Partida Rol por web

La idea de montar campamento parecía ser la más acertada. La oscuridad total estaba próxima, y buscar al gigante cruzando aquel oscuro bosque no parecía muy recomendable. Quizás dormir un poco viniera bien a Baraxil y Ander, ya que en aquel estado harían más de lastre que de ayuda. Montar campamento también tenía sus inconvenientes, como no, pues si volvia Silván podría convertirse todo el grupo en una presa fácil y tentadora.

- Cavaliero, cavaremos tumba para Patxi. ¿Pudiere darle santo oficio et descanso a su cuerpo et ánima? - Preguntó su hermano al santiaguista.

- ¿Co-como dió muerte Silván a Patxi, et que sucediere después?. - Preguntó Ander al moro con voz temblorosa. - Cuenta todo, necesito saberlo. -

- Por favor don Miguel, vamonos ya, por favor. - A medida que caía la oscuridad aumentaba el nerviosismo del zagal. - Volvamos al pueblo don Miguel, volvamos con Ansén. ¡Vamonos! ¡vámonos don Miguel!.

Creo que el muchacho tiene toda la razón es mejor hospedarse por hoy en el pueblo, en cuanto al gigante es una locura enfrentarse a él, sabemos donde descansa. Creo que lo mejor es ir a buscar ayuda en el ejército de la ciudad , una tropa puede vencer a Silván un grupo no.

Rachid no sabía muy bien como contestar al amigo del hombretón muerto, quería darle paz, pero aquel mocoso seguro que metía la pata si contaba una mentira piadosa, así que optó por contar la verdad un poco disfrazada.

-El bravo Patxi po-poco pudo hacer, pese a lo grande de Silván es bien si-si-silencioso. Cuando nosotros y el propio amigo tuyo pudimos a-a-avistarlo, ya estaba con el puño en alto a escasos pies del di-difunto. No obstante hay que a-a-alabar el valor de Patxi, que prefirió agarrar el cuerno y avisar al re-re-resto para que pudiesen ponerse a sa-salvo, a echar a correr dejandoós a vuestras suerte. Bra-bravo nos dijisteis que era, y co-cortos os quedasteis. Que de-de-descanse en paz.

Pese a que Silván venía con de-determinación a entrar en la cueva pu-puso ma-mala cara ante el sonido proferido por el cu-cuerno y dio me-media vuelta, y por donde a-apareció se fue, quizá sea sensible al ru-ruido, quizá sea una de-debilidad suya

Luego mirando a Zacarías y a don Miguel, dijo:

-Si queréis a-a-acampar, donde yo y el mancebo nos ocultamos antes creo que se-se-sería buen sitio, pues podríais o-o-ocultaros a la vista del gigante, ca-caballo incluido. Más no creo que sea bu-buen sitio para el zagal, si que-queréis yo mismo puedo lle-llevarlo de vuelta a Tella, y traer algún suministro a mi vu-vuelta, si lo ne-necesitareis.

No soy ho-hombre de a-acción. Pero con estas ta-tareas ayudaré en cuanto pu-pueda. Es mi manera de a-ayudar.

Faremos esto:

Ramon traersus a Testa.

Carguese el difunto sobre el mi caballo, et llevemoslo al pueblo et descansemos alli.

Vascon, monta guardia ballesta en mano.

Era peligroso para el caballo de don Miguel bajar hasta la entrada de la cueva. Podría torcerse una pata fácilmente, y eso significaría su muerte sacrificado allí mismo. Los hombres apesadumbrados subían poco a poco el destrozado cuerpo del hombretón haciendo un esfuerzo titánico. Al comprobar el peso de aquel hombre al arrastrarlo, pronto se dieron cuenta que no sería buena idea subirlo a lomos del caballo. Patxi debía pesar al menos como tres fornidos adultos juntos, y aquel era caballo de monta, no de carga. Además el santiaguista tendría que ir a pie, portando su incomoda y pesada lóriga durante las aproximadamente ocho horas que duraría la caminata de vuelta.

Al final se decidieron por cavar una tumba, que aunque no era demasiado profunda, si lo sería para que las rapaces y los carroñeros no mancillaran el cuerpo del difunto. Después de poco más de una hora, y de que don Miguel de Sandoval y Santacruz realizara la Missa defunctorum sobre el cuerpo sin vida del pobre Patxi, estaba todo listo para partir.

Quedarían entre nueve y diez horas de oscuridad, por lo que calculáis que llegaríais Tella cerca del amanecer.

Intenté buscar el cuerno que utilizó Patxi, el cual nos había alertado. En el caso de hallarlo en buen estado, lo cojo y se lo entrego a Ander.

Don Miguel hechando cuentas de lo lejos que andaban del poblado, y lo que les retrasaria la ida y la vuelta dio mandato de acampar a unas 4 horas del lugar donde fue enterrado Patxi.

Habria que hacer turnos de guardia, y él seria el primero en hacer la guardia. el moro torpe y viejo seria el último coincidiendo con la amanecida o yo amanecido. El vigilante portaria ballesta y cuerpo que deberá hacerlo sonar si se percibe amenaza.

Ayudé a montar el campamento para después de recibidas las ordenes de mi Señor, dormir hasta recibir el aviso del segundo turno. Más fui mirando todo el trayecto hasta que llegamos a un sitio que parecía buena posición para descansar, cubiertos de árboles a su alrededor para que el gigante no nos pudiese atacar por sorpresa.

