Partida Rol por web

Aileen, la silenciosa guardia no abandonaba en ningún momento a Lemto, interponiendose entre él y cualquiera que se acercara aunque fuera de casualidad.

Sin sutilezas, llamar a la puerta sin mas. Tampoco es que hubiera mejor opción que nos dejara sin problemas con la guardia, porque al menos parecían todos vivos, así lo confirmaban las gafas, así que solo podían ser un dolor en el culo, no un enemigo.

- ¡Achmed, abre! - añadí a las palabras de Agatosh -. ¡Soy yo, Mischa! ¡Es urgente!

Durante unos segundos, los miembros de la Hermandad Oscura, guardaron silencio, esperando oír algún sonido del interior. Al no obtenerlo, intercambiaron miradas de frustración, mientras sus mentes barajaban los diferentes alternativas propuestas; sin embargo, antes de que pudieran realizar alguna, el tintineo de las llaves al entrar en la cerradura desde el otro lado, atrajo la atención del grupo. Poco después el pestillo saltó y la puerta se abrió unos centímetros, revelando el rostro de Acmed.

—Ah, hola Mischa— saludo el erudito con voz cansada—. Por favor pasad.

Guiados por el anciano, el grupo cruzó el recibidor y se adentro en una gran sala circular separada en dos plantas. Ambas estaban cubiertas por estanterías ancladas a la pared, las cuales estaban repletas de infinidad de libros, pergaminos y tablillas polvorientas. Además, en el centro de la circunferencia de la parte inferior, se encontraban varias mesas y sillas vacías. No había nadie en el lugar, tan solo ellos.

—¿Traes el libro?— preguntó poco después mientras miraba de manera directa al investigador.

» Creo que ya he encontrado la manera de poder leerlo— añadió poco después sin alegría alguna en su voz.

Aquel detalle provocó que el antiguo arqueólogo frunciera el ceño. Acmed, al igual que él, era un hombre que disfrutaba con los enigmas. Que no mostrara emoción alguna ante su inminente resolución lo dejo confuso, al menos en un primer momento, pues mas tarde observó como una gota de sangre se escurría por la mano de su interlocutor, hasta finalmente caer al suelo. Tal hecho no paso desapercibido para Agatosh y Aileen, los cuales no pudieron evitar fruncir el ceño en una mezcla entre la confusión y la sorpresa. La sangre, compuesta por agua, proteínas y diferentes células, se encontraba en una mezcla homogénea y liquida cuando la persona estaba viva. Al morir, las proteínas y las células se aglutinaban en una fracción forme, dejando una mezcla heterogénea, una que reconocieron al momento en el rastro dejado por el anciano erudito.

Mischa suspiró aliviado al ver a Acmed y por primera vez desde que estuvo con aquel grupo su expresión se relajó de forma sincera. Sus gafas revelaban que aún estaba sano, así que debían haber llegado a tiempo.

- No diré que ha sido fácil, pero he logrado mantenerlo a salvo - dijo revelando que había engañado a los demás al decir que Acmed tenía el libro, ya lidiaría después con ello -. La situación era peor de lo esperado.

El investigador entrecerró los ojos y borró la media sonrisa de su rostro al escuchar las palabras de Acmed.

- Ya veo. ¿Cómo, exactamente? - dijo con un tono claramente inquisitivo -. Quiero decir, me sorprende que lo puedas decir con semejante tranquilidad, después de todo el esfuerzo que has dedicado. O que no estés preguntando por Shaktar. O que no te estés preguntando porque ya estoy de vuelta, con todos estos desconocidos. Dime, ¿quién eres y que has hecho con Acmed?

El investigador ya tenía en aquellos momentos la diestra colocada en el mango de su espada, y con la siniestra ya había sacado un extracto, listo para lo que se viniera.

Aileen vió algo extraño, por lo que se colocó junto a Lemto haciendole algún tipo de señal y susurrando algo.

Lemto miró extrañado a Aileen, pero no dudó en aquello y levantó rapidamente un amuleto que llevaba debajo de la capa, dos olas de energía negativa.

Una vez hecho esto y preparado a que saltara cualquier tipo de trampa pregunto.

-¿Que estas tramando Achmed? ¿Quien te convirtio?

