Partida Rol por web

Gilbe sintió de nuevo una extraña sensación en el pecho. La segunda vez que le pasaba, empezaba a preocuparse. ¿Qué sería aquello? En cierto modo era como si en su mente pudiera percibir nuevas sensaciones, como tener un sentido más... Un pensamiento fugaz le atravesó la mente y le golpeó: ¿sería aquello tener vista? ¿Estaría recuperando su sentido?

¿Era lo que él quería?

-Sí, y a Aidan -contestó mientras asentía- él es mi padre. Me crió, educó y enseñó, y eso es lo que hacen los padres, ¿no? -me quedé un momento pensativo- me acompañaron hasta el barco que nos trajo hasta aquí, y mi madre me prometió escribirme, el caso es que no se si los niños podemos recibir cartas aquí.

Se quedó algo pensativo, no quería seguir hablando de ese tema pues parecía que le afectaba mucho a Richard- ¿Qué asignatura os gusta más? No creo que podamos acabar especializándonos en todo. Cada maestro es bueno en algunas cosas, pero parece haber descartado otras...

Deje la frase colgando, pues no iba a comentar otras cosas de las que me había enterado poco a poco.

Era simplemente alucinante. Si Gilbe no estuviera haciendo gala de un fuerte autocontrol estaría probablemente con la boca abierta... ¡Ese hombre era un príncipe! ¡Y un inquisidor! Y dijera lo que dijera sobre que MJ era la mejor en la mente del chiquillo eso no importaba, pues MJ no estaba ciega. 

El momento en el que Jared le dijo que era valiente la fortaleza de Gilbe cedió durante un breve insntate... No recibía cumplidos con demasiada frecuencia.

- No creía que realmente pudiera convertirme en inquisidor... Iba a intentarlo, pero sabía... creía... que era imposible... - con los ojos casi perlados en lágrimas le dijo a Jared.- Muchas gracias por ser real, gracias. gracias. 

Tras un brevísimo sollozo, guardó la respiración. Hizo silencio durante unos instantes y guardando las formas le dijo:

- Tengo muchas ganas de preguntarte miles de cosas, pero tampoco quiero que llegues tarde a la cita con esos señores... ¿Cuándo podrás enseñarme?

Había nombrado a León, ese era el maestro de Kael, el que decían que daba miedo... Si tenía que irse a hablar con él y otras personas, sería por algo importante. Aún quería preguntar una cosa más, pero la profesora Cone seguro que conocía la respuesta, y no quería entretenerle más.

-No es como hacer dormir a la gente, yo no hago cosas así, yo... humm... traigo tranquilidad y cuido de los demás-respondió con sencillez la niña- si Kael se relaja podrá dormir, no es magia es... es...hummm....-se llevó un dedo a la barbilla y levantó la mirada al cielo nocturno- es y ya está, no sé explicarlo. ¿Estás preocupado, Gilbe?-dijo la niña con un hilillo de voz alcanzando la manita del ciego titubeando.

Preocupado tal vez no era la palabra... Tampoco nervioso... Era más como si estuviera un poco a la defensiva. Le inquietaba pensar que todos eran especiales, se sentía débil, expuesto, frente a poderes como los que enseñaban el profesor Lexington y la profesora Matheus.

- No... Simplemente...- Gilbe apartó rápido su mano ante el contacto de Resha, dando un respingo. Al hacerlo se acordó del primer día de clase, se acordó de Maestro, y se reprimió. - Perdón. Es que vuestras habilidades... Si alguien me ataca, yo puedo intentar defenderme... Pero vosotros... ¿Cómo podría evitar que me tranquilizaras, si yo no quisiera? 

La voz del chico no traslucía enfado, pues no lo sentía, era miedo ante la sensación de no tener el control. ¿Qué podría hacer frente a lo que según la profesora Matheus era el poder de Dios? E incluso si no fuera de Dios, ¡era magia! ¿Cómo defenderse ante algo así?

-La verdad es que no lo sé; pero a veces creo que por eso tenemos clase con  Matheus y Lexington incluso sin tener esas habilidades. Para que las comprendamos y, supongo, que aprendamos a defendernos de ellas -Era algo que le daba vueltas aún y era el único sentido que tenía, ¿porqué si no tendrían esas clases aun sin tener esas habilidades?.

-Gilbe, lo que tienes que pensar es que Resha no te tranquilizaría por la fuerza, si no, lo habría hecho estos días que he estado irascible y sin preguntarme, pum, y ale, tranquilito -dije intentando poner un tono de diversión, pues con Gilbe las sonrisas no servían.

-¿Y en qué eres bueno tú, Gilbe? ¿Qué se te da bien?

Cierto era que una cosa era poder usarla cuando quisieras y otra hacerlo, pero el hecho de tener la potestad seguía dando un poco de miedo... Pero después de decirle a Kael que no era el poder, sino la persona, ¿cómo iba él a desconfiar? Ya tendría tiempo para aprender a defenderse, si era cierto lo que decía Kael, o confiar, si es que eso era posible.

- Yo no tengo nada de especial... Estoy pensando que eso es lo que me hace especial, porque si no... No entiendo por qué estoy aquí. - era algo sobre lo que el chico ya había reflexionado, y había terminado por aceptarlo - Pero bueno, intentaré hacerlo lo mejor posible, y ya veremos... He oído que hay un inquisidor ciego, no sé si es verdad, pero quién sabe, tal vez la gente normal también podemos destacar...

Respondió con sinceridad, y es que para él haber sobrevivido toda una infancia en la calle era algo normal. 

Resha adelantó el labio superior ligeramente, poniendo morritos de pato dolida y se miró la mano como si quemara.

