Partida Rol por web

El lobo convocado por Ruru se lanzó sobre aquel pelele bizco y pelirrojo. Recibió un buen mordisco y trató de derribarle. Sin embargo, aquel sirviente logró mantenerse en pie. 

El tejón en el que Ruru se había convertido observó desde la distancia como su lobo se cebaba con el pelirrojo y no hizo nada más. Supuso que sus compañeros podrían acabad con él fácilmente.

El guerrero volvió a la carga y esta vez, oh, sí, esta vez consiguió destrozar de dos hachazos al sirviente de pintura, lanzando regueros de colores por todas partes. El lobo retrocedió, un poco impactado por lo que acababa de presenciar, y miró a Ruru con cara de circunstancias y las orejas agachadas.

Tomund se enderezó y bajó el hacha para mirar a Ekarion.

-¿Y ahora, por dónde, jefe?

Ekarion sonrió cuando lo llamaron "Jefe", casi estuvo a punto de largar la carcajada, pero prefirió señalar una puerta y caminar hacia ella. - Veamos que hay por aqui, ¿Estais todos bien?

Antes de que Ekarion hiciese nada, Ghiario dejó paso a Tomund y el guerrero abrió la puerta. Se trataba de una puerta trasera que daba al patio interior de la mansión, un bonito jardín a la sombra de algunos árboles. El perro había dado la vuelta y ladraba en dirección hacia ellos, de modo que el imperial cerró de un portazo.

-Pues por aquí no, ¿no?

Ekarion rió esta vez - Pues no, será que por ahi no, cierra la puerta no sea que aparezca el perro. Vamos por ésta - señaló ahora la puerta del este.

Accedieron a la despensa. Tomund revisó la estancia por si había más sirvientes de pintura, pero allí solo había comida bien conservada, ordenada y olía a hierbas aromáticas. Tras una inspección, abrieron algunos barriles que contenían manzanas, patatas y peras, y los movieron de lugar cuando Ghiaro dijo haber encontrado algo.

-Una trampilla. ¿Deberíamos bajar o esperar a los demás?

Ekarion negó con la cabeza. - Esperaremos, mientras tanto abramos la puerta restante - dijo dirigiendose a la puerta oeste

Los imperiales asintieron y regresaron a la cocina. Tomund abrió la puerta y llegaron a un gran salón comedor. Una enorme mesa estaba en el centro de la sala, decorada con tapices y retratros espléndidos. El mobiliario era digno de cualquier rey, sin duda una cena en aquella sala sería algo dificil de olvidar. Ekarion estudió las pinturas de las paredes, asi todas eran de paisajes y mujeres bien vestidas. Un retrato dominaba la habitación, la de un hombre de buena planta, entrado en años, porte regio y túnica. El señor de la casa. Sobre la repisa de la chimenea había retratos más pequeños, varios de ellos pertenecían a una muchacha de cabello rubio, casi blanco, y mejillas sonrosadas, que sonreía feliz.

Encima de la mesa maciza, Ghiaro señaló unas figuras de cristal. Eran pequeñas esculturas de forma humanoide y de color verde, de unos veinte centímetros de alto. Tenían pies, torso, brazos y cabeza, solo que estaban ligeramente desproporcionadas. Las cabezas eran pequeñitas, en comparación con sus brazos, que eran largos hasta casi tocarse los pies, y las manos, enormes. Había al menos una docena, colocadas una frente a cada comensal.

Ekarion observó la sala - No toqueis nada - dijo, y murmuró unas palabras en dracónico, recorriendo los cuadros y la mesa con los ojos dorados, atento al entramado de la realidad y a las señales de los conjuros presentes en los objetos.

Ruru simplemente seguía a sus compañeros allí a dónde iban. Se sentía bien siendo un tejón. No había utilizado aquella forma muchas veces, pero no le desagradaba. Estaba tan a gusto siendo un tejón, que ya casi había olvidado que sus compañeros le habían dejado a su suerte. Por fortuna, aquel enano no era rencoroso. 

Fue a utilizar un conjuro de detectar magia, cuando Ekarion se le adelantó. Aquellos cuadros sin duda alguna, no le daban buena espina. Aunque quizás y solo quizás, no fueran más que cuadros normales y corrientes. Pronto lo sabrían.

