Partida Rol por web

La oscuridad te envuelve como una espesa manta que no te deja ver nada, ni siquiera tus propias manos. Nada te rodea, nada salvo un vacio impenetrable de tinieblas y negrura.

Como el resto de las veces que has tenido este sueño. Ya sabes lo que ocurre después pero aún así te sorprendes cuando una luz comienza a brillar con intensos colores de distintas tonalidades, blancos, verdes, amarillos o azules.

Has vivido el mismo sueño cientos de veces pero sigues mirando con emoción la belleza y excentricidad de la luz hasta que comienza a quemarte los ojos y te ves obligado a cerrarlos.

Sabes lo que verás cuando abras los ojos, el amplio templo de altos techos con telarañas, el suelo cubierto de gruesas capas de arena y las paredes recubiertas por una fina capa de polvo que tapan unos extraños símbolos tallados en él. Sientes el calor que desprende el río de lava que parte la estancia y el ruido que hace al desplazarse lentamente.

Abres los ojos con lentitud y no puedes evitar la sorpresa. En el suelo más próximo al viejo puente de piedra ves algo extraño, algo nuevo, que no has visto las otras ocasiones.

Ocho pequeñas palanganas de aspecto ruinoso se encuentran distribuidas por el suelo en un semicírculo alrededor del cruce. Sabes que tienes poco tiempo, apenas un par de decenas de bocanadas de aire antes de que el rugido emerja de nuevo y vuelvas a despertar.

Puede que lo haya vivido ya varias veces, pero eso no quiere decir que no me siga sorprendiendo. Una vez más vivo con angustia ese momento de "despertar" dentro del sueño, ese inquietante segundo en el que mis ojos se abren y de nuevo se abre ante mí el tétrico panorama.

No sé muy bien qué quiere decir, lo que sí sé es que debo reaccionar con rapidez. Todo ocurre con una precisión milimétrica, siempre lo mismo, siempre en el mismo instante. Y, no importa cuántas veces lo haya calculado, siempre vuelvo a fallar. Hoy no.

Me acerco con determinación hacia las extrañas palanganas. Corro de una forma extraña, torpe, como si en vez de moverme a través del aire lo hiciera con la mitad del cuerpo sumergido en el agua. ¡Cuán extraño es el mundo de los sueños! Pero basta, ese es un análisis para más tarde. Necesito saber qué significa esto, qué son las palanganas, y qué significa todo esto.

Te acercas a una de las palanganas y miras en su interior. Ves un kunja joven, de ojos inquietos, nervioso y demasiado delgado. Te ves a ti mismo.

El agua de la palangana parece moverse, desplazarse inquieta. Tu reflejo parece envejecer por momentos, deformándose. Tu piel comienza a tomar otro color mientras se alisa, tus facciones se redondean y se arrugan, tu nariz cambia completamente y un pelo blanco comienza a crecer en tu frente. Te das cuenta, asustado, de que el rostro que observas no es otro que el de tu madre fallecida.

Antes de que puedas reaccionar el brazo de tu madre sale de la palangana y te arrastra hacia él, ahogándote en las aguas.

Ahí estaba ella, una vez más: su rostro, conocido, cálido como el fuego del hogar cuando vuelves después de un día de lluvia. Las habituales arrugas, familiares como los dobleces de las rugosas mantas que nos cubrían en las noches más frías. Las marcas de las comisuras, tan finas ya a la vez tan bastas, marcas que dejaron tiempo ha sonrisas que jamás volvieron a florecer.

Pero no parece que vaya a abrir los brazos para recibirme. No está ansiosa y expectante como antaño, cuando volvía de mis excursiones. Su rostro, que antes era el mío, no destila el aroma cándido de antaño: sólo hay ansia, urgencia... Y antes de que pueda saber qué ocurre y qué significa, me empieza a faltar el aire.

Quiero respirar, pero ¿quiero dejarla atrás a ella? ¿Quiero olvidarla? Junto a su tumba dejé una de las cuentas de su pulsera, mas ¿estoy dispuesto a dejar ahí también su recuerdo? Sé que ansío vivir, pero vivir sin ella, ¿es acaso vida?

Esto es un sueño. Quiero gritar. Quiero respirar. Pero ante todo, quiero saber. Y por eso, me dejo llevar.

Notas el agua entrando en tu cuerpo, en tu garganta, en tus pulmones. Tu pecho arde clamando oxígeno y tu mente comienza a embotarse. Vas a morir ¿o solo era un sueño? ¿y si es real?

Todo se apaga, solo ves oscuridad, un fuerte color negro que te vuelve a rodear. Pero el color negro se aleja, transformado en un ave, en un halcón negro. El animal vuela hacia un cielo azul alejándose rápidamente de ti mientras lanza un poderoso chillido.