Agatosh entrecerró los ojos, confundido un instante. ¿Estaba muriendo o era un no-muerto? ¿Convertido o suplantado? Y si era lo primero, ¿por propia voluntad? Eran las únicas preguntas que le interesaban ahora, el resto podrían esperar a tener respuestas, unas que sacarían o bien por las buenas, o por las malas, como probaba que hubiera sacado dos frascos, uno directo en su mano, y otro en la cola que había desenroscado de su cintura.

—Responde a las preguntas —sugirió al viejo.

Ya dentro de la biblioteca en aquella sala circular, le resultó llamativo que no hubiese nadie más pero quizá fuese por la hora o el momento puntual. Que no hubiese nada en las mesas también resultó llamativo, que no hubiese nadie con un proyecto o estudio entre manos daba que pensar.

Continuó haciendo lo que él solía hacer normalmente, comprobar el terreno y mirar con curiosidad todo a su alrededor. La conversación que cabía esperar por parte de los cocidos comienza pero rápidamente toma un rumbo que no le gusta nada.

 -¿Hemos llegado tarde?- Pero no dijo nada, detuvo su travesía abruptamente tratando de adelantar acontecimientos aparte del interrogatorio que estaba a punto de suceder.

-Esto no funcionará, ya hemos visto que los esbirros de Lilith son duros de voluntad... los guardias de la entrada quizá estén esperando una señal para... o encasillarnos la muerte del sujeto con algún aviso... Como odio a ese monstruo, de veras.-

-Voy a tomar... un par de medidas preventivas. -Le dijo sobre todo a Agatosh, que ya conoce la costumbre del semielfo por salir corriendo de pronto para volver al poco tiempo.  Tomó prestada una silla y se fue corriendo a la entrada, la idea de Abelgos era comprobar que la puerta principal estuviese bien cerrado con el pasador echado y si no poner la silla, luego investigar que no hubiese nadie más espiando o que pudiese abrir alguna entrada. 

El anciano de ojos opacos pasó su mano sobre su pecho en una muestra de indignación, seguido de un balbuceo inconexo en un intento de parecer nervioso, dolido y débil; sin embargo al ver que tales artimañas no surtían efecto en los miembros de la Hermandad Oscura, el impostor los miró con fijeza y, esbozo una sonrisa ancha, profunda y antinatural.

—¿Qué quien soy?— preguntó poco después mientras aferraba las vestiduras de su pecho—. Digamos que soy un lobo vestido con la piel de cientos de corderos, entre las cuales se encuentra las del vejestorio me temo. El cual por cierto era y es duro de roer. Su alma se niega a cumplir los designios de su nuevo amo.

El pequeño nigromante concentro su poder en el amuleto, emitiendo poco después dos impulsos de energía negativa. Estos, para disgustos del arcanista, no surtieron ningún efecto en la voluntad del enemigo, bien porque fuera demasiado fuerte o porque no pertenecía todavía al mundo de los muertos. Por otra parte, a pesar de que la energía negativa no tenía poder alguno en los vivos, si que tornaba sus pensamientos más oscuros y dramáticos. Permitía que el dolor plantara una semilla en sus corazones, bañada entonces por lloviznas de tristeza y sufrimiento aparecidas en forma de pensamientos intrusivos.

—Mi arte va mas haya del simple estado de la no muerte, traidor— respondió poco después a Lemto con una voz resonante y doble—. Te enseñare el poder de Lilith, estúpido mediano.

En aquel momento, mientras Abelgos regresaba con el resto del grupo, el desconocido tiró con fuerza de sus ropas. Para sorpresa de los presentes, una sustancia gelatinosa siguió a los ropajes al ser arrancados, desvelando bajo esta una criatura humanoide sin pelo, esbelta y frágil. Además, podían distinguir en algunas zonas músculos y huesos bajo su piel traslucida.

—Os añadiré con gusto a mi colección— dijo con una mirada feroz cargada de odio—. Más tarde iré a por el resto de vuestros compañeros. Quizás mate y viole a Aerin con tu aspecto Agatosh. Creo que le gustara.

