Partida Rol por web

Primera escena

…

Suena una campana, ¿Dónde? Aquí en la posada ¿Dentro de la posada? ¿Qué ocurre, es un ataque? ¿Qué hora es? Abres la cortina y ves que apenas se ve la tenue luz del amanecer, te vistes con rapidez, coges tu arma y desciendes con rapidez la escalera que conduce al salón comedor de la posada, los demás huéspedes de la posada descienden también por las escaleras, caras de sueño y gente a medio vestir. En la sala junto a la puerta principal un hombre de uniforme con un triángulo metálico en una mano y un martillo en la otra se dirige al pequeño grupo congregado.

- Para los que no me conocen, me llamo Tóridas soy el oficial de Mornen, delegado por la guarnición de Sarn Erech, perdonen el importunio de haberles roto el sueño, pero créanme que el motivo no es banal.

Hace unos minutos han descubierto la puerta de un ciudadano forzada y en su interior el cuerpo sin vida de Limba entre claros signos de violencia y pisadas de lo que parecen ser al menos 3 orcos, el marido de la difunta, el viejo Lorn ha desaparecido, tenemos motivos para pensar que ha sido secuestrado, no puedo revelar muchos datos de Lorn pero les diré que es una persona con información que no debería caer en malas manos.

He enviado a mi ayudante Ereber primero al norte a pedir auxilio a la guarnición de Sarn Erech, pero creo que no ha sido fruto de la casualidad que ayer se produjeron ataques al ganado por parte de un grupo de lobos y la patrulla de Erech salió a investigar, no se espera su regreso hasta dentro de 48 horas, Ereber ha dejado el mensaje que de a su regreso nos envíen auxilio.

Nuevamente he mandado a Ereber hacia el sur siguiendo el rastro de los orcos, le he dado órdenes de que no cometa ninguna locura, que siga el rastro y espere refuerzos.

El siguiente paso me trae aquí, se que la rapidez es lo más importante en estos casos y yo no puedo abandonar esta villa a su suerte después de un ataque, así que os insto encarecidamente a se forme un grupo con aquellas personas interesadas en el rescate y ofrezco una recompensa de 5 monedas de oro a todo aquel que forme parte de ese grupo y me traiga con vida a Lorn, si por desgracia esto no fuera posible, la recompensa sería de 1 moneda de oro para cada uno por traerme su cuerpo sin vida y las cabezas de los secuestradores.

Lamentablemente esta es una pequeña villa y el único caballo oficial se lo ha llevado Ereber, aquí solo hay mulos de carga que os harán perder más tiempo que si vais a pie a buen ritmo, mi ayudante es un buen rastreador y las huellas de su caballo os resultarán bastante sencillas de seguir.

Podéis suponer el riesgo de la misión y no voy a culpar a los que prefieran volver a sus camas, pero los nombres de los que acepten serán recordados en este lugar.  El grupo ha de partir en la mayor brevedad posible. ¡Todo aquel que esté interesado que de un paso al frente y me de su nombre!

Estaba durmiendo plácidamente cuando la campana sonó, bajé apurado las escaleras tras vestirme y vi al soldado exponiendo su dilema. Con paso seguro me adelanto y le digo

Estaré encantado de ser de ayuda señor Tóridas - digo mientras ensayo una sonrisa - ¿Quiénes serán mis compañeros? - agrego a la par que miro hacia la multitud congregada, en busca de algún otro valiente -

Ahh...espero que a Eadar le agrade la idea, no sé por qué tenía la intención de venir aquí, por lo que desconozco si le molestará una pequeña expedición - pienso con entusiasmo - creo que nos hace falta algo de acción luego de tantos días de viaje

Por cierto, ¿Dónde se encontrará ahora? - medito mientras lo busco con la mirada - Mmm....es una lástima que no haya monturas decentes por aquí, eso facilitaría mucho las cosas, pero debo dejar de divagar...

Por cierto Tóridas, has dicho que sospechas que hayan sido orcos ¿verdad? - Le digo mientras recuerdo con enojo la noche en la que mi expedición fue atacada por la banda de orcos -

Esa noche murió mi maestro.... -pienso con tristeza -

Aparto de mí tan dolorosos recuerdos y me concentro en la situación, esperando con exitación la respuesta de Tóridas y si se sumaría algúna otra persona.

Luego de las palabras de Tóridas, comencé a rascarme los ojos mientras refunfuñaba por haber cortado el sueño de manera tan abrupta. Inmediatamente, un elfo se acercó proclamando su participación en la búsqueda de aquel hombre. Miré al pálido ser mientras se dirigía al oficial, y una vez terminadas sus palabras me dirigí con paso firme hacia adelante.

