Partida Rol por web

Elisabeth leyó la carta varías veces hasta esbozar un ligero sonrisa - ¿No había sido un sueño?¿Realmete había realizado un pacto de sangre?- La sonrisa se amplió porque la guerrera no era capaz de creer que fuera cierto. Había estado en una lúgubre taberna en un mal barrio y el vino había hecho el resto o al menos, eso creía ella.
Iba a acudir a la cita de la noche, había dado su palabra y siempre la cumplía. El mundo sería mejor si todas las personas hiciesen lo mismo. Si cuando alguien se comprometía, mantenía su palabra, no habría dudas ni conflictos.
Elisabeth comenzó a vestirse y asearse con el agua en la jofaina antes de dirigirse al salón para clamar la sensación de hambre que hinundaba su estómago. Mientras terminaba de abrocharse las correas de su armadura vió como ese pájaro de mal augurio se alejaba de la ventana -Este lugar es extraño, suceden acontecimientos que no son normales. Pero me vida siempre es así- Se incorporó y golpeó tres veces el pecho -Soy, fuerte, soy recta, tengo determinación- Una letanía que recitaba todas las mañanas. No era una regla escrita pero su padre se lo había hecho repetir desde que comenzó su adiestramiento, sus enseñanzas.
Con paso firme abrió la puerta intentando apaciguar el dolor de cabeza para ir a desayunar. Algo de pan y una bebida caliente sería suficiente, quizás un caldo o leche tibia. Llevaba demasiado tiempo sin realizar una comida decente y ayer ni siquiera había cenado

El Huargo asesino estaba en las últimas y Ridgern aprovechó su debilidad para acabar con él. El enano giró sobre sí mismo para que su arma ganara más impulso, finalizando el ataque con un fuerte empuje con su brazo diestro. La embestida del arma fue brutal y  el extenuado huargo no pudo hacer nada por evitarla. La poderosa bola volvió a estrellarse de lleno contra la cabeza del animal, aplastándola por completo contra el suelo, esparciendo sus sesos por tondo el campamento. La muerte de Varuna había sido vengada, pero todavía quedaba mucho por hacer. Con la cara llena de sangre y salpicada por pequeños restos de los sesos del último huargo derrotado, Ridgern jadeó mientras miraba a su alrededor, en busca de su siguiente víctima.

Zirodel vio al huargo atrapado en la rueda y quiso aprovechar la circunstancia. Sin embargo, fue tal el ansia por acabar con la vida de la bestia que se precipitó en su ataque en lugar de tomárselo con más calma y precisión. Su espadazo golpeó la rueda haciendo una muesca en la madera casi tan grande como la que acababa de herir su orgullo.

Lia no se esperaba que el huargo se abalanzase sobre ella y se lanzó hacia un lado para esquivar el ataque. La pirueta fue un éxito pues el lobo se pasó de impulso y acabó incrustado en la rueda de la carreta. Viendo lo cómico de la situación, no pudo evitar una carcajada. Por desgracia, la risa, junto con el susto de creer ser devorada, la desconcentraron y la muchacha desaprovechó una oportunidad de oro en acabar con la bestia. Su ataque resbaló por la dura piel del lobo cortando unos pocos pelos. Si sobrevivían, podrían hacerse una peluca.

La guerrera no sabía por qué, pero la comida y la bebida ya no le sabían como antes, habían perdido sabor, frescura, incluso color.Veía todo más apagado de lo normal, las luces ya no brillaban como antes, ni si quiera el cantar de los pájaros era igual.Todo era confuso para ella, el tacto de las cosas, la visión algo más agudizada, al igual que su oído, pudiendo escuchar el revoloteo de una mosca, igual de molesto que el relinchar de un caballo.

