Partida Rol por web

- Buena idea lo de la maza. - Le dijo Lefebre a Chuck haciéndose con otra de las armas contundentes que habían encontrado en aquella isla. - ¿No quieres una tú también, Keytus? - Le preguntó a soldado acorazado. - ¿Vamos a machacar a esa cosa?

A Patrice también se le había pasado por la cabeza la idea de que aquella extraña y descerebrada gelatina fuera la causa de que aquella erótica elfa hubiera quedado hecha piedra. No obstante, descartó la posibilidad rápidamente al pensar en los senos de la misma. ¿Quién era convertido en piedra mientras se tocaba sensualmente los pechos? La respuesta era obvia. A nadie en su sano juicio que a punto estaba de convertirse en piedra, se le ocurriría tocarse las tetas para quedar petrificado en dicha postura.

- A nadie salvo quizás a uno de los depravados elfos que moraban en estas tierra... - Se dijo a si mismo, volviendo a valorar dicha posibilidad. 

Keytus asintió a Patrice y extendió la mano para recoger la tercera maza con púas que tenían.

- Sí... Si hay que zurrarle a ese limo, o lo que sea, mejor con algo que aplaste y no con algo que corte. - 

Pero aun así no avanzó todavía, sino que se quedó mirando a Ilsa por si detectaba algo de magia, a ver si la criatura emitía algo o no. - Si es el mago quizá pueda revertirse su estado y no haga falta matarlo. Más que nada por si nos puede contar más cosas de esta isla. - Sugirió, que veía muy decididos a Lefebre y al enano para ir a destruir a ese ser. Lo cierto es que Keytus no podía culparles. Si ese bicho había sido una persona era mejor que acabaran con su sufrimiento cuanto antes, porque pasarse el resto de su vida así, arriba y abajo, tenía que ser una desesperación constante. Peor aún si era consciente de lo que ocurría... No, Keytus prefería pensar que si eso era el mago, ahora mismo no era consciente de lo que le había pasado... ni de su entorno. Eso era lo único que podría mantenerle cuerdo si encontraban la manera de recuperar su forma, cosa que dudaba.

—¿De verdad esto es buena idea? —preguntó Marianne, pero sus compañeros ya estaban preparándose para el combate.

- Grmblfhghhh... Normalmente no podría pegas a dar unas tortas a algo, pero en este caso si esa cosa es el mago, perderemos información. -

Aunque Chuck no le tenía mucho cariño a los magos, y tampoco a los elfos, si ese limo era el susodicho bajo una maldición, perderían la oportunidad de que les contara lo que sabía de este lugar.

- A lo mejor esto es como un rompecabezas; si usamos las plantas o eso naranja de alguna manera, se pueda hacer algo. Pero lo primero, en nombre de todos los Dioses Enanos, pasaría por saber si el limo emana magia. ¿Algún voluntario para esa proeza? Grmblfhghhh... -

- Voy. - Respondió Keytus al enano al ver que Ilsa tardaba en reaccionar. El duskblade murmuró unas palabras arcanas y, tras unos gestos de su mano lanzó el conjuro para que su visión captara cualquier atisbo de magia.

Lo centró en el limo, aunque esta vez mantuvo una distancia prudencial, actuando de manera cauta tras el ataque de las sombras.

No era el día de suerte de los aventureros, el balneario no era precisamente un lugar de descanso y regocijo, sino un edificio siniestro repleto de criaturas horribles. Si masa anaranjada que se aferraba al muro tenía algo de magia, ésta se había extinguido hacia mucho tiempo. A Keytus le dio tiempo a detectar un atisbo, apenas una fracción de magia muy residual, que en algún momento del pasado había pertenecido al limo. Ahora solo quedaba un vago recuerdo.

