Partida Rol por web

El combate se intensifica en todos los frentes y el ruido de la batalla se extiende por el cercano bosque, Amlaith y su contrincante se evaluan de nuevo con miradas rabiosas pero esta vez el resultado es bien diferente, el montaraz ataca primero con decisión y la defensa del muchacho no es buena, consiguiendo un profundo tajo en el abdomen que sangra profundamente, el chico se echa algunos pasos atras sin posibilidad de replica y con gesto de sorpresa. El único contratiempo para Amlaith es que al hacer el movimiento, la herida producida por el flechazo se abre un poco más, produciendole un agudo dolor que el montaraz expresa poniendo cara de rabia, muy concentrado en la pelea...

Edha por su parte, se quita de en medio a su adversario con un brutal golpe lateral de su espadon, el metal coge de lleno las costillas del lancero que se hunden sonoramente con la presión además de provocar una profunda herida, el hombre sale completamente desequilibrado a un lado cayendo al suelo inerte, sin duda está muerto.

La pelea de Harndir también parece que llegará pronto a su fin, el nórdico golpea fuertemente con su hacha el brazo con el que su oponente sujeta el arma, cayendo de rodillas al suelo con fuerte dolor, el hombre se queda frente a él malherido, con pocas opciones de vivir si recibe otro golpe.

Mientras sigue el combate, los arqueros han estado preparandose para una nueva andanada de flechas, pero la llegada de la maga resulta providencial, Ivorwen musita unas palabras con sus labios, de repente, uno de los arqueros se eleva del suelo unos 6 metros y se aleja de su posición, cayendo no mucho más lejos, esto es suficiente para que el hombre se de cuenta del poder de sus adversarios, y con cara de estupefacción sale corriendo lo más rápido que puede, perdiendose en la maleza.
Su compañero, que tiene el arco cargado, admira la proeza sorprendido y viendo que tiene la batalla perdida decide no arriesgarse y marcharse al igual que el anterior, la magia no es algo común en la Tierra Media y la mayoría de los presentes no la habían presenciado nunca, menos aún en el campo de batalla.
Ahora sólo quedan dos guerreros, y los dos están heridos, practicamente sin ninguna posibilidad de sobrevivir, al percatarse de ello, el que se empareja con Amlaith retrocede aún más y tira su arma...

-Alto por favor, no mates a mi compañero...- le dice al barbudo que está apunto de rematar al lancero con su hacha a una mano.

Dagar contesta al joven guerrero -No pienso dejar los carros aquí sólos, menos aún después de lo que ha pasado, me esconderé algo alejado cómo tú dices, tú mientras puedes ir a buscarlos- dice con cara de resignación- pero no tardes demasiado, tienes que buscar ayuda y traerla de inmediato, recuerda que se os pagará por custodiar los carromatos, esa es vuestra prioridad... Ah... y ten cuidado chico ... algo me dice que las cosas no van bien-

El combate, da un vuelco inesperado tras la intervencion de Ivorwen. A pesar de no perder de vista a mi oponente directo, no puedo por menos que percatarme del espectacular vuelo de uno de los arqueros. Y, naturalmente, no soy el único que se percata de ello.

Ante mi, ahora, ya no hay un guerrero dispuesto a entablar combate hasta el final. Si no, tan solo, un pobre desesperado que arroja su arma y suplica piedad. Miro de arriba a abajo a mi oponente y es obvio que con la herida que le he provocado, esta jugando su mejor carta.

Sin envainar, me aproximo lentamente un paso manteniendo mi posición de guardia y digo.

¿Quienes sois y de donde venís?. Habla rápido antes de que se agote mi muy escasa piedad. Pues te recuerdo, que antes de que cruzáramos nuestros aceros, te hable y te pedí lo mismo. Y procura que tus respuestas me resulten satisfactorias. Es tu vida lo que te estas jugando aquí y ahora.

Y el desconocido puede darse cuenta, por mi tono de voz, que estoy hablando totalmente en serio. Así que, mientras se piensa la respuesta, añado en voz alta para que todos mis compañeros puedan oírme.

No perdáis de vista a ninguno de estos desesperados. Y a la mas mínima señal de peligro, atacad. Y no dudéis. Si quieren arriesgar sus vidas de nuevo, que no sobreviva ninguno.

