Partida Rol por web

-¡Muere, engendro inmundo!-

El minotauro descarga su batería de golpes contra la criatura demoníaca que a pesar de sus defensas naturales, sufre múltiples heridas por el espadón seguidas por varios gruñidos que resultan desgarradores.

Murgo activó sus botas de velocidad, rodeó los tentáculos invocados por Ralph y lanzó un ataque contra el otro demonio.

Lancé un orbe de ácido a la criatura, confiando en que su resistencia a los elementos no fuese completa.

Anque el ácido no ha hecho todo el efecto que debería, las heridas del demonio son múltiples y algunas muy profundas. Justo cuando impacta el orbe de ácido en la criatura, ésta explota como si un rayo eléctrico impactara en la Torre y de repente, el demonio se convierte en un brillante relámpago que sale despedido hacia fuera por la abertura.

El peligro de aquel punto de cambio de plano me había sorprendido, aunque era normal que un usuario de magia protegiera de algún modo su territorio.

- Los tentáculos desaparecerán en unos segundos, antes no puedo controlarlos, así que cuidado...

Con más tranquilidad pudo ver el estado general de la torre, y pensar en cual podría ser su siguiente movimiento:

- Magus, el hechizo ese de los ojos parece muy útil. Ninguno de nosotros podemos explorar bajo, ¿por qué no lo usas? Y de paso uno de ellos podría ir al piso superior: si hay algo ahí arriba, nadie lo vería dado que sería muy peligroso subir...

Murgo enfundó la Dragonlance, sacó el odre y dio un largo trago. 

-Buena idea Ralph. Veamos qué más hay por aquí, y asegurémonos si el cráneo que buscamos está en la torre.

- Me parece muy buena idea Ralph, pero si no fuera posible optaría por investigar este piso. Dicho esto Tarkdurin se acerca a Karzog y le lanza un conjuro de vigor menor para que se vaya curando lentamente las heridas que le ha proporcionado el porcino

Me siento satisfecho al ver a la criatura desaparecer.

-Buen trabajo- digo mirando a mis compañeros.

Veo que Tarkdurin se acerca a mí y tras pronunciar una palabras me siento como más relajado y fuerte. Le sonrío.

Antes de que Ralph acabe la sugerencia, Magus ya ha terminado de lanzar el hechizo y ordenar a los ojos que busquen rastros de "vida o no-vida". Una vez se han puesto en marcha, comienzo a investigar la estancia en la que estamos.

Hay poco que investigar en la estancia dónde os encontráis. El único mobiliario que queda intacto en la estancia es el portal que os ha traído desde Bastión. Salvo eso, tan solo unas marcas ya difusas en el suelo evocan una bonita decoración de la estancia principal de la torre derruida tiempo atrás.

Los ojos te informan de lo que han encontrado en su periplo por el sótano.

Varias estancias vacías que podrían haber hecho en su día las funciones de celdas y otra sala que al parecer era una nutrida biblioteca. Ahora todos los libros están echados a perder por la lluvia y el agua de mar que se ha ido filtrando por las grietas de la sala principal.

No hay criaturas, vivas ni muertas.

Tras un tiempo de espera, los ojos convocados por Magus volvieron sin noticias: no habían detectado vida ni nada anormal bajo el suelo de la primera planta. No quedaba más opción que partir hacia la ciudad, pero no existía un camino claro para ello y se formaron dos grupos con una idea diferente sobre la dirección correcta a seguir para llegar: los dos enanos del grupo abogaban por una, pero el resto era mayoría y decidió marchar por la espesura, tardando varias horas en entender que habían hecho una mala elección. Estaban perdidos cuando divisaron a unos hipogrifos en actitud extrañamente hostil según el conocimiento natural de Magus, pero dejaron a un lado la agresividad que se mostraban entre ellos para atacar directamente a los recién llegados. Estos, sabiendo que los hipogrifos estaban siendo afectados por algún mal y conscientes de haberse perdido, se unieron a Magus para que les teleportara de nuevo a lo que quedaba de la torre, evitando así el combate y pudiendo escoger esta vez el camino sugerido por los enanos.

