Partida Rol por web

No, nadie Payo.  Tolomeo puso cara triste.  Y lo peor, es que me ahorita me enteré que el hijo de la viuda, este Abel, el mejor amigo del Goyo, muerto está también.  Puso la mano en el hombro del cotilla como compartiendo la tristeza.  Se suicido.  ¿Donde lo habrán enterrado? -se volteó a decirle. Porque -en una estúpida tradición de ambas nuestras religiones- quien se suicida no puede ser enterrado en un camposanto, ¿es verdad, no?  

Pero bueno, ese no es el punto ahorita.  Ahorita lo que tenemos es checar con la viuda que esté bien, pues hace días se dice que no sale de su casa, como bien señaló aquí el señor -señaló al viejuno que llevaba rato platicando con él- todo lo ve, y a ella no la ha visto. 

Creo que tenemos que entrar a ver si la buena señora está bien o requiere nuestra ayuda.  ¿No es ese tu amigo el gato, el cerrajero?  Él nos podría ayudar a abrir la puerta, con la disculpa a la señora si sólo está recogida.  Pero prefiero pecar de precavido que tener el  pecado de omisión en algo tan en potencia grave.

-Cierto es, que el que se quita la vida no puede ser enterrado en suelo sagrado, ni es digno de entrar en el cielo-contestó Payo con gesto grave-Lo lamento por su madre, pues ya es bastante duro perder a un esposo como para perder a un hijo y para más, de semejante manera. Con razón no atiende a la puerta ni probablemente, a ninguna otra cosa. Será mejor que nos aseguremos de que se encuentra bien, ciertamente. En su situación, podría cometer cualquiera locura. Ahora que como esté bien podría llevarse un susto de muerte. Supongo que no hay elección para un buen cristiano para el cual, el deber de auxilio al necesitado debería prevalecer sobre cualquier otra cuestión. Vayamos pues, si es que  O Gato tiene a bien ayudarnos en esta empresa.

-Por eso nadie se suicida -musitó Rui, descreído-. ¿Cómo sabemos que hizo tal cosa? Semejante aberración es rara de ver y yo he visto no pocas de ellas. El suicidio más liviano que recuerdo fue el de un compañero de infancia, cuyo nombre no diré, que llegó incluso a amigo antes de sufrir de tal forma de mal de amores que obsequió con cuarta y media de acero en las tripas al marido de su zutana... y él acabó en el cadalso, contento de terminar con todo. Estuve con él durante la noche de ronda, es decir, cuando velábamos su última noche, hasta el amanecer, y entre naipes y chanfainas, me confesó que no dormir era su costumbre desde que conoció a la susodicha. Y de ahí que, no siendo la vigilia cosa de hombres honestos, tuviese él que poner remedio.

En fin, más cosas tengo que decir, pero creo que mi verbo puede molestar a los que más floridamente se manifiestan. Sugiero que lo pensemos todos, y que preguntemos un poco, a ver qué hay de eso.

Con un carraspeo que hizo temblar los fuertes bigotes, Rui se echó un paso atrás, intimidado, aunque jamás lo reconocería, por la grandeza del lugar.

Escuché los comentarios de Payo y Tolomeo. Hablaban de una viuda, y por lo que entendí, debía ser la madre de Gregorio o Goyito como decía la fulana. El caso es que me acerqué a ellos.

¿De qué se trata? -les dije con mi particular acento portugués-. ¿De qué casa habláis, señores? ¿Acaso habéis encontrado la guarida del gato o de qué se compone el asunto?

-Aquella-dice Payo acompañando a sus palabras con la cabeza-la casa amarilla. Es donde supuestamente, vive Goyo.

Pues iba como siempre, vestido de estudiante. Responde el cotilla a la pregunta de Tolomeo. La verdá que yo también empiezo a estar un poco preocupado, lo mejor será que os acompañe si váis a entrar a ver a la viuda. Y se levanta y se planta en la puerta de la casa amarilla acoplado al grupo. ¿Registrarla? reponde a la pregunta de Jonah, Dios me libre de hacer tal cosa, solo quiero echar un vistazo y ver que la buena de Elvira está bien, si usté señor cerrajero tiene a bien el abrir la puerta. Lo dice sonriendo, como creyendose la historia de Tolomeo, aunque por vuestro aspecto no dáis el pego, pero puede mas la curiosidad del hombre por ver lo que ocurre dentro que el temor de lo que os propongáis.Uy, pues si que sufrió su amigo, el Abel también lo pasó mal. Un alma delicada que no pudo con esta vida, demasiado hideputa suelto. Contesta a Rui, y tenéis la certeza de que la historia de Rui se convertirá en historia contada en la plaza en breve.

¿Demasiado hideputa suelto? ¡Flojo! eso es lo que era el de la Elvira, un flojo que no tuvo bemoles para tomar lo que le ofrecía la vida. ¡Ay que la universidad es muy dura!¡Ay que se meten conmigo! ¡En el campo con mis hijos quería yo verle, haciendo algo de provecho y seguro que no se habría quitado la vida. ¿Y a qué tanto interés en entrar en la casa de la Elvira? ¿Que lleva un día sin salir? ¡Pues allá ella! Dejenla estar o llamaré a los alguaciles, y les explican a ellos eso del cerrajero y que van a entrar en casa ajena. Amenazó el otro viejo que también se levantó y estaba enfrentándose abiertamente con el cotilla, para luego dirigirse a todos vosotros amenazándoos si no os dispersábais, que era media tarde y eráis extraños en este barrio.

Disculpe caballero digo dirigiéndome al abuelo pero pese a mi humilde aspecto soy médico, si Elvira necesita ayuda urgente deberíamos intervenir ya. Imagino que estará de acuerdo conmigo pues no queremos que ocurra otra desgracia.

