Partida Rol por web

El monje entendía que el hermano Juan era el causante de aquella locura. Lo buscó con la mirada. Lo doblegaría, por Jesucristo y la Virgen María.

-¡Tú! ¡Hijo de Satanás! ¡Detén este pandemonium! ¡Haz que paren!

La mirada de Bernardo se hace más intensa al clavar la vista en los ojos de Juan, pero por alguna razón que el Fraile desconocía, simplemente recibió un bufido por parte del minje loco, quien luego agregó:

- Tú autoridad no funciona conmigo, padre. Yo estoy en comunión directa con nuestro señor, mientras tú solo repites esas palabras solo como una fórmula de magia.

Algo había en aquel loco que le protegía del poder de la sangre de Bernardo.

Silvina, que se había quedado subida e uno de los carromatos, da un salto para quedar allado de sus compañeros. Entonces desenbaina unapequeña espada que llevaba con ella, casi una daga larga. Moviendose con mucha gracia, se mueve a un costado de u o de los campecinos que lleba asadón y logra hacerle un corte a la altura de la costilla, aunque es demasiado superficial.

- ¿Queréis ver a un verdadero demonio? Ja, ja... ja, ja, ja... JA, JA, JA, JA, JA - La voz de Aziz sonaba hueca y estrepitosa, creando un gran sonido entre todos los presentes que hacía que todo el mundo le mirase.

El setita agachó la cabeza y estiró los brazos hacia los lados mientras todo su cuerpo se iba cubriendo de escamas y de una forma verdosa que imponía bastante, sus brazos y su cuello se alargaban y los colmillos se le pronunciaban aún más. Sus ojos se convirtieron en unos negros con el iris amarillo y la pupila rasgada, creando así una mirada intimidante que haría retroceder a cualquier persona que tuviese el mínimo aprecio a su pobre y triste vida.

- ¡ESTA ES LA AUTÉNTICA FORMA DE UN DEMONIO! - Gritó el hombre a viva voz mientras se desencajaba la mandíbula y estiraba su larga y babeante lengua fuera de su boca.

El despliegue de poder que hace Aziz surte el efecto esperado. Los que estaan dispuestos a atacarlos retrocedenasustado ´por ese hombre serpiente. No obstante, esa era la confirmación definitiva que necesitaba Juan y avanzanso hasta ponerse adelante de sus seguidores

El cuerpo de María comienza a cambiar. De su frente salen cuernos y su boca se llena de colmillos agudos. Esto asusta aún mas a los campecinos y algunos salen despavoridos corriendo por el descampado. No obstante, unos pocos se quedan para intentar auxiliar a su líder espiritual, quien continua de rodillas y mirando al cielo, como preguntándole a dios por qué le ha avandonado.

Bernardo no aprobaba el ataque directo a los campesinos como hacía la hermosa italiana, pero la razón le decía que no podía ser tan quisquilloso. Estaban en una situación de vida o muerte. Debían defenderse, era la guerra.

Lo que lo llenó de miedo fueron las formas que adoptaron dos de sus compañeros. Nunca había visto nada semejante. Atemorizado, tanto o más que los campesinos, trató de apartarse de Aziz y María y dirigir sus esfuerzos a convencer a los campesinos.

-¡Rendíos, hijos míos! ¡Rendíos y no habrá más daño!

Era demasiado difícil tratar de razonar con esos palurdos, aunque Bernardo intentara sonar completamente conciliador. No obstante, algo inesperado está  a punto de pasar y es aunciado por una multitud de gritos de dolor que desgarran la noche. Por el origen que tienen esos gritos es facil suponer que se trata de los campesinos que escaparon. Podía ser que el assamita que los acompañaba - y que en el momento que llegaron Juan y compañía desapareció . estuviera dando cuenta de ellos, pero algo en el ambiente hace que se les erice los pelos de la nuca.

Entonces sopla un viento frío, totalmente fuera de lugar para esa época del año, el cual apaga las teas de los campesinos y los faroles que llevaban en sus carromatos. Entonces, sientes risas, muchas risas, y estas provienen de los muertos que se encuentran crucificados en el cruce del camino. Y después, para hacer esto más escalofriante, los muertos hablaron, pero no con sus voces humanas, sino con una horrible y antinatural, una que solos los hermanos Bernardo y Javier habían escuchado antes:

- Les dije que les encontraría, mis niños. Tan solo había que seguir el corrupto olor que despiden de sus cuerpos no muertos.

