Partida Rol por web

Candy llenó su copa y la de Lola, mirando a Angie con cierta decepción.
Se sentó encima de la mesa y mirando al mapa de la ciudad.
Bien, lo que quiero que hagáis es sencillo.
Esta noche llega un cargamento de vasijas de plata y otros ornamentos para la nobleza de la ciudad.
El puerto está fuertemente vigilado, así que el mejor lugar para emboscar a los transportistas es en las calles de Villahermosa.
Por esta zona... con el dedo señaló una zona del distrito comercial. Es un trabajo sencillo, coger el cofre y marcharse. Si lo queréis, os pueden ayudar Popay y David, aunque sea para molestar... dijo, tras lo que le dio un buen trago a la copa.

Arqueo las cejas incrédula.

- ¿Robar un cofre lleno de cacharros de plata? – pregunta con clara decepción – Me parece algo bastante… aburrido. – continuo con indiferencia – Creí que sería algo adecuado a nuestras habilidades. – digo mirando a Angy a ver que dice, que lo mismo acepta por aburrimiento o simplemente por llevarme la contraria.

Cierto, venga escupelo ¿que diablos hay de verdad en ese cofre? dijo muy seria y sin forzar al vocecilla dulce habitual Nadie robaría unos ornamentos de plata en este culo del mundo. No podrías venderlos por que a la que los asomases todo el mundo sabrá de donde salieron. Y ni hablemos de subirlos a un barco.

Sacudió la cabeza Así que ya sabes: la verdad y los porcentajes. Y dió un golpe a la mesa con su delicado puñito en lo que estaba convencida era una genial interpretación de ruda criminal.

Al ver que traía dos copas sonreí y, al ofrecérmelo, bebí. Como de costumbre me había olvidado de presentarme, pero esta vez podía jugar a mi favor -Llámame Miguel.- Suponía que sería fácil que se diera cuenta que no era mi nombre, pero seguro que no era el primer hombre que no daba su verdadero nombre en un burdel, y quien sabe, podría dificultar un poco encontrarme si las cosas se torcían (aunque era una pequeña urbe, pero algo es algo).

-Pues no estoy seguro de lo que quiero ¿podría darme una vuelta y ver que posibilidades tengo?- Dije, la verdad es que prefería estar de pie.

Candy sonrió y miró a Angelique.
Debí pensar que me haría falta una excusa más convincente para vosotras... se encogió de hombros.

Desde hace unos meses, están llegando envíos puntuales desde algún punto de Vodacce. Los Príncipes quieren poco a poco hacerse con el control de la ciudad, de forma sutil.
Tienen uno de sus socios en Altamira, el mercader Valerio Bernoulli. Desde Vodacce les traen “Dolce Morte” o Muerte Dulce, uno de los venenos más poderosos y discretos que existen.
Ya han llegado dos cargamentos y este será el tercero, y creo, último. No sé qué pretenden hacer con él, pero la guardia parece con poco interés en resolver el asunto... posiblemente anden comprados. explicó.

Digamos que la actual situación, con el dócil Almirante al mando de la ciudad me beneficia. Y que los Vodaccios ganen influencia fastidiaría mis negocios. Además, la Muerte Dulce es una golosina muy apetitosa.... sonrió de forma pícara.

Os daré 200 gremiales a cada una cuando me traigáis el cofre. ofreció expectante por una respuesta.

Di un trago al vaso de ginebra. No estaba mal.

- “Dolce Morte”… - repetí tranquilamente sopesándolo.

No me tragaba que fuera por amor al status quo, pero que la situación actual le beneficiara y quisiera mantenerlo, sí me parecía convincente, aunque era un peligro darle un veneno así a nadie, pero 200 gremiales… eran 200 gremiales y, hey!, estarían ayudando a la ciudad, ¿verdad?

Además, si no sabía cuánto había en el cargamento probablemente no echara de menos un poquito si faltaba con tanto ajetreo.

- Eso suena más interesante. – confirmé – Creo que necesitaré un antifaz o algo así. – comenté con una sonrisa - ¿Tienes alguno a mano? – pregunté divertida y miré a Angy a ver que le parecía aquello. Seguro que picaba.