Abuelo, pero llevamos usted y yo ya platicando largo rato aquí juntos.  Usted me dijo que uno había salido y por la Universidad no se le ha visto.  Y doña Elvira no ha salido en días.   Y mire que si está ahí nomás, la saludamos y nos retiramos con una disculpa.  Pero es mejor una peccata minuta de irrupción que un pecado mortal de omisión. 

La gente anciana debe tener quien vele por ellos.  Y si no tiene familia, sus vecinos deben actuar como ella.  Mire, si quiere el cerrajero sólo abre y ustedes revisan, que nosotros nos quedamos fuera.

Tolomeo quería que sus argumentos fueran mejores que la forma en que los expresaba. 

Bueno, vale.  Mientras aquí el buen cerrajero nos ayuda a abrir la puerta y ustedes confirman que la viuda esta bien, yo acompaño aquí al abuelo a hablar con los alguaciles.  Para explicarles. -levantó los hombros como un hombre bueno sólo haría. 

Sigan ustedes.

Y le dio la mano al anciano para caminar más fácil entre la calle llena de medievales residuos.   Debería haber un servicio de limpia, ¿no cree? -y así se fué, haciéndole plática, mientras caminaban hacia la cantina donde los alguaciles hacían sus rondas. 

-Esta bien. Así lo haremos. Gracias, buen hombre.

Payo se despidió de su compañero y del anciano con una sonrisa y se quedó esperando hasta que se perdieran de vista antes de dirigirse hacia la casa de la viuda, con el resto de sus compañeros.
 

¡Ya le explicaran todo eso a los alguaciles! y marchó el viejo acompañado de Tolomeo, dejandoos con el cotilla, la puerta cerrada y la sensación de que en breve aparecerían los alguaciles.

Vamos abuelo, si, cuidado con esa piedra.  Con gusto explicaré nuestro proceder.

Y mire, no se enoje.  ¿Para qué hacer corajes?  Yo entiendo que quiera proteger la privacidad de la viuda.  Todos queremos que esté tranquila.  Pero si no contesta... pues, no vaya a ser la de malas.

A esas edades siempre hay que vivir con alguien para que lo cuide. Por ejemplo, ¿usted con quién vive?   Seguro que con sus nietos, esos que, bueno, si saben trabajar.

Y mire que hablo de cuidados mutuos, porque no es que ustedes no puedan hacer nada, para nada, que sean desvalidos, al contrario. Luego ustedes cuidan a los más jóvenes de no cometer esas sus tarugadas muy propias de su edad, cuanto más importante eso, ¿no?.  Son cuidados mutuos.  Y con el Goyo faltando, pues es algo nos preocupa a los amigos y vecinos que la viuda esté bien, ¿no es eso razonable?

Aquel tipo nos metería en buen y grandioso lío. Bueno...ya lo estábamos, desde que nos reunimos y aceptamos buscar ese dichoso libro... Aquel otro tipo, un hombre con ansias de saber de chismorreos, no me daba buena espina. Si la señora mujer del Goyo no habría salido, quizá estuviera deprimida o incapacitada, ¡váyase vos a saber!¡

¡Apartad, amigos! -les dije a todos-. No obstante, por el hecho de no estar más tiempo allí a la vista de todos, saqué mis ganzúas (algunas finas y otras delicadas) y comenzé a probar suerte introduciéndolas en la cerradura... Acto seguido me agaché, puse el oido junto a la cerradura y lo sentí. Sentí el pequeño latido que cada cerradura, postigo o candado emite cuando se le trata adecuadamente.

Tras levantarme, empujé con un sólo dedo la puerta. Lo hice levemente para hacer ver que había conseguido forzar sin daño alguno aquella vivienda.

Gracias a dios cerrajero, miremos rápido vaya ser que esté grave. Entro en la casa y echo un vistazo general a ver que veo.

Tan pronto como el cotilla ve la puerta abierta, apartando a un lado a Juan Francisco que esá entrando, se abalanza al interior de la casa empezando a hablar Ay Elvira, no sabía yo que...lo siguiente que oís es al cotilla gritando. Entráis tras el y lo que os encontráis es lo siguiente.El cotilla santiguandose y rezando a la virge, en la pared unas palabras escritas con sangre. Un pentagrama en el suelo y dos cadáveres alrrededor. Uno de ellos lleva un ridículo sombrero echo de papel y al otro lo han llenado de escupitajos. Ambos han sido golpeados con un hacha. También podéis ver a la viuda que está desmayada en uno de los lados del pentagrama.

En la pared pone "Abel regressus est", Abel ha regresado.

 El gorro de papel es una especie de novatada entre los estudiantes "el obispillo", así como correr a los novatos a escupitajos "la nevada".

Juan Francisco estaba perdido, no se había encontrado nunca en una situación parecida. Por lo que se santiguó y empezó a rezar. Al poco cuando se recompuso se acordó de lo que tenía que buscar pero no encontró ni rastro del libro.

-Por las mil putas de Benavente... -soltó Rui, evidentemente sin querer-. ¡Qué coño de carajo de Dios es esto! Bueno, calma, Rui, calma, que de aquí te vas al infierno por la posta, como sigas soltando lindeces. 

Se dirigió hacia la viuda, con cuidado, pero a la vez con la firme intención de comprobar si la viuda se despertaba.

-Mujer, señora, despierte. Ande, no sea remolona, que como venga una patrulla y vea esto, a la mañana amanecemos al pie del cadalso... Vosotros -se dirigió a sus compañeros-, mirad bien que no se acerque nadie, que esto huele a huevo pasado...pero pasado de cojones.