Tras varios días de viaje, llegaron finalmente a la muralla exterior de Merwick, la ciudad más importante de Cristyne que a lo largo de los años había mantenido siempre la neutralidad en su gobierno, a pesar de intentos externos por cambiarla. Los héroes se registraron en la entrada, así como sus armas, cosa que también debían hacer en las dos murallas interiores, y empezaron a preguntar por Gilthanas, cosa que seguirían haciendo allá donde fueran. Apenas habían puesto los pies en aquella constantemente neblinosa ciudad cuando un parroquiano salió despedido de la taberna por la ventana, y dos ogros salieron para seguir hostigándole por la devolución de un robo. Cuando Ralph pidió calma, los ogros se lo tomaron tan a mal que atacaron al grupo, con nefastas consecuencias para uno de ellos, que cayó ante el primer hachazo de Karzog. El otro huyó al ver contra quién se habían metido, y cuando estaban ayudando al hombre lanzado por la ventana este confesó sin mucha vergüenza que había robado un cargamento de allomanya, y esperaba poder lucrarse ahora que empezaba a escasear. El grupo dejó a aquel individuo sin más, pues dar parte a la guardia local no eliminaría el cargamento en sí, y entró en la posada donde preguntaron de nuevo por su rival en la búsqueda de las calaveras de dragón y se comprometieron a pasar la noche allí. Pero antes de dormir querían seguir explorando la ciudad: atravesaron la segunda y tercera muralla con sus correspondientes registros para llegar hasta los gobernantes de la ciudad, el sindicato, pero el guardia apostado en la entrada no dio mucho valor a la gesta que estaban llevando a cabo y no les permitió pasar. No obstante, cuando se iban, un hombre salió corriendo del centro de operaciones del sindicato y se dirigió a los aventureros dándoles una invitación para un banquete que se celebraría al día siguiente por la noche y al que asistirían todos las personas importantes de la isla, incluido los regentes del sindicato. Eso facilitaba mucho las cosas, pues no haría falta ir a hablar uno a uno con las facciones de Merwick. Aun así, el grupo no quiso estar parado y visitó el santuario, donde Tarkdurin prestó algo de ayuda a la unidad de curanderos encapotados de Merwick, que entre otras cosas había retirado el cadáver del ogro de las afueras de la cantina. Después pasaron por la embajada ergoziana, donde se encontraron a un tigre de latón, el capitán Leomac, que les puso al día de los frentes de su compañía, y los emplazó a seguir hablando en el banquete. Más tarde salieron de las murallas exteriores para preocuparse por los elfos, ya que el banquete tenía como tema principal su integración en Cristyne. Allí, en primer lugar fueron advertidos de que estaban haciendo demasiadas preguntas para su bien por unos tipos de apariencia de maleantes, que se fueron rápidamente cuando una partida de elfos kalanesti salió al encuentro de los héroes, preguntándoles que hacían allí, en su barrio. A pesar de su impetuosa presentación, se calmaron al decirles que querían saber la situación de los elfos antes del banquete, y los llevaron ante su líder, Amara. Ésta se mostró amable ante la preocupación de los héroes por los elfos, y a pesar de decir que en este barrio lo tenía todo bajo control, esperaba algún avance en el banquete de mañana, al cual ella no asistiría. Finalmente le ofreció a los aventureros alojamiento, pensando que era lo menos que podía hacer por quienes tanto habían luchado por su raza y continuarían haciendo comenzando mañana mismo. Ralph se abstrajo de todo y se quedó descansando en la habitación ofrecida hasta el banquete.