La mujer sonrió al decirle “tu nombre”.
Oh, Miguel, ¿quieres ver a las chicas?
Pero te advierto que ninguna puede ofrecer tanto como yo... te dijo mientras pasaba su dedo índice por tu pecho.

Se levantó y te agarró de la mano, llevándote escaleras arriba.
Entrasteis en una amplia sala que había justo salir al pasillo, en la que habían varias chicas sentadas.
Algunas charlaban, otras fumaban y había una en un rincón callada y mirando al suelo.

Su piel tostada, sus ojos afilados, su pequeña nariz y sus generosos labios... sólo podría tratarse de una indígena.
Vamos chicas, tenemos clientes... dijo la mujer.
¿Lo ves Miguel? Son todas sacos de huesos que no van a hacerte disfrutar como puedo hacerlo yo... sugirió en un tono coqueto.

Además de la indígena, habían otras cinco chicas. Dos morenas, posiblemente castellanas, una pelirroja váyase a saber de dónde, una castaña, y una rubia posiblemente de algún país norteño.
Te miraron con sonrisas pícaras excepto la indígena que miraba al suelo avergonzada.

Bueno, estaba claro que había encontrado a la hermana del indígena... ahora el problema era sacarla de aquí. Y con aquí quería decir todo, es decir, del burdel y de la ciudad. No tenía ningún plan pensado, pero tenía que pensar rápido...

Mientras pensaba que hacer dije -Y... ¿cuanto me costaría estar con cada una? Pongamos, por ejemplo... ella.- dije señalando a la pelirroja. Aproveche para pasearme por la habitación, para ver si había guardias o las ventanas tenían barrotes. Estaba claro que la mayoría de las chicas estaban aquí porque querían (más o menos).

La rubia asintió. Mucha chachara y poca acción hacen de la rubia una guapa aburrida.

Venga, esos doscientos gremiales en la bolsa y el acero corre de nuestra cuenta. Dijo extendiendo la mano.

Candy sonrió ante el comentario de Lola.
No tengo antifaces, pero si quieres puedo dejarte un pañuelo para cubrirte el rostro. explicó con cierta sorna.

Al quedar claro que habíais aceptado, tomó una llave de uno de sus bolsillos y la introdujo en uno de los cajones.
Al abrirlo, sacó cuatro bolsas de oro.
Hay cien gremiales en cada bolsa. os las tendió.

Luego procedió a explicar los puntos por los que probablemente pasaría la comitiva que llevaría el veneno a Altamira, sugiriendo una calle en Villahermosa como punto de asalto, al estar bien cubierto por calles rodeadas de edificios altos en los que escabullirse.
¿Alguna pregunta? preguntó, de algún modo pareciendo que esperaba que actuarais cuanto antes.

La encargada suspiró decepcionada por no elegirla a ella.
La muchacha pelirroja sonrió, sus rasgos bien podrían ser castellanos o montaigneses, no estabas seguro.
Serán 5 gremiales por Amanda... contestó la robusta mujer.

Angelique se ató la bolsa de gremiales al cinto. 

Por mi parte necesitaré una capa, con capucha. ¿Tienes algo en malva? Es el color de este otoño. Dijo con una sonrisa Y asimismo vamos algo ligeras ¿no tendrás a mano algún arma de fuego?

- La mía en azul oscuro me va bien – comenté con una sonrisa – y el pañuelo me vendrá bien – ya veremos si para taparme la cara o para otra cosa, ya me haré un antifaz con la camisa de alguno de esos pordioseros.

Cogí las bolsas y me las até al igual que la rubia. Me escamaba que soltara todo el pago antes de entregar la mercancía. O bien estaba completamente segura de que podría acabar con nosotras si se la jugábamos o bien la mercancía era incluso más valiosa de lo que ya nos había dicho. Probablemente, ambas.

Me fijé en el plano y los puntos que nos señalaba. Si ella pensaba que ese era el mejor punto, habría que fiarse, a penas conocía la ciudad.

- Nos llevaremos esto también – cogiendo el mapa – para no perdernos.

- ¿A qué hora se ponen en marcha? – me imaginaba que no nos quedaría mucho margen para correr hasta el sitio - ¿Cuántos suelen custodiar la mercancía?

