Partida Rol por web

Salgo de la esquina y saludo al vigilante con el brazo levantado, intentando llamar su atención.

-Señor, ¡hey!, señor. ¿Puede ayudarme?.- Digo coqueta.

Imitando al doctor, William saca su arma y se pone de espaldas a la pared, a la espera de que las cosas se tuerzan. Mientras Kennedy avanza hacia el vigía, el agente otea los alrededores, deseando dos cosas: que nadie aparezca por la calle, y un cigarro.

El vigía sale de su ensimismamiento cuando escucha la voz femenina de la profesora Walker. Con el grito, no repara en la figura del periodista saliendo del agua con el torso desnudo. Una imagen digna de ver: los músculos tensados de Kennedy reflejan un ejercicio físico que su traje y corbata no dejan entrever.

Con los pantalones mojados y arremangados y dejando un rastro de agua a su paso, se pone tras de él y le calza tal puñetazo que lo tumba de un golpe. El hombre huele horriblemente a alcohol y queda tendido boca arriba, viendo en un plano contrapicado la imponente figura de su agresor. Murmura algo que parece una amenaza, pero no se le entiende bien. Intenta echar mano del rifle que tiene a escasos metros, pero Kennedy se da cuenta de ello.

El doctor Jamal mantiene su arma en alto en una posición que demuestra muchas horas en el campo de tiro. Su dedo índice se mantiene firme, inmóvil. Bennet, a su lado, también con el arma desenfundada, mantiene una pose parecida, algo más relajada, pero no menos profesional. La postura de alguien que ya ha tenido que apretar el gatillo más de una vez ante un objetivo en movimiento para hacer cumplir la ley.

Había que reconocerlo: Kennedy tenía un buen derechazo. El centinela no parecía en las mejores condiciones cuando encajó el jab del periodista, que vista su hercúlea constitución, parecía más fuerte que el vinagre. 

Aprovechando el tambaleo y posterior caída del delincuente, Jamal reaccionó a toda velocidad y se lanzó a la carrera para asistir a su compañero. No era el doctor un hombre acostumbrado a la violencia, pero criarse en Harlem le da a uno una cierta perspectiva sobre "cómo encajar los golpes". Haciendo uso de la culata de su Colt, el doctor asestó un sorpresivo golpe en la nuca al truhán, antes de que pudiese alcanzar su rifle. El tipo pareció quedarse inerte en el suelo y Jamal cruzó la mirada con Kennedy un instante, con ese gesto irónico que le caracterizaba.

-Quiero que conste que no me parece honorable atacar a un hombre por la espalda... Las circunstancias, no obstante, demandaban resolución-. Sonrió y tendió la mano al periodista. -Bien hecho, muchacho. Coja ese rifle, rápido.

Acto seguido, siguiendo los dictados del juramento hipocrático, el doctor J. tomó las pulsaciones al matón para asegurarse de que estaría inconsciente durante un buen rato.

Tras encajar el gancho del doctor, el centinela queda tendido en el suelo del contenedor, inconsciente. Parece que esto os deja vía libre para acercaros a la cabaña. El hombre de la puerta ha vuelto a entrar y no veis a nadie más alrededor.

Kennedy reacciona rápidamente a las palabras del Dr. y tan rápido como le hes posible se hecha mano del rifle. 

-Quiero que conste que no me parece honorable atacar a un hombre por la espalda... Las circunstancias, no obstante, demandaban resolución-. Sonrió y tendió la mano al periodista. -Bien hecho, muchacho. Coja ese rifle, rápido.

 Una vez que el centinela es reducido Kennedy se vuelve a vestir, al mismo tiempo que se abrocha los botones de la camisa se dirige a sus compañeros para coordinar la próxima acción.

Parece que esto os deja vía libre para acercaros a la cabaña. El hombre de la puerta ha vuelto a entrar y no veis a nadie más alrededor.

He visto como como el centinela que está controlando la puerta ha entrado para adentro, deberíamos acercarnos rápidamente - al mismo tiempo Kennedy busca por alguna ventana en la cabaña, con la idea de cuando se aproximen a la cabaña echar un vistazo para tener una idea de cuantas personas puede haber dentro aparte del vigilante - Así que señores, toca decidir rápido el próximo movimiento, y creo que nadie mejor que ustedes para definir esto!!!

Tras reunirse de nuevo todos juntos, con un matón menos y un rifle de más, la cuestión se reducía a...

-De acuerdo, hemos empezado bien. ¿Deberíamos asaltar esa casa de improviso y confiar en el factor sorpresa para reducirlos a todos? ¿O bien deberíamos mantener el sigilo y vigilar la casucha?

Se quedó en silencio un instante, aguardando las propuestas de sus compañeros.

-Mi plan: tenemos la iniciativa y tres armas de fuego. Irrumpimos por la principal mientras Kennedy cierra la escapatoria por detrás. Si son inteligentes, deberían rendirse en el acto. Supongamos que dentro podría haber unos dos más... Seamos pesimistas: tres más. Han perdido a dos efectivos. Eso, combinado con un asalto sorpresa creo que debería saldarse de forma rápida y sin muertos. La prioridad es sorprenderles y coger al niño, si es que lo tienen ahí... ¿Qué les parece?

