Partida Rol por web

Quizá afectado por el mal que aquejaba al otrora Bosque Verde, o simplemente por lo rápido que se dispararon los acontecimientos, por un momento me había parecido ver que algo se abalanzaba sobre mi. Una vez superada el extraño momento, y tras realizar un absurdo escorzo motivado por el susto¹ me dispuse a disparar al draco, esperando que los proyectiles ayudaran mas a que se retirara, que a abatirle: siempre lamentaba la muerte de una criatura tan majestuosa, aunque a veces el ciclo de la vida obligaba a hacerlo, para proteger la vida de otros. El humano al que habíamos acudido a ayudar había desaparecido tras el grueso tronco de un arbol, pero Raban estaba enfrentado a cuerpo a cuerpo con el dragon verde.

Tampoco me planteé apuntar demasiado: tiempo perdido era tiempo en el Raban estaba cerca de aquellas poderosas y peligrosas fauces, así que agarré otra flecha, y tras colocarla en la cuerda, tensé el arco y disparé.

15 Febrero 1812 T.E. 09:27:41 Muchas nubes de Tormenta. -1ºC. Gran Bosque Verde. ("Bosque Negro"). Entrada de Caras Armath (Râd Amon). A unos 30 metros del puente que cruza hacia "Los Peldaños Resplandecientes".

TURNO IV DE COMBATE

El valiente hombre apuntaba con su espada hacia el rostro del monstruo, que no terminaba de entender lo que sucedía, y como colofón, con su otra arma, la que parecía de mejor manufactura, lanzó una estocada en apertura, que realizó un arco, golpeando con el plano en la parte superior de una de las patas traseras. Raban sintió en su hombro como si le hubiera dado un espadazo a un tronco. Y no por la firmeza, sino, porque le pareció que la piel de aquel "Gran Lagarto" era de madera. Pero no le prestaba suficiente atención. Le llamaban más los ojos esos palitos voladores que salían de entre la maleza. Su concentración fue suficiente como para poder seguir con la vista la flecha y esquivarla sin pega alguna. De todas maneras su desatención le hizo dar un respingo al sentir el golpe que el humano le propinó.

Pareció que en ese momento se daba cuenta de su presencia.

Un pequeño gruñido de protesta precedió a una carrera serpenteando hacia el rio desde que había salido, haciendo por escapar.

Lo que habías notado era barro, que había saltado por el movimiento de la cola del bicho.

El gruñido te pareció algo así como : COÑO UN TIPO CON PINCHOS.

Viendo que el monstruo se alejaba, Raban simplemente se cubrió con ambas espadas por si el bicho cambiaba de idea. En cuanto hubo distancia suficiente, giró sobre sí mismo sin envainar sus espadas mientras contemplaba el árbol donde creía que el viajero se había escondido.

No es que no se fiase del viajero, es que Raban nunca se fiaba de ningún desconocido.

- ¡¡ Eh, tú !! - gritó - El bicho se ha ido, puedes salir.

Quizás el tono era un poco amenazante. Tras un instante decidió bajar sus espadas aunque seguía sin envainarlas para parecer menos amenazador.

- No te haremos daño. Dinos quién eres y qué haces por aquí.

──Aquí──, Fram apareció justo en el sitio contrario al que estaba mirando el hombre. ──Soy Fram. ¿Quiénes sois vosotros?

Fram tenía un acento un poco mezcla de la Ciudad del Lago y de los Hombres del Bosque. Todo mezclado con numerosas sonoridades extrañas. La cara avejentada y los ojos sorprendentemente dulces y claros. Delgado. Olía tan mal, que no era posible imaginar cómo había conseguido evadir la observación del dragón o de cualquiera: una peste reconcentrada a mierda de trol con muchísimos matices igualmente asquerosos provinientes de quién sabe qué otros orígenes.

Fram era sensible a según qué cosas. Conforme vio las narices arrugarse, añadió: ──Necesito un baño. O cien, ya lo se. Pero cuando uno viaja solo, hay aromas que espantan a cualquiera, ¿no os parece?

