Partida Rol por web

Zzzzzzz....

- "Bien, Señor.

Mantengamos la calma, no hay nada que nosotros podamos hacer ahora por ayudar." -

El artillero estaba sentado en su cama de la nave estelar, disfrutando relajadamente de un libro. A su alrededor no habia nada, un silencio sepulcral hacia que el sueño le invadiera. Cerraba los ojos entre una linea del libro y otra aunque su mente en ningun momento era capaz de leer lo que en el estaba escrito. Una parte de el gritaba que ahi habia algo raro, los libros se pueden leer pero el no podia. Otra parte de el decia que era norlmal, que tenia tanto sueño que sus ojos no enfocaban en el libro. Un momento, una voz se escuchaba a lo lejos, una voz familiar cuyo cerebro estaba acostumbrado a escuchar y obedecer al instante. Se intento poner depie  pues sabia que habia un sargento gritando pero su cuerpo no se levanto de la cama, algo lo mantenia sentado. No se lo podia creer, ahi pasaba algo raro de verdad.

Al momento escucho mas voces, alguien incluso habia dicho su nombre, seria cierto, alguien le estaba lllamando? El ruido se hizo mas fuerte hasta que de repente abrio los ojos. Su consternacion fue total, estaba dentro del maldito taladro, rodeado de sus compañeros y estaba casi oscuro salvo por unas pocas luces que parpadeaban. Se habia debido desmayar puse veia a muchos de sus compañeros en la misma situacion y la cabeza le decia que habia recibido un buen golpe.

Comprobo que estaba atado con las correas y desperto al tiempo para escuchar que no sabian donde leches habian aterrizado. Fue a hablar pero un dolor muy fuerte le asalto, tenia la peor resaca que pudiera recordar y juraria que no habia bebido ni una cerveza dese hacia un dia. - A... artillero Hightower despierto, señor, JODER la cabeza me va a explotar! - le costo hablar al principio pero despues la mente se le aclaro un poco aunque seguia sufriendo aquel dolor interminable de martilleo.

El impacto había dejado fuera de combate al explorador, pero no por demasiado tiempo. A los pocos segundos, se pudo escuchar un pequeño quejido, como el de aquel que se despierta con un gran dolor de cabeza.

-Bueno... A juzgar por lo que siento ahora mismo, yo diría que no estoy muerto. ¿Alguien sabe qué ha ocurrido?-preguntó Mkoll por el comunicador, ajeno a las discusiones sobre los fallos de encendido y las coordenadas erróneas. 

La ansiedad por tratar de ser útil, de ayudar a mis compañeros, me sobrepasa. Algunos ya han podido salir del desvanecimiento del impacto, pero la mayoría sigue inconciente. Cuento con que los amarres de seguridad y el traje los hayan protegido, pero de todas maneras quisiera poder chequear a los más afectados. Que más da, debo esperar un poco.

Mirando a su alrededor, Ramírez evaluó la situación: más de la mitad del escuadrón estaba aún fuera de combate, entre ellos Mackeyn, Hightower, Wallace y Sonny. No era bueno, nada bueno aquello. Al menos, parecía que para Focker aquello no había sido más que una sacudida para despertar a alguien de una siesta que un verdadero hostión.

El problema no era ese, sin embargo, sino que estaban allí atorados, con el taladro aparentemente estropeado y aún no era ni el comienzo, según el teniente. Lo que significaba que, si no arrancaba, no sólo tendrían que eliminar a los pilotos sino que iban a tener una marcha agónica por kilómetros de túneles hasta su objetivo. Eso, si conseguían llegar.

- Genial, jodidamente genial... - murmuró para sí, viendo que algunos ya estaban, por fortuna, despertándose.

Sargento Focker, señor, dijo por el canal de mandos, todavía con la voz deformada por las arcadas, sugiero que si esta situación dura demasiado, se de permiso a muestro médico, Popov, para liberarse, y que atienda al teniente Speedy, ya que parece que se le dan bien las coordenadas. Puede que así sepamos dónde estamos.

Tras eso, quizá entre dos de nosotros podamos sujetar a Popov, activando los refuerzos de las armaduras, y que así no tenga problemas cuando el trasto este comience a cavar.

James habló un rato en voz baja tras cambiar de canal, se veía tras el cristal del casco muy pálido. Todavía lo sacudían de vez en cuando las arcadas, y no parecía en su mejor momento. Pero al parecer había comenzado a pensar con cierta claridad.

- "Soldado Mkoll, hemos tocado tierra. Parece que lamentablemente algo desviados del punto de impacto previsto." -
 

Un pequeño hilo de sangre corría por la frente de Burnette, indicando que se había golpeado fuertemente durante el forzoso aterrizaje y que permanecía inconsciente.

El impacto le hizo perder el conocimiento... y asi estuvo durante un minuto antes que el fusilero comenzase a tomar de nuevo la consciencia. Lentamente el mundo comenzó a aparecer ante sus ojos y Dereck empezó a ponerse en pie. Le dolía la cabeza pero no se notaba nada roto. 

Miro a su alrededor, viendo que alguno de sus compañeros se encontraban en una situación parecida a la suya. Otros habían aguantado mejor el impacto. 

Entonces, uno de mis hermanos de crianza, mi primo lejano de la familia Akecheta. Su ropa se parece a la mía, que hace un momento era un traje tradicional y ahora es la armadura de batalla. Pero es algo habitual, considerando que ambos pertenecemos a la infantería móvil. Aprendimos en el mismo campo de entrenamiento, antes de que a mí me asignasen al sargento Focker y él se marchase a otra división. El campo se torna de nieve mientras nos acercamos el uno al otro, y al fondo puedo reconocer el Fuerte Helado. Pero Bucker no estaba en el fuerte, porque está muerto. Una pata de insecto le atraviesa el pecho desde la espalda, goteando sangre en la estampa nevada. Y entonces...