La criatura ambarina se retorció para encararse a Keytus. Por su magia. Porque tenía las manos manchadas con las flores. Porque iba en cabeza. Podía ser por cualquier razón. La masa no tenía forma definida, pero se estiró hasta tomar la vaga apariencia de un elfo; pero de un elfo que que se hubiese derretido, como si estuviese hecho de cera y hubiese estado expuesto al calor y su piel se hubiese convertido en miel. Abrió la boca, unida en dos mitades por la sustancia naranja del que estaba formado en una especie de grito del que no surbió ningún sonido y se dirigió a los exploradores con las manos abiertas.

- Machaquemos a esa porquería... - Dijo el bueno de Lefebre mientras avanzaba un paso al frente colándose entre Keytus y Chuck. 

Sin pensarlo demasiado agarró con fuerza la maza de pinchos de obsidiana y descargó un tarascazo contra aquella masa informe.

Chuck se encogió de hombros mientras agarraba la maza de obsidiana. Era un limo, parecía un limo y tomaba la forma de un elfo. Puede que fuera el elfo mago del que hablaba la Sirena, o puede que se hubiera comido al jodido elfo. Lo cierto era que iba hacia ellos y no parecía muy amable; eso y que cada vez que alguien hacía magia, llamaba la atención de los monstruos del lugar. Menudo fastidio.

- Pues nada, a reventarlo... Grmblfhghhh. -

El Enano avanzó y activó sus bastos guantes haciendo que la embestida de la maza de obsidiana que blandía fuera más fuerte.

Keytus frunció el ceño. De nuevo al utilizar magia un ser de esa zona parecía percatarse de su presencia y se abalanzaba a por ellos. En concreto, a por él.

- Tenía algún atisbo de magia residual. - Explicó a todos mientras se ponía en guardia y apretaba bien la maza para asestar un golpe. - Quizá fue el mago, pero si lo fue hace mucho de eso... - Continuó antes de dar un paso hacia delante y atacar al limo.

- Se acabó el usar magia por ahora. Estoy hasta las narices de que cada vez que conjuro todas las criaturas peligrosas del lugar vengan hacia mí. - Era como si fuese una trampa para osos recubierta de miel.

Ylsa se rascó la cabeza y se encogió de hombros al contemplar como los hombres machacaban aquella masa informe. Miró a Marianne, que también se encogió de hombros. De modo que la bardo lanzó un suspiro y aferró la maza para tocar su tambor.

El elfo ambarino levantó pseudópodo para golpear a Lefebre, pero el futuro capitán fue más rápido y esquivó el golpe. Era una criatura lenta y patosa.

- ¡Vaya mierda de elfo estás hecho! - Le gritó Lefebre a la criatura lodosa. - ¡Color diarrea! - Aclaró. 

Entonces arreó un nuevo golpetazo contra el cieno y aunque a punto estuvo de escapársele el mango de la maza negra, finalmente pudo golpear sobre la misma esparciendo parte de la sustancia por las paredes de la estancia.

- ¡Ja, ja, ja! - Rió el fututo capitán. - ¡Qué puto asco!

Animado por la pandereta de la profesional, Chuck impulsó su hacha tan fuerte era su brazo. Dudaba que fuera el elfo, y si lo era, mejor acabar rápido con su sufrimiento.

Ylsa dejó de tocar su tambor de guerra y Marianne se cruzó de brazos mientras Lefebre, Chuck y Keytus se divertían haciendo papilla a la masa ambarina. Finalmente, la espachurraron y el líquido anaranjado quedó inerte en el suelo, extendiéndose como un charco de agua por la sala, que era otra piscina de aguas cálidas.

El agua, aunque estancada, estaba lo bastante transparente para ver el fondo: un puñado de piedras redondas y cascotes desprendidos del techo. Se podía apreciar en uno de los murales una excelente pintura de una de esas elfas como la que habían visto fuera, desnuda, como si estuviera bailando, con motivos marinos en sus pies. El paso del tiempo había ennegrecido el dibujo.

Chuck sacudió la maza a un lado y a otro para desprenderla de los restos de sustancia naranja. Después miró la piscina y los cascotes que había en su parte más profunda. Luego observó el techo. Dejó la mochila a un lado mientras se preparaba para darse un chapuzón.

