Partida Rol por web

- Eso es, te lanza unos ciento cincuenta pies hacia arriba para después caer con lentitud- Avlin observó el anillo nuevamente durante unos instantes- Si no me equivoco, sólo podría utilizarse una vez al día. El tipo de hechizo que contiene sólo puede recargarse durante la noche, no conozco con exactitud los detalles, es muy antiguo, pero puedo presuponer que es algún tipo de magia encadenada a la presencia lunar. En cuanto al modo de activación, es bastante sencillo, solo hay que pedírselo a través del pensamiento. Es un mecanismo bastante habitual. Creo que puede ser muy útil en campo abierto pero hay que tener cuidado en entornos cerrados para no acabar estampado contra el techo.

El gnomo alargó la mano nuevamente, entregando el anillo a Aldar.

- Es un artilugio fabulosamente útil para un explorador, en mi opinión.

Mis palabras fueron prácticamente ignoradas, cosa que parecía estar tornándose en una costumbre en aquella compañía. Primero fue Avlin, y después Zafira, quien terminó desviando la conversación. Quizás es que no me explicaba bien, lo cual no sería de extrañar, pero tampoco sabía de qué forma podría mejorar en aquello.

Comenzaron entonces a hablar de las posibilidades que daba la noche, y desistí, pues parecía que la mayoría ya había decidido. Aldar no se había pronunciado, así que supuse que también se habría plegado a la opinión de la mayoría.

Agradecí a Zafira aquella baya, y cuando comenzó a hablar del tiempo caminé hasta poder observar el cielo, apoyando las manos en mis caderas mientras miraba hacia arriba. No veía nada claro el asunto, y no tardé en regresar con los demás, viendo cómo Avlin le entregaba aquel anillo a Aldar.

- Oh, espero no interrumpir… Podré ser la madrina al menos, ¿No? – dije con una pícara sonrisa, antes de fijar mi mirada en el gnomo, bajando la voz. – Avlin, ¿Podríamos hablar un momento a solas?

Avlin observó a la enorme mujer pelirroja con sorpresa pero fue tan sólo un segundo hasta que una enorme sonrisa cubriera la cara del gnomo, experto en aquellos gestos que le hacían parecer como si nunca hubiera roto un plato.

- ¡Claro!- contestó jovial- disculpadme- se excusó con el resto.

Mientras se dirigía hacia el exterior hizo un gesto a los demás.

- Darle una vuelta al uso de los objetos mientras tanto- les animó- tanto las dudas que tengamos como el mejor uso que podamos darles es mejor debatirlo antes de que lleguemos a necesitarlos. No os dejéis las dudas dentro, soltad lo que sea aunque penséis que pueda ser absurdo. Es mejor contemplar ahora todas las posibilidades que descubrirlo por las malas. ¿Vamos?

La asignación de se hizo sin demiados contratiempos, para mi propia tranquilidad. Esperaba no haber juzgado mal la situación y que Freya no resultase herida de nuevo por no contar con aquella pequeña baratija mística.

Como parecía que ibamos a recoger el campamento, me afané con mi equipo. Eché mano de un puñado de cenizas y frote con ellas la hoja de mi hacha hasta conferirle un aspecto mate. Con otro puñado manché el escudo que, si bien nunca habia sido un espejo bruñido, todavía podía emitir algún brillo delator a la luz de una antorcha o de una hoguera.

Guardé un trozo de carbón en la bolsa del cinto y limpié mis manos contra las piedras talladas que aguantaban todavía el embate de la salvaje vegetación. El tacto de aquella estructura me animo un poco, arrancandome una sonrisa.

Mientras cargaba con mi equipo, escuché a Aldar departir con Avlin sobre como funcionaba el anillo "saltador", juiciosamente decidido a no poner su vida en manos de un artilugio vagamente mágico como aquel.

