Partida Rol por web

Me impresiona la complejidad de este hogar, enterrado bajo la árida montaña. Me gusta el aire libre y el paisaje, y el aire espeso me era demasiado cargante. Pero el calor compensaba, al calmar el frío de mis huesos. El ambiente era cálido y invitaba. Me acerco a los armarios que me indican y dejo mis bolsas en un rincón, así como la honda que aún tenía colgada del cinturón y la guardo en la mochila.

Hermosa morada! Muchas gracias, Boggovir. Me pregunto si hacer alguna broma sobre la coincidencia del nombre. Una comida caliente es más que bienvenida. Y el olor promete casi tanto como la compañía. Y le sigo hacía el interior del hogar, esperando recibir una buena comida y aprender un poco más sobre aquella gente.
 

Al sentaros a la mesa te sirven como a enano. Y empieza el bobardeo reiterante:

¿Y tu gato?
¿Y que historias nos cuentas?
¿Desde donde vienes?
¿Qué cosas nos puedes contar de allí?
¿Cómo ha sido el viaje?
¿A quienes te has econtrado?
¿Y tu compañero Guardián?
¿Y en que consta tu trabajo?
¿De que vives?
¿Y el felino que acompaña a los Guardianes?

.....

....

...

..

.

Te das cuenta que eso de "GUARDIÁN" lo pronuncia fuerte, pero con un ... respeto especial. Es como un título o algo para ellos.

La comida es fuerte. Son unas gachas, acompañadas de mucha cerveza, un caldo con tropezones (Carne, no sabes de qué pero está bueno) y más cerveza, que no puedes rechazar, y cada vez que cuentas una historia, o te hacen una pregunta, hay un brindis y el pertinente trago.

Los enanos son amistosos y agradables. La comida me reconforta y la cerveza me suelta la lengua. Así que charlo amistosamente con ellos y contesto a sus preguntas con amabilidad.

Les cuento algunas anecdotas de mis viajes y algunas historias de mi familia, de la granja donde crecí y de mi gente. Evito hablar de mis encuentros con los elfos (es sabido que ambas razas no se llevan bien) o de lo sucedido en la granja de Grumar (aun me siento culpable porque el incendio se me fuera de las manos). Cuento lo de los cadaveres de Gondor (exagerando un poco el susto que me dio al clavarme un hueso), pero no menciono el dinero que cogí.

De momento viajo solo, estoy buscando un compañero animal para que me acompañe en mi camino. Contesto cuando preguntan sobre el animal que debiera acompañarme, con pequeñas variaciones. Aunque pregunten por un gato, yo no uso nunca la palabra gato, pero tampoco les corrigo. ¿Sabeis si hay leones de las nieves por aquí cerca, o debo subir más alto?

Pareceis saber mucho sobre los Guardianes. ¿Conoceis alguno? ¿Hay alguno que resida en estos lares? Aprovecho para preguntar cuando ellos preguntan sobre el tema.

También intento preguntar, cordialmente y durante la conversación, por sus nombres y su lugar de origen, por sus familias y por qué tipo de mineral obtienen en estas montañas. Alabo la comida y la cerveza.

Ya estás medio piripi.

Lo de los muertos, los huesos viejos, no les llama gran cosa la atención, ya que es una historia vieja (interesante, pero antigua) pero lo del la granja del arisco beornida si. Es una noticia nueva. De hora, que les puede afectar. Estaba todos muy espectantes, silenciosos y todo el alboroto, mientras contabas se silenció. Cuando terminas empezaron los comentarios:

- Veis como hicimos bien en poner la alarma en la mina.
- Si ya lo decía yo, que hacía mucho que no venían los orcos ...
...

Y varios más de ese estilo, hasta que intervino el jefe y los amansó a todos. Les comentaba que lo habían hecho bien, y estaban seguros. - Además la puerta de "casa" no podrán ni encontrarla. Tú no estabas tan seguro, pero abrirla si lo tenían difícil. Ahora te venía a la mente el acceso a este hogar. Unas puertas de roble, forradas de metal, con refuerzos y por el exterior unas piedras que parecían parte de misma roca de la montaña.

