Partida Rol por web

El arma de Sebastian escupió fuego y muerte con un sonido atronador. Al otro extremo, el sheriff se tambaleó y cayó al suelo presionando con las manos la fea herida que sangraba con profusión.
Estaba claro que al actor no le había sentado nada bien perder a su Lucille.

En ese momento, Robyn se aproximó a su posición.
- ¿Se encuenta usted bien? ¿Qué le ha hecho?
Cuando estuvo suficientemente cerca, pudo ver que tenía unas esposas sujetas a las muñecas.
- Espere, buscaré la llave

Hess supuso que el sheriff llevaría las llaves encima, de modo que se aproximó al cuerpo. En ese momento fue consciente de lo que había ocurrido: hasta entonces, la preocupación por el estado de Adler había hecho que todo lo demás pasase a segundo plano.
Pero ahí, a sus pies, yacía la cruda y terrible relidad. El escritor se acercó al maltrecho vehículo y se le revolvió el estómago al ver tanta sangre.
¡Pero ese hijo de mala madre había abierto fuego contra Robyn! James endureció su expresión y se arrodilló para rebuscar en los bolsillos del finado.
Ese cerdo no era trigo limpio y, desde luego, su muerte no era digna de lamento.

James rebuscó en el uniforme del Sheriff de Gamwell y se fijó en la placa de estrella de cinco puntas de su pecho, manchada también de la sangre de la camisa, y se dió cuenta que Sebastian acababa de asesinar a sangre fría a un agente de la ley. ¿De qué más podría ser posible aquel carismatico actor? 

En uno de los bolsillos el escritor halló una llave pequeña ligada a una arandela y un cordón. Debía ser la llave de las esposas. 

Aquel hombre era Cornthwaite. Y era el sheriff. ¿Acaso no era humano? ¿Todo el pueblo estaría implicado? ¿Por qué sus compañeros no se habían dado cuenta de su estado? La joven temblaba, había conseguido ponerse de pie de nuevo y acercarse a un árbol para apoyarse. Nunca, nunca en su vida había estado tan aterrorizada, ni siquiera cuando cayó al sótano y oyó al monstruo al que Sebastian y Mike no "tardaron" en identificar como una rata o algo similar. Ni siquiera cuando el sheriff le había apuntado con el arma ni cuando se había perdido por el bosque. Ni siquiera se había sentido tan atemorizada por el actor.

El cadaver... otra vez ante sus ojos. ¿Cuántas veces se levantaría? Tenía qe calmarse, contar hasta diez, dislocarse los hombros y salir corriendo del lugar, sin parar.

- Espere, buscaré la llave

Tras unos segundos de confusión asintió. Sería mejro que no les dijese lo que veía. Sería demasiado terrble. Demasiado terrible que supiesen la verdad. La verdad sobre Arthur y su poder ¿o era acaso el sheriff el que...? No, no. Era Arthur, seguro. Arthur había conseguido cambiar de forma abandonando su cuerpo y metiéndose en otro cuando aquella criatura, SU PROPIA criatura lo atacó. Estaba claro...la cuestión era ¿en que cuerpo se introduciría ahora? No podía decirlo, no la creerían. Nadie lo haría. Ni siquiera ellos, que habían visto lo que habían visto.

Pue..pueblo de mierda...–murmuró. La mujer no había hablado mal en ningún momento de toda su aventura, y ni aún en los entrenamientos era habitual que soltase tacos, pero aquella situació bien valía un "me cago en la puta"

Al fin sus dedos se toparon con la diminuta llave. Tenía que ser esa; fue corriendo hacia Adler, que se había quedado a un lado del camino.
- Mire, ya las tengo. Dese la vuelta. Las llaves se le escurrieron un par de veces de entre los dedos debido a la excitación del momento. Al final, con manos temblorosas, logró abrir las esposas y liberar así a Robyn.
Dándole la vuelta y colocando sus manos en los hombros de la atleta, trató de calmarla: - Vale, ya ha pasado todo. ¿Ha sufrido usted algún daño?
Mas su propia voz, lejos de sonar sosegada, salió como un torrente destemplado.

Pasados unos instantes, cuando se aseguró de que estaba a salvo y un poco más calmada (si eso era posible), todo lo ocurrido apenas un minuto antes acudió a su cabeza en forma de flashes de información.
- Dígame, ¿a qué se refería con lo de que el sheriff era Cornthwaite?

