Partida Rol por web

¡Por todos los djinn del submundo! Hay muchas maneras de traer la "desgracia" a una pequeña aldea. Si cultivan pueden quemar o salar sus campos, secar o envenenar sus pozos. Si se dedican a la minería pueden saquear o cegar la mina. ¿Qué rayos hacen aquí?

Decidme, ¿a qué os dedicáis en esta aldea? ¿Cultivos, minas, qué?

En cuanto sepamos como se ganan la vida será más fácil intuir el daño que les pueden hacer. Porque si es cuestión de burdos bandidos violentos creo que podremos solucionarlo y eso no causa ningún impacto que haga temer a un Dios.

Como la mayoría de las aldeas de la zona nos dedicamos a cultivar los campos, cuidar del ganado, fabricar telas, algunas armas, sobre todo hachas para talar los árboles con los que construir y fabricar. No hacemos nada raro, somos un pueblo humilde que no se mete con nadie, no nos merecemos vivir así.

La cara de Jilban reflejaba incredulidad, no entendía esas preguntas, su aldea no ocultaba nada, era una de tantas, muy normal.

Apenas comerciamos, como mucho compramos de vez en cuando a los pocos mercaderes que pasan por aquí. Y si necesitamos algo importante vamos contadas veces a la ciudad de Aglen.

Laern se aclara la garganta. Ha tomado una decisión.

- Nos quedaremos en esta misma aldea. Es un presagio funesto que tan fraudulento culto haya llegado tan cerca de una gran ciudad como Aglen, debemos esperar a que esos desgraciados vengan y aprehenderlos. Investigar otras aldeas sólo serviría para confirmar la realidad que golpea nuestras narices y dividirnos, amén de bajar la guardia. Prepararemos una emboscada en esta misma aldea, e intentaremos adelantarnos a todas las estratagemas que puedan usar esos bandidos para ganarse la fe de esta honrada gente. Zarek -se gira y señala al hechicero llamándolo por su nombre de pila, cosa que pocas veces hacía-, es posible que haya un taumaturgo entre sus filas... Deberás emplearte a fondo en adivinar por dónde nos pueden salir. En cuanto a vosotros -señalando a los campesinos-, necesitamos de un alojamiento discreto para pasar desapercibidos, que sus batidores no nos detecten y crean que esta población está desprotegida. Ireth -mira a las sombras de alrededor y alza la voz-, ahora que Elladan no está con nosotros y no hay forma de hacerle saber dónde estamos, necesitamos que te lleves a bien con el caballero hobbit -mira hacia abajo con un gesto solemne y serio, para hacerle saber que no es broma y todos han de arrimar el hombro- y avisarnos de cualquier peligro que llegue del camino o el bosque. Puedes salir sin peligro alguno. Tranquilos -a los aldeanos-.

Ireth había seguido toda la conversación desde las sombras, gracias a su fino oído de elfa. Cuando Laern dio el visto bueno, volvió al camino, caminando tranquilamente para no sobresaltar a los aldeanos.

-Entendido mariscal- la elfa habló en tono solemne, podría hacerle chanzas a su superior, pero delante de personas ajenas a la compañía sabía cual era su lugar. -Con Morz nos encargaremos de la vigilancia y no habrá inconvenientes, ¿verdad?- Ireth miró significativamente al mediano, dejándole en claro que  no toleraría romas ni pasadas de raya.

¿Qué quieres que haga yo Laern? De momento me ocuparé del carro y las monturas mientras hablas con las gentes del poblado. Los guardaré donde me indiquen de modo que no llamen la atención. Si luego me necesitas para alguna otra tarea me encontrarás fácil.

Recojo las riendas de todos los caballos y del tiro del carro y pregunto a los lugareños dónde podemos meter los animales, alguna cuadra o establo grande. Iré a acomodarlos de momento, probablemente si encuentro algún mozalbete le daré unas monedas para que me ayude a desensillarlos, limpiarlos y darles de comer. Así podré trabar conversación y preguntar a alguien menos asustado si es suficientemente joven.

Laern asiente lentamente.

- Buena idea, amigo mío. Nunca se sabe cuándo van a venir, puede que en estos momentos estén de camino. Cuanto antes acabemos, mejor.

Luego mira a los ojos a los labriegos. Necesitan dónde dormir y esconderse.

Giler, acompaña a... lo siento, creo que no me ha dicho su nombre. - dice señalando a Görg - Acompaña al enano al establo, por favor.

El establo en realidad era un pequeño cerco al aire libre, se encontraba pegado a una de las casas que teníais al lado.

Podemos ofrecerles una casa para todos, no sé si tendrán problema de espacio, pero es lo más que podemos hacer, pues para dársela tendremos que realojar ya a una familia entera.

Si Jilban, acompáñeme, por aquí, está aquí al lado. - le dice a Görg -

Tranquilo Laern, tendré los ojos abiertos. A mí no hay quien se me escape, ya lo sabes. Además... no creo que venga nadie de interés aquí.

Hablo lo bastante fuerte como para que me oigan todos, como era habitual en mí.

Sigo al aldeano hacia el cercado donde podemos dejar los animales, siempre atento por si descubro algún chicuelo en edad de trabajar y hablar.

Se te saluda Giler, yo soy Görg Dëan, hijo de Fogörg, guardia de Talona, ayudante del mariscal Laern Tidarion, héroe de Talona. No temas, protegeremos la aldea en tanto sea posible. Dime Giler, ¿viste a esos hombres cuando vinieron? ¿Viste algo llamativo o especial en ellos? ¿Sus ropas o su manera de hablar?