Tras eso, y preguntar tú, te contestaron: - Pues no sabemos. Muchos otros de los tuyos pasan por aquí, pero normalmente ya tiene su "gato". Tras una breve pausa aclaró: - Vendrán de regreso. Todos van de paso, como tú, y ninguno, a no ser que la cerveza les afecte mucho, no pasan de una noche aquí. Entonces hizo un gesto. - Duerme aquí si deseas. Hay sitio de sobra.

Así que muchos de mis compañeros pasan bastante por aquí. No me extraña que pasen a saludaros si cruzan por este paso, siendo tan amable compañía. ¿Sabeis hacia donde van normalmente los guardianes? Sería bueno encontrarmelos en este viaje, si nuestros caminos se acercan. Cuando los enanos hablan de mis compañeros, escucho atentamente para intentar descubrir una pista de hacia donde van y que hacen por estos lares mis compañeros. Soy nuevo en esto y quiero aprender sobre las costumbres de los vigilantes, pero tampoco insisto en las preguntas, pues no quiero mostrarme como un novato débil (ya lo hago bastante al no llevar un compañero).

¿Hay muchos ataques de los orcos en esta zona? Estáis muy seguros de que nadie encontrará vuestras puertas.  Aprovecho el orgullo de los enanos por sus puertas para averiguar un poco más sobre ellas y de paso para alimentar su orgullo y ganarse su confianza. Y yo no lo hice, de hecho, hasta que me acompañásteis. Són unas puertas fantásticas en verdad. ¿Estan acaso protegidas por algún hechizo? ¿O es solo vuestra providencial perícia?

Finalmente, cuando veo que la conversación ya no irá a más, me muestro agradecido a mi anfitrión. Muchas gracias Boggovir y amigos, por esta cena deliciosa y por vuestra hospitalidad. Con gusto pasaré aquí la noche, ya que me lo ofreceis. La compañía es muy grata, pero yo tampoco creo que me quede más allá de esta noche. Pues debo seguir mi viaje hacía las cumbres.
 

- Hombre, tanto como a menudo... te aclaró el enano. Tal vez un par de veces al año, como mucho.

Y entonces empezó su comentario: - Algunos pasan por aquí y nos traen noticias y sus monedas. Bajó la voz, como para contarte un secreto, pero que todos sabían: - Y sus animalitos quedan bagando por fuera esa noche. Alguno aparece de sopetón por la mañana, cuando marchamos a trabajar y salimos con él. Son seres fabulosos y dan bastante miedo, pero jamás no han hecho nada.

TE cuenta que un día, bien temprano. Argol Beor, te cuenta que se llamaba el tipo, salió con ellos. Les acompañaría hasta la entrada de la mina y allí se despedirían. Además añade que el tipo era muy "bestial". Más una fiera salvaje que un hombre, por su aspecto, por sus modales (cosa que a ti no te extraña lo más mínimo sabiendo que era parte de la familia más noble de todos los beijabar). Pues eso, que andando, justo a pasar un árbol, un par de ojos miraban pacientes y curiosos allí mismo. El rostro era de un felino blanco enorme, pero mostraba curiosidad infantil. Le dio mucho miedo a él y a todos. Se jacta que de él sacó el arma (ya te imaginas que cagado de miedo) y fue el más valiente de todos (seguro que para aparentar) y casi ataca al bicho, si no es porque el "dueño" saltó antes y abrazó al gatito. Ni si quiera él (Se refería a su compañero humano. Hizo un gesto para señalar fuera, como si supiera donde estaba ese beornida ahora) sabía donde estaba.

Te imaginas, que si hubiera querido atacarles, los primeros zarpazos se hubieran cobrado sus víctimas, antes incluso de que el primer enano supiera que porras sucedía.