Robyn casi cayó al suelo de alivió al notar como la sangre volvía a circular con libertad por sus manos. Teníalos hombros entumecidos, aunque con la adrenalina que aún circulaba por su cuerpo apenas lo notaba. La muchacha permaneció en silencio unos segundos, procurando no perder de vista el arma de Sebastian. Todavía le zumbaban los oídos por el sonido del disparo... y temía que el siguiente fuese para ella. Al fin y al cabo había estrellado aque coche porque aquel engendro inhumano la perseguía.

–Qui...quiero decir que nos ha engañado– Robyn se sentó apoyada en el árbol y se llevó las manos a la cara en un gesto histerico. Temblaba como un hoja y costó un rato conseguir que pudiese decir algo más. La mujer se abrazaba las rodillas en un gesto absurdo de protección y de pronto exclamó, llena de rabia y miedo–¡¡¡Nos han engañado!!! Todos. Él, su abogado, el sheriff...todo el pueblo. Ellos lo sabían y lo celebraban. Sabían que Arthur Corntwaite...van a pensar que estoy loca...–el rostro desencjado de la atleta contribuía a ello, pero pese a los temblores, la mirada que se perdía en dirección al bosque como si temiese que algo surgiese de allí y sus continuos sobresaltos, el relato era contado de forma firme que dejaba poco lugar a la duda– no era, no es humano. O al menos ya no. ¡Se lo juro! Lo he visto...Lo he visto tan bien como a esa criatura... Por eso me perseguía, por eso quería matarme

A Sebastian no se sobresaltó un ápice al ver como el sheriff de Ganwell caía al suelo con su abdomen perforado. No le tembló el dedo y le dio a ese cabrón su merecido. Un buen balazo en la barriga. El disparo era letal sin atención médica, pero sobre todo muy doloroso, y por esa razón había caído al suelo sin consciencia.

Se puso de pie y apoyó la escopeta de cañón humeante sobre su hombro, mientras se llevaba una mano al ciento humedecido de su pantalón bombacho y sucio de caza. La estampa era la vívida imagen de un pistolero, o quizás algo peor...

Llegó James a buscar algo entre las pertenencias de Withford. El escritor no le dijo nada, pues no había nada que decir. Además, Stewart tampoco le habría tolerado una regañina infantil. Hess cogió las llaves de las esposas que mantenían maniatada a Adler. La pobre desgraciada estaba realmente chalada, aunque no la culpaba, cualquiera con una mente débil como la atleta habría acabado en su situación. Una vez el escritor corrió hacia Robyn, él pasó un rato revisando las armas de Withford y se quedó con su revólver y toda la munición. Le quitó el sombrero y la estrella de cinco puntas, y tras sacudirles el polvo, se los colocó él mismo...

- Tengo una idea para salir de aquí...- dijo Sebastian mientras se acercaba a Mike, James y la balbuceante Robyn - ... Me haré pasar por el sheriff y usaremos su coche para abandonar Ganwell...- Dijo con total seguridad. No en vano, era un actor y quizás la totalidad de su vida no fuera más que una patraña. - ¡No podemos demorarnos más!

La señorita Adler empezó a hablar de que no eran ellos, no eran humanos... La pobre estaba claro que había quedado trastocada después de la visión de aquella horripilante criatura.

Pero una cosa estaba clara. Ese sheriff no era trigo limpio. Ningún policía iría disparando desde el coche a una mujer esposada...

-Estoy de acuerdo, vayámonos de aquí. Podemos pasar de Gamell, e irnos directamente a una ciudad más grande a informar de los acontecimientos.

Mike se subió al coche junto al actor.

-¿Y que le ha pasado Robyn? ¿Cómo a acabado esposada por el sheriff?

Robyn, aún sentada, levantó las manos crispadas, como si llevasen algo agarrado hasta unos centímetros de su cabeza. La joven destensóla mandíbula para responder a Mike. Con los ojos cerrados, pues no soportaba la mirada incrédula del hombre, que la observaba como si estuviese loca, repitió.
–Porque sabía que lo había visto.– repitió antes de taparse la cara con las manos –Vi lo que hacía, intenté huír pero me agarró y me lanzó contra el coche. Ellos le habían mandado volver a vigilarnos, a asegurarse de que no sobreviviriamos.  Afortunadamente creyó que estando esposada y magullada estaría fuera de combate, si no... No habría podido escapar. 