La llegada de Ivorwen había sido sin duda decisiva. Tras ver a uno de los arqueros salir por los aires y caer a escasos metros al de Edha, parecía que la batalla se decantaba de nuestro lado, y no puedo evitar esbozar una media sonrisa triunfal.

Me adelanto un paso para asestarle otro golpe a mi adversario, seguramente el definitivo,  pero ante la suplica del tipo al que perseguíamos, detengo mi movimiento con el hacha en alto. Mis ojos rezuman aún el furor de la batalla, la frustración por haber sido emboscados de esa manera, y esa ira quería resarcirse con sangre. Pero no soy realmente un asesino por lo que, mientras Amlaith le requiere explicaciones, yo guardo silencio, resollando, en espera de la respuesta y sin apartar mi atención del lancero que estaba de rodillas frente a mí.

-Ni un movimiento o será lo último que hagas -le advierto con voz grave.

Aprovecho para mirar furtivamente a Lolyan, quien se hallaba todavía tendido tras el flechazo. Me preocupa su suerte, y eso sólo hace aumentar todavía más mi odio...

 Miro a Dagar y sonrío al decirle lo siguiente:

- Acuérdate que a mí nadie me va pagar...yo hago esto por gratitud...no por dinero...

Saco la espada y observo el filo durante un instante y le susurro en mi lengua natal:

- Compañera es posible que tengamos que entrar de nuevo en combate...serviste bien a mis ancestros y a mí me diste un gran servicio hace poco, te ruego que no te melles y que tu filo corte como el viento...sólo te tengo a ti buena amiga...

Levanto la vista y miro a Dagar:

- No tardaré mucho, me moveré rápido entre los árboles e intentaré que no me vean...intentaré traerlos lo más rápido posible...

Empiezo a moverme hacia el último lugar donde los había visto.

Victoriosa observo con el gesto serio a mi adversario tendido sin vida en el suelo. Te lo dije, te iba a doler...

Antes de que pueda dirigirme hacia mis compañeros para prestarles ayuda, algo llama mi atención en lo alto del terraplén, uno de los arqueros es desplazado unos metros de su posición y visiblemente aterrorizado huye a la carrera al igual que su compañero. Sorprendida, pues en todos mis largos años de lucha nunca había presenciado tan de cerca el poder de los magos, miro a Ivorwen y le dedico un gesto de admiración inclinando levemente la cabeza. Sin duda los poderes de nuestra maga han sido de gran ayuda.

Durante estos escasos minutos, Amlaith y Harandir casi han conseguido poner fin a la vida de los miserables que pretendían hacer lo mismo con nosotros. Pero para mi sorpresa, ambos deciden detener sus armas tras las suplicas de clemencia de nuestros adversarios. Todavía llena de furia por la pelea, las palabras salen de mis labios sin que pueda detenerlas. ¡¡Matadlos!! Ya no hay tiempo para las palabras. Cuando querían poner fin a nuestras vidas no querían hablar. ¡¡Ellos no se lo hubieran pensado si nosotros estuviéramos ahora en el suelo de rodillas!! ¡¡Mirad lo que le han hecho a Lolyan!!

Al decir esto último recuerdo que nuestro amigo lleva tendido en el suelo desde que comenzó la batalla. Corriendo voy hasta él y me arrodillo en el suelo para comprobar su estado. Mis peores sospechas se cumplen, Lolyan yace muerto en el suelo. Invadida por la ira me pongo en pie con el gesto lleno de rabia y sujetando firmemente el espadón. Lolyan está muerto. Poned fin a la vida de esos desgraciados o juro por mis antepasados que lo haré yo.

-También habrá paga para ti si nos ayudas a llegar al Tirthon muchacho, ahora vete ... y vuelve lo antes que puedas ...-

El muchacho se aleja de Dagar a buen paso después de conjurarse con su espada con actitud valiente, corriendo no tarda demasiado en llegar al sitio por el que se fueron sus compañeros, cuando ha avanzado un par de centenares de metros, empieza a oir las voces de estos, airadas. Con cautela, Baga se aproxima espada en mano y aparece en un claro, lo que ve le sorprende sobremanera.

