Partida Rol por web

Según vais llegando a la aldea, una muchedumbre sale a recibiros entre grandes muestras de alegría. Curiosamente todos visten de blanco. Os reciben con el siguiente saludo, al mismo tiempo que os conducen a la plaza del pueblo:

-Bienvenidos sean los salvadores.

 Cuando ves a la muchedumbre te paras a observar un momento, y te das cuenta que no hay NI UN solo niño, y que los más jóvenes que ves por los alrededores han pasado ya de la veintena.

-¿Salvadores?- repito esa última palabra, confundida y con asombro.

Miro a mis dos compañeros, con el ceño fruncido, esperando con ansia su reacción.

 
Cuando ves a la muchedumbre te paras a observar un momento, y te das cuenta que no hay NI UN solo niño, y que los más jóvenes que ves por los alrededores han pasado ya de la veintena.

Entre vítores, alabanzas y aplausos, la muchedumbre os conduce hacia la plaza central del pueblo.  Uno de los edificios de la plaza esta medio derruido aunque no en ruinas, parece que un incendio tuvo lugar dentro de sus muros. Poco más veis en la plaza, mas o menos en el centro hay un pozo poco típico de un pueblo tan pequeño, más que nada por lo grande que es (nada mas y nada menos que un diámetro de 5 o 6 metros a ojo), pero este no tiene cuerda, ni brocal ni tan siquiera un simple cubo, a pesar de parecer un pozo bastante profundo. Al lado del pozo, que está justo en el medio y medio del pueblo, os recibe un hombre de mediana edad, barba poblada y ropajes blancos :

- Bienvenidos a nuestro pueblo forasteros, yo soy Tafall, alcalde de Dissort.

Lázaro mira a sus compañeros un tanto confundido y le devuelve el saludo al alcalde con una leve reverencia.

-Gracias señor ¿Que se os ofrece a usted y a vuestros paisanos? -tras quedarse extasiado mirando el pueblo se recompone un poco y sigue- Y disculpe nuestra sorpresa pero es que hemos pasado mala noche y andamos algo extraviados.

 Por lo que puedes observar el edificio que sufrió un incendio es, o mejor dicho fue, una iglesia.

Al igual que Lázaro, hago una leve reverencia al alcalde.

-Gracias por la bienvenida, Señor- digo en tono cordial y miro con curiosidad a los habitantes. Todo era tan... extraño.

-Algo sucede en éste lugar ¿Se han dado cuenta que no hay niños en éste lugar? es curioso y muy extraño -les susurro.

Realmente esta situación incomodaba de sobremanera al goliardo. Se encontraba confuso y desorientado después de todo el camino a través de la niebla, por no hablar de la peculiar aldea y su recibimiento.

— ¿Dónde diablos estamos? ¿Por qué visten todos de blanco? ¿Salvadores? ¿Por qué no hay ni un maldito crío por las calles? —las preguntas danzaban por la mente de Diego, creando en él un malestar producto del miedo y la sospecha—. Esto no va bien… 

Tras la presentación del alcalde y de sus compañeros Diego se mantuvo en silencio, a pesar de la cantidad de preguntas que le rondaban la mente

 Esos restos del edificio...parecen...una iglesia? quizá, pero no, como iban a quemar una iglesia...espera, Dissort, Dissort...según lo que te decían cuando estudiabas teología, algún tipo de enemigo de Dios, un demonio menor del cual no recuerdas el nombre, si, había algo escrito en los libros respecto a Dissort...pero que coño era?...un momento, o quizá lo habías leído en historia, igual era una plaga lo que había azotado a Dissort hace tiempo, o no...dios, que lío...no consigues recordar con exactitud después de tantas emociones.

 Al ver vuestras caras de desorientados, Tafall os cuenta la siguiente historia:

- Hace años nuestra comunidad vivía en prosperidad y riqueza, todos éramos hermanos de todos, y todo lo compartíamos. Ayudábamos en lo que podíamos a nuestros vecinos, los cuales sin embargo nos envidiaban, y lanzaban injurias sobre nosotros. Un día llegó un hombre malvado: un clérigo que había abjurado de su fe, y que adoraba a extrañas criaturas de la tierra. Mediante engaños, se introdujo en nuestra comunidad, y pervirtió el inocente corazón de algunos de nuestros jóvenes. Entonces empezó a realizar ritos blasfemos, Aquelarres y orgías sangrientas. Los limpios de corazón teníamos que hacer algo, así que quemamos al sacerdote y sus fieles dentro de su iglesia. Pero ellos tuvieron tiempo de lanzarnos una maldición: y nuestro pueblo se quedó aquí, aislado del mundo por una neblina verde, la cual no podemos atravesar. Yo, modestamente conozco un poco de las artes mágicas, y sabía que el hechizo podía romperse con la ayuda de algunos hombres venidos del exterior, es por eso que os damos la bienvenida como nuestros salvadores, ya que gracias a vosotros, volveremos a la vida normal!

 Tafall, el alcalde, os muestra una amplia sonrrisa:

- Comprendo vuestra desorientación y que no entendáis nada, pero no os preocupéis por nada ahora jóvenes, id a nuestra taberna y pedid lo que queráis, paga el pueblo, descansad si así gustáis hasta el día de mañana. Ya os explicaré todo, responderé a todas vuestras preguntas, pero no antes de que os repongáis, hoy es un día bueno y mañana comenzaremos la celebración y nuestros salvadores han de estar descansados.

Con un amplio gesto de mano os indica la dirección de la taberna y los aldeanos os abren un pasillo en tal dirección, parecen dispuestos a acompañaros a donde vayáis, o quizás os estén marcando por donde "tenéis" que ir, sin daros otra opción, quién sabe.

Abro los ojos y me doy cuenta de que no se donde estoy. Parece la habitacion de una pequeña casa de aldea, no se como habré llegado aquí, pero no me gusta lo último que recuerdo. Me levanto de la cama y miro si tengo todas mis pertenencias, y me dispongo a salir de allí para buscar a los compañeros de viaje con los que emprendí el camino hace varios días, ¿o tan solo uno?

-Si, está todo muy raro y confuso, pero debes tranquilizarte Diego- le digo mientras comenzaba a caminar en dirección a la taberna.

-¿Qué tal te encuentras?- le pregunto mirandolo con cierta preocupación. La niebla y aquella cosa del lago había sido aterrador para todos especialmente para él.

-Por el momento no nos preocupemos, descansemos y cenemos. Guardemos silencio y cuando estémos solos, comentamos acerca de esto. No podemos confiarnos de ésta gente y más aún cuando nos llaman salvadores- agrego en un susurro.

 —Estoy bien, no te preocupes, solo es que no me gusta este sitio —Diego intentó fingir lo mejor que pudo sus inquietudes—. Y sí, tienes razón, será mejor calmarse e ir a la taberna para comer y descansar.

«Como si tuviéramos otra opción.»