"- Si el paliducho decidió unirse haciendo galas de valentía, no puedo ser menos- dije-. Pero dejo claro que no me importa quien es ese Lorn del que hablas... Con sólo saber que debo traerlo entero tras batallar con los orco y que seré recompensado por eso me basta".

Miré a los presentes que se hallaban detrás de mí y luego observé un momento al elfo. Acaricié mi barba un poco y luego dirigí mi vista hacia Tóridas.

"- Por cierto, mi nombre es Angainor Caranëdol- concluí".

El sonoro tintineo interrumpió mi sueño muy temprano en la mañana. A pesar del esfuerzo de mis ojos por permanecer cerrados, salí de la cama de un salto, alarmado por un posible ataque al pueblo. Me equipé la armadura rápidamente y tomé el hacha, dejando atrás parte de mis pertenencias.

Si están atacando, espero que sean orcos. Conocerán el significado de venganza.

Al bajar y ver a un representante de la autoridad, mi corazón desbordaba de emoción y expectativa. Sin embargo sus intenciones eran otras. Esas rastreras y repulsivas criaturas mataban y secuestraban a placer. Pero esta vez serían detenidos.

-¡Yo me ofrezco!- exclamé saliendo de entre la multitud. -Mi nombre es Hador Eoras, de Rohan. Estoy para servirle- prometí junto a una reverencia característica de mi patria.

Me volteé para ver a mis ahora compañeros.

-Es bueno verte otra vez, maese Enano. Una suerte para nuestros cuellos que los orcos sean tan estúpidos- saludé, para luego mirar al elfo. -Una suerte contar con su presencia, maese Elfo. Vaticino que necesitaremos su penetrante mirada-

Miro con una expresión de amabilidad a Angainor y a Hador, mis nuevos compañeros, al parecer.

Es un placer caballeros - les digo mientras realizo una pequeña inclinación de cabeza como saludo - Mi nombre es Alisterel Tharaosar, estaré encantado de prestaros mi ayuda - digo respondiendo con una sonrisa al cortés humano -

Ah!...así que no había escuchado mal - pienso con satisfacción - son orcos nuestros enemigos....esta vez estaré mejor preparado - medito con expectación -

A la meyor brevedad posible has dicho, ¿Verdad buen Tóridas? - cambio de postura para mirar a Hador y a Angainor - En lo que respecta a mí, señores, puedo partir en cualquier momento, ¿Qué hay de ustedes?

Me pregunto que clase de personas son...el enano no parece ser muy tolerante, pero bueno...habrá que adaptarse.

Dormía plácidamente cuando el sonido de la campana me despertó. Instintivamente me levanté de un salto de la cama, miré por la ventana, pero nada se observa en el exterior salvo la pálida luz del amanecer. Me visto lo más rápido que puedo. La camisa, el pantalón, la chaqueta, el cinto, la capa que cubre mi cabeza... Enfundo mi espada y presto salgo de la habitación. En el pasillo veo correr a los huéspedes de la posada y con cuidado de no tropezar con ninguno desciendo las escaleras. Cuando llego abajo, veo a mucha gente alborotada y un hombre que representa la autoridad en el pueblo hablando.

Con sigilo para no interrumpir la oratoria del caballero me introduzco entre la muchedumbre y escucho sus palabras. En verdad es asunto grave. Los orcos campan a sus anchas por cualquier territorio, sin castigo, ni consecuencia. Hacen y deshacen a sus anchas, sin que nadie les pueda detener. A mi mente vienen los recuerdos del bosque gris. Es el momento de demostrarme que fue un despiste. Que en verdad soy mejor de lo que creo.

Observo como Alisterel es el primero en ofrecerse a participar. Sonrío para mis adentros. Inmediatamente un enano y un rohir, se unen a la cacería orca. Tras unos segundos, avanzo. Doy un paso al frente y comento: ¿Piensas irte sin mí, Alisterel? Digo sonriendo. Contad conmigo. Y miro alrededor esperando que alguien más se una. Sin embargo las caras de sueño y poca preocupación del resto de parroquianos hacen suponer que nadie más se ofrecerá. Aunque puede que esté equivocado…

Ah! así que si estaba por aquí...