Tanto Amlaith como Harandir tienen a un par de rehenes en frente suyo, el del primero esta en pie con una herida en el abdomen aunque continua bastante entero, y el del nórdico está de rodillas esperando el golpe de Gracia de su hacha. En el suelo está Lolyan, que no se mueve en absoluto, Edha se acerca a él y comprueba que está muerto, una flecha disparada por los arqueros del terraplen ha destrozado su garganta y se ha ahogado en su propia sangre. La guerrera insta con cara de rabia a los montaraces a que acaben con sus vidas o de lo contrario dice que lo hará ella, la tensión del ambiente se puede cortar con una espada no demasiado afilada...

Aparezco en el claro y veo tres cuerpos tendidos en el suelo. Loylan el elfo yace con un flechazo sobre la hierba y otros dos enemigos parecen abatidos. Ha sido una dura batalla, y ahora dos están a merced de la espada de mis compañeros de viaje. Seguramente mueran antes de decir algo si son los guerreros que atacaron mi aldea.

Desde la distancia con la espada en la mano los miro y digo en mi lengua natal; puede que sean de mi sangre, algún clan rival que ha cambiado de bando. Tengo que determinarlo para ver si se aplican las leyes de nuestra gente:

(Dunael) - ¿Quiénes sois? - les pregunto serio y desde una prudente distancia.

Miro a la montaraz y digo en voz alta:

- No os apresuréis en darles muerte...quiero saber si son los que asaltaron mi aldea...hay leyes que rigen por encima de la de los hombres y una de ellas es el legítimo derecho de venganza...nadie matará a nadie hasta que respondan a ciertas preguntas...

Doy un par de pasos al frente y me acerco a ellos. Miro de soslayo a Loylan y lamento la pérdida de una de las personas bellas. Es lamentable que haya muerto un inmortal de esa manera. Vuelvo a preguntar en mi lengua natal:

(Dunael) - ¿Quiénes sois? ¿A quién debéis lealtad?

Y solo tras las palabras de Edha, miro levemente hacia atrás para descubrir, el cadáver de nuestro compañero elfo.

Vuelvo a mirar hacia delante y me aproximo un par de pasos a mi antiguo oponente. Mientras me aproximo, escucho a nuestro nuevo compañero y también, el requerimiento de Harandir.Pero yo, no estoy para sutilezas.

Indudablemente, mi prisionero lee mis intenciones en mi rostro. Y quizá fuera a suplicar de nuevo. Pero eso, ya no es que me importe demasiado. Pues para mi, esta muy claro cual es el bando elegido por estos bastardos.

Silba mi acero cuando, impulsado por la furia, golpeo con fuerza y precisión sobre el cuello del desgraciado que tengo delante. Y sin dar tiempo a que su mueca se borre de su rostro, la cabeza de ese maldito bastardo mal nacido sale volando girando sobre si misma mientras su cuerpo se derrumba a mis pies. Y es tal el grado de precisión de mi ataque que la cabeza en cuestión, aterriza justamente a los pies del otro bastardo al que esta interrogando Harandir. Y yo, sin envainar, me aproximo hasta el otro desgraciado y digo.

¿Has visto?. Elige. Habla o muere. Y date prisa con tu elección o seré yo el que elija por ti. Y creeme, no te va a gustar mi decisión.

 Veo como Amlaith se carga a uno de los desconocidos y va camino de matar al otro. Me acerco al nórdico para detener al dunadán. Con la espada en la mano preparado para parar el ataque del dunadán si es preciso. Necesito respuestas y no puedo dejar que acabe con la única fuente de información que tengo para saber la verdad de lo sucedido.

- Dunadán no mates a otro, está indefenso...

Miro los ojos del pobre desgraciado, seguramente sabe que su final está próximo así que tengo que darme prisa y sonsacarle la información que necesito saber.

- Dinos quién eres y qué haces aquí...estas tierras son las de mi clan y no os conozco...¿qué hacéis en ellas?

Me acerco lo suficiente y lo miro directamente a los ojos. Tengo que lograr arrancarle alguna palabra para poder saber el porqué de todo esto.