En general todo parecía haber perdido su toque, su esencia, su vida.Ya nada era como antes, todo era más oscuro y decadente, incluso la gente, que se cruzaba con ella por la calle, parecía mirarla con malos ojos, como si la conociesen de antes, juzgándola o amenazándola con la mirada.Sin duda, todo ello era realmente confuso, algo que hacía cuestionarse a Elisbeth si realmente estaba viviendo en el mismo mundo.

De pronto, durante el paseo matutino por la ciudad, una pequeña bola de madera parece chocar contra una de sus piernas, y se queda parada entre sus pies.Tras la bola, aparece un pequeño muchacho, el cual se queda parado a un par de metros de la mujer, viéndole la cara.El niño parecía estar asustado, se podía notar en su mirada de pena y temor.La punta de sus dedos índices chocaban entre sí, mostrándose nervioso.Se dispone a tragar saliva y a hablar...

-P...perdone señora...¿Cruuuaccc?.....- su brazo se estira y señala la pelota-.¿Cruac....cruaaccc?- el niño comenzó a realizar graznidos, como si de un cuervo se tratase.

Ahora le había tocado a Decker sufrir un ataque del huargo, un poderoso zarpazo en su pecho, que le abrió las telas y le hizo sangrar por varias paralelas hendiduras en su carne.El golpe resultó ser letal, tanto que empujó al hombre hacia atrás y le hizo caer al suelo, perdiendo parte de sus defensas para el siguiente turno.

Por otro lado, Ridgern termina de rematar a la bestia que le atacaba, destrozando en mil pedazos su cráneo.El cuerpo del animal queda inerte en la tierra, y bajo él un charco de sangre y sesos que empapaba el lugar.

Los fallos del elfo y la maga, fueron fatales, pues el huargo se deshizo de su presa, sacando finalmente la cabeza de la rueda de madera, y girándose repentinamente para lanzarse sobre Zirodel, haciéndole caer al suelo y mordiéndole ferozmente en el costado, con la mala suerte de que uno de los colmillos perforó uno de los pulmones del elfo.Zirodel pudo sentir como si la mismísima muerte le atravesara con la guadaña.Su cuerpo comenzaba a quedarse sin aire, su pulmón a encharcarse de sangre, mientras que el huargo no le soltaba y seguía mordisqueando su cuerpo, totalmente ciego de ira y cólera.

Zirodel pudo ver a sus padres, escuchar algo similar a sus voces en la lejanía, sentir como finalmente no pudo lograr grandes hazañas en su vida, sentir que el misterio de su historia se le escurría por sus manos como arena, sentir como moría sin cumplir sus sueños.

Lia vio con horror como el huargo se abalanzaba sobre el elfo y rompía la armadura que le cubría como si fuera mera tela. La sangre del elfo salió despedida del cuerpo de este de tal forma que salpicó todo a su alrededor, incluida la ropa y la cara de Lia.

NOOOOOOOOOO!!!!!! Gritó la muchacha la cual intentó saltar sobre el lobo para quitarlo de encima de Zirodel. Pero se pasó de impulso y saltó por encima del lobo, golpeando la tela de la caravana y rasgandola sin querer con la daga. Tuvo la mala suerte de que el impulso propició que se quedara atascada en el rasgón que acaba de producir, dejando medio cuerpo dentro de la caravana, y el otro medio pataleante en el exterior.

El jadeante enano observó atónito cómo el huargo que se enfrentaba a sus compañeros hirió de muerte al elfo, dejándolo agonizando en el suelo. A penas conocía a Zirondel y a pesar de ser un elfo, no dejaba de ser un compañero que había demostrado valía en combate. De nuevo la rabia se apoderó de Ridgern,  que no tardó en reaccionar. Enarbolando de nuevo su mayal pesado, se abalanzó sin dudarlo contra el animal asesino, que todavía hincaba sus afilados colmillos en el pecho del elfo. El enano aprovechó uno de los huargos caídos para tomar impulso. Pisó su inerte cuerpo  en la carrera para saltar y caer brutalmente sobre su nueva víctima. El impacto de la bola metálica contra el lomo de la feroz criatura fue mortal. El crujido de los huesos del animal se escuchó en todo el campamento, junto con el agónico alarido de dolor de la bestia, que no tuvo más remedio que soltar al elfo, cuya muerte estaba siendo también vengada. 