1 Febrero 1700 T.E. 09:10. Despejado. -3ºC (aunque en la casa de los minero Boggovir está calientito) no sabes el viento que hace fuera ni nubes. Estribaciones de las Montañas Grises. Casa de los Mineros Boggovir y familia.

Para cuando te das cuenta, estás en un jergón de paja, despertando. Los enanos han marchado y tus trastos a tu lado. Incluso tus armas han sido depositadas allí. Escuchas cacharrear por la casa. No sabes quién puede ser, pero parece estar limpiando y ordenado. El ruido te martillea el alma. No sabes como has llegado aquí, pero dudas si fue un golpe o el mazazo que te dió la cerveza. Resacoso total, te incorporas con un rugir en las tripas que incluso los mineros, pico y pala en mano, trabajando, han tenido que escuchar. - Buena forma de llamar a un gatito.

Me levanto y, al reconocer el pulso doloroso de la resaca danzando en mis sienes, maldigo en silencio. ¡Maldita cerveza! No debí beber tanto. Veo mis cosas a mi alrededor y sonrío al verlo todo, lígeramente aliviado, porque en algún momento había despertado mi desconfianza no tenerlo todo a la vista. Es un nuevo día y debo seguir mí camino. Así que, aunque la cabeza de tiene frito, me levanto y me dispongo a salir. El dolor ya pasará con paciencia y mucha agua, me digo basado en mi experiencia.

Las tripas me rugen, y debería comer algo. Antes de salir, me acerco a donde se oye el ruido de cacharreos. Buenos días. Si encuentro a alguien trabajando en las cocinas o comedor de la casa pregunto amablemente. Buenos días, amigos. Muchas gracias por su hospitalidad. Seguiré mi camino restaurado tras un buen descanso y contento de haberos conocido. Una cosa antes de partir, ¿me podriais vender algo de comida para el viaje?

Si no encuentro a nadie, me despido en voz alta, por si acaso, y salgo hacía el exterior. Buenos días, amigos. Gracias por la hospitalidad y buenas suerte.

Un enano, con una barba fina y larga, más delicada que la del resto, está limpiando. En la mesa hay un desayuno dispuesto, y cuando preguntas, te señalan hacia allí.

Una voz, que asemejarías femenina, pero extraña a tus oidos, que no han hablado jamás con enanos te comenta: - Están los chicos contentos con tus historias y te han dejado un regalo para el camino. No ves los ojos ni la cara, pero es más anchas de caderas, y su contoneo es diferente. - ¿Será una enana?

Tras eso marcha, y sigue cacharreando. Parece, por como suena, una cocina.

Te da igual. El tocino frito cruje y crepitea en el plato. Huevos, pan de centeno, una especie de gachas de no sabes qué y más cerveza rodean todo aquello. Tu mente se cierra y se concentra en el plato. Parece mucho, pero para un beornida hambriento es lo normal. (lo mismo que para un enano).

Muchas gracias por este desayuno. Sois una gente muy amable. Confundido sobre si habla con una enana o un enano, intento mantener un lenguaje neutro mientras disfruto del desayuno. Una vez lleno el estomago, y tras agradecer por enésima vez, me dispongo a salir al exterior. Muchísimas gracias por la hospitalidad.

Salgo de la casa y me miro a ver que tiempo hace. Me acerco a la pared de roca y la toca con mi palma, mientras agradezco de nuevo a los enanos y a su cueva por su hospitalidad (en un susurro y en mi propio idioma). Me giro hacia el camino y me dispongo a seguir.

