Partida Rol por web

Le pone en pie y le trata como puede algunas de las heridas. Aunque no puede hacer mucho por las contusiones que le ha provocado el golpe, tiene un disparo en el costado, que sí puede tratar de cerrar.

Kennedy dolorido por las contusiones posa sus manos sobre el escritorio, mientras va recuperando el aliento nuestro periodista empieza a observar lo documentos sobre la mesa al mismo tiempo que mira por si hay cajones que puedan albergar algo de información.

¿Qué tenemos aquí Kennedy?

William se deja caer contra el marco de la puerta, con una mueca de satisfacción por su disparo certero. Ahí tendido, deja que su colega le atienda las heridas. Tal vez no estuviese tan mal como parecía. O eso pensaba el agente hasta que vio como dos tentáculos aparecían de la nada y se llevaban a esos dos desgraciados, noqueando a Kennedy por el camino. ¿Tanta sangre había perdido...?

Recomponiéndose, y viendo la cara de asombro del resto del equipo, William llega a la conclusión de que definitivamente "algo" había pasado. ¿El qué? No lo sabía. Pero le costaba creer lo que habían visto sus ojos. Era hora de centrarse en cosas más tangibles.

William entra en la casa, tambaleándose, y se dirige a la habitación que ha abierto Jamal, dónde ya se encuentra el periodista. Una vez dentro, parece evidente que ahí es dónde retenían al joven Cornelisz. ¿Habría dejado el chico alguna pista en algún sitio? ¿En el escritorio, tal vez?

Investigando los papeles del escritorio resulta prácticamente sencillo para Kennedy y Bennet percibir unas marcas en la pila de folios, como si alguien hubiera escrito encima con fuerza con una pluma estilográfica. Viendo estas marcas con el foco de luz adecuada, pueden leerse perfectamente unas apresuradas instrucciones escritas por alguien.

Instrucciones (SEGUIR AL PIE DE LA LETRA)

- Ir a Western Union en Duane Reade 95 con Wall Street 5

- Enviar telegrama a "Ambrose Wisner, Shavertown, Nueva York"

- Contenido: "Han hecho la entrega, puedes traerlo de vuelta. Ray."

- Volver lo más rápido posible sin llamar al atención

Probablemente, Ray Barrett sea quien las haya escrito para algún correveidile, pues parece ser el que lleva la voz cantante y, por qué no decirlo, el único que sabe escribir sin atroces faltas de ortografía.

Jamal calibró las opciones que les quedaban al maltrecho grupo. Había una carrera contrarreloj desde que entraron en la mansión de los Cornelisz y el tiempo, enemigo implacable, no iba a detenerse. Nunca lo hacía.

Tenían la que posiblemente era la pista definitiva: Shavertown. Tenían el nombre del que había organizado el secuestro: Ambrose Wisner. Ya sólo faltaba el último eslabón de aquel complejo caso: salvar a Adam.

El doctor tomó una de las pistolas que los malogrados criminales habían dejado caer por el oscuro salón de la casucha. Aquellos truhanes ya no iban a necesitarlas. Se la tendió a Megan, sus ojos rasgados más centrados en el arma que en la profesora.

-Tome. Quizás la necesite-, dijo con un tono sombrío.

Miró a sus compañeros tras coger la manta de bebé. Podía jurarse que en su mirada latía la viva llama de la resolución.

-Adam nos necesita... No podemos fallarle. Debemos seguir avanzando.

Muy debilitada tras esa escena de combate y estupefacta por como había salido todo. Miro al Dr. y algo se me rompe por dentro al ser consciente de que llevamos días buscándolo y aún no sabemos el paradero del pequeño.

-Salgamos de aquí. Busquemos en profundidad. Descubramos quien tiene al niño. Por favor...

Y le ofrezco a Bennet el brazo para que se apoye.

Decidís abandonar cuanto antes la escena del crimen tras haber revisado la cabaña en busca de alguna prueba. Lo cierto es que, aunque ya está anocheciendo, la niebla se está disipando y pueden veros ahí, así que os apresuráis por salir de la zona comprometida antes de que nadie os pueda relacionar con el tiroteo. Resulta increíble lo que ha ocurrido aquí, pero ni rastro queda de la abominable criatura que ha atacado a los secuestradores. 