Las palabras de Edha hacen que me hierva la sangre sin control ¿Lolyan había muerto? En ese caso me importaban ya muy poco las explicaciones que el miserable que se enfrentaba a Amlaith pudiera dar, sólo me embargaba la ira. El chiquillo aparece en escena, clamando algo sobre la vida de los demás, pero tampoco me importaba lo que pudiera decir, ni él ni nadie ¿qué es eso de la ley contra la venganza? Agarro con fuerza el mango de mi arma, apretando hasta el punto de querer estrujarlo, y lanzo un grito de impotencia al mismo tiempo que bajo mi hacha para asestarle un último golpe al tipo, directo al cuello. Su cuerpo se separa en dos, cayendo desplomado a mi lado. Su sangre encharca mis pies, y quedo mirándolo con la cara desencajada.

 Examino los restos de los dos desconocidos para saber si son dunlendinos y si lo son intentar conocer a que clan sirven. Es importante para mí ya que si son aliados de mi pueblo las personas que me salvaron podrían haber matado a miembros de mi pueblo. Y eso según nuestras leyes se castiga con la muerte.

Con una sonrisa triunfante, orgullosa de haber podido realizar ese hechizo, me acerco con un andar que refleja la satisfacción que siento al haber podido ayudar a mis compañeros y tender la batalla a nuestro favor. Incluso me siento más alta y más poderosa, más útil. Espero que mi maestro se sentiría orgulloso de mí al verme.

Pero por desgracia en cuanto me acerco escucho algo que hace que me hiele la sangre: Loylan muerto!!!!

Malditos desgraciados!!!! Debería haber venido antes, pero no podía correr si no queria perder la concentración. No puede ser!!

Corriendo ajena a todos me acerco hasta el elfo para cerciorarme. Loylan muerto en esta emboscada! Con la mano acaricio el rostro de nuestro compañero caído y le cierro los ojos, musitando unas palabras de despedida.

Acto seguido presa de furia me abalanzo sobre el desgraciado que queda, pero Harandir se me adelanta.

Respirando hondo me dirigo a mis compañeros: amigos, no sabemos quienes eran y las palabras de Baga me dan a entender que no eran de aquí. No sé vosotros pero el ataque de los lobos, la destrucción de la aldea y ahora esta emboscada me produce muy mala espina. Volvamos a los carromatos, curemos a los heridos y nos llevaremos a Loylan para darle los últimos honores mientras su espíritu va a las tierras imperecederas.

La rabia y la frustración se apoderan del grupo de aventureros al ver a su compañero sin vida, los montaraces, expoleados por la guerrera, acaban con la vida de los dos guerreros de manera cruel, ejecutandolos a sangre fría en la pequeña vaguada, que queda manchada para el resto de los días con la sangre de los dos hombres y el elfo caídos. Las palabras del joven Baga intentando que aquello no ocurriera hasta descubrir si esos hombres eran los que habían arrasado su poblado no sirven de nada, la decisión ya está tomada. Un incomodo silencio se extiende por todo el terreno como si cada arbol y cada piedra sintiera repulsión a todo lo que allí acababa de ocurrir.

El joven Baga examina uno de los cuerpos de los dos guerreros ejecutados buscando algún tipo de indicio que le permita saber si esos hombres arrasaron o no su poblado, tras unos segundos, llegó a la conclusión de que si eran dunledinos, sus ropas y sus rasgos los delataban, pero no conocía su clan, a si que podían ser los autores de la masacre o no,  ya era imposible saberlo ...

En total silencio, mientras miro los cadáveres del par de imbéciles que hemos masacrado con absoluto desprecio, envaino mi acero y vuelvo a colgarme mi escudo a la espalda. Cuando me muevo, noto un pinchazo y un instante de agudo dolor, en el costado herido. Pero ahora, no tengo tiempo para preocuparme de nimiedades.

Sigo en silencio mientras me aproximo al cuerpo de nuestro compañero caído. Para mi, ha sido su gentileza innata la causa de este resultado. Y mirando su rostro ya marcado por la muerte digo.

Ve en paz Loylan de las Falas. De la estirpe Telerin, ha reunirte con tus antepasados en las estancias de Mandos. Ahora, conocerás un lugar mejor y de nada te tendrás que avengonzar aun cuando te presentes ante los mismísimos Thingol y Melian.

Dicho esto, cubro el cuerpo con su capa y, me giro hasta llegar al lugar en donde cayó el bastardo mal nacido al que decapite hace unos momentos. Con su espada corta empuñada, regreso junto al cadáver de Loylan y escarbo en la tierra húmeda del bosque un hueco de poca profundidad. Allí deposito el cuerpo de nuestro camarada caído. Y a continuación, lo voy cubriendo de piedras que vos encontrando por e suelo del bosque. Cuando estoy colocando las ultimas piedras, añado.

