Partida Rol por web

Ante el festival de vísceras y sangre que sus compañeros de viaje estaban practicando, Akrate se limitó a sentarse en una roca y contemplar el espectáculo.

No se había percatado entonces, pero al sanar a sus camaradas, no había utilizado su orín. Su fetiche y foco, no habían tenido nada que ver con su poder de sanación. Aquella inesperada revelación, dejó perplejo a Akrate, que se mantuvo sumido en sus propios pensamientos todo el tiempo que los demás dedicaban a despellejar lobos.

Siempre había creído que su orina era la fuente de su don, y sin quererlo, y de forma totalmente fortuita, descubre que estaba equivocado. Aquello era algo que tardaría en asimilar.

Me quedé mirando mi nueva capa, que la verdad era que había quedado un poco fea tanto hachazo, pero tampoco iba a echarle la culpa al otro, pues si se la hubiera tenido que quitar yo seguro que a estas horas la rata estaba partida en al menos, diez cachos distintos y aún tendría la piel encima.

- Bueno, sigue siendo mi nueva capa..

Aún no espaba como para echársela encima así que cogí un palo del suelo y la colgué para luego llevármelo como si fuera un estandarte, pues así se iba secando por el camino, eso es lo que hacíamos cuando salíamos a patrullar los alrededores de nuestro poblado al menos.

A pesar de todas mis heridas iba sacando pecho y miré un par de veces al idiota del guardia del jefe que había venido, orgulloso se mis heridas y de mi piel de rata.

Al principio, aunque recordaba cómo había que desollar un animal sus manos no parecían querer responderle correctamente lo que, junto con la cantidad de hachazos que se había llevado el animal, hizo que esa no fuese una de sus mejores pieles.

No ha quedado bien del todo, pero si la coses bien una vez curtida puede que no se noten demasiado los hachazos...

Sin perder el tiempo se puso a sacar la piel del otro animal, la cual consiguió prácticamente entera. Bien, con un poco de suerte podré hacer la capucha con la cabeza... quizás debería intentar compensar a Thokk.. Tras unso segundos de reflexión vuelve a hablar Quieres que le arranque los colmillos al alfa?, pueden servir para cerrar la capa

- ¿ Coser ? - Me quedé un poco más serio de lo habitual pues no tenía ni idea de hacerlo. - Vale, ya le diré a alguien que me lo cosa.. - Sí, eso era lo mejor que podía hacer, pues la verdad era que como tuviera que hacerlo yo entonces sí que iba a quedar mal mi nueva capa.

- Vale, quítale los colmillos.. tu sabes del tema..

Me encogi de hombros pues la verdad era que yo a parte de saber que quería una capa de rata, no es que tuviera mucha idea de nada más sobre caza que matar y comer, y para comerte algo no había que tener ningún cuidado con la piel, bastaba con pelar a las ratas como pudieras.

 El grupo se puso al fin en marcha, Thok y Akrate se recuperaron de su fatiga, si bien Thok seguía extremadamente debilitado, se empeñaba en mantener el tipo ante los canijos que habían llegado del poblado. Haciendo justicia, el hecho de portar la exótica armadura junto con con todas las salpicaduras de sangre que había acumulado durante la misión, ya fueran suyas o de aquellos a los que exterminaba, le conferían un aspecto temible.

 El avance fue más o menos rápido, ahora que el grupo pasaba por zonas menos escarpadas y con una vegetación cada vez más escasa.

 El ocaso llegó, pero los trasgos continuaron su camino, todos estaban cansados, pero ellos no eran miserables pielrosas, ellos eran trasgo duros como el pedernal, curtidos por los interminables turnos de guardia y de trabajo. Finalmente, pasada la media noche, incluso Grolm, acostumbrado a las largas marchas estába agotado. Con lo cual se improvisó un lugar donde descansar y recobrar fuerzas. Un lugar donde terinar de pasar la noche.

 Sin necesidad de decir nada, los trasgos recién llegados se reparten los turnos de guardia. Os sorprende ver como Pringo es quien ostenta el mando de los recién llegados, parece que el ser el chico de los recados de Lerb le ha dotado de cierto mando, por asociación.

Antes de estirarse para dormir a pierna suelta, Akrate tenía que comprobar una cosa. Una cosa que le había estado reconcomiendo desde el ataque de los lobos.

Se acercó donde yacía su compañero Thok, y se sentó a su lado. Sin mirarle a los ojos, empezó a hablar en voz baja, más por desconcierto propio de lo que iba a decir que por temor que lo escucharan.

- Thok... Deja que pruebe a sanarte otra vez... Hay algo que debo comprobar una vez más... La mirada del pequeño goblin buscó el rostro del guerrero, intentando vislumbrar la expresión de su rostro.

- Pero qué tontos son.. mira que dejarse mandar por ese.. - Fue todo lo que murmuré casi para mi mismo cuando veía al idiota de Pringo dando órdenes a " los todos " que habían llegado para venir a por las setas que habíamos encontrado y que ni parecían setas ni hablaban como las de la cueva.