Llevándose las manos al estómago, Elisabeth se preguntaba si aún se encontraba bajo los efectos del vino aguado de la noche anterior. No lograba comprender sus sensaciones, no había bebido tanto ¿o si?
La rubia mujer avanzaba con pesados pasos por las sucias calles dándole vueltas una y otra vez a lo que le estaba sucediendo. Era un burdo intento de autoengañarse, de no querer aceptar una verdad que odiaba.
Cuando se detuvo al notar el ligero contacto con la bola de madera sus pensamientos retornaron a la realidad. Se puso de cuclillas para recogerla y devolverla a su menudo dueño pero no pudo. Sus ojos se abrieron al observar la brujería de ese pequeño ser -¿QUE DEMONIOS ERES? Gritando se abalanzó sobre él para zarandearle -¿Que quieres de mi? No me llevarás
Con el rostro desencajado agarró con fuerza al niño, demasiada fuerza pero no era capaz de contenerse ante semejante visión. De un empujón apartó finalmente el cuerpo del niño convertido en cuervo y se llevó la mano a la empuñadura. No moriría sin dar batalla

El huargo se relamió e incluso pareció que hasta rió ante la difícil situación del caravanero Decker.Se acercó el animal con aires altaneros dispuesto a darle su golpe final, pero Decker era perro viejo, había escapado de la muerte varias veces y aquella no sería la excepción.El huargo fue a sentenciar a su rival, saltando para caer encima suya y así rematarlo, pero Decker antepuso el filo de su hacha a la altura del cuello.Cuando el huargo cayó sobre él, se clavó el filo de manera devastadora.Decker contuvo el peso del animal mientras aún sujetaba su hacha con fuerza, pegada a su cuerpo.El huargo se resistía, dentelleaba aquí y allá, intentando acercarse a su presa, pero sólo encontraba que el filo del hacha penetraba y cortaba más aún su cuello.Decker movía su cabeza como podía a un lado y a otro, evitando los mordiscos de la fiera a la par que sujetaba y movía su hacha a un lado y a otro.En el breve instante en el que sintió que la bestia perdió algo de fuerzas, la voletó, quedando ahora él arriba.

El huargo se resistía ahora contra el suelo, sus zarpas bailaban intentando encontrar el cuerpo de Decker, pero este las evitaba y empujaba con el largo mango de su hacha.Tras esto, dio una poderosa estocada con el mango del hacha, directa al cráneo de su rival, aturdiéndola.Se levantó, y cual leñador, hizo bailar su hacha.ZAS, hizo volar una de las patas del monstruo con un tajo limpio y letal, ZAS, cortó la otra, esta vez quedando casi en el mismo sitio.Finalmente, Decker se apartó de encima de aquella abominación, y sentenció su combate cual verdugo, lanzando un último y mortal hachazo al cuello, cortándolo de cuajo.La cabeza rodó un par de metros acompañada de un chorro de sangre, junto con el grito de victoria y desesperación de Decker.

-¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH!!- su cuerpo ensangrentado y malherido, se quejaba pero a la vez celebraba aquella victoria, viviría un día más.Su pecho se hinchaba y deshinchaba, extasiado, su respiración, agitada, su mirada semi perdida en el baño de sangre que había provocado.Era en ese momento, en que volteó su cabeza y observó aquella macabra y sangrienta escena.Aquel campamento, hacía escasos momentos, era un lugar tranquilo y apacible, un lugar de descanso y recuperación.Pero ahora se había convertido en algo parecido al infierno.Cadáveres, sangre, y sesos, desparramados por todos lados.La hoguera ya comenzaba a apagarse ante el último espectáculo que allí sucedía.Uno de los guardias que corría con su lanza en ristre desde el exterior al interior del campamento, embistió con éxito al huargo que combatía contra el último vigilante con vida.La lanza lo atravesó por la mitad,a la altura de su lomo, y lo inmovilizó el tiempo suficiente como para que el vigilante le ensartase poderosamente con su filo, a la altura del cuello, partiéndoselo.