Ojala tuviera yo el mismo talento que Turin Turambar. Pues es indudable que mereces un canto tal como el que mereció el propio Beleg Cuthalion. Se te echara de menos Loylan. Te deseo que pronto puedas caminar de nuevo bajo un cielo sin macula alguna por las calles de Aqualonde.

Callo de nuevo y mi rostro se endurece cuando me giro para observar los cadáveres de nuestros enemigos. No, no hay piedad alguna en mi expresión.

Y aproximandome al despojo descabezado que ha sido mi oponente, añado.

A estos, ni una sola palabra o pensamiento de bien les dedico. Como chacales atacaron y como chacales murieron. Que se pudran. Que se pudran a los pies de un compañero caído.

Y al fin me alejo de la escena. Me encamino de nuevo hacia los carros y mientras lo hago, digo.

Harandir y cualquier otro que lo pueda necesitar. Es hora de mirar heridas y tratar de restañarlas. Y hagamoslo deprisa. El tiempo avanza y nosotros, tenemos una misión que cumplir.

Miro a los caídos y rezo las plegarias típicas de mi pueblo. Empiezo a cavar una tumba ayudándome de una piedra plana. No es una tumba muy honda pero trabajo con celeridad, es mejor enterrar los cadáveres, las bestias acudirán raudas a devorar los cuerpos y eso alertará a los que estén alrededor. No comparto los ideales del dunadán sobre los caídos, aunque fueran los que asaltaron mi aldea los enterraría igual a pesar de que ellos no hicieron lo mismo. No soy como ellos gracias a los dioses.

Tras cavarla introduzco los cadáveres de los caídos y los entierro con sus armas, al fin y al cabo eran guerreros y a pesar de ser enemigos deben ser enterrados conservando el honor. Es algo que mi padre me enseñó, a pesar de que sean enemigos y las personas más horrendas de la faz de la Tierra Media todos merecen ser enterrados conservando su honor para que entren con la cabeza alzada en las Tierras Inmortales.

Rezo una vieja plegaria de mi gente mientras tapo la tumba. La señalo con piedras para que la gente no pise la tumba. Al fin y al cabo nadie quiere molestar a los muertos.

Tras esto voy rendirle honores al elfo Loylan. Nunca lo vi luchar pero debió ser un guerrero formidable, la gente bella siempre lo ha sido. Grandes arqueros según cuentan en las leyendas e increíbles espadachines. Seguramente él era un gran luchador. Busco entre las hojas de los árboles, hojas de arce unidas con agujas de pino. Con ellas trenzo con cuidado una especie de amuleto para protegerlo en el largo viaje a las Tierras Inmortales.

"Que el Gran Cazador guíe tu camino hasta las Tierras de la Abundancia. Que en ellas tu casa sea amplia, con la lumbre siempre encendida y tu rebaño fértil y abundante. Que los dioses te guarden."

Coloco el amuleto sobre su cadáver y luego recojo marcho hacia el carro en silencio. No hay mucho que decir y lo que he visto habla por sí solo. Ellos eran la respuesta para saber quién o quiénes atacaron mi aldea pero no podré ya que decidieron ejecutarlos sin miramientos. Ellos podían decirme dónde están el resto de mi clan, los que fueron llevados como esclavos.

Parece que mis palabras y la muerte de Lolyan han tenido el efecto que esperaba sobre el resto de mis compañeros. Sin inmutarme observo como Amlaith y Harandir ponen fin a la vida de los miserables que nos atacaron. Han tenido el fin que se merecian...

Con cuidado envaino el espadón y en silencio vuelvo la vista hacia el cuerpo inmóvil de Lolyan. Has dado tu vida por nosotros y por ello serás recordado. Ve en paz a reunirte con los tuyos. Cuando Amlaith prepara la tumba para nuestro amigo, en silencio comienzo a ayudarle cubriendo el cadáver con las piedras que encuentro por el suelo. Una vez terminada la tarea continúo unos minutos delante del montículo de piedras para dedicarle mi último adiós a Lolyan.