Al pronunciar aquellas palabras, la criatura rio de manera estridente, provocando que el cristal de los viales de ambos alquimistas vibraran hasta el punto de agrietarse. Fue entonces cuando Aileen, Mhun y Mischa reconocieran a la criatura. Era un doppelganger, una criatura capaz de suplantar a cualquier persona, destinada a la propagación del caos y el dolor. Prácticamente imposible de reconocer en sus engaños, pues son capaces de adoptar no solo las características físicas de su victima, sino también las mentales, llegando incluso adquirir partes de sus recuerdos.

Abelgos llega en un santiamén tras su rápida escapada aprovechando al máximo su velocidad, solo para lamentarse profundamente de llegar en ese preciso instante en el que aquella cosa mudaba de ropa. Y piel.

¡Oh por el amor de una madre, que asco, nos lo podías haber ahorrado! -Replicó al impostor con un gesto de completa aversión.

Luego y a pesar de la escatalógica escena, hace cuentas mentales y si tiene en cuenta a su familar y su loba es un ocho contra uno. O bien no estaba solo o era un adversario muy confiado y temible. Con un silbido avisó a su loba de que se fuese con su dueño y comenzó a rodear al sujeto hasta ponerse a su espalda. En el trayecto preparó su arco y dos flechas listas para disparar a la señal.

El último comentario sobre Aerin fue bastante molesto hasta para él y no le costó imaginarse a Agatosh cargando el solo para desmembrarlo, igual eso era lo que quería.

-Cuidado con las provocaciones y las trampas, igual nos tiene algo preparado. -Advirtió. 

A Agatosh no le repugnó la escena; había visto cosas peores. Tampoco se enfureció porque les hubieran intentado engañar; era de esperar. Pero aquél comentario hizo que la ira encendiera su mirada, la rabia aceleró su pulso y, al instante, dejó que la furia le embargara—. Usaré tu piel para hacerme un traje —gruñó.

Sin perder mas tiempo, descorchó rápidamente sus viales y, de un trago cada uno, se los bebió del tirón, haciendo que su cuerpo cambiara, adaptándose a la armadura con garras, dientes afilados y una cornamenta de aspecto peligroso.

—No vas a salir de aquí —avisó con voz más gutural.

El mediano mantuvo la compostura ante esta emboscada por sorpresa.

-Veo que sigues siendo un perro servicial, no pasa nada, tu cadaver responderá nuestras preguntas.

Lemto no se alejó demasiado y lanzó un conjuro para ayudar a sus compañeros*.

Sin dudarlo Aileen se interpuso entre Lemto y aquel ser , cubriendo a su protegido y obvservando atentamente a la sala, por si había alguna sorpresa más.

- Su alma no tiene ningún amo, rata asquerosa - dijo Mischa mientras descorchaba el vial, para a continuación beberse sus contenidos -. Te noto claramente orgulloso de tus crímenes, así que ya va siendo hora de que te enfrentes a la justicia.

La espada del investigador ya estaba desenvainada, apuntando hacia el doppelganger. Sus ojos estaban centrados en este, pero se movían rápido centrandose en cada detalle de los movimientos de la criatura, previendo sus acciones para estar un paso por delante.

- Podemos hacer esto por las buenas o por las malas. Pero la verdad es que después de lo que le has hecho a este pobre hombre, tengo bastantes ganas de que sea por las malas. Así que vamos, dame una excusa para coserte a agujeros. Prometo dejarte vivo para el interrogatorio.

Drag no estaba habituado a la guerra, no disfrutaba del combate como otra gente, y prefería mantenerse atrás. Cuando ocurrió aquella grotesca escena, y a pesar de todo, pensó más en los posibles usos de una habilidad como esa que en que fuera una amenaza, y tal vez por eso ni se planteó formar parte de la lucha en un primer momento.

A pesar de que la superioridad numérica jugaba en contra del doppelganger, este no borro su sonrisa de su rostro en ningún momento. Tampoco lo hizo cuando el grupo de aventureros comenzó a rodearlo y a prepararse contra él. Abelgos cargo, tensó y apuntó con su arco, mientras que ambos alquimistas ingerían extrañas sustancias que mejoraban sus capacidades. Por último, Lemto, protegido por Aileen, distorsiono la percepción del tiempo en sus aliados, provocando que estos se movieran de manera más precisa.

