Partida Rol por web

19 de mayo de 1934, 16:41 - South Ferry, Nueva York

Walker, Bennet y Jamal se apean del tren en la última parada: South Ferry Station. Mucha gente espera en el andén, esperando a subirse en el próximo tren. Sorteando a la gente y bajando las escaleras hacia la calle, encontráis a Kennedy, que parece algo perdido.

El periodista os cuenta que el hombre que recibió el maletín de Jerry Grant de manos del crío tenía pinta de turista y guardó el maletín en una maleta de piel algo más grande para no desentonar. Sin duda, sabía lo que hacía. Kennedy consiguió seguirle hasta aqui, pero con el gentío, le perdió. Probablemente, el hombre ya esté lejos de aquí, así que no hacéis mucho esfuerzo por encontrarle en la estación, pues quedarse aquí sería una majadería por su parte.

Cuando salís a la calle, veis que el tiempo está empezando a torcerse y unas nubes negras están tapando todo el sol que bañaba la ciudad de metal hace unas horas, reflejando en los rascacielos y cegando a los transeúntes. Esta zona, en cambio, es algo menos lucida. Además del ferry a Staten Island, poco más se puede hacer aquí. Hay algunas casas de clase más obrera y un contaminante puerto comercial que cada vez se encuentra en mayor expansión.

Sin más dilación, os dirigís hacia el puerto. Tommy Galiano ha confesado al agente Bennet que su banda tiene una pequeña choza dentro del mismo puerto. ¿Quién iba a sospechar que entre contenedores habría un puesto de operaciones de unos rateros?

Una vez allí, no veis a mucha gente en el recinto. Hay, de hecho, más de una de esas chabolas, probablemente construidas por los propios trabajadores del puerto para descansar o incluso hacer noche para trabajar dobles turnos sin perder tiempo. Al fin y al cabo, la recesión tras la Gran Guerra resultó un mazazo para la economía.

Una de ellas, sin embargo, parece que tiene algo de luz y un hombre sale de ella, alterado y discutiendo con alguien de dentro. Desde la distancia a la que estáis, no lográis verle la cara, pero parece que se enciende un cigarrillo.

El contraste del calor de finales de primavera con el agua del río Hudson y propiciado por el mal tiempo, hacen que en esta zona empiece a haber algo de niebla. El momento perfecto.

Aunque todos os esforzáis mucho, sólo los ojos recién operados de la señorita Walker consiguen ver con claridad. Sus estudios en criminología la han llevado a conocer muchos casos parecidos. Casos de secuestros, casos de asesinatos, casos de mafias, casos que siempre acaban en tragedia.

En esos casos, en esas escenas tan de gángsteres, Walker sabe que siempre hay un vigía apostado, preparado para dar con tiempo la alarma a la gente de la guarida en caso de que alguien trate de acercarse. Y este caso no es diferente, pues vislumbra a un hombre sentado sobre un contenedor de carga en una silla plegable de piscina. Tiene un rifle de caza apoyado junto a un contenedor adyacente y algo en la mano. ¿Una botella? Sí, puede que una botella.

El tipo de la puerta se termina el cigarro, lo tira al suelo y lo aplasta con el zapato. Vuelve a meterse para dentro, haciendo un saludo al vigía, que no responde. O no se ha dado por aludido, o no se ha enterado.

El camino a la cabaña está bastante despejado, con poca cobertura posible. La cabaña parece tener sólo una entrada e infranqueable desde el otro lado. Por lo menos, sin bordear el puerto a nado.

La niebla empieza a hacerse más densa...

La zona de South Ferry empezaba a quedar engullida por la niebla y la situación iba tensándose cada vez más. La profesora Walker les advirtió de que había un vigía armado a unos pasos de distancia, señal inequívoca de que en aquella casucha a la que habían ido a parar era el lugar indicado. "La X que marcaba el lugar".

Jamal estudió el escenario con su frío razonamiento científico.

El vigía estaba armado con un rifle en una posición algo elevada, lo que le ofrecía cierta ventaja en caso de entablar combate directo. Para neutralizarle, habrían de emplear el sigilo de modo creativo.