Ha sido bueno encontrar a estos amigos, pero ahora me debo enfrentar de nuevo a la montaña y al frío. Y debo encontrar ya a un compañero. No me puedo quitar de la cabeza el rostro de los enanos al preguntar por mi compañero. Aunque nunca he tenido un león conmigo me empiezo a sentir vacío sin él. Por un lado me llama el deber como vigilante, por otro la curiosidad como amante de los animales y por otro el ver como todo el mundo me pregunta por él, avergonzandome. Me dirigo a las cumbres con un paso lento y expectante. Mi objetivo no es tanto avanzar en mi camino como explorar a mi alrededor. El enano ha dejado claro que los leones se esconden muy bien y debo ir con cuidado. Me fijo atentamente a ver si veo un león o cualquier rastro de ellos. Por otro lado, me fijo también en cualquier otro rastro de personas o animales. Si hay alguien más por aquí (especialmente un compañero vigilante) lo quiero conocer. Me interesa mucho si hay rastros de animales que son presas habituales de los leones por dos motivos: uno porque supongo que es más fácil encontrar cazadores cerca de sus presas y el otro es porque me planteo una idea. ¿Podría cazar una de sus presas y entregarsela a mi nuevo compañero como ofrenda? Tengo entendido que los gatos domésticos a veces entregan presas a sus dueños como señal de respeto. Sin embargo, me preocupa matar un animal con ése objetivo. El león lo necesita para comer y lo cazaría igualmente, siguiendo el equilibrio natural, pienso. Pero y ¿si no me lo acepta?

Con todo esto en la cabeza y muy atento a lo que me rodea sigo con mi camino. Como acostumbro a hacer, llevo el baston en la mano para que me ayude en mi camino, y la honda y el hacha colgadas de manera que sean fáciles de coger.
 

1 Febrero 1700 T.E. 09:30. Nubes y claros. -3ºC  y sin viento. Estribaciones de las Montañas Grises. Cerca de la casa de los Mineros Boggovir y familia. Nieve hasta las rodillas.

Cuando sales notas que tus "trastos" pesan de más. - Estos enanos se habrán dejado alguna herramienta encima de mis cosas. Y empiezas a buscar. Al final hay una cosa extra. Es un saquete de lona. Feo y marrón, que entrará una pelota de futbol (para entendernos) Tiene un cordón entrelazado.

Dentro hay comida.

Mmm. ¡Que generosos estos enanos! Gracias de nuevo, amigos. Contento por el encuentro, agradezco de nuevo más para mí que para nadie, pues no veo a nadie a mi alrededor. Me alegran los presentes. Miro el queso con curiosidad y un poco de deseo, pero no es momento de probarlo, acabo de desayunar, pero ansio hincarle el diente. La cerveza me trae a la vez un grato recuerdo y una ingrata sensación en mi cabeza, sonrío al oler el aroma de la cerveza en el odre. He oído hablar del pan del camino, no parece especialmente apetitoso. Pero confío en su durabilidad para que me de energía si mi estancia en la montaña se alarga y se me acaba la comida más perecedera.

Por otro lado, me sorprende la amabilidad de los enanos. No los conocía hasta ahora, pero tienen fama más bien de ser gente avariciosa. Quizás es porque han reconocido en mí un guardián y valoran nuestro trabajo. Volveré amigos, me digo en voz muy baja. Pongo la palma de mi mano en un árbol y murmuro una bendición para que la naturaleza les sea propícia.

Y sigo mi camino, muy atento a lo que me rodea.
 

¿
Rumbo, rutas, intenciones ...

?

Las montañas grises es como un palo de golf. Recto (pero no perfecto) y con un grano (lo que golpea la pelotita)Pues si el mango está a la drecha, tú estás a la izquierda, en la punta del cacharro de golpear la pelotita. (porque ponemos la cosa esa hacia el sur).

Me dirigo hacía los vallés más alto, acercandome a las cumbres, pero voy con un paso lento y expectante. Me quedo mirando las montañas que se extiende delante de mí. Las montañas se extienden al este, así que cuando me veo obligado a moverme en la dirección este-oeste me muevo hacía el este. Pero mi dirección principal es al norte durante la primera parte de la ruta, hasta que llegue a una altura que considere adecuada para encontrar leones.

