Partida Rol por web

Gerald se giró hacia su mayor confidente y amigo, a pesar de la diferencia de clase social, Sebastian Moore III. No hay duda alguna de que era un hombro sobre el que apoyarse y, de no haberle tenido estos días, habría resultado todo mucho más difícil. Aunque lo peor estaba por llegar; lo pero siempre está por llegar.

—Muchas gracias, Sebastian, por ocuparte del aperitivo de nuestros invitados —le dijo en voz baja. Quería mostrar su agradecimiento a su mayordomo, pero hubiese sido violento, en su situación, que tal cosa fuera del dominio público. Aún había que mantener las distancias.

Adam Clayton podría ser muchas cosas, eso estaba claro, pero ¿se encontraban las habilidades de «investigador» entre las muchas que decían que dominaba?

—Por el momento yo también creo que Lewis Thorpe ha cometido la profanación —admitió agachando ligeramente la cabeza—, pero ya he dicho que no sé cuáles son las pistas que llevaron a los agentes de policía a estar tan seguros. Lamento admitir que no poseo más información que la que ya tienen ustedes.

Asintiendo levemente con la cabeza al recibir el agradecimiento del Señor Gerald espero hasta que los caballeros terminaron de hablar para añadir.

-Quizás los caballeros deberían de echar un vistazo al cementerio y a la tumba del Señorito Leonard-Comentó mirando al Señor Clayton y al Señor Blake -Puede que ustedes encuentren más pistas que los policías...Ya que me temo que la desaparición de un cuerpo no es un gran menester para ellos... -

Decidió no hablar más por el momento ya que tenía sus propias teorías a la cual más loca que la anterior y no quería importunar a nadie con ideas extrañas.

Blake agradeció la taza de té caliente que le sirvió el mayordomo. A pesar de lo ominoso del ambiente, aquella sala de estar era verdaderamente acogedora. Sobre todo si se comparaba con su frío y oscuro desván, donde las ratas campaban a sus anchas y la suciedad se amontonaba en los rincones. El inspector tuvo la intención de sentarse, ya que desde la mañana había notado las piernas torpes y pesadas. Sin embargo, no pudo evitar alargar su temblorosa mano hasta la botella de whisky que descansaba encima de una cómoda de color caoba. Al tiempo que aderezaba su aperitivo inglés, se maldijo a si mismo por caer tan fácil a la tentación del traicionero brebaje. 

Mañana lo dejo. 

Finalmente tomó asiento. 

-Sin duda el cementerio, y la tumba del joven en particular parece el lugar más sensato por dónde comenzar la investigación. -apuntó. -Entrevistar al señor Thorpe sería el siguiente paso lógico. ¿No es así?

Tras resolver su duda, o más bien quedarse con la pregunta en el aire a no tener una respuesta clara, se quedó observando al resto de invitados mientras hacía anotaciones. Intentaba no perder el campo visual con ninguno a la vez que escribía, un truco que le enseñó Robert al advertirle que la pérdida de ese campo podía provocar cierto rechazo en el interlocutor, pensando que cesaba su atención. Sin embargo no era tan ducha en escribir “a ciegas”, notando que la línea de sus cortas palabras se doblaban o eran de distinto tamaño, teniendo rápidamente que bajar la mirada un fugaz segundo para corregirlo.

Iba a seguir con su siguiente pregunta cuando Blake se adelantó formulando algo muy parecido a su idea original. Anotó los nuevos datos brindados, pendiente de todos los puntos para no olvidarse nada como si fueran los apuntes de un examen cuando escuchó una taza brindada justo a su lado, percatándose entonces de la presencia del mayordomo.

Le dedicó una cordial sonrisa y un agradecimiento susurrado para no cortar la conversación, dejando el lápiz en el centro de su libreta para cerrarla sin perder la hoja en la que estaba, aprovechando que tenía ahora las manos libres para dar un breve sorbo. Azúcar.- No solía tomar demasiado té al no encontrar nunca el grado perfecto de amargura de las hojas y el dulzor del azúcar, terminando por desquiciarse y tirar toda la tetera por el desagüe, sin embargo tuvo que conformarse con aquella taza con tal de no molestar más al personal.