La escena vuelve a cambiar con rapidez. Te encuentras ante lo que parece ser el huevo de algún animal. Durante varias decenas de segundos nada parece ocurrir hasta que el huevo comienza a moverse, a resquebrajarse. De él emerge un extraña lagartija, lo que parece ser un kunjer, uno de tu raza, de un bello color azul zafiro.

Tan rápido como apareció la escena se desvanece y otro lugar se muestra ante tus ojos. Ves a dos seres oscuros, con la piel resquebrajada, podrida, dos Cnosos. Uno de ellos, que apenas tiene un trozo de carne en su pelado craneo, comienza a escalar por un árbol. Cuando llega a una determinada altura una rama se quiebra bajo sus pies y por poco cae al vacio. Te percatas de que la pesada rama se dirige directa hacia la cabeza del otro Cnoso que espera abajo, sin que este se de cuenta de ello.

Por un momento la angustia se apodera de mí. Son sueños y, por ende, tengo un cierto nivel de control sobre ellos. Pero es tan real, tan sumamente tangible, tan cercano... No puedo evitar plantearme si, de alguna forma, no estaré viviendo algo real. ¿Y si había algo nocivo en lo último que ingerí? ¿Estaba en mal estado la sopa? ¿Son alucinaciones, o estaba siendo presa de un ataque de sonambulismo?

La visión del halcón me perturba profundamente, pero no tanto como la visión del huevo. El nacimiento de mi congénere me enternece al principio y estremece después. Porque... ¿soy yo? ¿Estoy asistiendo de alguna forma más o menos alegórica a mi propio nacimiento? ¿Es acaso posible? Debe ser, pero no creo que se trate del instante preciso de mi nacimiento, pues no están ni Madre ni Bolita. ¿Es otra vida?

Tan pronto como la criatura emerge del cascarón todo vuelve a cambiar. Esta vez me encuentro absolutamente desconcertado. ¿Qué puede querer decir esta visión? Pues ahora estoy más seguro que nunca de que estoy en efecto en un sueño y esto son sólo visiones. Reales como el sol contra mis escamas en un día de verano, pero visiones al fin y al cabo. 

Y si sé que es mentira, ¿cómo es que no puedo evitar gritar "¡cuidado!" cuando veo la rama precipitarse hacia el cnosos? ¿Qué hay en mí tan puramente instintivo que me hace precipitarme y avisar de un peligro inexistente a alguien que ni siquiera está ahí?

La oscuridad vuelve a rodearte mientras continuas absorto en tus sentimientos. Al igual que en el resto del sueño la escena que te rodea vuelve a cambiar con rapidez.

Te encuentras en el gran puente antiguo. Notas la fría piedra bajo tus pies desnudos, la arenilla que la cubre por algunas zonas y le da una textura singular. Frente a ti solo queda oscuridad, una impenetrable barrera.

Escuchas el movimiento de un cuerpo pesado y maltrecho, el ruido de cadenas chocando contra el suelo y las paredes mientras algo hace una fuerte inhalación. Sientes en todos los poros de tu cuerpo el calor que proviene de la bocanada del ser que se oculta tras el enorme arco de piedra cubierto por una manta de penumbra.

Sabes lo que viene a continuación, el momento que más temes de estos sueños, el temible rugido de un ser de poder, ira y dolor indescriptibles.

Todo se desvanece... una vez más. No puedo evitar sentir la frustración y el engaño, a pesar de saber que todo no es más que una repetición del mismo juego de luces y sombras. Pero el desencanto sigue ahí, cada vez, tan nítido como la primera.

El único elemento común, el conector entre este sueño y los anteriores, es este preciso instante. El ambiente está cargado con una intensidad cuyo origen desconozco. ¿Es mi propio ansia? ¿Es mi miedo? ¿Son esos tambores en la lejanía, o mi desbocado corazón?

Entre las sombras percibo el lastimero gemido de la criatura. Sus gritos me quebraron los huesos del alma en sueños anteriores, y algo me indica que esta vez no será distinto. ¿Qué es? ¿Qué busca? O, mejor dicho... ¿qué no encuentra? Intento acercarme más, moviéndome con cuidado, para conocer más, para saber...

El tremendo rugido sale de la oscuridad haciendo que las células de tu cuerpo comiencen a moverse a una velocidad inusual, dañina. Notas como tu ser se desvanece, como tu forma corporal se expande y se retrae con rapidez. Sabes lo que viene a continuación.

18 de Ken del segundo año de Coir. 3027.

Despiertas del sueño soltando un grito ahogado, un cántico de miedo y furia. Asustado miras a tu alrededor, recorriendo con la mirada el lugar en el que te encuentras, una fría y poco profunda caverna en lo alto de una baja montaña rodeada por un ridículo bosque, una zona lejos de las carreteras, poblados y ciudades.

Tu familiar te observa tras dar el grito, despertado sobresaltado una vez más por uno de tus gritos que se repiten en numerosas noches.

