Partida Rol por web

Francisco, con su atención más centrada en parecer lo que su atuendo indicaba trató de percibir cual era el ambiente dentro de la finca. Si había guardias o gente del servicio que pudiera verles en caso de tener que colarse dentro.

Se situó una vez más junto a Marcel, esperando que su ojo, más entrenado que el suyo diese con detalles más precisos y que les pudiesen servir de ayuda en su misión de infiltración.

Veo a Francisco hechar un vistazo y hago lo mismo, pero el terreno me es desconocido y apenas puedo interpretar muchas de las cosas que veo. 

No conozco la flora, acostumbrado a las altas montañas del Pirineo. No conozco la arquitectura y no me muevo con soltura por este terreno. 

Espero que nuestras compañeras nos puedan ayudar un poco...

La casa no es especialmente resistente (por cuestiones meramente de la época) es alargada y sus muros no protegen el perímetro de manera completa, de hecho los pocos que hay son bastante bajos, apenas dos hombres parecen estar en la casa armados con armas pequeñas, digamos que era una protección bastante mediocre, las ventanas si bien no tienen nada que las tape están algo elevadas del suelo por lo que no podeís ver desde vuestra posición lo que ocurre dentro, eso sí, una sola persona podría colarse, saltar y entrar sin muchos problemas.

No parecia muy lógico, aún teniendo la posibilidad de hacerlo, entrar saltando el muro o por una ventana si lo que quería era pasar por estudiosos venidos de oriente. Por lo que Francisco decidió entrar por la puerta principal de la finca, caminando hasta la casa hasta que alguien le saliera al paso.

Tal vez en aquella casa estaban acostumbrados a las visitas y no les podrían demasiados inconvenientes para acceder. Aún así, el contacto del acero de su daga contra el cuerpo le daba una serenidad que posiblemente no habría tenido de otro modo.

-Entremos pues- dijo en voz baja a sus compañeros encabezando la marcha.

El consejo de Francisco pareció ser efectivo, pues era bien cierto que la comunidad musulmana era gente hospitalaria y acostumbrada a las visitas.

Una vez en el interior, observarán a un joven vestido con ropas de mendigo y cuyas maneras y acento encajan con los rumores que han escuchado en las calles.

Se trata de Abderramán, está en un gran salón que ocupa casi toda la casa, decorado con bellas alfombras que cubren el suelo completo, finos cortinajes que cubren toda la estancia. Aberramán no parece querer hablar con ninguno.

Justo en ese momento uno de los criados parece llevarle una copa de vino y realizar un extraño movimiento de manos*.

Marcel estaba absorto. Todo le desconcertaba. Todo le parecia nuevo. La decoración, los interiores de las casas. Se quedaba embobado en cada detalle insignificante, en cada ornamentación, en cada rincón de los nuevos aposentos. 

Musitaba unas notas ininteligibles que le salian del alma. De hecho, cuando el criado le sirvió el vino, ni se percató de la bebida, de la que gustosamente hubiera tomado un sorbo, ni de nada que pudiera pasar a su alrededor. 

Hasta ahora su camino había sido bastante fácil y no habían tardado en encontrar a Abderramán pero ahora se encontraban con el problema de como abordarle. Francisco no era especialmente sociable y Marcel estaba tan absorto en la contemplación del entorno que casi no hacia otra cosa que deleitarse la vista con todo lo que le rodeaba.

En cuanto a las chicos, bueno, tal vez era mejor que se mantuviesen en segundo plano. Su apariencia desentonaba, basante.

Acercándose al grupo sususrró.

-Deberíamos acercarnos para tratar de llamar su atención o escuchar de que hablan en su entorno y así entablar una conversación con él. No tengo muy claros sus intereses personales y no me gustaría parecer descortés... Al fin y al cabo su familia es nuestra anfitriona- dijo.

Faustino se había mantenido callado durante toda la misión, cosa rara en él, de no ser porque los nervios de trabajar por primera vez para aquel "Ministerio del Tiempo" le pesaban mucho. "Fíate tú, Faustino, fíate tú" se decía, aún desconfiado. "Que sale mal la misión y estos capaces son de enviarme de güerta al calabozo por reírme del rey de España".

Por otra parte, no podía evitar sentirse asustado ante tanto musulmán. La mayoría de ellos no eran muy distintos al propio Faustino, de tez y cabello moreno, pero el ladronzuelo había escuchado desde niño toda clase de historias acerca de los moros de Al-Andalus y sentía cierto miedo. Pese a su temor, no podía evitar sentirse maravillado por la decoración del interior de la vivienda y de aquellas hermosas alfombras. "¿Cuánto te darían en el mercao por una de ellas, Faustino?" se preguntaba, intrigado, "Ay, madre mía, si deben costar un dineral".