Zafira, que ya se habia ofrecido como avanzada del grupo, se apartó un poco del grupo para realizar algún tipo de ritual previo o para hallar respuesta a la pregunta sobre el clima que el hombre de los bosques no habia sabido contestarle.

Alcé un poco la cabeza y lancé una mirada especulativa al cielo, tratando de hacer mi propia predicción. Desistí casi al momento, mientras mascullaba silenciosamente por las barbas de Moradín.

Iba a acercarme a Freya, pero esta ya se alejaba con Avlin, dejando al gnomo con sus cosas. Habia cierta consternación en su rostro, quizas mezclada con resignación. Así que hice caso a mi sentido común y me puse con las monturas, cargando a la mia con mi equipo y comprobando que las demás estaban bien antes de llevarselas a mis compañeros.

Sonreí ante la aceptación del gnomo y salí junto a él, buscando un rincón no demasiado alejado donde pudiéramos hablar con un poco de intimidad. Le hubiera pedido a Aldar que nos acompañara, pues el ya era conocedor de aquello, pero no quería levantar más suspicacias en el grupo; especialmente en Balakar, quien más de una vez había terminado gruñendo porque tuviéramos conversaciones privadas.

Sonreí ante la aceptación del gnomo y salí junto a él, buscando un rincón no demasiado alejado donde pudiéramos hablar con un poco de intimidad. Le hubiera pedido a Aldar que nos acompañara, pues el ya era conocedor de aquello, pero no quería levantar más suspicacias en el grupo; especialmente en Balakar, quien más de una vez había terminado gruñendo porque tuviéramos conversaciones privadas.

- Avlin, no hay tiempo que perder… - dije al situarnos junto a un árbol, cerca de las ruinas de la Hidra Sonriente. – Hay algo que quisiera que vieras, necesito saber más sobre ello, si es posible… Por favor.- me giré, sacando de mi escote aquel objeto que portaba desde el inicio de nuestra aventura, y que aún no había utilizado; afortunadamente, no había hecho falta. – Tienes que guardarme el secreto, lo harás, ¿No? – le pregunté, aún con mi gran puño cerrado, con el talismán envuelto en su interior. – Sé lo mucho que te gusta hablar, como digas algo de esto te cortaré la lengua. – dije medio en broma, abriendo mi mano frente a él y retirando la tela que cubría el objeto, terminando por mostrárselo.

Se trataba de una estrella de acero de ocho puntas, entre las cuales destacaba una, más larga que las demás; y con el extremo afilado.

- Todo lo que sé es que te otorga un gran poder, pero se alimenta de tu sangre… - expuse, apretando los labios un instante. – Además de que sólo puede ser usada por mi pueblo, se supone que es una reliquia maldita. Cuando terminemos con todo esto, he de llevarla a un templo. – añadí, dejando que la tomara para ver si con sus habilidades podía decirme algo más.

El gnomo salió como un niño de un colegio, dando pequeños saltitos y observando aleatoriamente aquí y allá. El sol empezaba a colarse con fuerza entre los árboles y les avisaba de que el tiempo pasaba inexorablemente, pese al tiempo que quisieran tomarse para iniciar la travesía.

Casi nada más salir, Freya llamó su atención, llevándolo a un lado.

– Tienes que guardarme el secreto, lo harás, ¿No?  Sé lo mucho que te gusta hablar, como digas algo de esto te cortaré la lengua.

Los ojos del gnomo se abrieron de par en par para luego sonreir de oreja a oreja. Seguro que bromeaba, o no.

- Tranquila- aseguró- puedes confiar en mi.

Sacó entonces la mujer algún tipo de objeto de su pecho que llamó enormemente la atención del pequeño mago. Los ojos de Avlin brillaban con el halo de quien sueña descubrir grandes secretos y poderes inimaginables. Escuchó con oído atento cada detalle que Freya le brindó acerca del colgante mientras sus ojos no dejaban de escrutar cada detalle de la joya.