Por otro lado, la maga tuvo la desgracia de errar en su ataque, presa del pánico, del dolor y el terror que estaba viviendo.Muchas muertes habían presenciado sus ojos, y sin quererlo ahora estaba atorada en el interior de unos de los carromatos.El huargo aún mordía con ferocidad al elfo, cuando por sorpresa, el enano pareció volar por el campamento con mayal en mano, y cayó con toda su ira sobre el cuerpo del animal.Rompió sus huesos y articulaciones, dejándolo sin fuerzas.Su mandíbula finalmente aflojó su tensión, y cayó difunto al lado del elfo, probablemente con la columna rota entre otra gran variedad de huesos.

El huargo que intentaba escalar el carromato para dar caza al guardia, se encontró con la puna de su lanza, penetrando sus fauces hasta salir por su lomo.La estrategia del hombre había funcionado.Solo quedaba un huargo, que tras dejar malherido a su oponente, observó la situación, y desangrándose por varias heridas, decidió huir despavorido dejando un rastro de sangre a su paso.Se introdujo en el bosque desapareciendo entre la maleza y los troncos que lo formaban.

La muchacha morena estaba dispuesta a dar de patadas a todo aquel que le rozase, pero al oír los gritos de alegría y jubilo de los compañeros de caravana, se relajó e intentó soltarse de su trampa de tela. Finalmente decidió que sería más fácil terminar de meter su cuerpo al interior de la caravana y salir de ella por la parte de atrás.

Al observar los restos del campamento y la cantidad de muertos, le sobrevino todo el bajón y tuvo que sentarse. Recordó la herida del abdomen y al echar un vistazo casi se desmayó. El zarpazo le había rasgado la piel y en algunas zonas la musculatura abdominal dejando a la vista el peritoneo e intuyéndose los instestinos. No iba a poder montar a no ser que recibiese una curación adecuada.

Aún así, cogió un paño y haciéndo presión en la herida para que las tripas no terminaran por salirse, bajó con cuidado de la caravana y se dirigió hacia el cuerpo inerte del elfo. Se arrodilló a su lado y le susurró en élfico -Gracias por tu ayuda, Zirodel. Que tus ancestros te guíen  en tu próximo viaje. -Acto seguido le cruzó los brazos sobre el pecho y le cerró los ojos

Ridgern estaba enajenado. Necesitaba seguir matando y salió tras el huargo que huía, pero al apenas pisar el bosque se dio cuenta que era una misión imposible. El animal era mucho más ágil y rápido y el enano desistió a los dos pasos, su pesada armadura no estaba hecha para correr a través de un bosque. Jadeante se apoyó sobre su ensangrentado mayal y tomó unos segundos de respiro hasta que consiguió calmarse. Exhausto volvió al campamento para ver el dantesco escenario que el ataque de los huargos había dejado. Numerosos cuerpos ensangrentados yacían inertes en una barrizal de tierra oscurecida por la sangre. Algunas extremidades mutiladas y órganos vitales se esparcían por el suelo junto a sus dueños mutilados.

Ridger se acercó cabizbajo a la sacerdotisa. Su cuerpo yacía inerte y su delicada piel pálida  la hacía destacar por encima de tanta barbarie. El enano la tomó en brazos y la  apartó de aquel horrendo espectáculo, dejando tumbada entre dos carromatos, boca arriba y con sus manos sobre su abdomen, sujetando su arma, como si durmiera tranquilamente.