-¡Tú!

El fraile se estremeció. LEvantó el crucifijo de madera que llevaba al cuello y lo mostró hacia delante, buscando refugio tras ella.

-¿Quién si no podría hacer esto? ¿Quién, más que el diablo en persona?

Mil voces se rien como una ante las palabras de Bernardo. Después, una a una las cabezas de los crucificados se levantaron y y mostraron rostros desfigurados debido a que ya no es un alma humana la que contienen. Esos crucificados dijeron:

- No soy el Diablo en persona, fraile, solo unos humildes siervos del infierno. Además, yo no colgué a estos despojos de sus cruces, sino que fue ese monje loco y sus palurdos en nombre del mismo dios al que tanto invocas... Pero ¿Qué es lo que me traes ahora?.

Las cabezas se voltean hacía Aziz y dice:

- Serpiente sin veneno. Corruptor corrompido que sirve a un dios no muerto y hace nuestro trabajo sucio. Eres pequeña maldad que aspira a ser mayor y yo podría ayudarte en eso.

Luego la atención va a María:

- Y tú, que te autoproclamas demonio, solo eres una pequeña infante que trata de escapar de su pasado humano, pero solo eres la misma niña asustada que tenía que abrir las piernas por dinero. Yo podría darte poder real si tan solo lo aceptaras.

Por último, le toco a Silvina:

- ¿Y también me traes a una putilla italiana? Serás un verdadero objeto de deseo en los salones de nobles, sonriendo y coqueteando, pero pronto te enfrentaras para algo que no estás preparada ni das el ancho. No eres más que una niña mimada que consiguió un poder demasiado grande para ella. La verdad es que no te encuentro ninguna utilidad.

Tus compañeros se quedan aralizados de terror ante esa presencia demoniaca que no esperaban encontrar en ese lugar ni que se encarnara de una forma tan terrible. Por tu lado, ya habías enfrentado a esa cosa antes, y sus trucos no eran tan imprecionantes.

- Parece que tus amigos no quieren hablar, cura ¿Estrás tú dispuesto a negociar?.

Fray Bernardo miró a sus compañeros con recelo mientras el demonio enumeraba sus maneras de ser. ¿Sería verdad, o sólo una exageración cruel? ¿Aquellos con los que estaba viajando eran tan malos y corruptos?

Por suerte, ninguno dijo nada. Y entonces le volvió a tocar el turno. ¡Cómo odiaba a aquella criatura! Jesús decía que se debía amar a los enemigos... ¡Pero cómo amar a algo tan oscuro!

-¿Qué debo negociar? Soy un hombre de Dios, demonio. Jamás me involucraría en nada que tuviera que ver contigo.

En ese momento todos los crucificados alzan la cara con las facciones deformadas debido al inhumano poder que los posee y gritan:

- ¡No eres digno de involucrarte en mis asuntos, marica con hábito!.

Era tanto el odio en esa palabras que ninguno de ustede spuede evitar temblar. No obstante, la actitud del demonio cambia y te dice:

- Solo quiero que se quiten de mi camino. Lo que los cataros llevan no les incumbe en nada a ustedes.

-Menos te incumbe a ti. La reliquia de un santo es cosa de Dios, no del Diablo. ¿Para qué lo quieres tú, si no es para mancillarlo? -gritó Bernardo, tembloroso y aferrándose a su cruz-. Monseñor Felipe me ha otorgado esta misión. Dios está conmigo. Con nosotros. ¡DEJANOS IR, DEMONIO! Tus intentos son futiles.

Hubo nuevamente una carcajada y un viento frío los azota a todos, que a pesar de sus cuerpos frios, no pueden evitar sentir que ese viento les hiela lo más profundo de su ser.

- ¿Santa Reliquia? En verdad no tienen idea de lo que van a encontrar. Aprovechen mi propuesta, pues luego puede que no sea tan diplomático.

Miró a sus compañeros, enmudecidos. Mejor así. Todos tenían la misión de encontrar la reliquia. No quería tener que separarse de ninguno y contrariar así al príncipe, aunque le hubiese gustado poder hacerlo. Pese al miedo que atormentaba su corazón, Bernardo sonrió. Fue una sonrisa franca, la del hombre que no tiene razones que temer porque su alma era inmortal y Dios estaba de su lado.

-No tengo nada que aceptar. Jamás haré tratos contigo, demonio. Y si volvemos a encontrarnos será para destruirte de una vez por todas.