerda de cáñamo mojado en salitre y agua de sal. El efecto resultaba aterrador. Su cara, con los feroces ojos y el pelo enmarañado de la barba trenzada, estaba enmarcada en humo y a sus presas les parecía talmente un demonio salido del infierno. Su parecido con algún tipo de pirata demoníaco quedaba completado con una bandolera con tres pistolas cargadas y amartilladas para el disparo,  y además, por las pistolas, dagas y alfanjes adicionales que portaba alrededor del cinturón..." 

No os saludó cordialmente, no reparó en vosotros, tan sólo miró el ídolo dorado y os dijo: ¡¡Rápido, subid al barco!! 

Cuando subísteis a cubierta pudísteis ver toda el despliegue de marinos armados por la alargada costa. También os disteis cuenta como una gran cantidad de personas comenzaban a salir de la selva hacia la playa, descendiendo la inclinación. Parecían no avanzar muy deprisa y sus vestimenteas eran negruzcas, o incluso no tenían: eran los zombis, habían llegado a la playa. 

Finalmente, Barbanegra levantó sus brazos, en cuyas manos sujetó dos de sus pistolas, en dirección a ellos. Luego gritó: 

¡¡Apunten...!! ¡¡¡Fuego!!! 

Y un estruendo invadió toda la escena. y la primera final de zombis cayó desplomado al suelo (eran grandes tiradores aquellos marinos). 

Una humeante visión (debido al humo salido de los cañones de cada arma hacía emanar un olor a victoria suprema... Sin embargo, los cadáveres vivientes, aun tendidos en el suelo, comenzaron a moverse, ¡¡a levantarse!! 

Barbanegra, con una cabellera envuelta en humo asemejándose al dios de aquellos muertos vivientes, sacudió sus pistolas, y seguidamente gritó, de nuevo: 

¡¡Apuntad a la cabeza, mis perros de mar!! 

Hubo una pausa. 

¡¡¡¡FUEGO!!!! 

Y la primera fila de zombis, junto con la que ahora se avecinaba, cayó tendida en la arena, impregnándola de muerte y aberración...

La lucha no duró mucho tiempo. Cuando Edward Teach comprobó que los tipos que les perseguían volvieron a levantarse con el plomo en su cuerpo, ordenó inmediatamente la retirada. 

Ordenó a gritos a sus marinos replegarse mientras segúian disparando para disuadir y hacer retroceder a los zombis más avanzados. Finalmente, varias escalas y cuerdas fueron tendidas por los laterales y el barco donde estábais comenzó a llenarse de piratas. Finalmente lo hizo su capitán, y Teach, aún cogido de la escala, se quedó mirando la isla, pensativo, ensimismado; como si nunca hubiera ocurrido algo tan extraordinario... el infierno parecía haberse solapado con la tierra... 

Tras levantar el ancla y alejarse de allí, veíais como el temblor no dejaba de cesar, y cómo los muertos se paraban en la orilla, pues estaban confusos con el agua. Por fin abandonásteis la isla. Ahora estábais seguros. 

Algunos de los marinos os atendieron, os entregaron agua y comida, y también algubna manta. Comprobásteis que allí estaba Novaresa, y su loro Ekaitz había vuelto ahora a su lado. 

Finalmente, el capitán se acercó a vosotros:

Supervivientes, ¿no? Bebed, comed... ahora estáis a salvo...¿Qué eran esas cosas? ¡El demonio habría de vivir en esa isla! ¿no es así? ¡¡¡Y el oro!!! ¡¡¡Ese oro!!! ¡¡Contadme!! ¿Cuantas arcones de monedas había? ¿cuantas joyas? ¡¡Hablad, por mis barbas!!.

Luego apagó sus cerillas que le hacían un aspecto demoníaco.