Ekarion encontró emanaciones arcanas sobre la mesa, pero no en las paredes ni en los cuadros. Al fijarse más en las figuras de cristal,  percibió que se trataba de pequeñas estatuíllas animadas y que, por el momento, permanecían quietas a la espera de una orden. Pertenecían a su escuela especialista, por lo que no tardó en darse cuenta d que se trataba de simples objetos animados y que eran totalmente inofensivos, siempre y cuando nadie les golpeara. Había una figura frente a cada comensal, doce en total.

La sala no tenía nada interesante a no ser por las estatuillas, y por el cuadro del hombre que bien podía ser la primera representación de Leamitre que hubieran visto, y probablemente la muchacha sería Duallia. - No golpeen las estatuillas y no pasará nada, y recuerden ese rostro - dijo señalando el cuadro del hombre - Porque probablemente sea Lemaitre.

Se dirigió luego a la puerta que daba al sur y la abrió para ver que revelaba la siguiente sala.

Ruru el tejón correteó por aquella sala inocua hasta situarse junto a Ekarion. Entonces trepó por su pierna y por su torso hasta situarse sobre su hombro. Iría con él en forma salvaje hasta que fuera necesario que retomara su forma humana.

Ekarion y Ruru llegaron al salón de baile, una estancia enorme hecha enteramente de mármol. Del techo colgaba una enorme lámpara de cristal, aunque ahora estaba apagada. Sin duda, la habitación debía ser espléndida con las luces brillando y reflejándose en las pulidas superficies. Los ventanales tenían las cortinas echadas y el sol se filtraba por unas pequeñas rendijas. A un lado, una serie de estatuas adornaban la pared de la derecha. Un busto se alzaba justo al lado de la entrada.

Tomund pidió al mago que se quedase atrás y avanzó con el hacha firme. Ghiaro le seguía de cerca, con la maza levantada, buscando a sirvientes tras las cortinas.

Sin embargo, justo cuando llegaron al centro de la habitación, la lámpara del techo crujió y se precipitó sobre ellos, atrapándoles debajo.

De detrás de una cortina, con gesto teatral, apareció un hombre vestido de pies a cabeza con una elegante armadura de cuero y armado con un esplédido estoque.

-¿Y bien? ¿Quiénes sois vosotros y qué estáis haciendo en mi casa?

Desde aquella distancia, a pesar de la oscuridad, pudieron ver que su rostro era el mismo que el del cuadro de la sala anterior. 

Ekarion obsevó al hombre con su visión mística y descubrió que varios de los objetos que portaba eran mágicos, no era un constructo, lo que en parte era un alivio, pero presentaba un interesante dilema. - Mis disculpas señor ¿Vuestro nombre?, somos Cazadores Imperiales y una pista nos ha traido a vuestra morada. - si no hubiera sido por la presencia de los sirvientes de pintura probablemente podría haber creido que el tipo no tenía nada que ver con Lemaitre. Calculó la distancia y supo que en caso de que el hombre atacara no había lugar donde estuviera a salvo. Pero quizá podía evitarse la confrontación.

Lo que realmente picaba la curiosidad a Ruru no era tanto quien era ese tipo o quien dejaba de ser, sino más bien que hacía detrás de la cortina. Eso sí que realmente me espinaba. Si quería esconderse, hacerlo detrás de una cortina podía ser mejor o peor opción, pero una opción al fin y al cabo. Sin embargo, si esa era su intención... ¿Por qué desvelar su paradero nada más penetrar los intrusos en la sala? ¿Pretendía a caso realizar una aparición teatral que les sorprendiera? Desde luego, al menos con Ruru, lo había conseguido. 

- ¿Qué hace detrás de la cortina? - Hubiera preguntado Ruru de no ser un tejón en ese momento, pero no pudo. Por lo que simplemente esperó a que aquel tipo respondiera a la pregunta de Ekarion.

-¿Mi nombre? Yo soy Ignatius Lemaître. Vosotros matastéis a mi hija, preparáos para morir.

De su cinturón sacó una botella, le quitó el tapón, se la bebió de un trago y arrojó el frasco contra ellos. El vidrio estalló, desplegando una maraña pegajosa Se movió tremendamente rápido hacia el dragón con el estoque por delante.