Partida Rol por web

-¡Dios bendito! ¿Es que no hay nadie cuerdo aquí?

Harto de tanto aspaviento y asqueado, se levanta y corre hacia Damián, y al llegar al guardián, le da un puñetazo en la mandíbula con la suficiente fuerza como para dejarle inconsciente.

Sólo entonces mira el espacio que les rodea.

Abraham que iba camino a intentar lo mismo casi se detiene a aplaudir la intervención del soldado. Pero la verdad es que el nerviosismo le impide hacer casi nada en el calor del momento. Parece recordar de repente la tarea que le impuso el curandero y que debería ser su máxima prioridad.

- "¿Necesita ayuda, maese Tomás, o puedo ir a por agua y vos os encargáis del buen y enloquecido Damián?"

Esperando su respuesta queda dispuesto para acercarse o salir corriendo hacia el establo.

Tomás se acerca decidido al enloquecido Damián y le asesta un fuerte puñetazo en la mandíbula que le hace caer al suelo, pero desgraciadamente no consigue su objetivo de dejarle inconsciente y el hombre se pone a rodar por el suelo gritando incoherencias y con su intención clara y decidida de arrancarse los ojos a sí mismo. De hecho, ambas cuencas oculares comienzan a sangrar profusamente, ofreciendo una imagen que impresionaría a cualquiera que le viese.

Abraham, intentando aportar alguna solución, decide, ya que el golpe de Tomás no ha sido suficiente para dejar inconsciente a Damián, probar suerte también, golpeando al pobre guarda con su cubo de madera con el que pretendía ir a recoger agua para limpiar las heridas de Sara.

El golpe es fuerte y contundente, e impacta en la cabeza de Damián, provocando una importante brecha que comienza a sangrar. Desgraciadamente parece que el objetivo no se cumple y el guarda sigue rodando por el suelo, sangrando y gritando.

La temperatura ambiente parece volver a subir, con lo que el calor húmedo y pegajoso comienza a resultar realmente desagradable. Además los vapores sulfúricos que libera la lluvia hacen que, junto al calor y la ceniza, cada vez cueste más respirar.

Realmente asustado y gritando juramentos de marinero, Tomás opta por pegarle una patada a Damián en el estómago, esperando que el dolor le haga reaccionar. Se nota que los acontecimientos empiezan a sobrepasarle; y es que si bien horrores mayores ha visto en su corta vida, todos ellos habían sido causados por la mano del hombre, y no por algo sobrenatural, incapaz de ser explicado.

Me juego algo a que esto es culpa de los monjes -consigue razonar al final.

Hicham continua intentando contener la hemorragia de la guardesa con las telas proporcionadas por Abraham, tambien escucha los gritos de Damián y los frustrados intentos de sus compañeros para reducirlo.

El ambiente se vuelve cada vez mas calido y cuesta mas respirar e improvisa una mascarilla con tela para no respirar pequeñas particulas de polvo y suciedad mientras atiende a la señora.

Abraham espera a ver si Damián deja de sacarse los ojos. Si no intenta ayudar a Tomás a inmovilizarlo poniendo especial atención en alejar sus manos de los ojos y atándolo si hace falta.

Cuando deje de ser una amenaza para sí mismo, el navarro corre al establo a por agua y para conocer el estado de su fiel Bernarda.

Después de mucho esfuerzo, de tal forma que los tres hombres tienen que arrimar el hombro y ayudar, finalmente consiguen inmovilizar al viejo guarda del monasterio, quien se resistía como un jabato y seguía empeñado en sacarse a sí mismo los ojos, en un acto de sadismo perturbado totalmente incomprensible.

Haciendo uso de un trozo de cuerda que Tomás llevaba entre sus pertenencias consiguen atar las manos y los pies de Damián, de manera que no tiene posibilidad ni de moverse ni de seguir haciéndose daño. Pese al evidente interés del hombre en arrancarse los ojos, la actuación de los peregrinos ha llegado a tiempo y ha conseguido salvarlos, pese a que seguramente habrán sufrido bastante daño, a tenor del aspecto que presentan y de la sangre que brota de ellos.

- Por favor... haced que dejen de cantar... si no acabáis con ellos...., el hombre parece atragantarse con su propia sangre, que le mana de sus heridas y cubre su cara hasta introducirse incluso en su boca - todos moriremos...

¡Tenemos que salir de aquí! -grita Tomás.

El hombretón se gira y mira la puerta del monasterio. Ni todo el oro del mundo le importa, con tal de escapar. ¿Pero podría salir de allí sin acabar como el ladrón?

Tomás tose a causa del nocivo aire, e inspirado por Hicham, se cubre la boca y la nariz con un trozo de tela.