Zúñiga se queda mirando al gran Teach con aire asuente, coge una botella de ron que anda por ahí cerca y le da un largo trago. -Pues verá. Acerca de nuevo la botella a sus labios para darle otro gran trago. -Quizás hubiera oro en ese templo. Pero doy fé con mi sello de que aquellas cosas muertas no nos dejaron cogerlo. Un trago más, ahora mirando de reojo a la estatua de oro macizo. -El oro, el oro no siempre es buen compañero. Ehmm, ¡sobre todo si está MALDITO! Se queda mirando a Barbanegra con los ojos muy abiertos. -No sé si me explico.

-Unos piratas holandeses le robaron esa estatua a un negro, y desde aquel momento encallaron en la isla y fueron atacados por indígenas caníbales  que no nos atacaron a nosotros, sólo a los holandeses supervivientes. Y luego...luego están esos muertos andantes. Zúñiga cruza los dedos sobre la madera y da varios golpecitos. -No, no creo que sea buena idea llevar esa estatua con nosotros.

Casi sin aliento tras haber corrido toda la montaña abajo, la vista del gran jefe me supone un gran alivio.

Cuando nos pregunta por el oro, no puedo sino sorprenderme. Solo había visto el oro de esa estatua y que me lleven los diablos si merecía la pena el precio que habían pagado los holandeses por él. Tras oír la explicación de Gonzalo, añado Jefe... ¿que oro buscas por aquí? Porque si es esa estatua, trae problemas a sus poseedores, a los muertos me remito

¿Oro maldito? Mmm... entiendo...esto... ¡¡Paparruchas!! -dije acaloradamente mientras jugueteaba con esa pieza de oro. Tan sólo buscaba el oro que me dijo Novaresa que había, y luego... bueno..., aparecísteis vosotros...

Luego volví a mirar la estatua. Después llamé a uno de los mozos.

Dame tu alfanje, vamos. -le dije.

Acto seguido, tras contemplar una última vez la pequeña pieza, levanté el arma y comencé a partir la figura. Las dos cabezas por un lado, los seis brazos por otros (cada uno por separado) y ambas piernas por otro. Diez partes iguales. Luego las dejé sobre cubierta, delante de todos los presentes.

Bien, para algunos está maldita -les dije a los supervivientes-,¡para otros es oro!, ¡un oro que cualquier tasador nos lo cambie por un buen arcón de joyas, os lo juro! Además, el único botín es este, y apenas podría repartirlo justamente entre toda la tripulación...asi que... ¡es vuestro! ¡Obtened cada uno vuestra parte, si la deseáis! Supongo que os resolverá la vida un buen tiempo y os daréis algún que otro festín...

Luego comenzó a ordenar.

¡¡Levad esas malditas anclas de una vez!! ¡Izad bien las velas! ¡Rumbo a Roatán!

Lanzo una mirada ceñuda a Novaresca. ¿Mentiste al jefe? Bufff...

Entonces, tras el ofrecimiento de Barbanegra, medito un instante. El recuerdo de los muertos levantándose está gravado al rojo vivo en mi memoria. No estoy seguro de si ese ídolo tuvo algo que ver, pero estoy seguro de que se que los holandeses creían que sí.

Escupo a un lado. Que me lleven los diablos si he renunciado a algo de oro en toda mi vida - digo mientras vuelvo la vista hacia la isla maldita (al menos para mi). -Pero hoy he visto diablos y no quiero volverlos a ver en la vida. Jefe, puedes hacer lo que quieras con mi trozo, por mi como si te lo quedas tu o se lo das a la reina de Inglaterra. Yo no lo quiero. - Y apostaría a que Phillip du Rotterdam ahora mismo tampoco querría un trozo...

Al fin y al cabo, aun queda mucho oro no maldito que ganar "honradamente" apostando, robando y matando.

Miro a Barbanegra, finalmente había ido por ellos, eso era un jefe, nunca dejaba tirados a los suyos. Seguidamente miro a la estatuilla poniéndose seria como casi nunca hacia, no le gustaba nada esa estatuilla ya sabia que traería problemas como sus compañeros habían dicho.

-Sin duda, estoy totalmente de acuerdo con Gonzalo- se agarro a uno de sus brazos acariciándoselo -Opino como Arthur, yo tampoco quiero mi parte-

Zúñiga pone su mano sana en el hombro de Arthur. -Ya os dije que era feo, pero también es sensato.