Kennedy deja de prestar atención a la cabaña y gira su cara hacia el doctor -  Creo que en este momento no tengo nada mejor que ofrecer, simplemente mencionar el hecho que mi experiencia con armas de fuego es un poco limitada, por no decir nula, bueno si no tenemos en cuenta la máquina de escribir con la que algunos de mis compañeros destapan casos de amoríos de las autoridades importantes de la ciudad, pero tranquilos, asumiré las consecuencias de poder dispararme en un pie - En el mejor de los casos...

William se acerca al cuerpo inerte del centinela, sin enfundar su arma, mientras mira a su alrededor analizando la casa.

- No creo que entrar a bocajarro sea la mejor opción, doctor - responde William sin dejar de analizar el perímetro -. Si el crío está dentro, no me gustaría que se viese envuelto en fuego cruzado. Tal vez podríamos intentar rodear la casa.

Mientras debatís cómo abordar la situación, la niebla sigue tornándose cada vez más densa. Aunque en la zona más costera de Manhattan no es raro que se forme algo de niebla, esta densidad es poco usual, pues ya casi no deja ver con claridad a varios metros de vuestra posición. Desde donde estáis, la cabaña no es más que una silueta en el horizonte. Sabéis que el río está cerca porque aún oís alguna que otra gaviota, véis contenedores y, en definitiva, sabéis que el río está ahí.

Con estas condiciones meteorológicas, os resulta más que sencillo llegar a la cabaña sin ser detectados. Llegáis hasta ella y os pegáis a una de las paredes laterales, fuera del rango de visión de la puerta. En este pared, hay una ventana entreabierta con una cortina raída que impide ver el interior. Distinguís como mínimo dos voces discutiendo en el interior. Ninguna de las voces os suena, por supuesto.

La primera de las voces parece de un hombre de mediana edad. Tiene un marcado acento neoyorkino y arrastra las palabras, hablando con una cierta desgana. Con un registro muy coloquial, incluso maleducado.

- ¡Pues por eso, joder! ¡Eso es que han trincado a Tommy! Sabíamos que podía pasar, pues claro, ¿pero qué íbamos a hacer? ¿No aceptar? ¡Puta madre, joder! ¡Ahora a escondernos en esta mierda de ratonera hasta que a este payaso le llegue el puto telegrama! -parece que está dando vueltas por la estancia-. ¿Qué hacemos, Ray? ¿Nos vamos a Jersey y a tomar por saco? ¡Tenemos el dinero!

La segunda voz es más grave y de tono firme, mantiene la calma y parece no moverse. Probablemente esté sentado en una silla en una esquina, en la parte más alejada a la ventana. Habla como si hubiera hecho esto más veces, seguro de sí mismo, experimentado.

- Cálmate, Al, por el amor de Dios. No pasa nada -tranquiliza-, Tommy no dirá nada. Mantenemos un perfil bajo, esperamos a que responda y todo bien. Ya sabes que no le importaba el dinero. Tenemos víveres, podemos aguantar una semana si queremos.

Kennedy empieza sacudir la cabeza ligeramente - Cerdos!!! Ahí dentro no hay ningún niño!! Estos perros están jugando con nosotros!!!

Con una mueca de tensión dibujada en su rostro de ébano, el doctor J. clavó la vista en William. Alzó dos dedos y asintió muy despacio.

-No parecen tenerlo aquí... Esperan algo. No tienen escapatoria, Will. Si entramos ahora, son nuestros. Podremos interrogarlos y averiguar dónde tienen a Adam.

En opinión del doctor, lo lógico sería irrumpir, apostando por la superioridad numérica para reducir a los secuestradores rápidamente. Con todo, Jamal confiaba en el instinto de su buen amigo, el agente Bennet. Le dejaría decidir el mejor curso de acción.

William no necesita oír nada más. Viendo, además, que sus compañeros están dispuestos a entrar y reducir a los sospechosos (y que todo apunta a que los superan numéricamente), William hace un gesto a Kennedy y a Jamal. Es la hora de las tortas.

La niebla se hace todavía más densa, impidiendo ver más allá de la cabaña, como si el mundo se hubiese tornado en un escenario en el que solo estáis vosotros, la cabaña y los secuestradores. Puede que sea cosa del destino, puede que hayáis llegado al lugar correcto.

El agente Bennet, pistola en mano, se desliza agachado hasta la puerta. Se pone firme y, de una patada, la abre sin problemas. La puerta de madera choca en un golpe seco contra la pared, poniendo a prueba las oxidadas bisagras que la sujetan como buenamente pueden.

La cabaña es una habitación con una gran mesa de madera en medio que preside toda la estancia y hace que parezca todavía más pequeña. Cuatro sillas alrededor de la mesa y una puertecita al junto con unos mugrientos colchones.

En la mesa está sentado Ray "Iron" Barret. Me reconocéis por las fotos en su despacho y por esa gigantesca espalda. De pie, a su lado, el que parece Al Pirolo. En los colchones, un tercer hombre con pelo revuelto, ojeras y cara de no estar pasándolo muy bien. Tiene una botella de whisky junto a él.

Cuando Bennet hace acto de presencia, Barrett echa mano en un acto reflejo a la pistola de mano que tiene sobre la mesa y Pirolo trata de dirigirse hacia el fondo, sobresaltado. El hombre del catre levanta la cabeza, como si escuchara algo a lo lejos.