Sin decir mucho más, os retiráis a descansar a vuestras casas, planeando ir mañana mismo a Shavertown para recuperar al maldito crío de una vez por todas de las manos de Ambrose Wisner y terminar con estos días de locos.

Durante la noche, descansas lo justo y necesario. Tienes esa sensación de no saber si te has llegado ni siquiera a dormir y todavía estás intentando pegar ojo o si tu sueño es tan ligero que no eres consciente de que ya te has dormido. Una noche, además, demasiado calurosa para estar a mediados de mayo. Tal vez sea también por el revuelo del tiroteo, que todavía mantiene agitada tu mente.

Cuando parece que por fin te has dormido, algo te sobresalta. Miras alrededor y tamañana es tu sorpresa al ver que no estás en tu habitación, sino en un lugar que no conoces. ¿O sí? Te resulta demasiado familiar. Una habitación austera con un sencillo escritorio, una mesita de noche y una cama de estructura metálica. El suelo es de madera, y el suelo cruje fuera, cada vez más cerca. Se oyen pasos. La puerta se abre de golpe. Un hombre de pelo ralo y vestido totalmente de negro se acerca a ti y te saca de la cama. Tratas de forcejear, pero por alguna razón, no tienes control sobre tus actos, como si no se tratase de tu cuerpo, como si fueses un mero espectador. Te arranca el camisón de volantes que llevas puesto y deja al descubierto un menudo e inocente cuerpo de mujer.

El hombre, sin mediar palabra, te arrastra por un pasillo de cinco puertas y te baja por unas escaleras de mármol que dan a un vestíbulo lleno de viejas armaduras. Te saca al jardín y te tira al suelo. Sientes la fría hierba acariciar tu desnudo cuerpo. Delante tuyo, una piedra con unos extraños círculos concéntricos. Levantas la vista y ves que las estrellas no están como de costumbre. Parecen formar extraños patrones en un claro intento de dibujar figuras que no consigues identificar, pero que tienen un significado oculto. Un significado oculto y... ¿otra luna?

El hombre comienza a entonar una especie de salmo. La segunda luna se hace cada vez más y más grande y empieza a deslumbrarte. La piedra de los círculos emana una especie de vibración con las palabras del hombre, algo que tampoco consigues identificar. Cuando vuelves a alzar la cabeza, la segunda luna está cada vez más y más cerca. Se dirige hacia ti, te engulle, te posee, te absorbe. Todo se vuelve blanco y después negro.

Te despiertas de nuevo, sobresaltado. Esta vez sí que puedes mover tu cuerpo. Esta vez sí que estás en tu habitación...

Durante la noche, descansas lo justo y necesario. Tienes esa sensación de no saber si te has llegado ni siquiera a dormir y todavía estás intentando pegar ojo o si tu sueño es tan ligero que no eres consciente de que ya te has dormido. Una noche, además, demasiado calurosa para estar a mediados de mayo. Tal vez sea también por el revuelo del tiroteo, que todavía mantiene agitada tu mente.

Cuando parece que por fin te has dormido, algo te sobresalta. Miras alrededor y tamañana es tu sorpresa al ver que no estás en tu habitación, sino en un lugar que no conoces. ¿O sí? Te resulta demasiado familiar. Una habitación austera con un sencillo escritorio, una mesita de noche y una cama de estructura metálica. El suelo es de madera, y el suelo cruje fuera, cada vez más cerca. Se oyen pasos. La puerta se abre de golpe. Un hombre de pelo ralo y vestido totalmente de negro se acerca a ti y te saca de la cama. Tratas de forcejear, pero por alguna razón, no tienes control sobre tus actos, como si no se tratase de tu cuerpo, como si fueses un mero espectador. Te arranca el camisón de volantes que llevas puesto y deja al descubierto un menudo e inocente cuerpo de mujer.

El hombre, sin mediar palabra, te arrastra por un pasillo de cinco puertas y te baja por unas escaleras de mármol que dan a un vestíbulo lleno de viejas armaduras. Te saca al jardín y te tira al suelo. Sientes la fría hierba acariciar tu desnudo cuerpo. Delante tuyo, una piedra con unos extraños círculos concéntricos. Levantas la vista y ves que las estrellas no están como de costumbre. Parecen formar extraños patrones en un claro intento de dibujar figuras que no consigues identificar, pero que tienen un significado oculto. Un significado oculto y... ¿otra luna?