El resto del grupo quiso pasar por la taberna a avisar al posadero de que un compromiso les impediría alojarse en su taberna, y por el camino se toparon con una figura casi espectral al que reconocieron por descripciones de héroes caídos: ¡era Naelathan Sombraoscura! Aunque su estado físico era mucho peor que la última vez que lo vieron, y eso que supuestamente las lágrimas de Misakhal que se llevó consigo curarían la enfermedad de su pueblo. En una breve y criptica charla, que el elfo dijo no poder alargar por estar quedándose sin fuerzas, conectó la calavera del dragón en Cristyne con un adorador de Chemosh, que seguía impidiendo la sanación de los elfos de Krynn y que tuvieran cuidado en el banquete pues algo turbio estaba en marcha. Finalmente, se despidió diciendo que volverían a encontrarse. Aquello dejó descolocados a los héroes, pero no podían hacer nada más que seguir con lo que estaban haciendo, disculparse con el posadero y pasar la noche en el barrio élfico. Al día siguiente, por la mañana, los aventureros salieron a saludar a algunos de los participantes en el banquete, para sondear sus opiniones sobre los temas que iban a tratarse. Pero un gran acontecimiento en los muelles desvió su atención, la llegada de Belthanos, un noble élfico imprescindible para desatascar las negociaciones con los elfos en Cristyne. Mientras pisaba suelo y se dirigía hacía la salida de los muelles, los héroes detectaron como entre la gente reunida estaban los mismos que les habían amenazado en el barrio élfico, y además realizando movimientos sospechosos. Intentaron detenerlos pero se lanzaron rápidamente a por Belthanos, su guardia personal y la escolta que el sindicato en nombre de la ciudad les había enviado. Dos magos enanos convocaron criaturas formadas por cieno para parar a la escolta, mientras otro grupo iba directo a la guardia que protegía a Belthanos. Magus conjuró bolas de fuego moldeadas para dañar a las criaturas de cieno y Karzog se encargó de rematarlas, mientras Tarkdurin también dañaba a los invocadores con su fuego celestial y Murgo acababa con ellos. La guardia de Belthanos había aguantado bastante bien la situación, aunque estaban perdiendo hasta que los héroes se les unieron y acabaron con todos los enemigos, siendo los más damnificados la escolta, que tuvo pocos supervivientes al enfrentarse a los conjuros de los magos. Belthanos agradeció la intervención a los héroes y les comentó que estaría encantado de poder hablar con ellos en el banquete, marchándose inmediatamente para evitar cualquier otro problema relacionado con su seguridad personal. Los héroes volvieron con Amara y le dieron detalles de lo sucedido, expresando la elfa su preocupación creciente por lo que pudiera decidirse en el banquete aquella noche. Por si acaso la noche se alargaba, los aventureros decidieron descansar hasta la hora de la cena, y acudieron a las murallas interiores para asistir al banquete.