- Voy a mover esos cascotes, no sea que haya algo interesante debajo. Tardaré unos minutos. -

Luego se zambulle en la piscina para comprobar si los cascotes esconden algo bajo ellos.

—¡Si están calientes cógelas! —gritó Marianne a Chuck cuando vio que se iba a zambullir en las aguas—. ¡Los Arva las buscan! 

Y las estatuas de elfas desnudas también. Quizá podrían utilizar ambas cosas para negociar con ellos si se los encontraban. Suponiendo que quisieran hacerlo.

- Es un espectáculo ver a ese tonelete bucear de esa manera. - Comentó Patrice mientras miraba lo que hacía Chuck. 

Entonces se fijó en Marianne. La miró de reojo. Estaba muy hermosa con la luz que se colaba en la sala y le iluminaba el rostro. Luego se dio cuenta de que la sirena miraba las estatuas de las elfas desnudas y no pudo evitar sonreír. 

- ¡Qué guarrilla! - Pensó. - ¡Ojala un día pueda verte yo a ti como tu ves a esas estatuas! - Pensó casi babeando y finalmente le retiró la mirada a la pelirroja. Aquellas imaginaciones ya habían causado un efecto fisiológico en su cuerpo y no quería torturarse más imaginando cosas que posiblemente no pasaran nunca.

Chuk emergió como un león marino, chorreando agua y con algas pegadas a las barbas. Terminó de depositar junto al borde de la piscina unos cuantos objetos. El enano no esperaba que el agua estuviese a tanta temperatura, era extremadamente caliente, aunque al punto de hacer hervir a nadie. También tenía una concentración de sal importante, más que el agua del océano que él había probado en numerosas ocasiones.

En el montón extraído del agua había piedras, montones de ellas, todas de formas redondeadas y de diferentes tamaños, pero no más grandes que una naranja. Estaban calientes al tacto, pero no porque hubiesen estado dentro de la piscina caliente, sino que desprendían calor por sí mismas. También halló otras dos estatuillas pequeñas de mármol, de elfas desnudas con motivos marinos en las piernas, aunque cada una tenía una postura diferente a la otra. Como las otras, ninguna de ellas era mágica. Las piedras tampoco, el calor parecía una propiedad natural.

El Enano acabó de auparse fuera de la piscina, rechazando las manos que se le ofrecieran a tal efecto. Se quitó las algas de la barba y de las manos. A pesar de llevar unos pesados guanteletes, se había envuelto a mayores los mismos con algas, para poder manipular las piedras.

-Arrrrgh... Parece que acaban de salir de un volcán, la verdad. Y este agua está salada de más, curioso cuando menos. Ahí tienes tus piedras calientes, Sirena. Y un par de estatuas más de esas fornicadoras de orejas puntiagudas. A guardar y a otra cosa. -

Chuck pateó el suelo un par de veces para secarse un poco y recogió su equipo, presto para continuar camino.

Marianne examinó las estatuas de las elfas desnudas con ojo crítico.

—Para mi gusto le faltan carne en esos huesos —concluyó—. ¡Sigamos!

- Pues esas piedrecitas pueden ser interesante de llevar a una acampada. - Dijo Lefebre. - Si no pierden esa temperatura, las metes en el saco de dormir y no veas que gustirrinín. - Dijo convencido de sus palabras. - ¿Hay más como estas allí abajo? - Le preguntó a Chuck. - Igual sería interesante llevarnos unas cuantas cada uno. - Se encogió de hombros. - Aunque siempre podemos comprobarlo que estas no pierdan propiedades con el tiempo y volver a por más, más adelante.

Y dicho aquello de propuso seguir los pasos de Marianne, quien parecía querer dirigirse hacia el este. Pero antes posó una mano sobre el hombro de la pelirroja para detenerla y sentir el tacto de si fina piel provocó un chisporroteo en su interior.

- Iré yo delante. - Le dijo. - No estaría bien que os lastimaran. - Trató de ser caballeroso.