Tras eso se acercó a Lia, que estaba arrodillada junto al elfo. Le puso la mano en el hombro comprobando que al menos estaba bien. Después se acercó a un maltrecho Decker para recibir sus instrucciones, aunque el enano dudaba si estaría en condiciones de seguir dirigiendo la caravana -Bueno  y ahora qué. Por dónde empezamos...   Había que ver el estado de los supervivientes, dar sepultura a los caídos y  valorar si era conveniente seguir la misión o tomar alguna otra medida...

Cogiendo aire y recuperándose del combate, con la cara toda ensangrentada como si de un psicópata se tratase, se pasó el antebrazo para secarse el sudor teñido de rojo.Miró al enano cuando se dirigió a él y con una de sus manos en jarra y la otra sujetando el mango del hacha apoyada en el suelo, se dispuso a responder.

-Debemos enterrarlos como se debe, pero ahora no tenemos tiempo.La caravana debe llegar a toda costa a su destino y en el día concretado.Carguemos los cadáveres o lo que quede de ellos en uno de los carromatos, en Marvalar se encargarán de ellos debidamente- palpó entre sus ropajes ensangrentados y semidestrozados, hasta dar con un papel doblado, que desdobló ante la mirada de todos.Parecía ser un mapa de la zona.

-No podemos permanecer en este estado, somos carnaza para posibles bandidos u otra clase de monstruosidades.Debemos hacer un último esfuerzo, y llegar hasta el Coto del Draco- con su dedo índice fue trazando el recorrido-.Allí descansaremos adecuadamente y tranquilos en la seguridad del los muros de piedra.Nos repondrán provisiones y hombres para continuar dando seguridad a la caravana.Los que estéis muy heridos, no esforzaros, haced lo mínimo- no se distrajo más en el parloteo, había aún mucho trabajo que hacer.Comenzó a cargar los cadáveres como buenamente podía y a cargarlos, siempre con la ayuda de los demás guardias y vigilantes supervivientes.

El joven se asustó tanto que se hizo pis encima.Sus ojos estaba llorosos y su cuerpo rígido como una table, sorprendido ante la reacción de la mujer.

-¿Qu...qué hace?? ¡¡ayudaaaa por favor!! ¡no me haga daño!- dijo mientras abrazaba su cabeza con sus brazos para protegerse de la mujer.

Los ciudadanos de toda índole que paseaban por la zona, se paraban y se quedaban mirando atemorizados, cuchicheando y otros tanto gritando que le dejase en paz.Un guardia de la ciudad pasaba por la zona y observó la escena.Corrió hacia vosotros alarmado.

-¡Eh!- exclamaba mientras corría-. ¿¡Qué demonios está haciendo!?- más atrás le seguía otro guardia que corría tras su compañero.Entre ambos rodearon a la guerrera y le sujetaron los brazos para inmovilizarla y que así soltase al niño.

-¡Quieta ahí, pasarás una noche en el calabozo por alterar el orden público e intentar agredir a un niño!- te informaba el guardia mientras te intentaban poner los grilletes.

Sin esperárselo, la guerrera se encontraba ahora en grandes problemas, pues juraría haber escuchado como ese niño graznaba, y ahora se daba cuenta que realmente, quizá, había sido su imaginación.

Lia pidio ayuda a Ridgern para cargar con sus compañeros, Zirodel y Varuna, en uno de los carromatos y cogió las mochilas de ambos para comprobar si tenían algo útil. Especialmente, buscó el libro de conjuros del elfo.

Luego ayudó a los más graves e intentó hacerles vendajes, por lo menos para aguantar vivos hasta Marvalar; así como a sí misma que se hizo un vendaje de compresión para que hiciera el trabajo de sus músculos abdominales rasgados

Después buscó a su yegua rezando a los dioses para que hubiera huido de los lobos y se encontrase bien. Al encontrarla la abrazó y le dio un churrusco de pan duro para guiarla y atarla a unos de los carromatos. Ella necesitaba descansar tumbada, pues temía que sus heridas se abrieran y se agravaran. Aunque confíaba en que el vendaje hiciera su función y le permitiera curarse lentamente.