Chasqueé contrariado la lengua al ver que mi impulsivo ataque rebotaba sin efecto aparente contra la piel correosa del draco verde, sin embargo Raban manejaba con destreza sus espadas gemelas, protegiendose de aquella boca dispuesta a conseguir un bocado fácil, incluso consiguiendo que uno de los filos dañara la piel del draco cerca de la cabeza, lo que hizo que este, tras un rugido de dolor, decidiese pensárselo dos veces e iniciar una retirada, en busca de un bocado menos problemático que el adan.

Mientras me echaba el arco al hombro, y recogía las flechas, con premura, dispuesto a acercarme un poco, por el si el draco se lo pensaba mejor y volvía, no dejaba de observar la reacción del guerrero, asintiendo, satisfecho al ver que, siguiendo mi consejo, dejaba que la bestia se retirase al interior del bosque. Solté el aire, girando levemente la cabeza, para ver si los sonidos de la floresta me daban detalles de algún otro problema alrededor, y me dirigí andando hacia el puente, mientras miraba hacia el tronco por el que había desaparecido el otro humano, aquel que había sido elegido como almuerzo por el reptil:

— Bien hecho, Raban. Draco solo quería comer!! — felicité al adan al llegar a su lado — Pero creo que el otro humano está asustado — continué, torpemente, con mi escaso oestron, prometiéndome aprender mejor la lengua de los hombres, si pretendía ser un embajador de mi Pueblo.

Me giré hacia el arbol, por donde había aparecido el humano, y le saludé con un leve movimiento de cabeza. Modulando la voz, tratando de otorgarle confianza, dije:

— Saludos, Fram. Raban tiene razón, no te haremos daño. Estás bajo la protección de Thranduil, Rey del Bosque. Mi nombre es Arménëlhir.

Esperaba que el humano conociese al Rey. Si, en cambio, seguía los preceptos de La Sombra del sur, ese nombre le repelería, como el agua al fuego. En ese caso estaría preparado...

... En ese momento reconocí el olor a excrementos, a troll, y demás inmundicias, y arrugué la nariz, momento en que el humano se disculpó, a su modo:

— Hace frío. Necesitarías un gran fuego para calentarte despues — dije, como quitando importancia a su alarmante necesidad de un baño. Aunque pertenecía a la realeza del Reino del Bosque, era un Montaraz del Rey, y estaba acostumbrado a semanas enteras de patrulla por el bosque, acumulando polvo, sudor y barro.

— Por qué viajas solo, Fram?? — pregunté, intrigado — No es seguro cruzar el bosque solo, en estos tiempos que corren... 

Esperaba la respuesta del extraño, pero mi mente recordaba que mi tio, el Rey Thranduil, me había ordenado proteger a un grupo de gente: por qué estaba aquí este adan solo?? No sería él uno de ellos?? Bueno, no dudaba en que esas preguntas acabarían encontrando respuesta, antes o despues...

──No viajo solo. Viajaba con un beijabar al que me asignó tu rey como regalo. Murió víctima de unos trolls. Yo conseguí escapar. Su guarida queda por allá──, señaló en una dirección. ──Parece una antigua ruina élfica, y por un lugar élfico lo confundimos, y así caímos en la trampa ayer con esa lluvia tan intensa. Nos dirigíamos a la Carroca para acudir a la convocatoria de los beijabar.

— Bien, una pregunta que obtiene respuesta!! — pensé, satisfecho, sabiendo que la paciencia acababa siempre por ser recompensada, cuando el humano, de nombre Fram, contestó que mi tio le había asignado a un...: — Beijabar?? — pregunté, extrañado, mirando a Raban, temiendo no haber entendido la palabra. Entonces, el adan mencionó La Carroca, y una convocatoria que desde allí se había hecho:

— Quieres decir "beornida"?? — continué indagando, refieriendome a los edain que vivían, habitualmente, en la ribera este del Anduin, desde las montañas al rio.

Entonces pensé en esa convocatoria. Por qué no había oido yo nada al respecto?? Quizá había pasado demasiado tiempo patrullando solo, la frontera sur: estarían movilizándose los herederos de los primeros hombres, respondiendo al Mal que aquejaba el sur del bosque??