Varios guardias se encargaban de recoger las invitaciones y registrar nuevamente los nombres y las armas, pero esta vez debían dejar las armas grandes en la entrada. Un mago, dispuesto a inspeccionarles mágicamente, les disuadió de intentar cualquier truco con las bolsas de contención, y a regañadientes y tras mucho pensarlo entregaron sus bolsas con las armas de gran tamaño. Fueron conducidos a un edificio que se mezclaba con la naturaleza, creciendo un árbol en su centro y con varios arbustos, sobretodo en las esquinas. La mesa de los héroes se encontraba entre los caballeros solámnicos, capitaneados por Ginervra, y la delegación de los elfos qualinesti, a la izquierda de la puerta principal; a la derecha se situaban los ergothianos liderados por la capitana Imogen, los Tigres de Latón con Leomac al frente (y un único invitado más, el semielfo Ptah-Ulfus) y la delegación élfica de silvanestis; mientras que en el fondo estaban los cuatro miembros del sindicato (Bruliard, Mesimio, Ethel y Pratchet), los elfos kagonesti liderados por Sanuya y en el centro Belthanos con algunos de sus escoltas. Hubo poco tiempo para charlas previas pues enseguida sirvieron los primeros entrantes y bebidas, algo que animó a Belthanos a brindar por los héroes que le habían salvado la vida, uniéndose algunas voces más de apoyo manifiesto al grupo. Llegaron los primeros platos e hizo su aparición el extraño Viktor Claroscuro, un astrólogo con un tono de piel algo verdoso que predijo que los próximos días serían vitales no solo para los elfos de Krynn, sino para todas las razas, enmarcado todo dentro de una gran conjunción estelar. Magus susurró al resto que aquel hombre que ya se marchaba parecía saber de lo que hablaba. Con la llegada de más platos las delegaciones de elfos qualinesti y silvanesti parecían ponerse más ansiosos, y unido a la desproporción de comida servida por mesa hizo que algunos osaran a levantarse para coger platos de los camareros, y mientras los Tigres de Latón y los ergothianos se lo tomaron a risa, los caballeros solámnicos reprobaban tal actitud. La situación se puso realmente seria y Ralph y Tarkdurin se levantaron para intentar arreglar la situación. El enano se fijo en que los elfos kalanesti habían dejado toda la fruta en sus platos. Aquello era altamente sospechoso, pero ya era demasiado tarde: Sanuya había decidido lanzar su ataque a traición cuando ambos se habían levantado de sus sillas, y los demás elfos (Magus incluido) empezaron a tener tal apetito, ¡Que solo la carne era capaz de saciarla! Así, el mago se lanzó encima de Murgo para intentar morderle, y éste le aplicó una presa para evitar dañarlo durante su estado de enajenación. Sanuya saltó directamente a por Ralph, y un elfo qualinesti enfermizamente hambriento le atrapó en una presa, pero el hechicero se teleportó al lugar donde estaban las armas de sus compañeros requisadas, con la esperanza de dárselas a tiempo, sin embargo el gran número de bolsas de contención le haría perder el tiempo inútilmente. En la sala se había formado el caos: después de algún mordisco de sus vecinos, los miembros del sindicato escaparon por la puerta de las cocinas, cosa que no pudo hacer Belthanos al verse rápidamente rodeado de elfos kalanesti. Los caballeros solámnicos, los Tigres y los ergothianos saltaron de sus sillas dispuestos a combatir, pero solo los kalanesti habían podido entrar con armas grandes ya que el banquete era de conciliación con los elfos. Todos juntos empujaban y acorralaban tanto a las víctimas élficas del veneno (más tarde confirmado como allomanya modificada) como a los elfos kagonesti traidores, y especialmente habilidoso se mostraba Karzog aún con un simple puñal, mientras Tarkdurin se concentraba en intentar romper la maldición de los poseídos, con algún éxito aislado. De repente un nuevo problema emergió de la nada: la reina necrófaga Sylvyana apareció en la estancia con varios guerreros, y pareció controlar a los elfos envenenados, exigiéndoles que se comieran unos a otros. Aquel giro causó un caos terrible en la batalla: había que aturdir a los elfos infectados para que no se comieran entre ellos o a sí mismos, enfrentar a los elfos kalanesti y contener la carga por la espalda que llevaron a cabo los soldados de la reina de los neccrófagos; Belthanos se había quedado sin guardia, y en mitad de aquella batalla campal en la que muchos kalanesti cayeron y también uno de los caballeros solámnicos, la reina se teleportó a la espalda del noble élfico rodeado y lo secuestró. La batalla acabó mucho mejor de lo esperado: la mayoría de los elfos malditos habían sido noqueados y habían sobrevivido al trance, como Magus, y las bajas entre los invitados se limitaban a los de los kalanesti, el caballero solámnico y la guardia de Belthanos. Cuando Ralph volvió con las armas, todo había acabado.