Las órdenes eran bien claras y Ridgern no las discutió, al fin y al cabo era un mero mercenario. Tras limpiar su arma y enjuagarse la cara con uno de los cubos que daba de beber a las monturas, el enano se encargó de los cuerpos de Varuna y Zirondel, a los que trató con bastante cuidado, sobretodo el de la sacerdotisa. Mientras el resto hacían lo propio con sus compañeros, aunque no parecían tener el mismo cuidado. Ridgern tomó las pertenencias de Varuna con la intención de dárselas a su familia o donarlas a algún templo de su diosa. Y dejó a Lia para que se encargara de las pertenencias del elfo.

- Muchacha, déjame a mí -  dijo Ridgern cuando la joven intentaba arrastrar el cuerpo de Zirondel -, esa herida tiene muy mala pinta. Será mejor que no hagas esfuerzos. Recoge las cosas del elfo y haz lo que creas con ellas. De las de la sacerdotisa yo me encargaré de dárselas a su familia o a su diosa.

Tras eso el enano ayudó a cargar con los últimos cuerpos. Volvió a lavarse y se dispuso a emprender el viaje, que sin duda sería agotador. Ahora era cuando las heridas empezaban a doler más de lo deseado. El enano se las limpió como pudo Antes de partir. Ridgern marcó el lugar exacto por el que había huido el último huargo, para que cualquiera pudiera seguir su rastro más adelante. Tras eso cargó su ballesta y subió a uno de los carros para tener mejor visión de los alrededores, prestando especial atención al lado del bosque. El viaje iba a ser largo...

Aunando esfuerzos y compañerismo, lograron montar a todos los difuntos en la caravana.Tras esto, los caballos ya habían pasado a estar algo más tranquilos, no relinchaban tanto.La caravana partió de inmediato dejando atrás la grotesca estampa de cadáveres de huargos, trozos de carne de desconocida procedencia y una gran zona de tierra ensangrentada.

No pasaron más de tres horas hasta que llegaron a Coto del Draco.No tenía la seguridad de un castillo, pero sus muros y paredes de piedra les protegerían de las adversidades del exterior.El guardia de la puerta observó desde la lejanía como un conjunto de caravanas se acercaban.Les dio el alto y observó el demacrado estado general de todos, y como no, al ver que Decker era el que la dirigía, os dejó pasar por mandato real.Pronto, los sirvientes y guardias del coto os ayudaron con las curas, os ayudaron a asearos, a tomar algo caliente y os ofrecieron un lecho donde pasar toda la noche y dormir como se debía además de que se hicieron cargo de los animales.Decker se entretuvo más a explicarle lo sucedido al dueño del coto, envió además un águila mensajera a Robleda para que se enterasen de las novedades y las muertes.No tardaron en unirse nuevos guardias y escoltas tras la petición de Decker.

Salió el Sol y agasajados con un calórico desayuno y una calurosa despedida, retomasteis el camino con las energías parcialmente renovadas.Las heridas aún dolían y escocían, pero sin duda lo más maltrecho era el orgullo y las pérdidas que tuvieron en el combate.Siguieron el trayecto pactado, y por suerte no volvió a suceder nada inesperado.Finalmente la caravana llegó en las últimas horas de la tarde a Marvalar.Allí se informó de todo y se hicieron cargo de los cuerpos.Había una capilla de oradores y sacerdotes de la diosa Ishtar, los cuales se hicieron cargo del cadáver de Varuna y de sus pertenencias, dándole un funeral como merecía.Decker se reunió con el burgomaestre de Marvalar mientras que os pidió a vosotros que descansaseis apropiadamente, pues mañana partiríais hacia Robleda.

Lia pasó el viaje hasta el Coto del Draco tumbada y pensando en lo acontecido en el campamento. Pero al llegar al Coto se asomó para verlo con plenitud. Al fin y al cabo había iniciado este viaje para ver cosas.