Lo que sí hizo fue coger un par de pastas, partiéndolas para saborear con delicadeza la textura y la gama de sabores, sorprendiéndose de lo buena que estaban aunque, posiblemente, el factor hambre y nervios corría también a favor. Inmediatamente, ajena por primera vez al tema que tenían, apartó algunas migas que se habían desprendido en su vestido para apuntar en un apartado aparte una única frase antes de coger otra pasta.

Tuvo que beber un gran trago para aligerar la garganta, aprovechando que se había hecho un vacío de silencio en el que intervenir, levantando con educación el brazo por la altura de su hombro con tal de pedir el turno de palabra.

Han mencionado un cuidador, la persona que descubrió la desaparición. ¿Puede facilitarnos más datos sobre él? – Miró al resto de personajes reunidos por si alguno tenía esa información, aunque evidentemente su pregunta fuera dirigida a Tennyson.- Teniendo en cuenta que no colabora con la policía, y que no dudo que esté vigilado o encerrado en dependencias policiales, desconozco si será tan fácil siquiera acercarse a él.- Dio un par de golpes con el lápiz sobre su libreta, pensando, hasta que decidió hacerlo en voz alta.- Me sorprende que tras denunciar la desaparición del cuerpo, la policía haya dado con Lewis sin ningún tipo de prueba. ¿Soy la única que piensa que el testimonio del cuidador debió de desvelar algo que desconocemos?

Tennyson era conocido por su amabilidad extrema. Innecesaria, en muchas ocasiones. Pero si había algo que no le gustaba en modo alguno era tener que repetirse, le hacía parecer estúpido ante sus propios ojos. Le gustaba que si empezaba a hablar, los demás prestaran atención con el mismo respeto con el que él mismo lo hacía. Esto le hacía caer, en algunas ocasiones, en posturas de orgullo estúpido, como era esta ocasión.

—Señorita... —pareció hacer un esfuerzo para recordar, pero solo era una manera de restarle importancia a su interlocutor fingiendo no acordarse de su nombre a la primera—. Señorita Tremblay, acabo de decir hace menos de cinco minutos que ya he contado cuanto sé —por primera en el día vez sus invitados podían contemplar su aristocrático orgullo mal medido.

Miró a su mayordomo que le hizo un leve gesto con los ojos, acordado entre ambos, para indicar que se serenase un poco antes de continuar hablando. Asintió a la sugerencia de su sirviente, mentor y amigo.

—No dudo que el Cuidador del cementerio de West Norwood será un hombre de plena confianza, pero se le puede preguntar lo que sea preciso, desde luego, señorita Tremblay —el tono de voz, ya sosegado y amigable de nuevo, daba a entender sin embargo que no le parecía un buen rumbo de actuación—. No obstante me siento más inclinado a visitar a Lewis Thorpe y, muy especialmente, a mi tío Thomas, con el que aún no he tenido la ocasión de reunirme, pero que será el más interesado en hablar con nosotros.

Se mordió la lengua, no sólo por educación sino porque sabía que no era momento o lugar para comenzar un debate, respondiendo con una sonrisa a modo de disculpa tras un largo silencio que al principio podía parecer incómodo.

Aquél asunto no le gustaba y veía demasiados hilos que no lograba entender en la ecuación, pero aprendió que aquél hombre no era el que podía responder a sus dudas, no a cosas tan concretas, siendo su “negativa” suficiente razón para despegar una de las dudas que tenía y no había formulado.

Por supuesto.- Anotó una única cosa en su libreta y la cerró, atando la cinta alrededor sabiendo que no tenía nada más que anotar o aportar a la conversación, al menos por ahora.

Las palabras de Gerald son confortantes, saber que aún tengo opciones me devuelve el ánimo, agradezco inclinando mi cabeza y paso a sentarme en el asiento cerca a la chimenea; permanecí en silencio, escuchando la conversación de los allí presentes, no me atrevía a opinar directamente, tal vez sería prudente escuchar a los caballeros y atar cabos entre sus comentarios, tal como lo hacía la mujer que se hace llamar Joanne, con la diferencia que ella tiene una libreta para tomar apuntes; sonrío, tal vez la señorita Tremblay sea una mujer como yo, alguien que quiere desafiar este sistema donde no se pone fe en el trabajo femenino, en nuestras habilidades.