Por otro lado, la casa sólo tenía una entrada visible. Esto era en sí mismo una ventaja y un inconveniente. Los secuestradores estaban atrapados, pero si tenían al crío, la situación podía torcerse rápidamente. Debían ser muy precavidos.

Invitó a sus compañeros a acercarse y habló en voz muy baja.

-Si logramos noquear a ese centinela, tendremos la iniciativa. Además de un rifle, claro está-, comentó con cierto halo de estratega. -Podemos hacerlo con el viejo truco del gambito. ¿Lo conocen? Se emplea un ardid para atraer al centinela... Para captar su atención. Mientras tanto, uno de nosotros le rodea aprovechando la distracción-. La mirada del doctor J., tan elocuente como siempre, se centró en Megan cuando dijo "ardid". -¿Qué me dice, profesora? ¿Se atrevería usted con una prueba de campo?-. El doctor sonrió. -Diga que se ha perdido, que el coche la ha dejado tirada y su marido no tiene ni idea de mecánica, que necesitan una ayuda. Pocos hombres rechazan ayudar a una damisela en apuros.

Luego señaló al agua.

-Si neutralizamos al guardia con éxito, uno de nosotros puede rodear el lago y sorprenderles por detrás. No tendrán escapatoria y habrán perdido a dos hombres-. Jamal alzó un dedo. -Al centinela y...-. Alzó un segundo dedo. Qué dedos más largos tenía el alienista. -...a Galiano-.

-¿Y bien, dama y caballeros? Si tienen una idea mejor, soy todo oídos.

-Si neutralizamos al guardia con éxito, uno de nosotros puede rodear el lago y sorprenderles por detrás. No tendrán escapatoria y habrán perdido a dos hombres-. Jamal alzó un dedo. -Al centinela y...-. Alzó un segundo dedo. Qué dedos más largos tenía el alienista. -...a Galiano-.

-¿Y bien, dama y caballeros? Si tienen una idea mejor, soy todo oídos.

Se puede observar como nuestro periodista atiende con suma atención a Dr., sus dedos pulgar, índice y medio masajean levemente su mentón a la vez que sigue con la cabeza el gesto del Dr. señalando el río.

Uhmmm, vaya vaya!!! Desafortunadamente Dr. pienso que su plan podría funcionar, y sin querer pecar de vanidoso, creo que un servidor podría ser la persona idónea para intentar cruzar ese tramo nado y luego reducir al último hombre por la espalda. Eso si, me podrían facilitar algún objeto a ser posible pequeño y contundente para golpear al centinela, me gustaría dejarlo aturdido de un solo golpe. 

El periodista se quita los zapatos y calcetines así como de toda la ropa de la parte superior, después se dobla los pantalones por encima de las rodillas para que estos ne le molesten al nadar.

Kennedy espera a que uno sus compañeros empiecen con la distracción se dirige al rió, siempre que le sea posible cubriéndose por los muros de los contenedores, cuando llegué al muelle busca por las inmediaciones algunas escaleras para acceder a las embarcaciones cuando hay marea baja, si no las hay, cuando llegué al borde del muelle se tira al suelo y se cuelga del muelle quedándose enganchado para hacer el menor ruido posible al introducirse en el agua, a la par que intenta caer lo más vertical posible para que el chapuzón haga el menor ruido posible. Una vez en el otro lado con otra vez utiliza todos aquellos elementos que le puedan servir de cobertura para acercarse sin ser visto ni oído, una vez que tenga a una distancia lo suficientemente prudente se abalanza sobre del segundo centinela golpeándole en la nuca con todas sus fuerzas.

La hora de la verdad.

El bueno de Kennedy, siempre dispuesto, se introdujo en el agua cual marine, preparado para rodear al centinela de la banda de Galiano. Ahora era el turno del resto. Debían generar una distracción convincente que asegurase el éxito al periodista.

El doctor Jamal desenfundó su Colt MA1911 y asintió en silencio a sus compañeros, dando a entender que estaba listo por si las cosas se torcían. No iba a permitir que hiriesen a Kennedy. Apuntó al hombro del centinela por si advertía la presencia del periodista e inspiró profundamente.

-Profesora... Su turno... Distraiga al guardia, pero no se exponga inútilmente. La cosa podría ponerse fea-, musitó Jamal sin perder de vista a su objetivo.