Partida Rol por web

Gizur escucó con atención al muchacho y sonrió con la mandíbula totalmente tensa cuando al final fue ninguneado por el patético comerciante de tabaco. ¿Volved más adelante? ¿Sois demasiado nuevo? Gizur saludó con la cabeza y se marchó del lugar. Estando ya lo suficientemente lejos como para no ser visto, golpeó a puño cerrado la pared un par de veces, con los ojos inyectados en sangre y unos profundos surcos en la cara que parecían tirar de la piel hacia atrás dejando su dentadura expuesta. Había marcas visibles alrededor de sus ojos y nariz, producto de una ira desmesurada.

—Maldito plebeyo asqueroso, rata envalentonada... ¡ARGH! —gritó mientras volvía a golpear la pared, logrando hacer sangrar uno de sus nudillos. Acto seguido, se separó un poco de la pared e intentó tranquilizarse, respirando lentamente—. Acabaremos con ese hijo de puta cuando nuestra posición esté asegurada. De su puesto sólo quedarán cenizas. También nos llevaremos a la gorda —declaró a sus guardaespaldas con un claro resentimiento en la voz—. No estoy de humor para ir a ningún burdel, ya iremos luego. Comamos algo y esperemos a la noche. Tendremos una cita con el Búho.

Estaba claro que si lo dejaba aquí lo iban a seguir torturando pero... ¿qué podía hacer? Si lo liberaba no saldría del fuerte vivo y podría matar a alguien en su huida... se supone que estamos en guerra... No me gustaba, pero no pensaba que desencadenarle fuera a mejorar su situación.

-Supongo que no me entiendes, pero quieres agua.- le dije mientras hacia como si bebiera con la mano.-Agua.-

¿Sabría el capitán que estaba aquí? Suponía que si... en ese caso me convenía menos aún liberarlo.

Fui hacia la mesa de los guardias a buscar algo de agua para llevársela (aproveché para mirar y oir a ver si venía el otro guardia).

Angelique levantó sus armas midiendo las distancias. Era momento de ver si realmente eran unos inutiles de categoría como aparentaban y de ser así filetearlos como al boeuf

Tus guardaespaldas te miraron sorprendidos.
Señor, no tendrías que preocuparte por una rata como esa.
Nos encargaremos llegado el momento. dijo Aren.

Tras aquello, fuisteis a una posada cercana donde el buen olor a pescado asado llegó a tus fosas nasales.
“El Marino Glotón” era un local pequeño, pero limpio y no tan abarrotado como otros del puerto. Su clientela también era ligeramente más educada, posiblemente marineros con altos cargos o mercaderes.
Pronto descubriste que su precio era ligeramente más elevado, pero nada que alguien como tú no pudiera permitirse.

Tras degustar el pescado asado y la carne a la parrilla del lugar, era hora de ir al encuentro del Búho, pues la noche estaba bien entrada.
Sabías que sus agentes pululaban por la zona de las Destilerías y los almacenes cercanos.
Cuando llegaste, estaba todo muy tranquilo. Al menos, aparentemente.

El indígena te miró confundido y asintió cuando le hiciste el gesto de beber.
Al ir a por el agua, la encontraste en una mesa cercana... en lugar de agua era el vino que habría estado bebiendo el guardia, pero esperabas que no le importara.
Te fijaste en que desde la puerta del fondo, por la que se había marchado el otro guardia, se oían risas, por lo que era probable que estuviera hablando con alguien allí.

Al darle el vino al indígena, éste lo vació con ganas, sin inmutarse por su sabor. Cuando lo hubo vaciado, suspiró satisfecho.
Gracias. te dijo de repente, en un extraño castellano.
Por favor, ayudar hermana mía. Ella, llevar a sitio “Lucrecia ya no es Santa”, por favor. dijo, hablando con cierta dificultad.

