Partida Rol por web

Hicham levanta unos segundos su cabeza buscando de donde provenia el grito pero acto seguido vuelve a concentrarse en la herida del peregrino.

-"De momento es todo lo que puedo hacer, le preparare un brebaje para aliviar el dolor un poco...de momento descanse...si los gritos se lo permiten"

Saca de su bolsa un frasco pequeñito y se lo hace beber al peregrino.

Los temores de Tomás parece que, por una vez, no se convierten en realidad y la hospedería sigue tan inanimada como siempre. Pero cuando se gira en dirección a los gritos la cosa vuelve a cambiar y consigue que el ya de por si tenso momento se convierta en una verdadera pesadilla.

En mitad del patio todos consiguen ver a Sara, la mujer de Damián, corriendo desnuda sin ton ni son mientras expele unos chillidos terribles que consiguen superar con mucho el umbral de sonido de los cánticos de la iglesia y que dejarían helado de miedo al cualquiera que los escuchase. Pero lo peor de todo es que Sara ha elegido un mal compañero para acompañarla en su locura y es que en su mano derecha empuña un enorme cuchillo de cocina que utiliza para herirse a si misma a la vez que corre por el monasterio.

- Son los monjes... hay que hacer que paren... están llamando al Diablo..., balbucea Damián desde su posición inmóvil, mientras sigue con la mirada los movimientos de su mujer.

-¡Un momento...! ¡Escuchad...! ¿No oís...?

María se ha quedado quieta súbitamente, la mirada perdida, concentrada en algo. Ha levantado una mano acallando a su compañero, susurrando su pregunta en voz muy baja, esforzándose por escuchar...

Abraham corre hasta la mujer e intenta desarmarla, si lo ve difícil o peligroso se tirará contra ella intentando mantenerse alejado del cuchillo. Tiene la esperanza de derribarla para luego poder inmovilizarla y desarmarla.

Al salir si ve a Tomás le tira de la manga e intenta que recupere el sentido para que pueda asistirle en su intento...

No tiene tiempo para pensar en las locas palabras de Damián cuando una mujer está en peligro. Parece que los cánticos los están enloqueciendo a todos y bien podría ser cosa del Diablo... O que hubieran envenenado la comida.

A través de las pesadas puertas de madera un sonido consigue colarse al interior de la iglesia y distinguirse del potente y denso rumor del cántico gregoriano.

Se trata de un grito. O más concretamente, varios gritos de mujer que parece ser presa de la locura.

¿Qué puede estar pasando afuera?, ¿será Sara?

Horripilado, Tomás sigue a Abraham e intenta derribar a la mujer para inmovilizarla.

Hicham despues de tanto grito, tanto canto y tanta pamplina, sube las escaleras hacia su habitación dejando en el banco al peregrino. Había hecho su trabajo y estaba contento.

Cuando llega a su habitación, busca en su bolsa algo de gasa, lo impregna en un poco de agua y se lo mete en los oidos, cierra la puerta por dentro, se echa en la cama y se tapa los oidos con el almohadon.

-"A ver si pasa ya este día...y me puedo ir a mi casa tranquilo"

Abraham no es muy dado a ese tipo de proezas y es más un estorbo para Tomás que una ayuda. Va tener que conformarse con intentar calmar a la mujer con su palabras ya que sus actos le hacen tropezar con sus propios pies.

Tomás y Abraham salen corriendo tras la pobre Sara, quien, fuera de si, se acuchilla repetidas veces en el abdómen, brazos y piernas, mientras grita sin parar y comienza a lanzar espuma por la boca.

El esfuerzo desinteresado de los dos hombres resulta infructuoso, ya que la mujer, pese a tener ya sus años, conservaba una relativamente buena forma física y resulta inalcanzable pese a la carrera de ambos.

- Los monjes... hay que detenerlos... haced que se callen!!!, repite Damián mientras continúa sin hacer nada por su pobre mujer aunque sigue sin perderle ojo.

Hicham deja sedado y dormido al herido en el salón y vuelve a subir a su celda, donde pretende resguardarse y pasar el resto de la noche lo más tranquilamente posible, dentro de las posibilidades.

Atranca la puerta lo mejor que puede y coloca un arcón tras ella para ayudar a hacerla más inexpugnable. Luego se sienta en su cama y, mientras escucha los gritos en el patio, cierra los ojos y espera que todo acabe pronto.