Por supuesto que no amigo - le respondo a Eadar ensanchando mi sonrisa - Pero veo que no estaba equivocado al pensar que no sería un error unirme a ésta partida, a ti también te ha "entusismado" - le digo con una mirada de complicidad, refiriéndome claramente a la posibilidad de que a Eadar le agradara la idea de vengarse -

Sin embargo, debes recordar compañero que tanto "entusiasmo" nunca es favorable - agrego tácitamente mientras mi mirada pasa a convertirse en una muy seria -

Tóridas no puede evitar sentirse lleno de agradecimiento y orgullo, no por él mismo, sino de los cuatro valientes que aceptan con entusiasmo tan arriesgada empresa.

-         Efectivamente señor Elfo, orcos pensamos que son, las huellas en el lugar del crimen así lo indican. El resto de la gente puede irse, en cuanto a ustedes cuatro, agradecerles una vez más su ofrecimiento, recojan sus pertenencias, les espero aquí mismo, les acompañaré hasta las afueras del pueblo, desde donde pueden comenzar a seguir el rastro.

Bien! - pienso con entusiasmo -

Subo rápidamente las escaleras, termino de vertirme y tomo todas mis posesiones. Bajo ya un poco más despacio y me planto delante del señor Tóridas

Muy Bien - le digo con una sonrisa en los labios - ya estoy preparado señor.

Me giro para mirar hacia la escalera, pero me desplazo hacia un costado para no entorpecer la visión del encargado humano y espero a los demás con expectación.

Hacía mucho que no se nos presentaba una ocasión como ésta - pienso con nerviosismo - me pregunto cómo se darán las cosas esta vez.

Agradecí los elegios del capitán con una leve inclinación de cabeza, para luego comenzar el ascenso hacia mi cuarto. Una vez allí, tome el resto de mis pertenencias tomándome el debido tiempo para acomodarlas en mi persona de manera apropiada.

Bajé la escalera para encontrarme al entusiasta elfo esperando por nosotros.

-Muy bien capitán, listo para partir- dije emocionado. Empuñé el hacha con más fuerza, sintinedo la sangre recorrer mis extremidades. Cerré los ojos para imaginar la batalla, la sangre inmunda derramada por la justicia.

Desperté del ligero trance, algo sorprendido por mi entusiasmo ante la guerra. Esperaba no fuera un mal augurio.

Tras comprobar que nadie más decide unirse a la partida de búsqueda, el caballero decide que los cuatro participarán. Nos insta a recoger nuestras pertenencias, y observo como los otros tres suben escaleras arriba. Tengo alguna pregunta que hacer al caballero, y dudo de hacerla o esperar a que estemos todos presentes. Pienso en los asuntos que he de resolver. Creo que no hay problema en que queden por el momento algo apartados. Cuando los demás parroquianos ha despejado el salón, decido que será mejor que estemos todos presentes para conocer algo más de nuestro cometido.

Subo las escaleras y entro en mi habitación. Recojo mis pertenecias tranquilamente. No quiero olvidarme nada. Repaso todo lo que tengo y necesito. Tras comprobarlo, enfundo mis armas, fijo mi cinto, recoloco mis ropas pues la rapidez a veces me impide la decencia en el vestir que pretendo. Tras recoger todo abro la puerta de la habitación, echo un último ojo desde la misma al habitáculo para cerciorarme que está todo correcto. Tras asegurarme, cierro la puerta y bajo las escaleras.

En la parte baja ya se encuentran prestos para la partida Alisterel y el caballero de Rohan. Hador creo recordar que se llama. Noto el entusiasmo en sus caras. Sin embargo en mi rostro oculto en su mayoria por la capucha de mi capa, me doy cuenta que mis gestos indican preocupación. No se si sabré estar a la altura de las circunstancias. El último imprevisto me ha hecho ver que no soy tan hábil como creía.

Miro a mis nuevos compañeros. Valoro su porte y su apariencia. Tras unos segundos observándoles de manera disimulada vuelvo a mis cavilaciones mientras espero a que descienda el enano por las escaleras. Es mi oportunidad, no puedo fallar y haré lo necesario para que así sea. En mi mente segundo tras segundo en el bosque gris se repite a cámara lenta.

Tras las palabras de Tóridas, vi como los demás comenzaban a subir inmediatamente a sus habitaciones. Los seguí e ingresé en mis aposentos. Tras calzarme mi armadura y tomar todas mis cosas, salí con rumbo hacia la planta baja. Al bajar las escaleras, observé a los demás listos con sus pertrechos para comenzar el trabajo.

"- Bueno, parece que están emocionados- mencioné al terminar de bajar la escalera-. Si es así, no veo razón para demorar esto- agregué".