Mi objetivo no es tanto avanzar en mi camino como explorar a mi alrededor. El enano ha dejado claro que los leones se esconden muy bien y debo ir con cuidado, así que me fijo atentamente a ver si veo un león o cualquier rastro de ellos. Por otro lado, me fijo también en cualquier otro rastro de animales. Me interesa mucho si hay rastros de animales que son presas habituales de los leones por dos motivos: uno porque supongo que es más fácil encontrar cazadores cerca de sus presas y el otro es por mi idea de cazar una de sus presas y entregarsela a mi nuevo compañero como ofrenda.

Con todo esto en la cabeza y muy atento a lo que me rodea sigo con mi camino. Como acostumbro a hacer, llevo el baston en la mano para que me ayude en mi camino, y la honda y el hacha colgadas de manera que sean fáciles de coger.

3 Febrero 1700 T.E. 11:30. Despejado. -8ºC  y sin viento. Montañas Grises. Valle Alpino. Día idílico.

Hace ya un par de días que caminas montaña arriba. Sabes que pisas suave, que corren y saltan mucho, y además lo buenos que son camuflados. Además, con estas temperaturas, y viviendo todo el año aquí, seguro que aguantan el frío muy bien. No tienes claro por donde empezar, pero buscas huellas, si no de ellos, las que sean. Te da igual. Lo malo es que por las noches, las pequeñas nevadas que caen, borran todos los rastros nocturnos.

Ya has empezado con el pan y el queso. No sabes por qué, pero evitas la cerveza. ¿La estarás reservando para emborrachar al gato? O eso, o es que el recuerdo de la resaca no te ha hecho nada de gracia. De todas maneras estás teniendo problemas para encontrar agua. La tuya se congela, y para tomarla, hay que calentarla. Lo malo del agua así, es que da una diarrea monumental. También puedes tomar nieve, pero sabes que los calambres que te den en la barriga, serán ... malos. Puedes descongelar nieve al calentarla, pero ... pasa lo mismo que con el agua de tu cantimplora. Lo bueno es que si en lugar de tomarla del suelo (con su pertinente sabor a tierra, a no ser que la pilles con poca profundidad) la tomas de árboles, puedes tener un grato tono a pino ... o a lo que sea.

La nieve tiene unos gratos brillos por el sol. Estás casi en el fondo de un valle profundo. Todo allí son árboles de gran porte, tanto caducos como de hoja perenne. El fondo es como si fuera un lago pero sin agua. Sólo nieve. Tendrá como medio kilómetro de ancho, pero las montañas tendrán por lo menos 1500 metros. A lo largo (este-oeste) tiene por lo menos 5 kilómetros. Has llegado por un collado, siguiendo unas huellas de un Caribú solitario, y en tres ocasiones has llegado a verlo, pero no has conseguido estar a menos de 80 metros. Se larga. Los árboles termiana a unos pocos metros de altura, antes del lago. Siendo casi una barrera. - Donde acaba el lago, empieza el árbol. Y llegan hasta la mitad de la altura. Imaginas que a partir de allí hay roca pura y dura. Además, la pendiente va increchendo.

- Seguro que ese bicho le gusta para merendar. Piensas para ti.

Todo está nevado. No ves roca. Solo unas paredes altas que suben, suben y suben, hasta que se terminan en un cielo magnífico, pulcro e ideal.

Además, notas una extraña presencia omnipresente.

No se me puede volver a escapar el caribú. Va a ser un buen regalo para mi compañero. Y ojalá sirva como reclamo. Por última vez, voy a seguir el rastro del caribú a ver si lo encuentro, pero esta vez me quiero ayudar de la naturaleza. Me concentro y con las manos en el suelo, murmuro una oración.

