Partida Rol por web

Atardecía ya cuando Rajhnat aparcó el coche delante de las obras del museo. Era un edificio cuadrado, de una planta, rodeado por un sencillo jardín al que se accedía por una verja que en esos momentos estaba abierta. Un par de andamios en el exterior acusaban el estado en obras en que se encontraba. Las ventanas que ocupaban gran parte de la fachada estaban en esos momentos tapadas por tablones a la espera, sin duda, de unas vidrieras que todavía no estaban listas.

Según el sirviente y chófer aunquea esa hora los obreros ya se habrían ido el señor Penford estaría todavía dentro revisando el estado de las obras. Y efectivamente así fue. Cuando Donovan y Freddy entraron en la sala de recepción se encontraron con Lucas Penford que estaba cerrando con llave una de las puertas interiores.

—Señor Clive, ¡que sorpresa verle por aquí!— sonrió amablemente a los recién llegados aunque no cometió la grosería de preguntar quien era el acompañante del arqueólogo —¿Qué le trae por aquí? ¿Quizás quería echarle un vistazo a las instalaciones? Me temo que todavía queda mucho trabajo para que sean visitables.

Donovan bajo del vehículo usando el bastón y se adentro en el museo junto al detective. camino con paso tranquilo hasta el señor Penford con el característico sonido de su bastón contra el suelo a mido de presentación

- Buenos dias, señor Penford... permítame presentarle al señor Fred, detective privado. -espero a que se saludasen correctamente- Temo ser portador de malas noticias señor, El señor Phineas Hobbston ha fallecido. Al parecer ha sido víctima de algun tipo de asalto, el detective le explicara.

Lo dijo sin mas, para bien o para mal, el señor Hobbston era para Clive era un perfecto desconocido. Lo importante era como reaccionaria Penford a aquella noticia. Evaluó su expresion con tranquilidad. Eso podria darles muchas respuestas.

Freddy alargó la mano para saludar cortésmente al señor Penford.

—En realidad, señor Penford, soy detective de la policía de Londres —dijo mostrando un gesto conciliado de descargo hacia Donovan—. Vera, siento ser tan directo pero estoy investigando un caso y el tiempo apremia. El caso es que he encontrado algún documento en las pertenencias del señor Hobston en el que habla de usted. Entiendo que se conocían, ¿verdad?

El detective se quedó mirando fíjamente a los ojos de Penford.

Era evidente que la noticia de la muerte de Hobston había pillado por sorpresa a Penford. Durante un momento el hombre quedó mirando a Clive con el gesto de alguien que recibe una noticia inesperada. Pero fue luego la presentación de Hughes, acompañado de su pregunta directa, lo que hizo que moviera su cabeza como si estuviera asimilando la gravedad de la situación. Abrió la boca un par de veces sin decir nada, como si dudase que decir. Es una reacción que el detective de la policía conocía bien: alguien que estaba calibrando hasta que punto le convenía decir la verdad. Fuera el trato que tuviera con Hobston estaba claro que había cosas que aquel individuo quería mantener ocultas.

—Efectivamente conozco al señor Hobston. Él se encarga... se encargaba de realizar trámites de importación para el museo. Bueno, para el futuro museo. ¿Dicen que ha muerto? ¿Qué le ha pasado? ¿Un asalto? Pobre hombre... ¿en su tienda? El señor Clive debía encontrarse con él para revisar la autenticidad de una pieza que había traído del Cairo. ¿Cómo ha sido? ¿Tienen ya algún sospechoso?

Freddy se dio cuenta de que el hombre había hecho aquella última pregunta con un interés que sobrepasaba la mera curiosidad morbosa.

Freddy asintió.

—¿Podemos pasar a su despacho, señor Penford? —preguntó Freddy con un gesto neutro—. Me gustaría que me hablase de esa pieza y de su negocio con el señor Hobston. ¿Es posible?

El detective se quedó a la espera de los movimientos de Penford.

Penford asintió:

—Bueno, ya estaba a punto de marchar y la verdad que mi despacho es una leonera con el tema de las obras pero... por supuesto.— dijo finalmente mientras los acompañaba por uno de los pasillos hasta una estancia cercana.

El despacho era un sitio amplio pero de momento sólo contaba con una gran mesa de madera oscura y una vitrina con algunos libros a salvo del polvo. Sin embargo lo que Freddy buscaba era algún documento escrito y, efectivamente, vio un par de cartas a medio redactar sobre la mesa. Antes de sentarse se fijó con detalle en la caligrafía comprobando que, efectivamente y sin lugar a equivocación, era la misma de la carta. La manera de trazar las f's con un trazo que bajaba por debajo de la línea de escritura era un punto muy característico. Aquel hombre había mandado la carta amenazante a Hobston.

El señor Clive simplemente los acompaño tranquilamente dentro del despacho y mientras Freddy hacia su trabajo, el simplemente se dedico a observar y evaluar los libros de la vitrina.