Hubo una reunión de urgencia aquella misma noche entre los invitados en la que se decidió dejar a los héroes la tarea de salvar a Belthanos, mientras el resto se encargaría de lidiar con una posible crisis en la ciudad. La ubicación de Sylvyana no les resultaba un misterio: se encontraba en las ruinas de Baleph. Los aventureros durmieron en la ciudad por temor a otro ataque a sus líderes, y al día siguiente, antes de dirigirse hacia su destino, visitaron a Amara, entre una marea de elfos intentando salir de la ciudad por temor a represalias. La elfa estaba convencida de ir ella misma a por la reina necrófaga para solucionar el problema, pero Ralph insistió en que dejaran a ellos solos esa tarea, pues para ello habían sido elegidos por los dioses. Con más calma, Amara los despidió y los héroes viajaron durante un par de días hasta el bosque Fey, donde se encontraban las ruinas. Una sombra se convirtió en un elfo intentando huir de tres monstruosas criaturas que los héroes mataron con rapidez, y este les contó que las ruinas estaban habitadas por cientos de infectados por la allomanya manipulada, siendo dominados mentalmente por Sylvyana. Aquello no auguraba nada bueno: ¿Tendrían que acabar con inocentes para llegar a la malvada reina? Recomendaron al elfo ir a las montañas en las que se refugiaría Amara hasta que terminara todo aquel asunto, y avanzaron por aquel bosque cuyo mal nunca dejaba de sentirse. Un claro en el bosque dio lugar a un descubrimiento sorprendente: Viktor Claroscuro yacía moribundo en el borde de un pequeño estancamiento de agua, con un extraño cuerno a su lado. Pero cuando los aventureros comenzaron a moverse para rescatarle, dos dracos aparecieron por las cercanías del lugar donde yacía Viktor. Mientras Karzog y Murgo se movían por un tronco caído hacia el otro lado del agua, impulsivamente Ralph se teleportó para tocar a Viktor y al cuerno y volver a teleportarse. Sin embargo, la celeridad con la que lo hizo le dejó mareado y a merced de uno de los dracos que, con su amplio movimiento y su peligrosa cola, hizo mella rápidamente con sus ataques en el hechicero, hasta tumbarlo. El otro draco se dirigió hacia Magus y Tarkdurin, haciendo que Karzog y Murgo tuvieran que darse la vuelta. Aquellos dracos resultaron unos rivales excepcionales: no solo habían matado a Ralph, sino que pusieron en serios apuros a Tarkdurin, que intentaba balancear más que nunca sus hechizos ofensivos y defensivos, a Magus, que utilizó un gran arsenal de esencia mágica que preferiría haber reservado para la reina, a Karzog, al que llevó al límite de sus fuerzas, y sobretodo a Murgo, que viendo la situación se sobreexpuso para que sus compañeros pudieran acabar con uno de ellos. Por suerte, convertida en desgracia poco después, los hombres de los Tigres de Latón presentes en el banquete habían seguido al grupo a escondidas con la intención de plantar cara también a Sylvyana, pero salieron a por el draco restante y, tras morir también Ptah-Ulfus, Leomac remató a aquella criatura dañada por magias anteriores. No se dudó en resucitar con los pergaminos que tenían a Murgo y Ralph, pero en el caso de Ptah-Ulfus Leomac, tristemente, dijo que había muerto como un auténtico Tigre de Latón y que él preferiría no ser vuelto a la vida, ya que no tenía una tarea encargada por los dioses. Convencieron a Leomac para que se marchase con los restos de Ptah-Ulfus, y atendieron a Viktor que, tras ser curado, reveló su verdadera identidad: ¡Era un dragón de sombra! Viktor contó que había intentado luchar él solo contra la reina y había perdido, pero al menos había conseguido robarle uno de los dos elementos que necesitaba para hacer un terrible ritual, el otro eran las lágrimas de Misakhal. Totalmente recuperado, les pidió que montaran en su espalda para atacar todos juntos con la mayor rapidez posible a la reina de los necrófagos. Así sobrevolaron Cristyne hasta que llegaron a las ruinas por la noche. Aterrizaron en una colina donde se hallaban algunas de las ruinas, ya que en su parte inferior se podían ver cientos de criaturas esperando en la oscuridad, probablemente bajo el control mental de Sylvyana. No sabían por dónde seguir hasta que una voz familiar les pidió que le siguieran: era el cuerpo de Naelathan, ¡Pero su voz era la de Lothian! El cuerpo del clérigo de Chemosh había abandonado este mundo, pero no su alma; aunque esta vez estaba de parte de los héroes aunque sólo fuera por celos y venganza: no quería creer que Chemosh le hubiese abandonado y sustituido por aquella elfa que se hacía llamar la reina de los necrófagos y quería acabar con sus planes. Sin tiempo para digerir por la noticia y lo que implicaba, siete sátiros envenenados sorprendieron al grupo y les atacaron, mientras Lothian les pedía que le siguieran. Optaron por la última opción y llegaron hasta el lugar de la ceremonia pues, a pesar de que la entrada estaba vigilada por elfos y dracos, Viktor voló como un relámpago hasta el interior, donde pudieron ver a muchos seguidores de la reina, a varios elfos bajo el control mental y a Sylvyana con algunos rehenes más. A parte de Belthanos, estaba el padre Jon Bolitho y la reina élfica  Shaylin Moonborn. Además, parecía controlar mentalmente a un elfo kalanesti llamado Aracoe, algo que horrorizó a Viktor.