La atleta miró a los hombres fijamente a los ojos. Sé que no me creen, pero tampoco me creerían si les contase lo que hemos visto allí dentro ¿verdad? Llevan haciendo esto años, y lo seguirán haciendo... Los habitantes de este pueblo son siervos de ese demonio...

- Hijo de puta... - No pudo evitar blasfemar cuando supo lo que ese maldito sheriff le había hecho a la joven.
Robyn continuó con su relato de lo que había visto. Era cierto que sus palabras resultaban un tanto inverosímiles. No obstante, Hess no fue capaz de refutar la terrible verdad que salió de su boca cuando dijo aquello de que en condiciones normales, tampoco hubiesen creído lo que habían visto en la casa.
De modo que tomó por ciertas las palabras de la compañera. De todos modos, después de todo lo que habían sufrido, ¿Qué motivos tendría para mentir?

James estuvo más que de acuerdo con la idea de Sebastian. Posiblemente fuese una locura, y si les pillaban se meterían derechitos en la boca del lobo, pero si querían huír cuanto antes, no les quedaba otra opción.

Sin embargo, mientras pensaba en las posibilidades de éxito de semejante plan, lo último que dijo Adler le dejó extrañado: - ¿A qué demonio se refiere? ¿A la criatura que nos atacó?

A Mike le parecía extraño lo que la señorita Adler decía. ¿Todo el pueblo envuelto en una conjura para acabar con ellos, sabiendo todos lo que habitá en la mansión?

Al detective le parecía descabellado. Cierto es, que también le parecería de lo más descabellado lo que había pasado en la mansión, si no lo hubiese vivido.

Pero la actitud del Sheriff le pareció más la de un paleto de pueblo que odia a los de ciudad y se piensa que son los males de todo. La actitud con la que se dirigió al actor, no le pareció amenazadora, todo lo contrario...

–No...ese ser, eso lo controlaba Arthur...o lo que sea que fuese Arthur.–por la debiliad de la voz, se notaba que la mujer estaba haciendo un sobreesfuerzo para hablar. Estaba magullada y dolorida, y a todas luces necesitaba un médico. Se había despellejado los codos y, mientras hablaba los trataba de limpiar con un pañuelo.–Pero algo les salió mal...y entonces, bueno. Ya lo vio en el sótano.

La mujer volvió la mirada al detective. Veía en sus ojos la duda, de modo que añadió

–Seguramente en el coche del sheriff haya algo que pruebe lo que le dije. Que demuestre que nos vigilaban... Además, pienselo. ¿Cómo entrar en la casa, cubrir todos los muebles, que no eran pocos y no ver ni oír nada? ¿No le parece "demasiada" casualidad? ¿Qué revisasen como hicieron la casa a fondo y no encontrasen nada?

-Esta bien señorita Adtler, la creo, no había pensado en lo de los muebles...tiene razón. Suba al coche, mejor salgamos de aquí y dejemos ese pueblo de malhechores atrás. Usted también james, cuanto antes marchemos mejor. Vayámonos directos a Boston*

El detective se sienta detrás y deja espacio para que la deportista se siente a su lado.

-¿Sebastian, ve algo en la guantera o en la parte delantera que nos pueda dar alguna pista amigo?

Salir de allí era la opción más razonable sin duda, pero aquella condenada de Adler seguía enajenada. Sebastian se montó en el coche de policía y ante el consejo de Mike, buscó en la guantera con meticulosidad. Cualquier cosa que hallara, podía ser de utilidad, pero tenía claro que no pasaría por Ganwell. Acababa de matar al sheriff y lo que menos deseaba era tener que responder a preguntas incómodas. Daría un rodeo con el coche...

Justo en ese instante, recordó a Calogero. Su ayudante de cámara estaba en el pueblo. Durante unos segundos se detuvo ¡¿Qué podía hacer?!... Rápidamente desterró cualquier posible idea que lo condujera hacia aquella localidad de locos. Calogero era joven. Ya conseguiría ganarse la vida. Ya volvería o no... ¡¡Tampoco le guardaba tanto aprecio!!

- ¡¡Mantenga a la señorita callada, Mike!!... ¡¡O su actitud nos delatará!!...-  lo que menos deseaba Stewart era tener que detenerse con la loca de Robyn hablando de Cornthwait con aquellos balbuceos de desequilibrada mental