Me preparo para una posible cacería (Perdón amigo caribú, no deseo tu muerte pero la naturaleza debe seguir su curso. Yo solo haré de intermediario entre tu y el depredador natural). Guardo mi baston en su soporte en el exterior de mi mochila. Y me preparo con la honda en la mano y la bolsa con las piedras para tirar a mano. Ahora seguiré el rastro en el más absoluto de los silencios, y quiero que me ayude el bosque. Sigo el rastro con cuidado, hasta llegar al punto en el que puedo ver al animal de lejos y entonces me paro en silencio antes de acercarme más para que no huya.  Murmuro unas palabras y me concentro en la naturaleza, tratando de canalizar el poder de estos árboles en un hechizo que me haga ser capaz de moverme sin hacer ruido.

Entonces, protegido por el silencio del hechizo, acecho al animal para acercarme a una distancia de tiro sin que se percate de mi presencia. Si consigo acercarme lo suficiente sin que huya, le ataco con mi honda.

A pesar de que sabes de que no te puede escuchar, sigue alejándose, más o menos a la misma distancia, así que no lanzas el pedrazo.

¡Mierda! Ni usando la magía consigo acecharle. Me pregunto entonces si no está huyendo de mi, sino de otra cosa. O quizás simplemente no huya, sino siga su camino, pero y si huye. A mí no me ha oído, estoy bastante seguro de mi hechizo. Y de que puede huir. La sensación de una presencia me perturba otra vez y me entra una duda. ¿Habrá ya algún depredador aquí cerca, algo que el Caribú siente y yo no veo? 

Sin parar del todo, pues de momento no quiero perder la pista del Caribú, me concentro en mi alrededor, en busca de esa presencia. Siguiendo un impulso, cogo mi medallon y apretó la piedra contra mi pecho, mientras murmuró en voz muy muy baja. Amigo, si estás aquí, muestrate. Soy amigo.  Estoy en paz y me concentro en que mi mente así lo muestre. Miro a mi alrededor con mucha atención buscando si hay algun leon escondido.

Notas como cruje la nieve. Es como que alguien la pisa. Pero no hace ruido. Sólo su peso que hace que la delicada superficie nívea se rompa y hunda.

No sabes de donde viene, pero parece caminar, y cada uno de sus pasos parece recorrer decenas de metros. De todas maneras es un caminar lento. Un paseo ... o tal vez está acechando.

- Otro hombre que viene a robar uno de mis hijos? Preguntó una voz acusadora. Era solemne y señorial. Como un rey. Más que un rey. No lo tenías claro, pero parecía sonar en todo el valle. El caribú escampó a correr y ya lo perdiste totalmente. Ni de vista, ni escucharlo ni nada. Se asustó.

No pretendo robar a nadie. Digo con voz alta y segura, sin saber a donde mirar. No he venido a este valle a llevarme a nada ni a nadie por la fuerza. Vengo buscando un compañero de viaje, sí. Pero uno que quiera venir conmigo. Si alguno quiere venir conmigo, contará con mi ayuda, mi cuidado, mi defensa,... y mi amor.  Me pongo un poco rojo al hablar en estos términos. Yo ofrezco la oportunidad de acompañarme y viajar, para defender juntos el equilibrio natural y el poder de la naturaleza. Lo protegeré de los hombres y de las otras bestias. Lo cuidaré si enferma. Daré mi vida por mi compañero, por mi amigo, si es necesario. En este momento, entiendo que estoy dando mi palabra, y por mi honor en lo más interno de mi alma, me comprometo a ello. Abrumado por la responsabilidad, paro un segundo y miro al suelo con rostro humilde. Y lo traeré aquí de vuelta cuando me lo pida, como he dicho no vengo a llevarme a nadie. Sino a acompañar a uno de los vuestros en su viaje, a ser su mejor amigo, su mentor y su vigilante.

Si no encuentro aquí un compañero, me iré. Sin hacer daño a ninguno de los habitantes de este valle. No teneis porque temer de mí. Marcharé y no volveré a molestaros jamás.