- Podría intentar identificarla, si quieres- se ofreció- parece que vamos a tener algo de tiempo dado que no queremos llegar a Argentea hasta caída la noche, tal vez sea suficiente como para que pueda decirte algo más pero tendremos que verlo con Aldar que es el tiene mejor control de las distancias y de cómo podemos hacerlo sin levantar el interés de los demás.

Asentí con la cabeza cuando Avlin me dijo que podía confiar en él, esbozando una sonrisa. Así lo creía, de lo contrario no le hubiera pedido algo así, pero me gustó que me lo confirmara con tal convicción.

Le observé mientras escrutaba el talismán, asintiendo repetidas veces cuando me dijo que podía intentar identificarlo si quería.

- Sí, sí, claro que quiero. – dije en seguida, perdiendo la sonrisa un instante al ver que no podría hacerlo ahora mismo, al parecer su capacidad requería más tiempo del que había pensado. – Oh… No puede ser ahora… - me rasqué la cabeza, pensativa, mientras me ofrecía la posibilidad de hacerlo antes de nuestra llegada a Argentea; pues era de esperar que tuviéramos el tiempo suficiente como para ello, pero no lo sabría hasta consultarlo con Aldar. – Sí, tienes razón, será lo mejor preguntarle. Además mi hombrecillo le da mucho al coco, seguro que se le ocurre algo. – dije con orgullo, antes de ponerme de puntillas y asomarme, tratando de buscarle desde allí.

Asomada tras el derruido muro junto al que nos encontrábamos, mis ojos buscaban a Aldar, aunque pronto dejé de conformarme con sólo observar.

- Aldaaar... - dije de forma melodiosa, tratando de llamar su atención. - Tenemos algunas dudas sobre el camino por aquí, ¿Podrías venir un momento? - pregunté con una sonrisa.

- Necesitaré al menos dos o tres horas para darte información verdaderamente útil- negó Avlin mientras esperaban la llegada del explorador- sin eso, sólo podría indicarte si es mágico o no, cosa que ya sabes. Los objetos mágicos son elementos complejos y peligrosos y escudriñar sus misterios es un ritual complejo con muchísimas implicaciones pero, no te procupes- la animó- encontraremos la forma de hacerlo. Tal vez debamos "separarnos" del grupo con alguna buena razón durante un tiempo, quizá para explorar los alrededores de Argentea para preparar el ataque, no sé, seguro que Aldar encuentra la manera de hacerlo.

Avlin se sorprendió observando, de repente, la llegada de un pequeño jilguero en un árbol cercano. Tal vez Zafira tenía razón- pensó- tal vez la naturaleza es sabia y sabe perfectamente cuando un lugar ha sido librado de todo mal para volver a recuperar el terreno perdido.

Tan sólo bastó el mero contacto con el medallón para que Avlin notase su poderosa esencia mágica. No era necesario recurrir a hechizos para comprobar algo que ya de por sí era evidente, pues aquella antigua joya de afilados bordes desprendía tal corriente de energía que no había vello en el cuerpo del gnomo que no se erizase al atravesar esta sus prietas carnes. Pero la sorpresa no cesó ahí. Como si el mismo talisman supiese que Avlin no era un digno portador para él, éste comenzó a calentarse en su mano hasta el punto de resultar doloroso.

Permanecí observando el anillo que me ofrecía Avlin, con el ceño fruncido. Parecían muy convencidos de que yo le daría a aquella magia un mejor uso. Bien era cierto que mis reticencias se debían, principalmente, a que nunca había hecho uso de objetos mágicos. No estaba muy seguro de cómo usarlo, de si lo aprovecharía correctamente. Sin embargo, la explicación del gnomo parecía relativamente sencilla, y en base a ella sí que daba la impresión de que su utilidad en mi caso sería innegable. La posibilidad de saltar un gran muro, alcanzar una torreta, o sencillamente situarme en una posición elevada aún en el aire para disparar desde allí...