- Ummmm setas que hablan para cenar? Pfff prefiero carne.

Me había sentado apoyando la espalda en un árbol, con mi hacha a mano y cerca de lo que habíamos ido a buscar como queriendo vigilarlo y eso que en cuanto intentara levantarme sabía que me iba a doler todo el cuerpo aún más de lo que ya lo hacía, pero aún resistiría pues no iba a dejar que nadie me arrastrara a ninguna parte.

El listo me murmuró aquellas palabras y le miré entrecerrando los ojos, pues empezaba a pensar que quería volver a mearme encima.

- Ya te dije que si me vuelves a mear te va a doler más de lo que me duele a mí todo..

Seguía emperrado en mis trece, nada de pis por encima.

- Justo eso es lo que quiero averiguar... Akrate cambió su posición a una que le resultara más cómoda para llevar acabo el ritual. - Enséñame la herida... Murmuró mientras se concentraba con las manos sobre Thok.

Antes había conseguido sanar a Grolm sin utilizar su foco especial. No estaba seguro que volviera a funcionar, pero de todas maneras puso todo su empeño en ello.

Aquello parecía funcionar, la energía se canalizaba a través del enfermero sin tener que utilizar la orina como catalizador. Funcionaba, y Akrate sonrió, alguien había querido limitar su poder durante su aprendizaje. Y ahora solo cabía averiguar el porque.

- Listos... Creo que a partir de ahora no necesitaré sanar más con la orina... Es extraño, pero parece como si me hubiera quitado un gran peso de encima. Hablaba con Thok como si este estuviera interesado en sus divagaciones, aunque estaba claro que no era así. Pero Akrate lo utilizaba aquella conversación más para el mismo, que para que le respondieran coherentemente.

Al ver como el listo no tenía ninguna intención de mearme encima le dejé hacer, a fin de cuentas, ya había demostrado por qué era precisamente el listo y supuse que estaba intentando probar algo que no me iba a doler, claro que también sabía de sobra que si me hacía daño me enfadaría y eso traería sus respectivas represalias.

Al parecer ahora podía curar sin mear, tal y como había visto hacer a los sanadores del poblado y asentí satisfecho.

- ¿ Ves como no necesitabas mear? - Casi lo gruñí recordando otro par de veces que me había meado encima, pero como parecía sorprendido con eso no le dije nada más y se lo agradecí, aunque no estaba acostumbrado a hacerlo.

- Gracias, ahora duele menos.

Acercaos, trasgos mortíferos...

Siomorang se sienta en la hoguera y espera a los demás para empezar sus... ¿enseñanzas?

Los trasgos son muy antiguos... llevamos sobre la faz de la tierra tanto tiempo...

Yo, tan solo unos años, y mi madre algunos más. El tiempo que vivimos es una luz que se apaga. Pero siempre hay un primero, y ese primero aún vive. El trasgo primigenio, rey de hordas, el portador de la masacre... Él aún vive.

Fue el primero y estaba solo. Pero era capaz de cambiar el mundo. Y sacó mugre de su oreja picuda y la pegó en el filo de su espada. Lo hizo muchas veces. Cada vez más pelotillas orejiles recubrieron aquel filo.

Con el tiempo, la espada quedó recubierta de libras y libras de cera. Y el trasgo dijo: hágase el metal hueso y la mugre carne. Y como podía cambiar el mundo, cambio también la espada. Hizo una trasga, sin brazos ni piernas, pero con vagina. La llamó Maglukatán y la fecundó varias veces.

El trasgo trajo comida para alimentarla. Al cabo de cinco meses, dió a luz. Sus retoños tenían piernas y brazos como su padre. Los Recientes tenían hambre, y su padre les dijo: "devorad a vuestra madre, pues la he estado cebando para vosotros". Los Recientes comieron, y la mugre y el metal de Maglukatán pasó a formar parte de todos los trasgos desde entonces. Acero porque somos duros, porquería porque somos traicioneros.

Cuando al fin se detuvieron para descanar unas horas ya no le quedaban muchas fuerzas. Tras comer algo de las raciones que aún les quedaban, fue a sentarse junto al fuego para así tener luz ya que la visión nocturna no le ayudaría en la tarea que tenía por delante: raspar (lentamente y con cuidado) la piel de lobo para quitarle los vasos y demás partes innecesarias antes de que empezasen a pudrirse.

Estaba concentrado en su tarea cuando Smiorang comenzó a hablar de cosas extrañas. Por lo que por toda respuesta levantó la cabeza para mirarle en plan "estás como una regadera" antes de empezar a murmurar para si mismo.

Yo a esas horas ya no escuchaba nada, ya que mis heridas, aunque bastante mejor gracias al listo, y el esfuerzo físico que había hecho tanto " hacha paquí, hacha pallá " me habían dejado tremendamente agotado.