Tal y como esperaba, el aterrador aullido de la criatura destroza todo el entramado de mi subconsciente como si los mismísimos dioses hubiesen golpeado con puño de acero sobre una bandeja de cristal. Me despierto, aterrado, tocando con insistencia pecho, piernas, antebrazos... cerciorándome de que todo está en su lugar, de que, efectivamente, no era más que otro aterrador sueño.

Miro en la oscuridad hacia donde intuyo la figura de Popota, el único retazo que me queda de una vida pasada que poco a poco se va difuminando en mi memoria. Él y, como no, las cuentas de la pulsera de Madre.

-¡Ah, ah, Bolita! -exclamo consternado-. ¡Otra vez el sueño! ¡Otra vez ese grito de apoteosis! ¿Qué querrá decir?

Durante miles de años, a lo largo de incontables eras, tras innumerables eones y tras haber contemplado la muerte de muchas estrellas, puedo asegurar que jamás pensé que me encontraría con alguien tan peculiar en mi camino.

Muchos piensan que somos sólo un trozo de mago. Una uña de hechicero. Un pedazo de magia parlante vinculado de manera especial a un ser particular. ¡Qué necios, qué absurdos! Porque desconocen que somos tan viejos como el universo. Que de las chispas y los escombros de las grandes guerras de los primeros dioses nacimos. Y en efecto, ante determinados seres nos manifestamos, y a ellos nos vinculamos. Pues en su interior late la fuerza que nos mueve y nos atrae de manera irresistible. Una y otra vez, vida tras vida... ¿Qué importa la forma que adoptemos? Cuadrúpedo ordinario, minúsculo insecto o gargantuesca criatura... siempre estamos ahí.

Y por muy peculiar que sea esta criatura rescatada hace años de una muerte segura por la que creí que era la humana más espectacular que jamás tuve el honor de acompañar, nunca dejará de sorprenderme la actitud de ambos.

-No me llamo "Bolita" -insisto por enésima vez, como llevo haciendo desde que llegué a su madre-. Mi nombre trasciende el espacio y el tiempo, al igual que mi ser. Soy Familiar, soy Behemoth, soy Caminante: soy Popota, joven Migaja; y harás bien en recordarlo.

Me levanto, nervioso, sin saber qué hacer. ¿Comer? ¿Beber? ¿Orinar? ¿O debería acaso empezara recoger? ¡Sí! ¡Era eso! Recoger, empacarlo todo y salir de aquí, rumbo a... A...

-¡Nos vamos, Bolita! -exclamo exaltado mientras recojo con torpeza, temblando de ansiedad, mis cosas-. ¡Sí, sí! ¡Eso es lo que haremos! ¡Debemos partir! Salir de aquí!

Giro la vista hacia el extravagante gato que me mira con su mirada tan insulsa y superior como siempre. ¡Ah, tan sabio y tan altivo, tan insufrible y a la vez insoportable! El regio Popota, el fiel compañero. ¿Qué sabrá él de todo esto? Pues no me inquieta lo que pueda contarme... sino lo que pueda callar y por qué motivos.

-¿Y adónde, si se puede saber? -le pregunto al kunjas, que me ignora.

Sigue recogiendo sin saber muy bien qué ni como, movido por una excitación que no se decide muy bien entre el miedo y la angustia. ¿Tal vez ambos? Además, ¿hacia dónde querrá ir y para qué? Entonces me golpea como una ola al romper contra las rocas.

-Quieres buscar el lugar del grito en los sueños, ¿verdad? Quieres ver si existe -afirmo.

De mi hocico sale un resoplido.

-¿Eres de verdad tan arrogante como para pensar que este es el único mundo? ¿Como para creer que sólo aquí puede existir lo extraordinario? ¿Qué no hay nada más allá de árboles y hierba, de cielo y estrellas?

La luz del sol comienza a filtrarse hacia la entrada de la cueva, alumbrandoos a ambos debilmente.
A vuestro alrededor comenzais a notar como el día comienza, como todo se despierta. El cantar de los pájaros os trae la noticia de un nuevo día mientras que el viento ondea las ramas y las hojas de los árboles que rodean vuestra cueva, en lo alto de la montaña.

Cuando he recopilado todas mis pertenencias (son pocas, por fortuna) correteo por el sueño hacia la salida. Las uñas de mis garrillas arañan la superficie rocosa de la cueva y mi respiración entrecortada rebota contra las húmedas paredes, volviendo a mí como los susurros de cientos de ojos invisibles que me observan.

-¡Ah, ah, Bolita! ¡Sé que hay más de lo que se ve! -le digo a Popota, que trota a mi lado, siguiéndome-. Mas ¿y si es una señal? ¿Y si debo encontrar lo que en mis sueños se presenta como una locura sin sentido?