Da unos pasos hacia atrás, alejándose de los fragmentos de oro. -Aún tengo cosas que hacer en estos mares, si no muero hoy de mis heridas. Sonríe, agarrándose el pecho. Se vuelve hacia Teresa y le susurra al oído. -Y hay dos esmeraldas que quiero seguir viendo iluminadas por el sol.

Mira de nuevo al oro y sacude la cabeza. -No, no quiero ese oro. Ése oro no es mío, no sé de quién, pero no es de este mundo. Pone los brazos en jarras. -Es más, me merezco unas vacaciones en algún lugar tranquilo. No necesito oro para comprar nada, con una tumbona me basta.

Se pone su mano sana bajo el mentón, penativo. -Ah, sí aceptaría como recompensa un sombrero. Perdí el mío, y las ideas se me escapan por la sesera. Le sonríe al mozo del alfanje y le quita el suyo. Se lo coloca con satisfacción y mira al chico. -Calla, no estropees el momento.

 Mira a Gonzalo sonriendo ampliamente.

Le susurra -nunca te quedo mejor un gorro, que en este momento - le guiña -en cuanto a la tumbona... tendrás que compartirla, por supuesto, no me dejaras fuera, no?- pone morritos.

Henrik llega de los últimos, esta sangrando por varios mordiscos de los zombies, pues se quedo un poco cubriendo la retirada de los demás, peleando como pudo con algunos de los zombies.

- Vaya Novaresa, me alegro que no te haya comido ningún cocodrilo - dice riéndose ahora, aunque con una mueca de dolor - Me alegro que estés bien - le dio unas palmadas al hombro. Luego calló mientras Barbanegra hablaba, pues le infundía un gran respeto ese pirata.

- Yo creo que lo peor de la maldición ya nos ha tocado, que me aspen si no tomo mi parte del botín - dijo el pirata mientras agarraba un buen trozo de oro. Aún así tenía bien seguro que lo cambiaría a las primeras de tocar pie a tierra. Ahora Henrik tenía hambre pero quería vendarse cuanto antes las heridas.

Agarro una botella de ron y se lo echo por encima de las heridas, reprimiendo el intenso dolor que casi lo hace desmayarse, en un intento por desinfectar eso. Luego se arranco unas telas y se hizo una improvisada venda. Sin duda había recibido peores heridas en algunas reyertas que había participado.

Oro maldito sigue siendo oro y dado que no vamos a lanzarlo en mal me desare de el en el primer puerto.

Me agacho y cojo un pedrusco( El mas grande que vea).

Ya soy viejo, tal vez me retire a morir a mi vieja patria.
Agradezco el gesto de Henrik devolbiendole el saludo.

Como se nota que no tienen ni idea de que los abandone.

No recuerdo haber hablado de mas oro a Barbanegra pero no es momento para discernir con este hombre.

 Entonces tome mi oro y dije Gracias Agarre la piedra me pare y la arroje lo mas lejos que pude. La piedra volo por los aires y se hundio en el mar haciendo un pequeño sonido para luego ennegrecerse con la oscuridad del oceano. Y asi finalizo toda la historia de davy el pirata. Pero no muchas otras historias que se narrarial luego.

En cuanto pueda lo escondo debajo de la cama de algun imprudente.
Preferiblemente de Gonzalo si me pilla cerca de la mia.

Lo que sabemos de la maldicion empezamos a oirlo en voz de un moribundo pirata, tenia relacion con el idolo pero tambien con la muerte de un indigena. De eso no tomamos parte ninguna y como se ha dicho por ahi, no tenemos porque quedarnos con el oro eternamente con venderlo en el primer puerto ya esta. Si alguno acepta como ya ha hecho su botin y viaja con nosotros ya viajaremos malditos si es que es el oro lo que esta maldito asi que otro trozo mas no supone diferencia por lo cual no veo motivo para tirar mi parte del botin.

Dicho esto coge una de las partes de oro.

Cita:

Hablas de tu trozo de oro?

yeah