Partida Rol por web

_¿Lo recuerdas, dices? Bueno, ¿por qué no nos cuentas a todos cómo fue? No es mi culpa que apuestes a juegos a los que no sabes jugar -respondió el gnomo, divertido-.

- Cobarde como todos los orcos - murmura el elfo, más para si mismo que para ser escuchado mientras vuelve a su silla y se sienta, dispuesto a escuchar las palabras del extraño monje

Sus manos continuan llevando, lentamente, la ensalada a la boca, mientras sus ojos barren la sala, bsucando algun otro atisbo de problemas

- Entonces, donde quedan esos templos... y, si os liberamos de esos ladrones, cual sería la recompensa? - termina preguntando en voz baja

El monje prosigue su relato por donde lo dejo

 Todos los pergaminos han sido robados desde que yo partí y prácticamente todos los monjes de esos templos han muerto. Desde el ataque de Yen-Shang no hemos visto más al anciano Yen-Yang, jefe de ese monasterio. Suponemos que se lo llevaron esos malditos saqueadores. Del ataque del templo de Mon-Shang sobrevivieron dos monjes que se refugiaron en nuestro templo. Nos contaron que la banda estaba bien organizada. Habían sido atacados por la noche, y que eran al menos cuatro. El más terrible de ellos sin duda era un viejo que conjuraba sonidos extraños con su voz y hacía brotar de sus manos terrible magia. Ya sólo queda en pie el templo de mi maestro Lou-Yang. Mis hermanos creen que será atacado dentro de poco, al igual que el resto de los templos. Por favor, os pido ayuda. Los monjes poseemos pocos bienes pero podría ofreceros objetos de nuestro templo si me ayudais...

Si esa banda de ladrones se tomaba semejante trabajo para conseguir los pergaminos de los monjes, debían de tener algún valor. Y si tenían esos valiosos pergaminos, quizás los otros objetos pudieran ser también valiosos. Además a Mirgan le gustaba la idea de medirse con el viejo del cual Loy habló.

_¿Dónde dijiste que están los templos? Tenemos un viaje de diez días por delante, hacia el norte. ¿Crees que puedan resistir diez dias? -luego miró a sus compañeros-. Creo que puede ser interesante, no sé qué opinan ustedes.

El elfo se mantuvo en silencio. Como a Mirgan, la situación le generaba curiosidad y la recompensa podía ser interesante. Esos "objetos de los templos" debían de tener valor para el grupo y resolver el enigma quizás les permitirían afianzarse como una compañía respetable.

Sin embargo la responsabilidad primaba soble la curiosidad en la cabeza de Anthedil - No debemos olvidar nuestra tarea actual. Cuan confiables nos podría considerar nuestro amigo si dejáramos lo que estamos haciendo, lo que nos comprometimos a hacer, para ir a ayudarlo - expuso

- Aunque si nos queda de paso, siempre podremos permanecer atentos a la presencia de ese grupo de forajidos, viejo mago griton incluído... -

Filo continuaba callada molesta por el desprecio sufrido y sin ganas de participar en la conversación. Si no recordaba mal había visto recientemente un mapa de la zona y recordaba que había unos templos monjes más al norte de su destino, por lo que  el encargo de los víveres de hecho les llevaba en esa dirección. Pero dichos templos estaban bastante más al norte. 

Despues de hablar con Long-Yang, los personajes se dieron cuenta que los monasterios estaban algo mas al Norte de la fortaleza Farrar y recordaron que el capitan Farrar les dijo que esta seria la última misión, después de esto podrian descansar hasta nuevo aviso, por lo que parecia factible el ayudar al monje y completar mejorar su reputacion de soldados fronterizos

Se fueron a sus respectivos cuartos a dormir, los próximos días seguramente no podrían contar con la comodidad de una buena cama.

Por la mañana Gar ya los esperaba con todo preparado, el monje tambien estaba allí montado en una llama.

- Buenos días hermanos- se le notaba más alegre,sin duda el atisbo de esperanza despues de su busqueda le hacia una persona mas feliz que el dia anterior 

Cuando todo estuvo listo se dirigeron a la fortaleza de los escudos rojos donde Anaria los recibio y les proporciono de los viveres prometidos, que como se acordo alli les estaban esperando.Algunos soldades incluso les ayudaron a subir las cajas al carro 

Tras el trance que Anthedil buscó mientars sus compañeros dormían, el elfo permaneció en su habitación, practicando los sutiles movimeintos que le permitían esconder objetos en las mangas de su tunica hasta que el sol se elevó en las ventanas de la pieza que ocupaba y escuchó como el resto, poco a poco se ponía en pie y empezaba el día

Al ver al carro, a los guias, las provisiones y a su nuevo acompañante, el elfo sonrió mientras comentaba - Curiosa cabalgadura. No había visto alguna así antes de hoy - sin embargo, más allá de su cortesia sus dudas eran otras, por lo que preguntó - podremos contar con vuestra ayuda durante el viaje hasta la fortaleza? -

Filo preparo su equipo, comprobando que no faltaba nada necesario para el viaje, se enfundó en el recién adquirido abrigo y salió de la habitación de la posada encontrándose con el resto del grupo afuera. Saludo amable y supervisó aburrida como se montaban lo víveres en la carreta.

