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El lamento de los Primeros

Epílogo - El lamento de los primeros

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17/12/2020, 17:28
Narrador

Duallia por fin descansaba en paz. Por mucho que Lemaître quisiera justificar su proceder, había cometido crímenes contra el Imperio y contra la vida de muchos de sus ciudadanos; venganza mediante, no había podido acabar con la vida de los que consideraba, eran los responsables del asesinato de una hija que ni siquiera era suya. En mitad de aquel caos y violencia, la althemir fue abandonada en el altar cuando el grupo sacó al hechicero de aquella capilla envuelta en rayos. El enorme guardián, una vez que Señor Pinckels lo soltó, se quedó junto al cuerpo de la muchacha. 

Lograron abrir la puerta para salir. Alexandar estaba preocupado por su madre y una vez que Minvant se aseguró de que no había más que heridas leves y contusiones, la sacerdotisa fue a ocuparse del cuerpo de Duallia, a rezar una oración a los Primeros y prometer que haría todo lo posible por darle sepultura. 

Una vez en la capital, entregaron a Lemaitre a las autoridades. No a las de la Torre, Tassabra no quería que el mago se librase de la justicia recurriendo a su posición privilegiada como arcano, de modo que lo mantuvo prisionero en las mazmorras de su distrito y se aseguró de que el capitán de la guardia lo vigilase hasta quedar en manos de la ley Imperial. Sin embargo, ya no podía hacer nada más que eso.

Ruru fue el primero en largarse de allí. Se subió a Señor Pinckels, enfiló hacia la entrada de la ciudad montado en su osa atrayendo las miradas de todos los transeuntes y no se le volvió a ver en Akraleuka hasta muchos años después, cuando su osa se equivocó de camino y apareció por allí, sin el enano. Ekarion se resguardó en la Torre, no le gustaba el Imperio ni le gustaba la ciudad. Un día, simplemente, el dragón y su hermana desaparecieron y nadie supo a dónde habían ido. Tassabra aceptó unos días de permiso, algo que no había hecho jamás, pero aquel trabajo la había afectado profundamente y necesitaba unos días de descanso para estar con su marido y sus hijos. Cuidó de Martha hasta que la muchacha se recuperó, su hijo se alistó en el cuerpo militar para llegar a ser Cazador algún día y Samuel se convirtió en el mejor panadero de Akraleuka.

En cuanto a los nobles que todavía seguían con vida, una investigación llevada a cabo por Imperiales y hechiceros de la Torre reveló cuestiones sumamente turbias. Debido, precisamente, a las nuevas leyes promovidas por el propio Emperador acerca de los derechos de las razas no humanas, el hecho de que lady Springwater tuviera en su mansión diversas partes de la anatomía de miembros de las razas inferiores, sirvió como lección para llevar a cabo una importante reforma. Aunque la Iglesia de la Triada defendía el derecho de la noble, fue juzgada por sus crímenes, igual que lo fue lord Getwright y algún que otro aristócrata que coleccionaba esclavos.

Y en el jardín del Palacio Imperial, cuando el viento soplaba, el lamento de los Primeros se hizo más audible y ya nadie pudo ignorar sus demandas.

FIN