Se puso a reír ante las peticiones de Angie.
Lo siento, mademoiselle... he olvidado traer mi armario... se encogió de hombros.
Ante la otra petición, fue más receptiva. Te tendió la pistola que tenía en el cinto.
Usadla sólo cuando sea necesario; hace bastante ruido. No nos interesa que vengan los guardias. explicó.

Luego, la joven avalonesa miró a Lola.
A la medianoche. Aún tendréis un par de horas para posicionaros. explicó. Dudo que sean menos de una docena, sin duda el señor Bernoulli no escatima en recursos. Pero, ¿eso no debería ser un problema, verdad? preguntó con cierta picardía.

-Mm..- dije mirando al resto de las chicas, y señalando a la indígena (la que suponía que era la hermana del “saco de patatas”) añadí -¿Y con esta?- Me acerqué a ella para verla de cerca. Después miré a la “encargada” con una sonrisa.

Dedicó una mirad de desaprobación a Angy al pedir la pistola. Eran armas más ostentosas que útiles. Difíciles de acertar con ellas y nada sutiles.

- Dudo que lo sea – confirmó Lola sin dudar un instante – Regresaremos cuando terminemos el encargo, directas aquí. Salvo que tengas otras indicaciones… - dejó en el aire por si quería cambiar los términos de la entrega del encargo.

La encargada puso una cara algo sorprendida.
¿Esa? Buff, la dueña la trajo hace poco y pide 10 gremiales por ella... un caballero pagó la cantidad ayer, y esa salvaje lo mordió...
Yo no te la recomiendo... ¡ni un gremial vale esa! dijo, mirándola con desprecio.

Al mirarla de cerca, viste que tenía algún moratón en los brazos, y alguien la había maquillado de forma bastante exagerada, quizás para camuflar alguna otra herida en la cara.
Te miró de forma desafiante, clavándote sus exóticos y hermosos ojos en los tuyos.

Pasasteis por una taberna cercana para comprar algo de ropa.
Por lo que pagasteis, no tuvisteis problemas en encontrar improvisados vendedores, que eso sí, os dieron prendas de poca calidad y que podrían haber estado más limpias.
Pero era lo único que teníais a mano.

Improvisado el disfraz, os dirigisteis a Villahermosa, sorteando una patrulla de guardias por el camino, y llegando a la calle que Candy os había indicado.
Estaba detrás de una zapatería, una calle comercial desierta a esas horas.
Lo único abierto era un restaurante que parecía bastante elegante, del que salía el agradable sonido de un violín.

Tras esperar un buen rato, visteis venir por la calle principal un nutrido y sospechoso grupo. Con un rápido conteo, descubristeis a 14 hombres.
Los que iban en cabeza eran unos tipos que vestían de negro, y disimulaban bajo sus capas estoques.
Su aspecto era bastante pulcro, señal de que trabajaban para alguien que pagaba bien.

Entre ellos había un tipo forzudo, que llevaba a hombros un cofre de madera de aspecto pesado. Llevaba una barba rizada y de un color oscuro, además de que su piel también tenía un tono tostado; parecía un hombre del Imperio de la Media Luna. Una pareja de espadas curvas, cimitarras, desandaban en su cinto, mientras que un pañuelo cubría su cabeza. No llevaba más ropas que un pantalón y una chaqueta que revelaba su musculatura.

Y el último, el que cerraba el grupo, era un tipo que vestía de forma elegante.
Ropas oscuras y de cuero, con un sombrero a juego, y una gran cruz de Theus en oro colgando de su cuello. En su cinto portaba un estoque y quizás algún arma más, dado que tapaba su lado derecho con la capa.

Uno de los tipos que iba en cabeza, dijo algo que sólo Lola pudo entender; vodaccio.
Cada noche tocando los huevos con el violín... ¿no se da cuenta de que lo toca fatal?

¿Qué va a saber de música un idiota como tú? le replicó el de al lado.

¡Más que tú Giuseppe! ¡Mi primo Antonio es músico en Numa! ¡Es un maestro del piano! replicó ofendido.

Idiotas... murmuró el tipo apuesto que iba último. ...si no os calláis os enseñaré como suena de bien mi espada... les amenazó.
Ambos se callaron de forma inmediata.
Estaban ya a escasos metros de llegar a vuestra esquina.