Cuando estuvo todo listo agradeció a los soldados la ayuda cargando material y partió con el resto de la comitiva. Durante el viaje se sitúa en la retaguardia de la caravana. El explorador que habían contratado iría abriendo camino y de esta forma podía observar tranquilamente a los nuevos conocidos para evaluar su carácter.

Krugh, todavía medio adormilado, se presenta de buena mañana para supervisar junto a Filo la carga de la carreta por parte de los soldados, animándolos cariñosamente con apelativos tales como "holgazanes, palurdos, vagos", provocando en más de una ocasión más retraso que ayuda.

Después de esto, se prepara para la partida, observando la curiosa cabalgadura. Al acercarse al "bicho" recibe como saludo matinal un fabuloso escupitajo que le impacta en toda la cara, con la consiguiente retaíla de improperios e insultos (también cariñosos, por supuesto), por lo que decide mantener una distancia prudencial desde entonces, situándose dentro la carreta, puesto que sus cortas patas no podrían seguir el ritmo de los "patilargos".

Había llegado el momento de partir. Mirgan esa mañana no había querido separarse de su cama, sabiendo que no vería una por unos cuantos días. Cuando por fin se levantó, se preparó sin ninguna prisa y se unió al resto del grupo.

_¡Hey, qué bicho tan simpático! -dijo al ver el escupitajo que lanzaba la llama a Krugh-. ¿Me enseñarás a andar en uno de esos, Loy?

Luego se acercó a Garra y a Hawk para presentarse, pues no había hablado con ellos la noche anterior. Intercambiaron algunas impresiones sobre el viaje, y luego Mirgan se reunió con sus compañeros.

_¿Todos listos? Va a ser un largo y helado viaje...

La noche había pasado sin mas percances y Bogon no pudo evitar sentir una profunda curiosidad por los pergaminos de los que hablaba el monje, pasó la noche en su habitación con la cabeza algo mareada después de varias jarras de hidromiel y durmió plácidamente, al despertarse con algo de desgana se aseo y después de lavarse la cara se dedicó a estudiar su libro, repasando algunos conjuros para este nuevo día, en el que emprenderían el viaje.

Finalmente el pequeño Gnomo con su acostumbrada sonrisa se reunió con sus compañeros y llegaron hasta el lugar para aprovisionarse de los víveres que les tenía la capitana, allí estaban Hawk y Garr, además de Loy, cabalgando tan exótica criatura, Bogon no pudo evitar soltar una carcajada después de ver a Krugh empapado después de ser escupido por la bestia, aunque sus quejas e insultos no le resultaban menos cómicos.

Después de saludar a todos y de intercambiar algunas palabras, el Gnomo decidió abordar la carreta junto a su primo Enano, manteniendo a mano la ropa de invierno, entonces terminó de revisar su equipaje y se aseguró de que todo estuviese en su lugar, mientras esperaba con ansiedad la nueva travesía.

La carreta sale al alba, en dirección a Mylton. La carreta va a un paso de 16 millas por día. Hasta Mylton hay 46 millas, con lo cual, tardareis tres días en llegar: dos noches de acampada en los bosques nevados y al anochecer del tercer día llegarán a Mylton.

Durante el camino Loy–Yang viaja en su llama y recuerda que él durmió una noche a la intemperie en un claro del bosque entre unas caravanas que se encontró.

LLegais a Mylton, es una ciudad donde las nieblas permanecen como si estuvieran flotando sobre el terreno medio helado y embarrado.Una empalizada de madera cubierta por diversos cúmulos de nieve abraza el pueblo y en la zona sur se sitúa un sólido y enorme portón. Una atalaya se eleva por encima de la empalizada detrás del sólido portón. Un vigía armado con una lanza, cubierto de gruesas pieles, se asoma al veros.

-¡Alto, ¿quién va?! – grita a la vez que un helado halo sale de su boca. Tengo órdenes estrictas de no dejar pasar a nadie.