Aquel lugar no era propicio para montar campamento. Tampoco era buena idea volver a Tella esa misma noche, pues bajo aquella oscuridad total, el camino de vuelta se haría aún más largo y fatigoso. Marcharon durante casi cuatro horas por oscuros bosques y senderos. El cielo se antojaba cerrado, sin la luz de las estrellas o la luna, avanzaban tan solo iluminados por la tenue luz de las antorchas. Don Miguel y Zacarías andaban en silencio casi total, el uno cuestionándose si conseguiría llevar a buen final aquello que para él era una prueba divina, y el otro completamente atenazado por el miedo. Viendo en cada sombra proyectada por los árboles una criatura que vendría a llevárselo. Gartzen avanzaba tranquilo, aquel vascón parecía crecerse en los momentos más difíciles. Quizás era por las ganas que tenía de volver a ver a la hermosa hija del buen Broto o porque veía un futuro sirviendo como escudero del santiaguista. De Rachid y los otros dos poco había que decir. Andaban como tres ánimas errantes, dando pasos cortos y apesadumbrados. En su rostro podía verse la auténtica imagen del desasosiego.

Finalmente encontraron lugar adecuado para montar campamento. Lo montaron Baraxil y Gartzen con gran pericia. Con gruesos troncos y varias ramas hicieron pequeños muros inclinados bajo los cuales podían resguardarse de una posible lluvia y del frió viento que bajaba hacia el valle. Bien hicieron ya que al poco después de encender el fuego y calentar el cuerpo, el cielo se abrió dejando caer intermitentes gotas que por su grosor anunciaban un buen chaparrón.

Por suerte durante la noche aquellas gotas no fueron a más. El diluvio llegó por la mañana de aquel oscuro y nublado día que comenzaba. La lluvia empapó a los viajeros y borro sus pisadas, por tanto también las que hubiera dejado Silván. Junto con aquellas huellas se fue también la poca esperanza que tenía la desmoralizada compaña de encontrar al gigante. Para los hombres de Tella aquello en realidad fue un alivio. Aunque abiertamente no se atrevieron a expresar su opinión por miedo a las represalias del santiaguista, en sus rostros podía verse una gran sensación de felicidad.

El tiempo empeoraba por momentos. El viento cada vez soplaba con más fuerza y en la distancia se veía el resplandor que iluminaba las laderas de los valles de Sobrarbe, siendo poco después acompañado por el rugir de los truenos. Se acercaba tormenta, y aquellas tierras indomables no parecía lugar propicio para recibirla...

Tras buscar refugio , por cierto con gran ánimo y seguridad por mi parte, pudimos encontrar un sitio, que debido a la oscuridad no supimos si estaba lo suficientemente resguardado o no . Ayudé a montar el campamento con buenos robles que cortamos con nuestras afiladas hachas. El campamento se hizo para que quedase resguardado de la lluvia , que por cierto nos vino bien pues el día fue bastante lluvioso, borrando toda huella nuestra y del gigante. Agradecí a dios por ello, pues era un signo de que mi consejo era el más acertado,- hasta la divina providencia nos daba muestras de ello.

Cualquier otra idea hubiera sido una locura, a si que iniciaron camino de vuelta a Tella. La marcha era costosa, azotados por aquel viento que no daba tregua y acosados por la lluvia que de lado golpeaba sus cuerpos con gran fuerza. La compaña avanzaba tortuosamente por los embarrados caminos cubiertos con oscuras mantas que les resguardaran de aquel tiempo de mil demonios. La meteorología alargó el tiempo necesario para recorrer el camino de vuelta, tardando casi seis horas en llegar a la aldea. Los parroquianos se hallaban en sus casas al resguardo de aquel temporal. Nadie se hallaba en el camino o trabajando los campos. Los tres hombres y el niño que juntos partieron de Ainsa llegaron con sus cuerpos empapados y tullidos refugiándose en la ermita. Baraxil y Ander marcharon a sus casas con la esperanza de que el santiaguista no los volviera a reclamar.

Ansen los recibió con las mejores viandas y vino de que disponía al calor del fuego. Aquello era un paraíso después de lo vivido el día anterior y la mala pasada noche, aunque en la mente de cada uno, rondaba esa extraña sensación que se tiene cuando dejamos algo por terminar. Avanzada la tarde, después de una buena charla con Ansén contándole los pormenores de la cacería, cuando el cansancio aletargaba el cuerpo y la mente, varios golpes en la puerta de la ermita os espabilaron. Ansén se apresuró a abrir acompañado por Gartzen. Un hombre que lucía el blasón de Ainsa acompañado por varios soldados bien pertrechados se encontraban en la puerta.

Las gotas rebotaban tintineantes sobre la armadura del hombre que golpeaba la puerta. - Dadnos cobijo buen Ansén, pues el camino ha sido tortuoso et peor ha tratado el temporal aquestos hombres. - Habló al párroco con confianza. Lo acompañaban tres soldados pertrechados con gambesones y lanzas, que ansiosos y tiritando esperaban la respuesta de Ansén.

- Pasad, pasad dentro buen Alberto. Siempre sois bienvenido por aquestos lares. - Haciendo un gesto con la mano Ansén los invitó a entrar.

Don Alberto bienvenido me llamo Gartzen soy el ayudante del alguacil Mateo de Villalobo de Ainsa. He venido acompañando a Don Miguel de la Orden de Santiago, su búsqueda fue por los sucesos extraños que han pasado en Tella. Que por cierto son verdaderos, pues hemos descubierto la guarida y visto a este gigante al que llaman Silvan.  Que aplastó a Patxi el hermano de Ander y Baraxil, que nos acompañaron como muy bien pueden ellos decir.