- ¿Le importa si curioseo un poco señor Penford? -preguntó sin apartar la mirada de los mismos- ...es una selección interesante...

—Muchas gracias señor Penford —dijo acompañándolo hasta su despacho.

Una vez allí tomó asiento en una de las sillas al otro lado de la mesa y esperó a que Penford hiciera lo mismo del otro lado.

—Como le decía, me gustaría que me hablara del señor Hobston, en particular sobre su negocio con él —mantuvo unos segundos de silencio valorando los gestos de Penford y luego continuó—. Al parecer el señor Hobston estaba sufriendo presiones sobre ciertos artículos que había importado. ¿Conoce usted a otros clientes de Hobston?

El detective Hughes miraba fijamente a los ojos de Lucas Penford, evaluando cada uno de sus gestos como buen sabueso.

Era evidente que Penford se sentía incómodo en aquella conversación:

—Hobston es... era un hombre con muchas cualidades pero también tenía un defecto muy grande: su pasión por las apuestas de caballos. Había perdido mucho dinero y le acuciaban deudas considerables contraídas con gente que no era especialmente paciente. A veces contactaba con individuos de dudosa calaña. En esta ciudad parece que se está poniendo de moda la superchería y el ocultismo.

Se rascó el cuello. Seguramente en ese momento estaría pensando en lo amenazante que había sido su misiva¹, pero tiró balones fuera:

—Solía encargarse de importaciones para el museo. Bueno, para el futuro museo. Piezas de distintos puntos del mundo. La última vino de Egipto y es especialmente rara. El señor Clive le podrá poner al tanto de ella mejor que yo, es un experto en la materia. El caso es que al parecer alguna absurda secta del submundo londinense se enteró del origen de la pieza y le ofreció una suma mayor. Reconozco que me molestó mucho enterarme de que había estado tanteando la posibilidad de vender nuestra estatuilla y decirnos que se había extraviado durante el viaje. Por suerte la cordura le iluminó y en el último momento cumplió su contrato entregándonos lo que era legalmente nuestro.

En este último punto Freddy notó claramente el nerviosismo de su interlocutor. Aquella pieza pueda que fuera de su propiedad pero estaba claro que la parte legal no era tan clara. Seguramente Hobston había introducido la pieza en Londres de manera turbia².

Mientras Penford defendía sus argumentos Donovan revisaba aquella vitrina. Por desgracia no parecía haber nada interesante en aquella colección de piezas y libros. La mayoría habían sido elegidas, sin duda, por su valor decorativo y para darle algo de presencia al lugar. Tampoco era algo que le extrañase: estando el museo en obras la seguridad en ese momento sería inexistente.

—La cordura... claro —deslizó Freddy—. En señor Clive todavía no me ha hablado de la figura pero tendrá tiempo suficiente para hacerlo. Lo que es seguro es que usted estaba altamente interesado en ella. Imagino que el papel del señor Clive es certificar la autenticidad de dicha pieza porque el señor Hobston no la facilitó, ¿verdad?

Freddy hizo una pausa sin levantar su mirada sobre Penford.

—¿Llego a saber el nombre esa absurda secta, como usted la llama, señor Penford? —preguntó—. Comprenderá que necesito saber todos los detalles sobre el negocio para poder olvidarme de usted.

Las últimas palabras fueron tajantes. Freddy reveló discreta pero contundentemente la sospecha que había sobre el señor Penford allí mismo y dejó otro espacio de silencio para que Penford pudiera digerirlo.

—¿Esa pieza iba a exponerse en el nuevo museo?

—Lamentablemente desconozco siquiera si esa gente se reune bajo un nombre rimbombante como 'Los Discípulos de Hastur' o los 'Servidores de la Madre Negra'. Un poco literario ¿no cree? Ni siquiera sé la procedencia de sus miembros. No sé si son parias del East End o decadentes snobs buscando algo de emoción al estilo de la Aurora Dorada. Ojalá tuviera algo más que darle, señor Hughes, pero comprenderá que no suelo mezclarme con ese tipo de gente.

Continuó con las otras preguntas:

—Hobston no podría validar la estatuilla ni aunque quisiera. Aunque es... era un eficiente importador y tenía contactos en casi todo el mundo dudo que fuera capaz de distinguir una falsificación. Por eso contratamos al señor Clive. Y efectivamente: en caso de confirmarse que la pieza fuese auténtica, que así lo esperamos, se expondrá en el museo cuando abra.

Donovan se atraganto con el humo de la pipa. cuando consiguió recuperarse completamente su tos desenvoco en una sonora carcajada al oir los susodichos nombres con los que se identificaban aquellas agrupaciones. Miro al señor Penford recomponiendo el gesto.

- Van a disculpar mis modales, pero cada vez que oigo acerca de un grupo de locos que creen que pueden hablar con los dioses sacrificando gallinas a la luna nueva en pleno siglo veinte... sinceramente. No soy capaz de tomármelo en serio... -carraspeo- Solo hay un dios, y es la ciencia. Los que la servimos hemos resuelto mad preguntas, de las que jamas se hayan planteado esos mequetrefes...