Krugh habia estado cabezeando adormilado en la carreta, farfullando entre sueños algo sobre elfos escondidos en bosques, gnomos emparejándose con medianos y llamas babeante peludas y gigantescas. La parada del vehículo lo despertó súbitamente, sobresaltándolo. -Eh!.- Cogiendo instintivamente su maza, la levantanta levemente con ademán de pegar a Bogon. Enfocando los ojos, logra reconocer a su compañero, por lo que baja la maza, frotándose fuertemente el rostro para despejarse, quitándose la poca escarcha que se le había asentado en la barba.

Al divisar al guarda de la fortaleza, abre la boca para exigirle el paso, recordando a tiempo que si metía la pata y no podrían entrar y tendrían que pasar la fría noche en la interperie. Desperezándose comenta en voz alta - Mejor será que habléis vosotros. La última vez que pedí entrar en una ciudad me miraron mal.-

Acomodándose de nuevo, aprovecha para observar con odio a la llama, la cual le devuelve la mirada, masticando ostensiblemente un bolo alimenticio de forma amenazante y presta para escupir de nuevo.

La humana se acerco al frente de la caravana para presentarse ante el centinela y no pudo evitar una mueca de extrañeza las prudentes palabras del enano. De hecho cuando le vio, aguantando la mirada del extraño animal del monje, intuyó un extraño parecido entre ambos en la manera de masticar, pero decidió apartar de su mente esa imagen y centrarse en el problema que tenían delante.

- ¡Salve la fortaleza! - Gritó. - por llamarlo de alguna manera. - masculla Filo entre dientes. - Somos un grupo de pacíficos viajeros que buscamos descanso del frío y duro camino. ¿Por qué motivo no se permite la entrada? No somos pedigüeños ni alborotadores y tenemos dinero para pagar la posada.

Pronunció las palabras con tono convencido pero por dentro se daba cuenta de las mentiras que, una tras otra, iba pregonando.

Cuando llegaron a Mylton, Mirgan no tardó en ponerse de pie para estirarse. Había hecho el recorrido tirado en la carreta, acomodado entre unos sacos cargados de granos. En realidad eran bastante cómodos dentro de todo, no se podía quejar, pero ni siquiera un mediano podía pasar tantas horas acostado sin necesidad de extender sus articulaciones.

Sonrió primero al escuchar al enano. Incluso cuando se mostraba reflexivo era gracioso. Y luego sonrió también al escuchar a Filo. Era solemne al hablar, sus modos no se parecían a los del desenfadado mediano. Era un grupo bastante desparejo, pero le gustaba. Confiaba en ellos, estaba contento de estar allí.

A diferencia de los paticortos, a Anthedil le gustaba caminar. El carro no iba tan rápido como para que fuera complicado seguirle el paso y a la vera del camino siempre era posible encontrar pasto alto o incluso algunos arbustos que le permitieran, si fuera necesario, ocultarse para analizar las mejores alternativas para un posible combate

El elfo no era ningún cobarde, pero era muy consciente de sus fortalezas. Y elegir donde clavar sus flechas era una de ellas. Preferentemente antes de que el enemigo supiera desde donde le habían disparado.

Su aguda vista distingió la empalizada que rodeaba al pueblo y, casi sin darse cuenta disminuyó el paso y se alejó unos metros del carro, buscando pasar desapercibido entre la nieve. Todavía no era el momento de utilizar las armas... pero si lo fuera el estaría preparado.

Con calma escuchó las palabras de sus compañeros y esperó por la respuesta del guardia. No estaba tan lejos, si debía ensartarlo de un flechazo lo haría Espero que no haga falta. Es solo un guardia se intentó convencer, pero sus tratos con los humanos le habían enseñado que estos nunca reaccionaban de la manera lógica Mejor estar preparados se planteó esperando que estar preocupándose de más Uno nunca sabe

Bogon se había embutido en las ropas de invierno para intentar mermar el frio que helaba hasta los huesos, en el camino se la pasó leyendo su libro y añadiendo algunas notas en un pergamino, cuando el carro frenó y vió a Krugh con intenciones de golpearlo, solo atinó a agazaparse en una esquina del carruaje, para luego percatarse que solo se trataba de uno de esos arranques adormilados del Enano, resoplando de alivio guardó sus pertenencias y se asomó fuera de la carreta, mientras Filo cruzaba palabras con el guardia, al parecer el poblado que se encontraba en frente suyo se trataba de Mylton, según habían revisado en los mapas.

El tono y significado de las palabras de la espadachina no gustaron nada a el guardia que se las tomo bastante mal

¡Qué parte no habéis entendido, no pasaréis hasta que no termine la sentencia, tengo órdenes estrictas de no dejar pasar a nadie hasta que termine. Pero si me dais 6 monedas de oro , podria hacer la vista gorda.