Pasado este tiempo, me giro y observo el campo de batalla. Baga parece decidido a enterrar a los enemigos caídos. No puedo acompañarle en su tarea pues aquellos que intentaron matarme no merecen mi compasión. El honor de los hombres depende de sus acciones en la vida y estos hombres no tienen ningún tipo de honor. Antes de dirigirme de nuevo hacia los carros me detengo un momento al lado de Baga. No sé quienes eran estos hombres, no sé si son ellos quienes atacaron tu pueblo, pero ninguno de ellos merece tus esfuerzos ni tus plegarias.

Sin esperar la respuesta de nuestro nuevo compañero de viaje me encamino hacia los carros y  recordando que los hemos dejado sin protección alguna acelero el paso para llegar lo antes posible donde se encuentran.

Escucho a mi lado las palabras de Amlaith. Amigo, tu herida parece la peor de todas. En el carro en mi mochila tengo mirrena, te hará bien.

Escucho las palabras de la dunadán pero hago caso omiso. Realizo mi tarea en silencio y sin cruzar palabras con ellos. Luego me siento en el carro a esperar a que se reanude la marcha, me encuentro mucho mejor aunque noto cierta tristeza por presenciar esa ejecución. Las palabras de la dunadán escuecen en mis oídos y al final le respondo:

- Dunadán si tu fueras uno de los caídos te gustaría que te enterrasen y que las bestias no devorasen tus despojos...poder reunirte con tus ancestros y no vagar por la tierra como espectro...

No espero que comprenda lo que acabo de decirle. Pero realmente los caídos merecen reposar en la tierra, lejos de las fauces de los carroñeros. Además eran miembros de mi pueblo, un clan desconocido pero eran de sangre dunlendina. Tengo que adivinar si era o no los que atacaron mi pueblo, si son de los nuestros traicionaron el Juramento y sólo la sangre de sus muertos compensará el daño hecho.

Me acerco a Dagar y le comento lo sucedido mientras empiezo. Al final le añado en voz baja:

- Dagar me preocupa una cosa...los que nos atacaron eran dunlendinos...un clan que no conozco pero podrían venir del Sur...si es así buscarán venganza y créeme que no cesaran en darnos caza...así que habrá que darse prisa... 

Luego miro al resto y les comento:

- Los que os atacaron eran dunlendinos...solemos usar grupos de batidores para explorar el terreno...si alguno escapó en breve mandarán una partida...y querrán cazarnos...deberíamos reiniciar la marcha lo antes posible...el tiempo apremia...no vi que llevasen provisiones por lo tanto el grueso está a sólo unas horas de aquí...

Asiento con cierto gesto de alivio al escuchar a Edha. Me dirijo al carro en cuestión y no tardo en encontrar las hierbas mencionadas. Mientras voy escogiendo las que me parecen mas adecuadas tras examinarlas, presto atención a lo que dicen mis compañeros.

Sin girarme, pues no quiero equivocarme, continuo con mi labor al tiempo que contesto a Baga.

A través de los siglos, Baga, mi pueblo ha muerto en innumerables guerras. Creeme. Nosotros ya estamos acostumbrados todo tipo de vicisitudes.

Una torva sonrisa aparece en mi rostro antes de añadir.

De hecho, puede que se equivocaran, y tuvieran lo que se merecían. Pero hasta un ejercito entero de lo mios, yace olvidado en cierta costa inalcanzable para nosotros ahora.

Pero no tardo en callar mientras sigo con mi prioridad. Aunque soy consciente de que no nos sobra mucho tiempo. Pronto he seleccionado el manojo de hierbas que me parece mas adecuado. Y lo siguiente que hago, es llamar a Harandir.

Con las hierbas seleccionadas, las estrujo hasta crear con ellas una pasta. Hago dos mitades con la sustancia y tras agarrar un pellejo de vino de mi mochila, limpio mi herida hasta quedar satisfecho. Le indico a Harandir que haga lo mismo y después, le indico la manera de colocarse las hierbas compactadas. Aprieto los dientes cuando siento un fuerte escozor pero al menos, estoy bastante seguro de que ambas heridas han quedado aceptablemente limpias.

Finalmente, tras un breve suspiro, añado.

Poco mas se puede hacer ahora. Recomiendo revisar esos cadáveres por si llevaran algo útil y reemprender la marcha lo antes posible.