Partida Rol por web

Te acercas a la puerta de la caballeriza, y desde las sombras ves como llega uno de los Príncipes. Uno de los hijos de Elrond.

Le has escuchado hablar, pero no entendiste y te acercaste más. Entonces el príncipe se marchó y escuchaste a Besnayä decirle:

—Esta es mi carga, no la tuya. Ve, participa en la ceremonia. Seguiré el camino indicado, si bien pararé para los ritos del anochecer. Volveré con la misión cumplida. Te confío el cuidado de mi recuerdo más amado, el regalo de mi padre. Que Varda te guíe y guarde, mi guerrero

Tras eso le da un beso el la mejilla derecha.

Me quedo pensativo, sabiendo que he escuchado algo que no debía. O más bien, algo que no me incumbía. Así que Glorfindel, ¿eh? Me pregunto si Nhardol será algún objeto que quiera que el príncipe le guarde.

Permanezco escondido, esperando a que se vaya. No quisiera interrumpir la despedida de una pareja de enamorados. Al menos, es bueno saber que no tengo nada que hacer con ella, así ni lo intentaré.

El luchador se da un beso en las yemas de los dedos de la mano derecha, y tras eso, acaricia tu frente con ternura. Inspira profundo y asiente. Se marcha rápidamente, siguiendo los pasos del príncipe.

Tras eso, el luchador se da un beso en las yemas de los dedos de la mano derecha, luego, acaricia la frente de la sacerdotisa con es misma mano, con ternura. Luego, marcha.Tras eso asiente y se marcha siguiendo los pasos del príncipe.

Me quedo pensativo al ver ese gesto. Me extraña no haber visto un beso en los labios, así que no sé qué sucederá.

Cuando veo a Gorfindel alejarse, decido dejarme ver.

Acercándome desde los establos, aparezco entre unas sombras. Besnayä, saludos la llamo, al ver que se aleja.

Miro un poco más allá otro elfo alejándose, pero bueno, ese no es mi objetivo.

Inspiro también tomando fuerzas para la partida inminente. Una sola palabra brota de mis labios antes de que gire siguiendo los pasos hasta el lugar de la ceremonia.

—Namárië- murmuro sólo para sus oídos.

Me giro al escuchar mi nombre. Sonrío a mi acompañante y me dirijo hacia él, manteniendo a buen recaudo los sentimientos encontrados que me corroen por dentro. Me llevo la mano al pecho y suspiro. Debemos partir y me niego a mirar atrás, pues entonces me sería casi imposible marcharme. 

—Aiya, Gilúvatar. ¿Están preparadas nuestras monturas?- pregunto con toda la naturalidad que puedo.

Crees que ha susurrado algo en quenya ... algo así como adiós, mientras Gorfindel se alejaba.

La notas bastante atribulada.

Observo al elfo que se aleja y luego a ella. La sonrío. Están preparadas, sí, pero quería preguntarte:

ahora mismo, aquellos que podrían ayudarnos en nuestra misión están todos ocupados. Solo se me ocurre uno, Ithlarion, un tipo un poco raro que siempre va acompañado de tres perras y que es un habitual espiando Angmar. El problema es que no ha llegado, supongo que vendrá por la fiesta, así que si te interesa como acompañante deberíamos esperar a que llegara y, seguramente, a la fiesta.

Escucho sus palabras con atención. Luego, tomo mi colgante entre las manos y elevo una plegaria a Varda para que me guíe en los siguientes pasos a seguir:

—¡Ai, Varda Elbereth! Escucha la súplica de tu hija, tú que desde Taniquetil todo lo oyes. Mi corazón se divide, tu consejo anhela para saber si es preciso partir en este momento hacia los caminos ocultos a los ojos.

Con los ojos cerrados, aguardo la señal. Siento como todo gira a mi alrededor, como si perdiera el pie y me precipitara al vacío. Pero el mandato es claro: debo continuar el camino. A pesar de mis dudas, mis recelos. Si tan sólo pudiera hablar unos momentos con Elrond... pero él está con su gente. El Valle debe continuar con el ritual del solsticio. Avanzo unos pasos torpemente, buscando un punto de apoyo y musito:

—Hemos de partir, Gilúvatar. Es la voluntad de Varda...

Me acerco, ofreciéndole mi cuerpo para que se apoye. Está bien, entonces partiremos sin más demora. Espero que por el camino lo encontremos, aunque es poco probable. A menos que él quiera que lo encontremos.

Una vez vea que está mejor, la dejaré. Muy bien, princesa. ¿Ya tienes todo preparado? ¿Partimos ya? Por cierto, lo siento por el caballo que me lleve... termino con una pequeña sonrisita.

Agradezco su apoyo pues todo me ha dado vueltas por instantes. Su apelativo principesco me arranca una sonrisa.

—Me halagas, Gilúvatar, pero no pertenezco a la realeza. Aunque haya tenido el privilegio y el honor de compartir mucho con ellos-me mantengo apoyada en su brazo hasta que llegamos a donde aguardan nuestros caballos enjaezados. Señalando al más grande, añado con un toque de humor-. Es un magnífico ejemplar, pero creo que tú lo eres más.