El hombre comienza a entonar una especie de salmo. La segunda luna se hace cada vez más y más grande y empieza a deslumbrarte. La piedra de los círculos emana una especie de vibración con las palabras del hombre, algo que tampoco consigues identificar. Cuando vuelves a alzar la cabeza, la segunda luna está cada vez más y más cerca. Se dirige hacia ti, te engulle, te posee, te absorbe. Todo se vuelve blanco y después negro.

Te despiertas de nuevo, sobresaltada. Esta vez sí que puedes mover tu cuerpo. Esta vez sí que estás en tu habitación...

Durante la noche, descansas lo justo y necesario. Tienes esa sensación de no saber si te has llegado ni siquiera a dormir y todavía estás intentando pegar ojo o si tu sueño es tan ligero que no eres consciente de que ya te has dormido. Una noche, además, demasiado calurosa para estar a mediados de mayo. Tal vez sea por las heridas recibidas durante el tiroteo o la fiebre posterior, que inevitablemente te hace delirar un poco.

Cuando parece que por fin te has dormido, algo te sobresalta. Miras alrededor y tamaña es tu sorpresa al ver que no estás en tu habitación, sino en un lugar que no conoces. Las paredes rocosas y el tremendo olor a humedad te hacen pensar que estás en una caverna. Todo huele a azufre. Sólo hay oscuridad y las heridas han dejado de dolerte. Donde debería estar tu cuerpo, sólo hay oscuridad. Una oscura y tenebrosa masa informe que no puedes controlar. De hecho, no puedes controlar nada, pues parece como si fueses un simple espectador. Una voz resuena en tu cabeza. Una voz gutural que entona una especie de salmo con demasiadas vocales y demasiado pocas consonantes. Un salmo sin sentido, pero que, por alguna razón, en ese momento te parece tener sentido. 

De repente, estás flotando. Estás recorriendo a toda velocidad una serie de calles repletas de casas con jardines. Tuerces la esquina varias veces, de forma extraordinariamente rápida. Te acercas a una casa de dos plantas con una fuente delante que te resulta extrañamente familiar. Sientes furia, sientes desazón, sientes hambre. Sabes adónde te diriges: a una ventana en el piso de arriba. Arremetes contra ella y te chocas fuertemente contra la fachada del edificio. Sientes una extraña sacudida, un punzante dolor y todo se va de nuevo a negro.

Te despiertas de nuevo, sobresaltado. Esta vez sí que puedes mover tu cuerpo. Esta vez sí que estás en tu habitación...

Durante la noche, descansas lo justo y necesario. Tienes esa sensación de no saber si te has llegado ni siquiera a dormir y todavía estás intentando pegar ojo o si tu sueño es tan ligero que no eres consciente de que ya te has dormido. Una noche, además, demasiado calurosa para estar a mediados de mayo. Tal vez sea por las heridas recibidas durante el tiroteo o la fiebre posterior, que inevitablemente te hace delirar un poco.

Cuando parece que por fin te has dormido, algo te sobresalta. Miras alrededor y tamaña es tu sorpresa al ver que no estás en tu habitación, sino en un lugar que no conoces. Las paredes rocosas y el tremendo olor a humedad te hacen pensar que estás en una caverna. Todo huele a azufre. Sólo hay oscuridad y las heridas han dejado de dolerte. Donde debería estar tu cuerpo, sólo hay oscuridad. Una oscura y tenebrosa masa informe que no puedes controlar. De hecho, no puedes controlar nada, pues parece como si fueses un simple espectador. Una voz resuena en tu cabeza. Una voz gutural que entona una especie de salmo con demasiadas vocales y demasiado pocas consonantes. Un salmo sin sentido, pero que, por alguna razón, en ese momento te parece tener sentido. 

De repente, estás flotando. Estás recorriendo a toda velocidad una serie de calles repletas de casas con jardines. Tuerces la esquina varias veces, de forma extraordinariamente rápida. Te acercas a una casa de dos plantas con una fuente delante que te resulta extrañamente familiar. Sientes furia, sientes desazón, sientes hambre. Sabes adónde te diriges: a una ventana en el piso de arriba. Arremetes contra ella y te chocas fuertemente contra la fachada del edificio. Sientes una extraña sacudida, un punzante dolor y todo se va de nuevo a negro.

Te despiertas de nuevo, sobresaltado. Esta vez sí que puedes mover tu cuerpo. Esta vez sí que estás en tu habitación...