Abro los ojos. La cabeza me repiquetea en la parte de detrás, pero el acolchado ha amortiguado el impacto que bien podría haber sido terrible. Los últimos retazos de una idea se pierden en el olvido cuando empiezo a escuchar los cruces de conversación por el equipo del casco, y tardo unos segundos más, preciosos pero necesarios, en reorganizarme un poco y saber dónde demonios estoy, qué estoy haciendo y qué debería estar haciendo, por encima de todo.

-Canowicakte reportándose. -Alcanzo a decir, apretando los dientes, por el altavoz de la radio de comunicaciones. -Y el paquete parece a salvo. -Añado, pensando en la carga que llevo. Me paso la lengua por los dientes, comprobando que no hay nada tocado, y luego paso revista a mi cuerpo en el corto espacio que las manos y el agarre me lo permiten. Sí, parece que está todo. Y el estar bien agarrado ha asegurado las bombas, que no me apetecería toquitear ahora por nada.

- "¡Soldado Mackeyn, tranquilo! No intente ponerse en pie todavía, estamos bien sujetos por los sistemas automáticos de nuestros asientos y podría hacerse daño..." -

Supongo que aún estoy mareado del golpe. La cabeza me da vueltas- se quedo quieto en su asiento, obedeciendo las palabras de Kurt

Parece que el golpe que ha recibido es más fuerte que el de la mayoría de sus compañeros que poco a poco van recobrando la consciencia.

Para los infantes del escuadrón Fox y compañía, la situación se estaba tornando algo tensa, lo que les ocurría era casi como subirse a la rueda de la fortuna y que el aparato se descompusiera justo cuando estaban en lo mas alto del mismo. Lo malo aquí era que no sabían donde estaban, que probablemente habría bichos por todos lados y que tenían un reactor nuclear a unos pocos metros.

Para algunos quizá ya era hora de tomar acción en lo que acontecía, otros por el contrario, preferían esperar. Podían confiar en que el psíquico les diera las coordenadas, pero ya lo había dicho él mismo, solo era un novato; si llegaba a equivocarse no solo la misión se iría a la mierda, si no también sus vidas. Había que estar seguros y por eso era mejor esperar; además, aun había muchos infantes desmayados, lo cual dificultaría el salir rápido de allí.

El tiempo a la espera dentro del taladro se hacia eterno, cada segundo que pasaba parecía tener 60 segundos, algunos jurarían que casi podían contarlos. Y esa espera que duró casi 3 minutos, se vio interrumpida cuando súbitamente algo golpeo con potencia el exterior del taladro. Algo sucedía afuera o algo le pasaba al taladro, realmente no podían saberlo; y mientras mas segundos pasaban mas tensos y preocupados se ponían todos.

Y cuando se gestó un subsecuente y aun mas potente golpe unos pocos segundos después del primero, todos estuvieron apunto de arrancar los arneses para coger sus armas. No obstante lo que sucedió en ese momento de intenso nerviosismo fue que repentinamente el motor arrancó con un ensordecedor sonido que lo hacia vibrar todo y que les obligó prácticamente a desconectar la recepción sonora externa que les proporcionaba el traje¹.

-Estamos en marcha señores, espero les encante como vuela esta lindura- afirmó el teniente con un ligero tono de broma –y, teniente Speedy, esas coordenadas no pueden ser correctas, o al menos las que me dio la piloto antes de caer fueron 33.495617,-66.067482- Al parecer el teniente Smith no sabia que el supuesto psíquico estaba noqueado.

Cuando parecía que la situación no podía ir a peor, apareció la maldita ley de murphy. Un fuerte golpe, posiblemente un tanteo de uno de los bichos, sacudió el caparazón del taladro. Evans no se lo pensó dos veces, sabía que los bichos eran capaces de abrir brechas en los cascos de naves y vehículos con relativa facilidad. También sabía que posiblemente no le diera tiempo a joder el arnés, recoger su arma y matar al bicho cuando hubiera abierto una brecha, por lo que el sargento sujetó disimuladamente una de sus granadas.
-Maldita sea, me llevaré medio planeta si es necesario, pero mis compañeros no morirán indefensos.- Pero entonces el milagro sucedió y el trasto arrancó con un ensordecedor rugido. Evans recostó la cabeza y exhaló un suspiro a la vez que dejaba la granada donde estaba y desactivaba el audio exterior.  

-Teniente, si quiere hablar con nuestra brújula humana será mejor que espere a que esté despierto, el golpe lo ha nokeado, señor.-
 

James bajó el volumen del audio exterior hasta que fue solo un rumor incómodo.

Menuda brújula llevaban. Menos mal que no había hecho falta depender de él para mover el trasto... sin embargo los números que dio no le parecían del todo desencaminados, recordó que uno era cincuenta y tantos, y el otro... pero el número correcto de una de las coordenadas era en positivo... un pequeño signo, ya ves, y tiene su importancia.

Pasó por todo un mundo de emociones, como supuso que estarían pasando todos sus compañeros, cuando los golpes del exterior le hicieron imaginar al bicho más feo y grande del universo jugando a la pelota con su juguete. Ya podía verlo, abollado y penoso en las pinzas de la más jodida larva que pudo vomitar el maldito planeta helado.

Todo el mundo tiene que tener los depósitos del pis ya casi a tope, siguió pensando más relajado cuando, exultante, la voz del piloto anunció que el mamotreto de porculizar Galdonias se movía por fin.

Aaaah, Señor, vivo para estos pequeños momentos: ¡nos movemos, chicos!

Reduzco el volumen de los receptores externos del traje. No quiero quedar ensordecido, pero tampoco aislado de todos los sonidos.