— Quizá temiendose lo peor, el Rey me manda para escoltarte hasta allí, hasta La Carroca.

Miré a Raban por el rabillo del ojo, y cuando me miró, asentí, a modo de respuesta. Sabía que el guerrero quería entregar lo que fuera que su... novia?? tenía que entregar al Mago Pardo y alejarse de todo esto, pero ahora le iba a necesitar. Esperaba que entendiese que, en presencia de aquel extraño, no era juicioso hablar de nada mas. Mas adelante respondería a sus preguntas.

Viendo que el individuo no era hostil Raban guardó sus espadas, pero no se acercó.

- Tío, hueles a mierda...

El acento de los hombres de los bosques no pasó desapercibido para Raban, aunque ya hacía tiempo que había abandonado sus tierras natales. No era un acento como los de su aldea, pero tras tantos años vagando por el mundo posiblemente él mismo había perdido también una buena parte de ese acento.

Asintió cuando su compañero estuvo de acuerdo en dejar al draco seguir en paz. Posiblemente las razones no eran las mismas pero a Raban le daba igual, estar de acuerdo era importante.

Apenas hizo un ademán cuando mencionaron ir a un sitio "La Carroca". Actualmente no tenía muchos planes en mente. Encontrar al mago pardo empezaba a darle igual, pero cada vez se daba cuenta que no era misión que deberían haberle encargado a Alina. Realmente solo quería volver y "discutir" con quien le había encargado la misión. Por mucho menos Raban había matado. El único que podría aclarar si verdaderamente la vida de Alina no había sido sesgada sin un propósito era el mago pardo, pero Raban ya daba por imposible encontrarlo.

El acento del tío ese le había puesto nostálgico de su tierra, por un momento recordó a su esposa e hijo no nato. Se separó de sus compañeros.

- Lávate.

Con esa última palabra dio por terminada su bienvenida a Fran al grupo.

Raban no se ha dado cuenta, pero cuando llegas al puente, a unos metros están la escalera de peldaños de metal que asciende ante las antiguas estancias. A media escalera hay un troll despanzurrado. (No es muy grande y su fisionomía es extraña. Tan extraña que es la primera vez que ves un troll con ese cuerpo)

──Beórnida también vale para llamarles, pero creo que es una cosa más de entre casa. No lo se, en realidad. Los que encontré por el camino se llamaban a si mismos beijabar. Que si...──, calló un momento, pues el otro tipo le había dicho que se lavara. Le miró. Luego dejó de mirarle sin hacerle caso y terminó de hablar al elfo, ──...beórnidas eran, si prefieres llamarles así. ¿Así que el rey te envió para escoltarnos? Por lo que respecta a Borgvir, que así se llamaba mi compañero, has llegado tarde. Puede que desees que nos venguemos. Yo estoy aquí porque me sentía en deuda con tu pueblo, Arménëlhir, en nombre de esa deuda seguí a Borgvir y en su nombre os ayudaría.

Dejando de lado el intenso y hediondo olor que tenía el recién conocido adan, no pude menos que mirarle con un nada disimulado interés:

— Que era lo que hacía tan interesante a ese humano?? Como casi todos los de su especie, era imperfecto, en una inexorable carrera hacia la muerte... Por qué el mismísimo Thranduil se interesaba por el bienestar de este sujeto?? Por qué quería que llegara sano y salvo a la zona en la que los Beornidas medraban...??

Todo esa linea de pensamiento hizo que me mantuviese mirando fijamente a Fram, sin duda alguna evaluándole. Habia algo que no cuadraba con aquel cuerpo enjuto —  Huele a oso..., por qué?? — volví a husmear el aire, antes de girar la cabeza, y entornar los ojos, hasta detectar al troll, que se encontraba, deslabazado  a mitad de camino, sobre las escaleras de metal de Los Peldaños Resplandecientes: — El troll corrió también la suerte de tu compañero. Fue ese extraño troll el que acabó con la vida de ese Borgvir?? Siento no haber podido llegar antes...— dije, siempre sensible a perder una vida de Los Pueblos Libres.

Despues, volví a mirar al recien llegado, de nuevo extrañado: — Por qué te sentías en deuda con mi Pueblo, Fram??