Pues verá, - te dice mientras estáis dejando a los caballos en el "establo" - era la hora de comer, y como solemos hacer cuando hace calor sacamos varias mesas y las ponemos aquí en la plaza, y comemos. Estábamos en esas cuando aparecieron seis hombres, parecían guerreros pues llevaban armas y protecciones. Primero pensamos lo peor, pero cuando nos gritaron que no nos iban a hacer nada dejamos de correr.

Les escuchamos, pues nos dijeron que traían buenas noticias. Nos hablaron del nuevo dios que camina entre nosotros. Nos dijeron que tiene poderes, que es un dios tan fuerte como los demás, pero que camina entre nosotros, y que puede estar en cualquier parte sin que lo sepamos.

También nos dijeron que había decidido que esta aldea formara parte de su grupo de aldeas protegidas, y que no nos pasaría nada malo si aceptábamos, solo que a cambio debíamos ofrecerle tributos en forma de alimentos y dinero.

Te contaba todo muy rápido, parece que hablaba de carrerilla, seguramente por las veces que había contado la misma historia a el resto de habitantes.

Obviamente pensábamos que era un broma, una tontería, pero iban en serio... nos amenazaron, y mientras se iban prendieron fuego a un par de árboles cercanos, nos tocó apagar el incendio. Y desde entonces hacemos guardia todos los días.

Laern, por su parte, llama la atención de Jilban carraspeando.

- Bien, sólo díganos en qué casa nos esconderemos y trataremos de ponernos manos a la obra cuanto antes. Capitán -mirando a Anioz-, creo que deberíamos montar la guardia que hasta ahora ocupaba a estos caballeros. Dos de nosotros podríamos turnarnos diariamente para patrullar el lugar vestidos de campesinos, aunque con las protecciones bien ceñidas bajo las túnicas y mantos. ¿Qué le parece?

Anioz mira a Laern y asiente con un gesto e inclinando la cabeza levemente

-Me parece una buena idea, yo podría hacer la primera ronda si lo deseas, pero me gustaria que cualquier lugareño me acompañara para identificarlos o para avisarme de ocurrencias imprevistas para nosotros.

a continuación mira al Enano y le pregunta penando en las opciones

- Gustaria el robusto enano de secuenciar mi ronda de vigilancia?

Sin duda Anioz, avísame cuando llegue mi turno. Lo más probable es que esté despistado buscando alguna cosa por aquí o roncando discretamente. Hacer guardia es una de esas cosas que jamás se echan en falta pero siempre estoy dispuesto a hacer cuando toca.

No sé si habéis oído lo que contaba Giler, ha hablado de aproximadamente 6 guerreros. No es que eso me asuste pero si queremos garantizar la seguridad deberíamos pensar algún plan previo ¿no Laern?

Mi cabeza ya bulle a toda velocidad pero no soy bueno maquinando planes.

Laern parece no escuchar por unos instantes, mirando a Jilban y esperando una reacción. Tras unos segundos que parecen una eternidad, parece procesar la información.

- ¡Ah! ¡Sí, sí! A eso iba, pero primero debemos tener un sitio en el que escondernos y pasar desapercibidos, donde trazar los planes y esperar a que lleguen sin ser detectados.

Vuelve a mirar a los ojos al campesino.

Vengan, les acompañaré a mi casa, mi familia y yo nos iremos a vivir temporalmente a otra, creo que será lo mejor para todos.

Jilban empieza a andar, su casa estaba cruzando la plaza, por lo que apenas tardasteis un minuto en llegar.

La casa, aunque pequeña, era de las más grandes de la aldea. Tenía dos plantas y un “patio” (un cerco) bastante grande.

Es muy humilde, espero que se encuentren a gusto, y todo lo que necesiten… no tienen nada más que pedírmelo.

Al abrir la puerta de la casa Jilban os pidió que esperaseis un minuto, ya que iba a despertar a su mujer e hija para que se fueran a la casa de un vecino. Tras un par de minutos salieron de la casa.

Ya está todo, en unos minutos volveré para ver si todo va bien, ahora voy a buscar un lugar para mi familia.

- De acuerdo, no se demore.

Ni en su rostro ni forma de actuar se adivinan signos de culpabilidad mientras ve desfilar a la mujer y sus hijos. Al parecer desalojar una familia en plena noche para ocupar sus camas aún calientes cuadra en el universo de Laern.

- Más nos vale entrar y discutir la situación. Como he dicho, pueden tener espías vigilándonos ahora mismo.

Dicho esto, entra echándole un vistazo a la casa con ojo inquisitivo, como evaluándola.

- Parece que cabremos con cierta comodidad -concluye-. Pero mejor no acomodarse, no olvidemos por qué estamos aquí.

Una vez habías entrado todos a la casa Zarek pregunta en voz alta.

¿Qué vamos a hacer ahora?

Podríamos tomar algo para refrescar el gaznate, en este pueblo hace algo de calor, ¿no creen? - hacía un rato que Morz no había abierto la boca, de hecho parecía estar muy atento a todas las conversaciones. -

Laern coge una silla y la aproxima a una ventana, como si el enemigo estuviera al alcance de un arco, oteándoles. Mientras mira por la ventana con recelo se mesa la barba, reflexionando. Al fin, da un pisotón en el suelo y se levanta enérgicamente.

- ¡Bien! ¡Esto es lo que vamos a hacer hoy! Hemos venido cansados, así que, simplemente, dormiremos. La mayoría. Dudo que vengan hoy pero deberemos, como hemos hablado -mira a Anioth-, montar guardias. Empezando por esta noche. Mañana, a plena luz del día, reconoceremos la zona para prever ataques desde cualquier dirección o para tender emboscadas. Y si lo estimamos necesario, trampas y alarmas.

Mira de hito en hito a sus compañeros de viaje, y al final se centra en el capitán Anioz.

- Organice usted las guardias, capitán. Todos estamos incluidos.