Hmmmmf... -Gruñí, molesto, por la broma de Freya al comparar aquel gesto del gnomo con una declaración, y con desgana cogí aquel anillo y me lo puse lentamente- Está bien, de momento lo acepto en prenda, hasta que hagamos cuentas del botín de la compañía. Luego... ya veremos. -Acepté no sin cierta incomodidad, haciéndole un gesto a Balakar, quien se había convertido en principal valedor de que hubiera reglas entre nosotros, formalidades que reglarían el reparto de los botines de nuestras aventuras.

Freya, para mi inicial sorpresa, le pidió al gnomo unos instantes a solas. Enarqué una ceja, sin comprender en un principio a qué se debía aquello, aunque en seguida caí en la cuenta. Al menos, eso creí. De modo que me centré en recoger las cosas y llevar lo preciso a los caballos, tomando nota mental de que, una vez saliéramos todos de aquel lugar, sería buena idea repetir el proceso que ejecutaban aquellos bandidos cuando empleaban las ruinas como refugio. La rama estaba en la cocina, y no costaba nada limpiar de huellas el suelo y disimular nuestro paso por allí.

Me encontraba traspasando flechas de uno los carcaj extra que llevábamos entre el equipo a mi propio carcaj, para llevarlo bien cargado, cuando oí la voz extrañamente melodiosa de Freya a lo lejos. Alcé la vista por encima de la montura, creyendo que la encontraría regresando tras culminar su conversación con el gnomo, pero era más bien todo lo contrario. Me pedía que me uniera a la misma.

No hay manera de ponernos en marcha... -Murmuré por lo bajo, de forma más huraña de lo normal, terminando de colocar las flechas y aferrando bien los carcaj extra al resto de la carga, antes de acudir al rincón donde se encontraban- Creía que ésto era una conversación privada... ¿Qué pasa con el camino?

Cada vez nos movemos más hacia el norte.  La mayoría de las nubes de tormenta provienen de esas latitudes en esta estación del año. De día no creo que llueva, pero de noche... quiensabe.  -les había explicado a todos la druida.

Siguió preparando su menjurge de hierbas curativas en lo que todos terminaban sus conversaciones.  No había prisa, llegarían con el tiempo sobrado a esperar el atardecer.

Jjaja, recordó reírse del comentario del gnomo.  Hablar con los ratones sería como haber tenido espías en la zona.  Podrías saber la raza de los que aquí pernoctaron.  Saber si fuera gente de visión umbría o no sería de gran ayuda a preparar el asalto a Argentea.  Claro que si ya se supo eso por huellas, que son humanos esto es, pues no hay necesidad de eso.

Preguntar sobre los olores que traían nos daría otras pistas.  Sobre donde se esconden en Argentea, por ejemplo. El olor revelando algo del lugar, o sus armas, o productos alquímicos de cuidado.

Pero como desee maese gnomo, usted es el que decide si aprovecha estas ternuritas de espías o no, y si vale la pena más hablar con algunos otros de allá.  

Sonrió a Avlin, le dió una miga a los ratones, y los dejó en lugar seguro.

Aldar apareció al poco tiempo de la llamada de la guerrera, parecía cansado. Era sabido que los hombres de los bosques eran seres solitarios de pocas palabras y en aquella compañía otra cosa no habría pero las palabras las había por todas partes.

- Acércate- le pidió Avlin.

Una vez el explorador se puso a su lado, agachando ligeramente la cabeza, Avlin le contó a grandes rasgos la conversación que había mantenido con Freya.

- ...así es que Freya y yo necesitamos entre dos o tres horas para que yo pueda concentrarme en el medallón, teniendo en cuenta que no puedo cogerlo, para que los demás no sospechen de su existencia. No conozco exactamente la distancia que nos separa de Argentea pero tal vez en algún momento poco peligroso podamos separarnos para "explorar el terreno" ya sabes. No sé, tú sabes mejor como hacer estas cosas.