Escuchaste un portazo al fondo del pasillo.
Sí, voy a ver qué hace nuestro saco de patatas... se escuchó una risita a lo lejos.
Los pasos se dirigían hacia aquí.

De nuevo los tipejos se lanzaron al ataque, pero eran demasiado previsibles para la elaborada defensa de Angelique.
Era hora de que probaran acero.

Te percataste que en un edificio cercano, aparentemente un almacén, hay alguien observando por la ventana, y que se esconde cuando se percata que le has visto.

Le llevé el vino y al ver que hablaba castellano sonreí. -Vale, vere lo que puedo hacer. ¿Cómo se llama? Tú aguanta.- Al oír que volvían dejé las cosas en la mesa tal y como las había encontrado y me marché procurando no ser visto.

Lucrecia ya no es santa. Repetí las palabras del indígena en mi mente, había oído hablar del lugar, pero no era el mejor sitio para llevar a una mujer secuestrada... esto me podía traer problemas, pero se suponía que no debería haber nadie trabajando allí en contra de su voluntad...

Gizur miró a sus compañeros y con un movimiento de su cabeza les señaló el almacén al cual sin hesitar se dirgieron con ligereza con él siguiéndolos detrás.

Aquello era decepcionante. No. Peor. Era aburrido.

Lola dio un bostezo sin disimular y ante la estupefacción de los dos matones alzó su espada cortando el cinturón de uno, cuyos pantalones cayeron al suelo.

- ¿De verdad, Angy? Esto no da ni para calentar – le recriminó a su amiga.

Una estocada rápida al hombro del que aún llevaba pantalones, balanceo atrás, y una nueva estocada al que aún se estaba intentando sujetar los pantalones.

Las heridas no les matarían, pero los dejarían fuera de circulación una temporada.

- La próxima vez si vas a buscar gresca para entretenerte, al menos que sean algo más que un par de arenques que no saben sujetar ni un cuchillo. – terminó su rapapolvo con un ligero suspiro/bufido y miró a los dos tipos desde arriba.

- ¿Y Candy? – les preguntó sin más ambages mientras limpiaba su espada.

La muerte rubia se estiró como una gata perezosa. Oui, oui, c'est trop tarde ¿entendeis? Así que...largando respuestas mes amis.

Tus guardaespaldas se dirigieron al almacén y entraron al comprobar que la puerta estaba entreabierta.
Siguiéndoles de cerca, viste como en el interior se almacenaban barriles de lo que posiblemente fuera cerveza o vino, a juzgar por el olor.

El lugar estaba oscuro y no parecía haber nadie, aunque estabas seguro que habías visto a alguien por la ventana.
Aren comenzó a registrar el lugar mientras Borg permanecía alerta, sin embargo no pareció encontrar nada más allá de barriles.

Entonces, te fijaste que, encaramada a una de las vigas del techo, había una persona, aguantando allí mientras os observaba.
Al darse cuenta que la habías visto, se dejó caer sobre los barriles, cayendo como si apenas pesara.
Era alguien de estatura media y esbelto, vestido de cuero negro y encapuchado. Una pareja de cuchillos se veían en su cinto.
¿Qué estáis haciendo aquí? Esto es propiedad privada... dijo, con una voz que era prácticamente un susurro.

El guardia que salió de la habitación del fondo parecía demasiado distraído con sus cosas como para prestarte atención.
Así, pudiste salir del calabozo sin levantar sospechas, dejando allí a aquel enigmático indígena.

Aunque era bien entrada la noche, decidiste ir al burdel que te había dicho el indígena, el cual era el más conocido de la ciudad.
Y a esas horas, estaba a pleno apogeo.
Cuando llegaste, una mujer de cierta edad y con algo de sobrepeso, te recibió risueña, agarrándote del brazo.
Llevaba un vestido púrpura que dejaba a la vista su más que voluminosa delantera, y unos cabellos rojos peinados con rulos de forma sofisticada.
Holaaaa, ¿qué tal guapo?
¿Has venido a tomar algo o buscas compañía? te dijo, guiñándote un ojo.