Aceptó de buena gana los cuidados que le dieron en el fuerte y también, orgullosa, los elogios y agradecimientos que le dieron algunos de los supervivientes por los primeros auxilios que ofreció en el campamento.

Esa noche repasó la mochila del elfo y separó los objetos según su utilidad. Dedicó una hora a copiar el hechizo de "Proyectil mágico" del libro de Zirodel al suyo. Por la mañana se levantó antes, como era habitual en ella, y se lavó el pelo con agua fría para limpiarse la mugre y sangre del día anterior y ponerse sus pendientes. También se aseó el cuerpo, con especial cuidado de no mojarse las heridas. Se sorprendió de lo bien que estaban, gracias al vendaje de compresión y a las hábiles manos del cirujano que la había cosido. Se puso un nuevo vendaje, esta vez para evitar que la herida se pudiera infectar e hizo algunos ejercicios para comprobar la tirantez. Decidió que de momento no montaria sobre Perchita, para prevenir.

El viaje hacia Marvalar lo pasó al lado del enano mientras le mostraba las pertenencias del elfo, por si quería o necesitaba algo. También le pidió ayuda para enterrar al elfo. -Eres un buen guerrero, gracias a tus habilidades hemos conseguido salir con vida varios. ¿Qué opinas de los magos? Hay un mago loco que me busca para hacerme daño. ¿Me ayudarías a matarlo?

Una vez en Marvalar, buscó un lugar donde enterar al elfo y en una de las tabernas busco ayuda para enterrarlo:

Saludos a todos. Primero me presentaré. Mi nombre es Lia Davis y junto con otros compañeros, luchamos en el exterior contra una terrible manada de huargos, la cual aniquilimos. Sin embargo, nuestro combate tuvo consecuencias negativas y algunos de los nuestros dieron su vida por derrotar a los lobos gigantes. Yo misma, sufrí graves heridas y casi no lo cuento; pero un amigo, un compañero de armas, vino en mi ayuda y dando su vida, salvo la mía. Por eso os pido que accedáis a vuestra parte más humana y me ayudéis a enterrar a este compañero, este héroe, un elfo, dónde él habría querido: a las afueras de la ciudad, debajo de un gran árbol.

Tras enterrar al elfo, se dirigió a la zona de tiendas buscando alguna tienda de pergaminos. Con un poco de suerte tendrían alguno útil y si no tuviera suficiente oro, podría comprar pergaminos en blanco para hacer ella sus propios pergaminos.

Después se fue a descansar para salir al día siguiente hacia Robleda de nuevo

El viaje se hizo eterno, pero por suerte no tuvo más sobresaltos. La llegada a coto del Draco fue dantesca, todos ensangrentados y heridos que apenas podían valerse por sí mismos, con un carromato lleno de cuerpos de los fallecidos. Pero sus habitantes fueron bondadosos con los recién llegados y ayudaron a todos y cada uno de los supervivientes.

Ridgern agradeció los cuidados y atenciones, pero en cuanto pudo se hizo una buena jarra de cerveza para  intentar ahogar sus últimos recuerdos y asó poder dormir tranquilo, cosa que consiguió a la cuarta cerveza.

A la mañana siguiente partieron a la ciudad sin pena ni gloria por un tranquilo camino. Antes del anochecer llegaron a la ciudad y Decker dio libre a la escolta hasta la mañana siguiente.

Tras entregar el cuerpo de Varuna a su templo y Sin apenas oro que gastar, Ridgern buscó una mesa cerca de la barra de la posada en la que pasar el tiempo bebiendo la cerveza local, que por cierto era muy buena. Jarra tras jarra iba trascurriendo el tiempo, ajeno a las palabras de Lia,  hasta que lo despertaron para subir a dormir, justo antes de que el posadero apagara la última de las velas del salón y cerrara la puerta por dentro con su tranca. El enano alcanzó su cama tambaleándose y como cayó quedo dormido hasta la mañana siguiente.