Me dirijo hacia el más pequeño y acomodo mi bolsa con mis cosas. Las que me facilitaron más un juego de papel, tinta y pluma. Acomodo la espada en la silla, lista para usarse de ser necesario. Después, saludo a mi querido animal. 

—Ai, Mor-alkar, Resplandor Oscuro, mi buen compañero-apoyo mi frente en su hocico-. ¿Preparado para el viaje? Aquí están nuestros compañeros, Beleg-Mor, Poderoso Oscuro, y Gilúvatar, su jinete. 

Dicho esto, monto de un salto y miro a mi compañero. 

Me acerco al caballo y le acaricio suavemente. Beleg-Mor, me encanta tu nombre. Estoy seguro que seremos buenos amigos le susurro. Yo sé por qué te llamo princesa pienso, aún dudando si decir o no. Finalmente me decido por no decirlo.

Te miro y afirmo. Recojo una mochila que ato con un rollo de cuerda para que no se mueva demasiado y voy colocando mis armas. Puedes ver un mandoble de acero blanco, que dejo cerca de mi pero sujeto de modo que no me moleste al cabalgar, y un arco hecho de tejo. También tengo un carcaj con 8 flechas y una aljaba con otras 30. Por último, al montarme, se ve claramente una armadura semicompleta que reluce mucho más de lo que ningún hierro o acero podría relucir. Solo puede ser que sea de mithril.

Con mis cabellos sujetos por una diadema bastante decorada, te miro y afirmo, dispuesto a partir.

Presta atención por si escuchas unos ladridos de perros. Ithlarion puede ser muy elusivo, pero si detectan amigos las perras que le acompañan pueden delatarle.

Nada más montar Besnayä se percata de su error. No había preparado el estuche de escritura de viaje, y se lo había dejado. Siempre fueron unos caballos que estaban muy justos para la carga, así que haber dejado la cajita de medara con las plumas, papel y tintero eran un alivio para las sobrecargadas pezuñas, que ahora, más que nunca, por equipo y armas nuevas, estaban más allá de lo que jamás habían cargado.

También lo nota Gilúvatar. Entre su peso y armaduras, este animal no podría siquiera con un gatito durmiendo sobre la grupa. Habría que tener mucho cuidado, ya que un salto podría terminar en una lesión y un traspiés por un hueco del camino en una pata rota.

Las bestias eran más que listas. No hizo falta más que indicarles, y sin "pilotar", ellos mismos ya salieron de las caballerizas y entablaron camino. Se notaba que su agilidad e inteligencia eran sublimes, ya que en ningún momento hicieron pasos en falso, amagos de ningún tipo ni titubearon en absoluto. Las manos de quienes los habían entrenado no eran mancas ni tampoco habían sido dispuestos como tiros para carros. Eran caballos de monta, y tal vez, casi de guerra.

Me coloco la capa, tapando mis cabellos y diadema con la capucha y encamino a mi montura hacia el camino más occidental, para seguir el curso. 

—Entonces confiemos en que nuestros pasos se crucen. Si no es así... es que no estaba en su destino acompañarnos. ¿Hasta dónde os habéis alejado en vuestro viaje más largo?- inquiero bastante curiosa por las habilidades de mi compañero.

Imito a mi compañera, tapando también con mi capa mi pelo y diadema. No me es ajeno que el caballo está al límite de carga así que, si puedo, descabalgaré y caminaré parte del camino, para no agotarse.

Digamos que bastante lejos. He ido a los reinos enanos del norte, a la comarca, pero sobre todo, a los reinos humanos. ¿Y vos, princesa... o futura princesa? comento con una sonrisita.

Pongo mi caballo a paso con el suyo y lo observo con una mezcla de diversión y curiosidad.

—Es la segunda vez que me llamas princesa... - enarco una ceja con delicadeza-  ¿Por qué crees que soy una de la realeza o futuro miembro de ella? 

Me inclino de hombros. No sé, ¿quizás por como hablabas con Gorfindel? comento, ampliando mi sonrisa, y mirándola de reojo para observar su reacción ante este descubrimiento.

24 de junio de 2707. 19:00. Laberinto de caminos de Imladris del lado SUR. Día soleado y caluroso. Sin viento ni nubes. Sonido ambiental de la propia naturaleza (Pájaros...) y el rumor de ambos ríos.

En vuestro paseo, ya no podéis andar en paralelo, ya que el camino de subida del escarpado límite es estrecho, y un despiste puede ser poco divertido. Además, a un jinete o amazona inexpertos, estos caminos y escalones son una tortura. (Podéis hablar, pero habrá que levantar la voz). Estáis a punto de llegar a una ensanchamiento de una curva y terminar el ascenso, en la que una piedra plana que se levanta poco más de un palmo del suelo, simulando ser una mesa, sobre otras más pequeñas, todas cubiertas de liquen, que le hacen de peana. Arriba hay varios elfos, que seguro forman parte de una de las patrullas, ya que portan las capas pardas, en lugar de las verdes de viaje. Tienen mucho jaleo, y parece que discuten con alguien.