El dragón tardaría en volver, si es que lo hacía, así que teníamos un rato para responder alguna de esas preguntas, aunque Raban tenía razón, el adan necesitaba un baño con urgencia, así que señalé las escaleras de nuevo y concluí:

— Aunque quizás, antes de responder, querrias darte ese baño, en cuyo caso, quizá deberíamos subir las escaleras, y guarecernos en Caras Armath, aunque debemos reconocer antes el terreno: desde que lo abandonó el Pueblo del Bosque, a veces se ocultan en sus ruinas criaturas oscuras...

──Eran tres, pues ese cadáver pertenece a la madre, a la que emboscamos en las escaleras. Los dos hijos siguen infectando el interior de... ¿Cómo lo has llanado? ¿Caras Amrath? Eso será──, no pronunciaba del todo mal el sindarin, se notaba que conocía alguna palabra, cuanto menos. ──Aunque me hicieron prisionero en el proceso, como si fuera un maldito criminal, tu pueblo fue responsable de que curara de mis heridas. Y luego me dejaron partir. Y, aunque tuvieron la desfachatez de considerarme un regalo (supongo que una escolta) para mi compañero, Borgvir, también fui socorrido por los beórnidas, y por estar también en deuda con ellos fue que seguí la corriente a tu rey y le acompañé hacia la Carroca.

──Antes de bañarme, quizá querréis buscar venganza. Yo si lo deseo. Y así comprenderéis la necesidad del hedor, pues así es como he escapado de esa cueva. Los enemigos no han percibido más que su propio aroma, y yo soy ligero, y no hago ruidos innecesarios.

Miró entonces al humano, tan maleducado.

──Ahora que comprendes que no voy así por la vida ─apestando─ porque me guste, quizá tendrás que imitarme, si es que tienes el valor de entrar a matar ahí dentro, y quizá conseguir algún botín. De lo contrario, seguramente esta noche saldrán a buscarme y encontrarán vuestro rastro, y puede que os deseen dar caza.

Raban observó al hombre mientras hablaba. La experiencia le había hecho conocer a muchas personas y podía hacerse una idea más o menos clara de si alguien le estaba engañando. En este caso el tipo parecía legal. Guardó sus espadas y extendió la mano.

- Raban. - Se presentó - Disculpa si no he confiado en ti, pero no suelo confiar en nadie. Pareces un tío legal.

Sonrió.

- Ciertamente tendremos que llenarnos de mierda para poder emboscar a ese par de trolls, si es que quieres llevar a cabo tu venganza. Cuenta conmigo para ello sin problemas, de hecho necesito de alguna manera hacer salir la rabia que tengo dentro y un troll me parece adecuado para desfogarme un poco.

Miró a su compañero.

- Salvo que nuestro amigo tenga algún recelo a enmerdarse. - La sonrisa dio paso a una carcajada mientras miraba al elfo - No es prudente entrar en la guarida de un par de trolls apestando a elfo.

Se estiró e intentó ver si el dragón volvía, pero no pudo observar nada.

- Lo dicho, puedes contar conmigo. Tu historia parece cierta y no tengo problemas en echarte una mano. - escupió, la verdad es que no tenía mucho más que hacer al no poder encontrar el escurridizo mago pardo. - Lo que decidáis lo veo bien, tanto si atacamos a los trolls como si pasamos de ellos y vamos directos al sitio ese que decís.

El intenso hedor era algo que, de todas formas, no podías obviar.

- Pero ya sea ahora o después de matar a esos desgraciados, habrá que lavarse. Creo que todas la criaturas del bosque pueden olernos desde leguas de distancia.

──Bueno... Creo que con esta maravillosa piel de los beórnidas será suficiente para enmascarar el olor de, al menos, uno de vosotros.

Los beórnidas le habían ayudado en las tierras ásperas, en la helada, y la piel, apestosa, le había ayudado a no morir de frío, enfermo como había estado, hasta que logró llegar al reino de los elfos. Así que le tenía cariño, a pesar de lo mal curtida que estaba. Ahí la dejó, para que en ella se envolviera cualquiera de los nuevos compañeros que había encontrado.