-Podemos acercarnos. A ver si de cerca poemos escuchar lo que está diciendo el zagal y averiguar algo de él -le dijo a sus compañeros, hablando por primera vez desde que inició la misión-. Si queréis, yo pueo hacer de criao tuyo, Francisco. -Tenía mucha experiencia como sirviente o interpretar papeles para engañar a las personas, por lo que pensaba que aquello no podía ser muy distinto-. Se me da bien eso de actuar.

Desde que iniciamos esta misión me había mantenido distante y callado pues no me gustaba nada tener que ponerme a favor de los arabes... no obstante mi vida había cambiado de rumbo tantas veces que ahora me hallaba obedeciendo ordenes para un lugar secreto el cual nos hacía vagar por el tiempo. Me hubiera aprovechado más de una vez en esta misión para solucionar los problemas de la nación que vengo si tan solo pudiera, pero mi lealtad es mayor que un simple y bajo resbalon que pondría en jaque mucho de lo que ya conozco.

Así pues, ahí estabamos nosotros viendo el objetivo de nuestra misión, y mientras el resto se limitaba a escuchar o a planear cosas yo veia muy claro que hacer - El tiempo es valioso, cada segundo te hace estar más cerca de tu objetivo, y en esta situación no nos es indiferente. Tenemos a nuestro objetivo allí, y en varios días debería estar en el Al-Andalus. ¿Qué hacemos aquí parados entonces? Entremos y hablemos con el. Dos hombres que se entiendan por sendas inteligencias sabrán comprender las buenas obras de hombres buenos. Y sino, siempre tenemos mi espada para solucionar problemas de menor importancia

Al ver la escena, veís como el criado parece estar sacando un cuchillo corto y alzándolo a espaldas de Abderramán, con la clara y obvia intención de acabar con su vida.

Manel, aunque absorto por todo lo que le rodeaba, se recupera de golpe de su estado de aletargamiento al oír a una de las chicas contener un grito de miedo.

El miedo que transmite el grito y los ojos de la chica le indican el motivo de su pavor. Su especialidad en combate es el arma larga, pero sus músculos reaccionan al momento abalanzándose sobre el atacante con la intención de desviarlo de su trayectoria, tumbarlo en el suelo e inmovilizarlo.

-¡Hay va, que se van a cargar al pobre hombre, por to' lo sagrao! -exclamó Faustino al ver que Abderramán estaba a punto de ser apuñalado por la espalda.

El pícaro nunca había sentido especial simpatía por los árabes, pero sabía que si el Ministerio del Tiempo les había ordenado salvar a aquel joven con ropas de mendigo es porque debía de ser importante para la Historia. El nombre de Abderramán le sonaba bastante poco, pero supuso que no podía tratarse de un don nadie.

Mientras ve que Marcel se dispone a reducir al atacante, Faustino se lanza sin pensárselo dos sobre Abderramán para lograr apartarlo de la trayectoria del cuchillo que está a punto de apuñalarlo.

-¡Cuidado, señor! -grita, mientras cae sobre él.

La velocidad con la que sus compañeros reaccionaron dejó sorprendido al herrero. No cabía duda de que aquella gente sabía desenvolverse en el combate.

Pensó en lanzarse junto a ellos en pos de evitar que aquel hombre atentase contra Abderramán, pero comprendió que, probablemente, lo único que conseguiría sería molestarles, por lo que se mantuvo unos pasos atrás, lo suficientemente cerca como para interceptar al agresor en caso de huida.

Una cosa estaba clara, había que capturarle con vida y obtener toda la información que tuviera.

-Como era de esperar - Pensé cuando vi la continuación de la escena, mis compañeros se lanzaron sin ton ni son,unos hacia el atacante y el más canijo de nosotros hacia abderraman. Avancé junto a ellos para tratar de arrebatarle el puñal al atacante con un golpe seco

Una vez pudiera obtener el puñal, lo apuntaría con firmeza en su contra para amedrentarlo y hacer que dejara de resistirse. La cantidad esta vez podía más y dudaba mucho que lo fueran a salvar.

En cuestión de segundos el arma ha caído al suelo, y el atacante ha caído al suelo golpeándose contra el mismo quedando inconsciente e inmóvil debido al múltiple placaje nada coordinado de los agentes. Abderramán queda sorprendido...- [Árabe] Me habeís salvado la vida, gracias les doy a todos, no sé de donde salís, pero los Omeya les está en gracia por salvar mi vida , faltó escasos segundos para morir, decidme amigos míos...¿quiénes son mis salvadores?.