Sebastian sirve con amabilidad una taza con té de valeriana, gesto que agradezco; aunque mis nervios ya estaban un poco mas apaciguados. ­-agradezco su gentileza mi querido Sebastian, como siempre usted muy atento y comedido- esbozo una sonrisa en pro de agradecimiento.

Mientras se hacía un silencio un tanto incomodo, luego de la intervención de la periodista, pongo recta mi espalda mientras mis pulmones se ensanchan con aire para soltar las palabras que rondaban mi cabeza desde hacia unos minutos; -si no les molesta, caballeros, puedo ofrecerme para hablar con aquel hombre, esto teniendo en cuenta que sea posible que las autoridades lo permitan- observándoles y esperando que ahora tenga su atención, aclaro mi voz y continúo, -en uno de los viajes con mis padres a Alemania, tuve el placer de conocer un método que puede parecer muy poco ortodoxo, pero que en su estudio experimental puede obtenerse un buen resultado llegando a lo más profundo de la conciencia del individuo…- aunque algunos de los presentes me miran con curiosidad, otros simplemente enarcan una ceja, actitud que era propia de cuando sacaba a flote aquellos temas.

-Mediante la introspección, que no es más que la percepción interna de los elementos de la conciencia propia, es posible que encontremos la respuesta en lo más profundo de su mente, quiero decir, de la mente del señor Thorpe- extiendo mi mano para tomar nuevamente un sorbo de aquella bebida que ha traído a mi, Sebastian, esperando por algún comentario.

Howard chasqueó la lengua sonoramente ante el comentario de la maestra. Fue un descuido, sin duda, pero imposible de ocultar, que obligó al detective a dar una explicación. 

- Es simplemente... -negó con la cabeza y dejó la taza, ya casi vacía, sobre una de las mesitas de té. -¿En cuantos interrogatorios ha estado usted, señorita Lowett? Me atrevería a decir que en ninguno. Y propone nada más y nada menos que hipnotizar al sospechoso. 

Se recostó en el sillón, todavía con un gesto de incredulidad en la cara. Desde luego que aquello le había sorprendido, y no positivamente. Normalmente la adición de personal a una investigación era positivo. Más ojos, más manos, más cabezas pensantes. Pero se requería gente competente y formada para llevar las pesquisas a buen puerto. Todo lo demás serían piedras en el camino.

De pronto todos pudieron escuchar las escaleras que cada dos o tres sonoras pisadas crujía con fuerza. Tras la entrada del salón se oyó una voz grave, muy ronca hablar con una de las criadas. Un intercambio muy breve y desencamino en el sonido de unos pasos apresurados rumbo al ala opuesta de la casa.

Finalmente, ante el umbral, iluminado por la luz de las velas y la chimenea se personó un hombre entrado en los cincuenta, tal vez mas, pero de aspecto demacrado. Sus ropas eran pulcras al igual que su aseo, pero el rostro transmitía dolor y una madura pero profunda congoja. Observó a los presentes cruzando las manos tras la espalda sin alzar mucho el mentón, era fácil notar que cada gesto le costaba y dudaba antes de realizarlo.

- Gerald, veo que has reunido a la comitiva que he solicitado... - Vaciló un momento al ver a Joanne, pero continuo con su frase. Su voz sonaba realmente ronca, dificultosa como si cada palabra buscara escapar desde el interior de los pulmones. - Por favor señores, acompañadme a la sala de Whisky, ya la han preparado para nosotros.-

Se giro sobre sus talones y comenzó a avanzar. Luego se detuvo negando para si, dudando de su propio juicio. - Y las damas..- Añadió contrariado frunciendo el entrecejo. - las damas también, que mas dará ya. -

Y sin añadir mas, la encorvada figura del hombre avanzo sin duda pero sin prisa hacia uno de los salones mas pequeños del corredor.

Gerald se volvió unos instantes hacia sus invitados con su inseparable Sebastian Moore III a su lado. Sabía que debía dar alguna explicación ante la sorpresa que había podido causar la entrada de su tío.

—Lamento no haberles informado anteriormente que mi tío se encontraba en casa —dijo casi a modo de disculpa sincera—, pero como comprenderán estos momentos están siendo muy difíciles para él. Hasta que no estuviese preparado no podía permitir que nadie le molestase sin contar con su consentimiento.