Estaba incomodo sin duda, ¿Cuantos descubrimientos se habian visto obstaculizados porque unos fervorosos creyentes lo habian inpedido, o habian preferido reducirlo a cenizas antes de que la ciencia reducirse a cenizas su Fe? Clive ya habia perdido la cuenta...

—Ya veo... —dijo Freddy aireando su mirada en aquel desordenado despacho.

Buscó en interior de la chaqueta y sacó la nota de Penford y se la mostró a éste.

—Reconoce esta carta, señor Penford. Considerando la forma de morir de Phinneas Hobston y el contenido de esta nota, necesitaré algo de información convincente para no acusarlo, ¿me entiende? En realidad no creo que usted haya tenido nada que ver con el asunto, o al menos no directamente, pero sí creo que sabe algo más sobre el asunto y, dada mi posición toda información es poca. ¿Qué puede decirme, Lucas?

Penford exhaló un suspiro al ver la carta. Era un gesto que mezclaba inevitabilidad y alivio.

—No necesito leerla señor Hughes. Es mía. Estaba muy enfadado por lo que estaba pasando y reconozco que amenacé al señor Hobston. Quisiera dejar claro que si esto trascendiese de algún modo esta actuación, del todo reprochable, ha sido culpa mía personalmente. Nadie me incitó a llegar a estos extremos. ¡Pero funcionó! Las dos personas que contraté entregaron el pago estipulado y recuperaron la estatuilla, que ahora custodia el señor Clive. Los dos hombres podrán ratificar que no fue necesario llegar a extremos más... expeditivos. Lo que probablemente haya pasado, y estoy seguro de que usted también lo estará valorando, es que los otros compradores engañados por Hobston se lo tomaron mal. Creame señor Hughes: el asesinato no es algo en lo que estuviera pensando. Tenía que recuperar algo que era nuestro pero no llegaría a tales extremos sólo por una estatuilla. Para hacer algo así hay que ser un demente que espere encontrar algo más que un objeto de valor para una exposición ¿no cree?

El señor Clive carraspeó solicitando la palabra tras las declaraciones del señor Penford. Por su gesto parecia algo realmente importante. Se inclino hacia adelante apoyándose en el bastón y retirándose la pipa se la boca

- Puede que tenga la respuesta a el porque el señor Hobbston esta muerto... bueno, mejor dicho, puede que la estatuilla tenga la respuesta. -sonrio- La figura alberga un compartimento secreto que aun no he podido abrir, y sospecho que lo que quiera que sea que hay en su interior ha sido el motivo por el cual al señor Penford le salio competencia por la misma... -carraspeo de nuevo- Detective, parece que tenemos movil, sospechoso y un bonito cebo que podemos utilizar para que arreste al asesino del señor Hobbston, ¿No cree?

Tomo asiento con cuidado esperando la respuesta del detective mientras se llevaba la pipa de nuevo a los labios.

Freddy asintió.

—Señor Penford, comprenderá que, hasta que la situación se normalice y usted quede libre de toda sospecha, la policía de Londres confiscará la estatuilla. Yo mismo me encargaré de entregársela en mano cuando esto acabe.

Se levantó de la silla y alargó la mano hacia Lucas Penford.

—Ha sido usted muy amable —dijo antes de girarse e invitar a Donovan Clive a salir al exterior.

Una vez fuera.

—Ahora, señor Clive, me gustaría ver esa estatuilla y valorar exactamente a qué clase de individuos nos enfrentamos. ¿Es tan amable?

Penford rumió un par de frases de disgustos pero no negó la confiscación. Aquello reforzaba la corazonada de Hughes de que la estatuilla había llegado a Londres por cauces poco ortodoxos y a nadie le interesaba remover el asunto. Después de todo si no eran culpables del asesinato era simple cuestión de tiempo recuperar la pieza.

Volvieron a montar en el coche de Clive y el silencioso empleado indú los condujo hasta el hotel donde se alojaba. Un lugar caro y bien centrado. La suite que habían asignado a Donovan Clive, si bien no era la mejor, era de las buenas. Una vez allí el criado indú esperó en el pasillo mientras el detective y el arqueólogo pasaban al interior.

Donovan invito al detective a que le acompañase hasta la habitación, le hizo seguirle hasta su despacho, y una vez en el interior cerro las puertas del mismo y procedió a la apertura de la caja fuerte. Al abrir la misma extrajo dos cajas similares, por no decir casi idénticas. Una de ellas estaba etiquetada como "ORIGINAL" y la otra como "IMITACIÓN"

- Aun no he tenido la oportunidad de abrir el compartimento de la estatuilla. Mis manos ys no son lo que eran, y necesitaríamos la precisión de un relojero... -tomo unas herramientas de precisión y la puso sobre ambas cajas- ...si usted conoce a alguien con buen pulso, quiza podremos abrir dicho compartimento sin dañar la figura...