Acomodé mi cinto y mi mochila, y posé  la maza en mi hombro derecho. Luego observé a Hador.

"- Por cierto... creó que recuerdo tu cara. Pero no te pongas sentimental, celdas pueden compartirlas muchos- le dije".

Posteriormente miré a los demás para terminar posando mi vista sobre Tóridas. "- ¿A qué esperamos? Si seguimos acá parados lo único que recibiré será una mísera moneda de oro... si es que me entiendes...- expresé serio mientras rascaba mi barba".

Tóridas espera disimulando su impaciencia unos 10 minutos que es el tiempo que tarda en llegar el último de los valientes.

-         Bien, seguidme.

Abre la puerta de la posada y una suave ráfaga de viento fresco inunda la sala, estamos a 7 de Marzo y las mañanas aún son frescas. Salís al exterior y podéis comprobar el cielo encapotado, de hecho, ha comenzado una fina llovizna que no va a mojar mucho el suelo pero puede resultar algo molesta. Justo ahora debería estar saliendo el sol pero la gruesa capa de nubes no deja ver el acontecimiento.

Tóridas os acompaña al extremo sur del pueblo, un camino parte en dirección sur-sureste hacia una zona de tierra más yerma y menos fértil.

-         Aquí podéis observar el rastro, los cascos del caballo de mi ayudante y las pisadas de los orcos, no van dando un paseo, se deben de imaginar que haremos algo al respecto y deben de ir a un buen ritmo. Buena caza, esperaré impaciente noticias vuestras.

Sigo en silencio al caballero y a mis nuevos compañeros. El día de ayer anticipaba la lluvía que empezaba a caer en la mañana del día de hoy. Me cubro, recolocándome la capa, para evitar mojarme en lo posible, y conseguir mitigar el viento en mi cara. Miro al cielo. De momento es una lluvia que no puede plantear problemas. Sin embargo valoro la posible evolución del tiempo. Puede que se complique el día.

El caballero nos conduce hasta un camino en el que pueden verse pisadas de caballos y orcos. En ese momento deja en nuestras manos la investigación. Desconozco las habilidades del rohir y el enano. Sé que el mago no rastreará bien. Con lo que me adelanto y valoro las pisadas encontradas en el camino. Intento confirmar las palabras de Tóridas y conseguir alguna información más que pueda ser útil. Las huellas dicen más de lo que la gente piensa. Me agacho y rastreo. 

Avanzo siguiendo el rastro lo más rápido posible. Si los orcos ya nos sacan ventaja y en verdad van a marchas forzadas, no podemos perder más tiempo. Cuanto más tardemos, más díficil será encontrar a Lorn.

Sigo al capitán fuera de la posada y veo como Eadar también acompaña la marcha

Ahh...me hacía falta algo así - pienso con entusiasmo -

Llegamos al camino y los rastros son parcialmente visibles aún para alguien poco capacitado en el rastreo como lo soy yo.

Veo a Eadar mirando al cielo y caigo en la cuenta de que con mi entusiasmo no me habia percatado de la lluvia...quizás esto dificultara el rastreo...

Debo estar más atento - me digo para mis adentros - debo parecer un niño excitado para mis nuevos compañeros - pienso con irritación y verguenza -

Mi compañero considera prudente apurar la marcha para no quedar rezagados, por lo que trato de adaptarme a su paso y me pongo en la retaguardia del grupo...la vanguardia no es lugar para un hechicero...

acaricio mi arco con nerviosismo y lo empuño por cualquier situación...no creía que fuera a ser necesario tan pronto pero valía la pena ser precavidos.

Luego intento ser de ayuda con mi rastreo repasando lo que han dejado atrás los que toman la delantera.

Ni bien salimos del lugar observé las nubes en el cielo, las cuales no me daban buena espina. Por suerte para nosotros y las huellas, el sol parecía querer mostrarse.

Al llegar a las afueras del poblado, y tras las palabras de despedida de Tóridas, tanto Eadar como Alisterel comenzaron con rapidez la marcha. Tratando de no quedar atrás, me sumé a ellos aunque sin esperanza de igualármeles. "Correr no es mi fuerte -pensaba-, nadie necesita andar correteando por las cavernas oscuras si no sabe hacia donde moverse".

Cargando con mi mazo y escudo en la espalda, me lancé a la búsqueda del viejo atrapado por las bestias. "- ¡Hey esperen un poco!- le grite a los dos que se alejaban-. ¡Yo también quiero traer en una pica la cabeza de uno de esos bichos de Mordor!".