No hacía falta decir ni media palabra más; la situación era evidente por sí misma.

Las palabras de Blake fueron concisas y sin una pizca de tacto por lo que Sebastián decidió dar su opinión al respecto.

-Quizás la señorita Lowett no ha estado en uno de esos horrorosos interrogatorios donde la sangre y lágrimas del interrogado brotan por su boca más que la propia confesión.No obstante la hipnosis ha resultado ser bastante útil en otros menesteres...No deberíamos de cerrar ninguna puerta señor Blake- Su tono era amable y decidido.

Al rato el Señor Thomas entró en la habitación, últimamente no tenía ganas de ver o hablar con nadie y hoy no parecía que estuviera de mejor humor.

-Si nuestros queridos invitados han terminado por favor sigan al señor Thomas. Yo hablaré con el servicio para recoger esta salita.

Dicho esto salió de la habitación para dar la orden y al rato volvió.

Casi en su susurro, Gerald Tennyson dijo:

—No conocen ustedes la maldad que se esconde tras el mesmerismo... pero si funciona en esta ocasión...

Haciendo un gesto de agradecimiento ante las palabras de Sebastian, intentando defender mi punto de vista, me levanto de mi lugar, y con postura firme y seria, añado, -en efecto señor Blake, no he tenido la posibilidad de presenciar un acto de tal barbarie como lo menciona mi querido señor Sebastian, mi lugar está, por obvias razones, en el aula llevando conocimiento a las almas en desarrollo-, en otra ocasión habría sido expulsada de la sala, sin más, teniendo en cuenta que no es el comportamiento de una dama igualar una discusión con un caballero.

-La mente señor Blake, como lo menciona mi señor Tennyson; es un lugar tan profundo y oscuro como abierto y divino, en ella se pueden encontrar grandes misterios, aunque a algunos les parezca solo patrañas- de alguna manera el calor se había apoderado de mí, tras la discusión, tomo en mis manos el pequeño instrumento para abanicar mientras me dirijo en dirección a la sala de Whisky con el señor Thomas, -no teniendo más qué aportar, con permiso-.

Se mantuvo expectante terminando su taza de té a base de pequeños sorbos, observando con curiosidad la oferta introspectiva de la señorita Lowett, aunque lo viera más como un juego de palabras al no creer demasiado en el procedimiento.

Estaba tentada de aportar un par de dudas saliéndose del tema que los concernía, pero la llegada de Thomas fue suficiente para recordarles a todos a qué habían venido y, al menos a ella, que su “plaza” no estaba del todo garantizada en la búsqueda, teniendo que ser más comedida de lo que le gustaría.

Se levantó de su asiento, alisándose el vestido y procurando no pisar el largo de la tela. Tuvo la inercia de acercarse al Mayordomo para agradecerle personalmente el aperitivo, aparte de felicitar por las pastas, pero con la tensión tan candente en el ambiente no pudo más que esperar. Aun así, una vez todos se levantaron, se acercó con disimulo al lado de Evelin y, con cierta confianza que sabía que no tenían al haberse conocido, pasó una mano por el brazo de la maestra, enlazándolo.

Fuerza, querida.- Susurró para que sólo ella pudiera escuchar sus palabras. Ya no sólo era un intento pequeño de consolarla al haberla visto tan afectada por la desaparición del pequeño, sino como un apoyo entre mujeres que creía que ambas necesitarían.

Clayton ofreció un sobrio y respetuoso saludo a sir Thomas Tennyson cuando este cruzó el umbral y los invitó a pasar a la sala de Whisky. Se demoró un poco mientras la comitiva seguía lentamente los pasos del atormentado aristócrata. Al salir de nuevo el tema del mesmerismo le pareció impropio no dejar constancia de sus conocimientos en dicha área.

—El mesmerismo es una ciencia poderosa, pero sutil. Se necesita de una voluntad receptiva, dispuesta a recibir su influencia. Incluso así, no todas las sensibilidades son aptas y capaces de utilizar el magnetismo animal. De lo que no cabe la menor duda es que un interrogatorio enérgico del sospechoso anularía cualquier posible intervención de esta clase.

