Partida Rol por web

Ah, no, no iba a escapar para dar la alarma. De los grandes seguramente se tendría que ocupar su nuevo aliado, por ser tan fuerte, pero quizá quisieran escapar, y quizá lo lograran si alguien no se encargaba de los más pequeños, ¿no? Así que se fue a por ese que quedaba vivo de la primera linea de combate.

Todos se quedan mirando como el orco, de manera sibilina intenta escabullirse. Una daga de Fram sale volando y se clava entre la armadura, por el costado, tras el sobaco derecho, pero, el orco, con el braceo al correr, la termina sacando del lugar de impacto con un buen chorro de sangre que continúa mientras se aleja. La daca cae al suelo y va a costar encontrarla.

Mh. No deberían escapar. Agachó la cabeza en un gesto de desolación. Van a dar la alarma y nos van a rastrear. Debemos largarnos de inmediato. Buscarán venganza, si. ¿Quién es nuestro amigo?

Se volvió a quien había irrumpido espantando a los enemigos.

A lo mejor deberíamos seguirles y acabar con los que encontremos. Miré hacia el beornida y su amigo felino. Y si encima contamos con esta ayuda, no creo que supongan un problema.

La bestia miró hacia el orco fugitivo, con nula intención de perseguirle, mientras su cocorota era acariciada, como si de un gatito de pocos meses se tratase. Incluso ese gran León de las Nieves ronroneaba ... o algo parecido.

- No pensamos ir hasta la línea esa de árboles. Sentenció señalando en una dirección que os parecía ridícula, pero en el mismo sentido que el orco que intentaba poner tierra de por medio. - Incluso diría, que si ese orco no avisa, pronto se alertarán y empezarán las patrullas de búsqueda, y nos encontrarán.

Faltaba Raban por opinar, pero Fram tenía claro que ahora los tiempos se iban a contar en horas y en días, y no tanto en latidos. Y aun así podían ya estar sentenciados y no saberlo. Ser lo que la gente del bosque llama "muertos andantes". O sea, presas siendo acechadas.

En mi modesta opinión, diría que os toca, pero si nadie dice o hace nada, pues veremos de seguir.

Una vez los orcos iniciaron su huida, Raban se volvió hacia sus salvadores. Desconfiaba, siempre desconfiaba. Eso de "el enemigo de tu enemigo es tu amigo" no iba con él. Los bajos mundos le habían enseñado de forma muy dura que confiar en cualquiera podría ser mortal.

Pero se relajó un poco, procurando no parecer agresivo pero sin guardar sus armas.

- ¿Qué propones que hagamos? - dijo con la mirada del que espera una sugerencia, no una orden.

El Señor del Gato miraba con recelo hacia la montaña. Hacía esa roca desnuda que se alzaba hacia el cielo, sin si quiera musgo sobre ella. - Marcharnos. Además, seguro que mi hermano querrá saber lo que hemos averiguado.

Ya te digo. Larguémonos pero ya. Fram estaba limpiando sus armas rápido, buscó las dagas que había lanzado, pero no durante demasiado tiempo, pues prefería la rapidez a sus dagas. ¿Nos dejáis acompañaros? Se dirigía a ambos, pues  consideraba dicha actitud como de la etiqueta más elemental con un beijabar

Era mucho mejor hacer caso al desconocido que quedarse en una tierra desconocida a expensas del enemigo.

- Os seguimos. - Respondió, aunque Elegorn aún no había dicho nada, asintiendo con la cabeza.

Elegorn, sin protestar ni opinar, como un buen soldado, siguió al grupo sin dedicar un ápice de su energía a contradecir al grupo. Aún así, parecía sorprendido por el animal que acompañaba al barbudo que os había ayudado en la lucha.

Tras dos horas de marchas forzadas, un pequeño grupo de seres parecía querer daros alcance, pero, sin esforzarse demasiado en ello. Eran 5... o tal vez 6. Serían orcos, pero eran un tanto más delgados y altos. Sus movimientos eran igual de simiescos que los de los orcos, pero se movían a la perfección entre las sombras, y os pudísteis dar cuenta que el beornida tendía, en lugar de ir hacia La Carroca... empezaba a tomar una vertiente más suroeste. No era descarado, pero, se empezó a notar.

Fram que, en realidad, era más bien de ciudad que de campo, no se daba cuenta de nada. Se fiaba de los beijabar casi por sistema, pues eran enemigos de un enemigo común, y sabía que si no les tocabas en sus partes y te ganabas su confianza tenías amigos para toda la vida. Lo muy molesto era la manía del vegetarianismo pero... Nadie es perfecto.