Los dos tipejos se fueron como chuchos asustados, y justo entonces se abrió la puerta del almacén, desde el que salió Candy.
La rubia estaba ataviada con las mismas ropas que Lola recordaba, aunque había incorporado una pistola a su cinto.
Buenas noches, me alegra ver que has acudido a mi cita, y además acompañada. Bien, ya habréis visto porqué busco personal... cada vez creo más en serio que en esta ciudad sólo hay inútiles.
¿Acaso los hombres ya no saben pelear? dijo entre risitas.

Adelante, pasad... os invitó a entrar al almacén.

Habían varios sacos de váyase a saber qué amontonados, pero Cindy abrió una trampilla en el suelo, y os condujo por un breve tramo de escaleras hasta llegar a una habitación de cierto tamaño.
Iluminada por una linterna, había una gran mesa llena de documentos varios, así como un detallado mapa de Santa Lucrecia.
Aparte de ello, había una cajonera que parecía realmente robusta y un armero en el que había un arcabuz.

Bienvenidas a mi oficina... sonrió.

¿Un poco de ginebra? preguntó mientras sacaba una botella de la cajonera, que parecía de por sí cara por los numerosos relieves del cristal.

Llegué al burdel, no era el tipo de lugar que yo solía frecuentar (sobre todo por mi sangre... eso podía causar problemas) pero si que conocía mucha gente que los frecuentaba...

Estaba claro que era su mejor hora, así que también era la mejor hora para pasar desapercibido.

Al hablarme la mujer le dije -Por ahora tomar algo. Ya veremos más adelante. Por cierto ¿que tipo de bebidas sirven por aquí? He llegado hace poco y me han recomendado este sitio, pero no se ni quien lo dirige ni si tienen alcohol del bueno...- dije intentando entablar conversación pero sin que pensase que ella y yo...

- Por supuesto – dijo aceptando ese vaso de ginebra mientras seguía analizando hasta el último detalle de la habitación, tal y como había hecho por el recorrido hasta allí. ¿Habría otra salida? Normalmente estos sitios solían contar con una segunda salida que estaba oculta a simple vista. Esperaba no tener que llegar a necesitarlo.

- Desde luego la mayoría de los hombres son unos inútiles, da igual que sean de aquí o de otro sitio… - comentó con desdén general hacia el sexo masculino acomodándose en la sala y echándole un ojo más detallado al mapa de Santa Lucrecia.

La rubia sacudió la cabeza rechazando el trago. La ginebra le daba resaca cabezona, además era bebida de marinos y curtidores. O eso decía su tercera institutriz (lo cual era sorprendente dada su afición al brebaje, aunque quizás las trastadas de Angelique hubiesen ayudado a ello).

Lanzó un vistazo a la sala, la cosa olía a conspiraciones delictivas. Lo que tampoco le parecía mal.

¿Y que tenemos por aquí? ¿Estas buscando comprarte una casa en algún barrio bueno? dijo con tono alegre ¿O es que vamos a mangar algo?

La mujer te miró como si fueras un adorable niño pequeño.
Ohh, ¿es tu primera vez aquí? Entonces vas a pasarlo genial. Siéntate, te traeré vino del bueno. ¿Sabes? Las mujeres son como el buen vino; cuanto más añejo más bueno... y te guiñó un ojo mientras se iba contoneando su voluminoso cuerpo.

No tardó en regresar con una botella de vino y ¿dos? copas. Se sentó sobre tus rodillas.
¿Cómo te llamas cariño? preguntó mientras rozaba tu barba con sus manos.

Vamos, bebe. La dueña no viene por aquí nunca, yo soy la encargada así que soy la máxima autoridad ahora.
¿Tienes alguna petición descabellada? preguntó sonriente.