Blake se abstuvo de hacer ningún otro comentario. Estaba claro que si el señor de la casa creía en tales majaderías lo mejor sería no contrariarlo. Además, quien sabe, él mismo había sido testigo de hechos que no podía explicar con la razón...

Al hacer presencia el anciano de los Tennyson, el inspector amagó un gesto de respeto con la cabeza, al tiempo que seguía a los demás al despacho de reuniones. 

La pequeña sala no era austera, pero tampoco escatimaba en comodidades. Era un cuarto cuadrado, casi se podría decir que perfecto. Del lado de los ventanales estaba decorado tan solo con un tapiz antiguo y unos viejos candelabros asombrosamente lustrados. Cada ventana poseía una enorme cortina roja de finos hilos en oro y plata.

Del lado de la puerta de ingreso, había varias vitrinas de trofeos y galardones, seguramente todos atribuibles a algún Tennyson, era evidente que esa sala de reuniones era para presumir logros.

A los los, dos enormes bibliotecas repletas de tomos. Era impactante que cada estante tenia el completo de su capacidad. Cada lomo estaba grabado en negro o dorado con el nombre del autor o el ejemplar.

El ambiente de la sala era denso, pese a estar pulcramente aseada, parecía que había sido utilizada mucho esos últimos días. El aroma a cigarro eran algo nauseabundos.

Thomas no había esperado a que los invitados terminaran de llegar para dejarse caer en el sillón individual mas grande del interior de la sala, estaba todos distribuidos en circulo entorno a dos mesas ratonas de roble y en ellas un vaso para cada invitado, con una cuenta rápida, podían darse cuenta que era para cada invitado "varón". El cuerpo del hombre parecía hundirse en el acolchado, mas bien, desaparecer en su propio peso. Alzo la mirada algo perdida a los presentes y mirando directamente a Gerald comenzó a hablar.

- Espero tengáis claras ya las preguntas y el plan a ejecutar Gerald, mi mente no esta en su sitio estos días, dependo de ti como en nadie mas. -

Gerald se puso más firme que una farola de Trafalgar Square. Se alisó su chaqueta, tratando de ganar tiempo, y carraspeó levemente para aclarar su garganta. Su tío Thomas había sido siempre muy afectuoso con él, pero no dudaba que era también capaz de ser muy duro y desagradable si las circunstancias lo requerían.

—Mi querido tío —comenzó pensando a toda velocidad sus palabras—, aquí están las personas que me pediste y algunas otras que he pensado que pueden servir de ayuda. Te presento al detective Howard Blake, el investigador Adam Clayton y a la periodista Joanne Tremblay —los fue señalando cortésmente con la palma de la mano hacia arriba haciendo trazando un círculo que los abarcó a todos—. Al resto ya los conoces, claro está.

Antes de salir al exterior para comenzar una investigación que podría revolver medio Londres era conveniente comenzar las pesquisas allí mismo, con su propio tío.

—Sabes que siempre he estado muy próximo a vosotros a pesar de mi lejanía física por... en fin, motivos de diversa naturaleza relacionados con negocios. Sé que mi pequeño primo ha fallecido, pero desconozco la causa. Ignoro si eso tiene importancia o no, no te voy a engañar, pero creo que necesitaríamos saberlo para hacernos una idea de dónde nos encontramos —era un tema muy delicado y él tenía que haberlo sabido ya—. Por otro lado, estas personas tienen algunas otras preguntas que entiendo que son de la máxima importancia. ¿No es así...?

Al entrar el ultimo de los invitados a la sala Sebastian se aseguro de cerrarla y de que nadie del servicio molestara la reunión. Sebastian había estado bastantes veces en la sala,los últimos días más de lo normal ayudando al Señor Thomas en las largas noches que pasaba mirando la nada y dando buena cuenta de la botella.

Cuando todo el mundo estuvo sentado sirvió una copa de whisky a cada uno de los caballeros. Para las damas seguía habiendo té. Aunque en estos momentos tan difíciles Sebastian no hubiera juzgado a ninguna de las dos señoritas si querían un trago para templar el aguante.

Después volvió al lado del Señor Gerald y espero a que los invitados empezarán con la ronda de preguntas.