No hubo presentaciones: Magus detuvo el tiempo y mandó toda su artillería contra la reina, que a pesar de la protección de los rehenes no contaba con la maestría moldeadora del mago y tuvo que aguantar una lluvia de meteoros, dos bolas de fuego y un desintegrar, este último sin efecto. Los sirvientes no poseídos de la reina se abalanzaron cuerpo a cuerpo contra los héroes, y los elfos hechizados conjuraron unas terribles maldiciones que, además de causar mucho daño, dejaron nauseados a algunos de ellos pocos segundos. Además, Aracoe poseído amenazó con matar a Belthanos si no se detenían, pero al no recibir respuesta apuñaló al noble y lo lanzó a un pozo de sacrificios. Viktor se lanzó a por la reina, pero esta vez ella se había lanzado una protección contra sus golpes tras su último enfrentamiento y ahora sus garras resultaban inútiles. Además, en la entrada comenzaba a verse a los dracos y elfos que había sobrepasado al vuelo, así que fue a defender la posición, no sin antes pedir al grupo que no dañase a Aracoe. Lothian se acercó a Ralph y lo tocó para que los dos fueran etéreos. Mientras, Tarkdurin sanaba todo el grupo al completo y Karzog se recuperaba de su debilidad mental insuflada por el conjuro de los hechizados y así comenzar a pelear contra los enemigos que tenía al alcance. Magus, apoyaba al minotauro con sus hechizos. En ese momento, la reina de los necrófagos empezó a absorber las almas de sus esclavos y todos tuvieron claro el camino a seguir: despejar la zona para que Ralph pudiera utilizar el arma secreta. Así, Tarkdurin también se enfrentó cuerpo a cuerpo a los enemigos que tenía al lado y Murgo se sobrepuso durante unos instantes a la confusión en su cabeza para cargar, mientras Ralph, potenciado por un conjuro que había utilizado antes, tocaba el cuerno. Como les había dicho antes Viktor, bajo ciertas condiciones el toque del cuerno podía curar a los poseídos que escucharan su bramido, y en ese momento se daban esas circunstancias, por lo que el flujo de almas cesó de llegar a la reina y además Aracoe recuperó el control de sí mismo. Aún en un estado lamentable, el kalanesti atacó a la reina atravesando sus defensas mágicas a costa de su vida. Mortalmente herida, Sylvyana cayó, pero sus leales esbirros y los infectados exteriores seguían siendo peligrosos enemigos. Además, Tarkdurin certificó que el alma de Belthanos estaba atrapada en un limbo y no podía hacer nada por él y tanto el padre Jon Bolitho como Shaylin Moonborn seguían sin poder moverse. Viktor entró acosado por los dracos y tronó de dolor al enterarse de la muerte de Aracoe. Habían ganado, pero nada les hacía sentir triunfantes.