Cuando la batalla estaba a punto de comenzar, el enemigo tomó aire, hinchando su pecho de manera antinatural y desproporcionada, tras lo cual escupió una densa y oscura niebla. Negados del sentido de la visión, aguzaron el oído en un intento de intuir por donde huiría. Para sorpresa de los héroes, no huyó, sino que se movilizo con otras mas personas alrededor de la sala. En total contaron seis juegos de pisadas distintas, las cuales danzaban a su alrededor sin acercarse lo suficiente para ser atacados, al menos por el momento.

Mientras la bruma se expandía por la habitación, los miembros de la Hermandad Oscura sintieron un pequeño tirón en sus cabezas. Alguien les había arrancado un cabello, pero ¿con que finalidad? Instantes mas tarde, la neblina perdió consistencia, permitiéndoles intuir las siluetas del inmobiliario y las personas de su alrededor, un total de doce, las cuales eran extrañamente familiares. Poco después lo comprendieron. Sin la negrura empañando la visión de los presentes, encontraron una escena confusa y aterradora a partes iguales, pues en la sala había dos miembros de cada integrante. ¿Quiénes eran impostores y quienes eran reales?

Confundidos intercambiaron miradas con sus duplicados. Reconocer el impostor de uno mismo, era algo fácil, pero ¿Cómo podían demostrar al resto de sus compañeros que ellos eran el original y no un simple duplicado? O peor aun, ¿de quien podían fiarse? Infinidad de inquietudes surcaban sus mentes, dejando clara una cosa. Si usaban la sangre como justicia, más de uno de ellos podía acabar matando al que no debían. Sin embargo la pregunta era, ¿existía alguna manera de diferenciar al impostor del real?

Durante todo el proceso, Agatosh no perdió el hilo de la situación; aunque la niebla ocultaba a los emboscadores a sus ojos, incluso viendo en la oscuridad, no bloqueaba su olfato. Cuando uno se acercó a él, lo notó en seguida, igual que cuando volvió a apartarse rápidamente; tenía curiosidad por saber que ocurría, y al verlo, no pudo menos que reír, fijada ya su mirada en su propio doble. Lejos de amilanarse o extrañarse, simplemente se crujió su cuello y sonrió bajo el casco. Su voz sonó metálica bajo este—. Al fin un enemigo a la altura.

A La Bestia le daban igual los demás, que cada uno se encargara de su propia copia, o él se encargaría de todos cuando acabara con la criatura que se se hacía pasar por él. Hasta entonces, estaba ocupado—. A ver si eres más que solo una cara bonita —dijo antes de sacar otro otro extracto, bebérselo de un trago, y volverse invisible.

No estaba hecho para el combate y no le gustaba, pero no significaba que estuviera indefenso del todo; tenía sus recursos y, al fin y al cabo, siempre quedaba la huida. Empero, no podía abandonar a los demás cuando una burda copia de si mismo se burlaba de él a pocos pasos.

—No se juega con un enano —gruñó, ofendido, mientras echaba un vistazo alrededor y, tras hacerse una idea de la situación, empezaba ya a conjurar, habiendo seleccionado dos objetivos: los falsos Drag y Agatosh. Puede que no fueran distinguibles, pero si él se había mantenido junto al demonio todo el rato, significaba que el que no estaba a su lado, el que no acababa de desaparecer, era la copia.

Tres cadenas de púas surgieron de otro reino, restallando contra el suelo y golpeando a sus objetivos, enredándose con sus piernas para derribarles.

- Me parece que no entiendes la gravedad de tu situación - dijo el espadachín desde el interior de la humareda, mientras bebía otro extracto al notar como algo me había arrancado el pelo.

Al disiparse el intento de maniobra de distracción miró a su imitador, casi con una media sonrisa y con unos brazos que alcanzaban hasta sus rodillas.

- Tus movimientos te siguen delatando. También lo es el hecho de que no puedas copiar nuestros mutágenos. Puedes copiar nuestra apariéncia, pero no nuestras habilidades. Y aunque pudieras hacer lo segundo, no has tenido tiempo para poder preparar nada.

Adoptando la postura de duelista y manteniendo sus distanicas, el brazo derecho de Mischa empezó a dar una estocada tras otra contra su copia.