Escuchaba de fondo el parloteo del nuevo, pero que entretuviera a los recién llegados, que yo tenía un " don especial " para no prestar atención cuando se me hablaba y lo único que me apetecía era dormir, tanto, que así sentado como estaba apoyado en el árbol, eché la cabeza un poco hacia atrás y comencé a roncar como si fuera un inofensivo trasgo pequeñín.

Ni dos segundos tardé en caer totalmente K.O.

- ZzzZZzzZZZz...

 En un rincón del campamento, Thok y Akrate tienen unas palabras confidenciales y momentos después, el erudito sana de nuevo parte de las heridas del bárbaro. Para quedarse en un profundo rictus reflexivo mientras que el maltrecho guerrero queda sumido en un profundo sueño.

 Cerca de la hoguera, llamando la atención de los recién llegados, Siomorang narra en voz alta una historia, una extraña historia, extravagante sin lugar a dudas. Las palabras logran cautivar la atención de unos cuantos que asienten con gestos graves como si así fuera. Otros más ascépticos niegan en silencio, tomando por loco al guerrero devorador de corazones.

 El trasgo niega con avidez. Lavanta un dedo acusador a Siomorang antes de decir.

 - Pero como quieres que engendrara trasgos una espada roñosa, vaya tontería. ¿Acaso te cres que somos tontos?- Mira a los otros snagas y dice en media mofa.- ¿Acaso te fumaste las florecillas de los bosques jejeje, o te arrearon demasiado fuerte?

 Varios trasgos rieron ahogadamente ante las palabras del snaga de Lerb.

Akrate parecía meditar profundamente, y solo asintió con un gesto de cabeza ante el agradecimiento de Thok, y aunque era extraño oir al guerrero dar las gracias, el enfermero estaba perdido en sus pensamientos.

Fue por eso que casi no prestó atención al relato de Siomorang, y a las respuestas, entre carcajadas de los goblins allí presentes.

En silencio y ensimismado, Akrate se retiró a su rincón, dispuesto a descansar. - Mañana será otro día.

Le habría sido útil saber el nombre de su compañero de debate para poder rebatirle, pero con el problema que tiene para recordar cómo se llama la gente, no tiene más remedio que esgrimir argumento. Lástima, habría sido gracioso poder decirle: "ey, tú... ¿eres Pringo? Pringo no, lo que eres es un pringao".

No quiero que una espada engendre nada, porque yo no tengo el poder de querer que las cosas sean de una manera u otra. Tampoco me he fumado ninguna florecilla.

¿Se había fumado algo? La parte de las setas parlantes parecía indicar que sí, aunque no notaba el sabor del humo en la boca ni recordaba el momento en el que se llevara una pipa a los labios.

Tampoco me han golpeado, en la cabeza al menos...

Como ves, yo no sigo ninguna de tus premisas sobre mí. Lo que me pregunto es si tú sigues las mías sobre todo trasgo. ¿Acaso no te consideras un tipo duro como el acero y mortalmente cortante como el filo de una espada? ¿Dirías de tí mismo que eres lo suficientemente astuto como para no encarar a un orco sino atacarle traicioneramente por la espalda? Pues esa es la pasta de la que estamos hechos. Tal vez no seas lo suficientemente trasgo...

Ahora que me acuerdo, vimos unos cuantos orcos merodear la estepa. Tal vez deberías buscarlos para probarte a ti mismo que eres correoso y ladino.

Ninguno de sus compañeros se había tomado la molestia de advertir de la incursión orca a Pringo y los demás, y se habrían quedado sin enterarse de no ser por esta reflexión accidental de Siomorang.

 Pringo hace el gesto de asentir ante las palabras que le suelta Siomorang, pero en más de una se queda con una expresión de '... y eso, que'he?' Pero cuando le pregunta si es un trasgo duro asiente con un gesto bravo.

 - ¡Claro que lo soy! ¿Acaso lo dudas?

 Los rostros de algunos de los trasgos presentes sonríen jocosamente ante las palabras entre Siomorang y Pringo, ¿acaso verían un poco de pelea? Pero cuando Siomorang prosigue con la explicación, parece que el acólito de Lerb se calma. Cuando finalmente se menciona que se han avistado orcos, su expresión cambia de repente, parece no tenerla todas con él.

 - ¿Has... has dicho orcos? ¿Por aquí?... Cerca?

Seguramente no demasiado lejos contesta mientras hace una breve pausa en su tarea encontramos una patrulla, por lo que es más que probable que haya un asentamiento por la zona.. tras una pusa y un encogimiento de hombros prosigue

A ver si el miedo le baja los humos al pardillo este...

No sería mala idea pasar lo que queda de noche sin el calor del fuego, con él pueden detectarnos a millas de distancia..

 El escuálido snaga asiente ante las palabras de Grolm, sin más ya empieza a lanzar arena sobre la pequeña hoguera de campamento.

 - No les tengo miedo pero... pero mejor que no se acerquen, la pielrata es importante.

 Escuchaís mascullar entre sus dientes.