-A mí no me pareces normal-dijo sinceramente-recuerdas más cosas que nadie-hizo referencia a los mapas mentales que el chico se hacía eficientemente de cada lugar por el que pasaban. Ella ya se había perdido varias veces por dar vueltas tontamente, si hubiera sabido a ciencia cierta que el niño escuchaba más cosas de las que parecía a simple vista también lo habría nombrado-ojalá yo fuera como tú, Gilbe-suspiró y al sacudir la cabeza dio un pequeño tirón de la coleta con la que enredaba Kael asique la inclinó con breve brusquedad.

-... a veces hablas como si los demás no te ajuntáramos, Gilbe. -dijo mirando a Kael en busca de su apoyo- ¿te hemos hecho daño?-preguntó directamente con voz afectada.- lo siento mucho-se disculpó. No tenía ni idea de por qué, pero con una disculpa se arreglaban muchos malentendidos. 

Madre lo dijo.

A Kael se le escapó una carcajada que acayó poniéndose las manos en la boca.

-Gilbe, no has respondido a mi pregunta -dijo con tono divertido- he preguntado que se te da bien, no que si tienes habilidades raras.

No podía evitar de reirse, asique esperó a poder calmarse.

-Gilbe, piensa una cosa, si no tuvieras cualidades para ser un buen inquisidor, aun siendo ciego, ¿porqué te aceptaron? ¿Verdad, Resha? -pregunté un poco más tranquilo, pero no podía evitar pensar en como había desviado mi pregunta.

Asintió ante lo que decía Resha- Puede que otros niños le molestaran... yo creo que si no pudiera ver las expresiones de la gente, me costaría fiarme de ellas -se puso un segundo pensativo- pero bueno, no nos vamos a abandonar ni dejar de lado, pase lo que pase -dijo mientras soltaba la coleta de Resha y ofrecía una mano a cada uno, les estrechó la mano con esperanza de que  fuera correspondido- ¿Trato hecho?

Gilbe sonrió, la verdad es que esos niños eran mucho más agradables que los que hasta el momento había conocido... Sus esfuerzos por aceptarle le sorprendían, no entendía bien su actitud.

- Lo de la memoria no es nada raro, igual que tú te acuerdas de la gente mirando sus caras, yo me acuerdo de los sitios... Y tampoco es infadible, si no no necesitaría a Altaír. - había dejado al perro atrás, en su habitación, iba siendo hora de volver.

Se levantó un poco del arbusto en el que estaban y le dijo a Kael:

- Se me da bien ocultarme y el tipo de cosas que aprendemos con MJ, y también el ejercicio físico... Correr y esas cosas. Como a cualquier niño, supongo. Tal vez un poco mejor. Bueno, si sigues teniendo problemas para dormir algún día me puedo venir a practicar artes marciales, aunque con Resha de tu lado ahora a ver quién te saca de la cama...

Sonrió, pues había hecho un pequeño chiste. Algo relativamente normal en un niño, pero no para Gilbe. Al final había disfrutado del encuentro, seguía sintiendo recelo hacia la magia, pero esos dos niños le caían bien.

- ¿Nos vamos ya, Resha? Que mañana hay clase...

Charlotte caminaba sobre la cuerda floja en ese momento, así que intentaba ser cautelosa con sus palabras.

...Algo asi...

Le respondió escueta.

...Bueno, somos amigos...¿no?...

Preguntó vacilante.

...Soy sincera con mis amigos, así que bueno...me imagino la duda que te corroe realmente, ¿puedo meterme en tu cabeza sin que lo percibas y buscar tus secretos?...

Hizo una pausa dramática esperando ver poco a poco la reacción del chico.

...Aún no lo controlo del todo, pero el señor Alexander dice que seré capaz de dominarlo, incluso podré hacer muchas otras cosas como lo que hizo él mismo en la primera clase...¿te imaginas? whoaaa~ ...

No sabía a ciencia cierta cómo se lo estaba tomando, pero intentó proseguir.

...Es la naturaleza de mi don, pero tranquilo, no me gusta espiar, si en cualquier momento te molesta que utilice mis habilidades sólo dilo, desapareceré en un parpadeo...

Se acercaba la hora de separarse, por lo que Charlotte apuró la conversación mental hasta que Gilbe pudiera darle alguna respuesta, tras la cual se despediría o, en caso de quedarse sin palabras, la conversación se cortaría en cuanto se separaran sus caminos.

El poder de los mentalistas era inmenso. Demasiado peligroso. Le daba miedo, no podía negarlo. Sin embargo... Si pensaba en todo lo que podría hacer él si lo tuviera.. Y mientras Charlotte se disculpaba por no utilizarlo...

Con ese poder podrías ser mejor ladrona que la profesora Cone... Y créeme, me da miedo. Pero es tu poder. No hacerlo sería desaprovecharlo, sería negarte... Como no admitir que eres muda, o que yo soy ciego.

Cada cual nacía como era... Gilbe lo aprendió de muy pequeño y si alguna vez se le olvidaba, la vida volvía con fuerza y le golpeaba para recordárselo. El primer día en el monasterio había sido una de esas ocasiones, no quería que a la pequeña niña se diera cuenta de su error demasiado tarde.

Tendrás que usarlo. Antes o después. Porque un día tu habilidad podría salvarte la vida. La tuya. La mía. La de cualquiera de nuestros amigos.... O la de tu hermana. 

El rostro del niño estaba tan serio como sus pensamientos. Su mirada era baja y su mandíbula estaba prieta. Detestaba los poderes de los otros niños, pero alguien tenía que decírselo.

Créeme, no te gustará lo que piensa la gente, pero tendrás que aguantarte. A mí no me gusta que me llamen ciego, pero lo hacen. Si no lo haces, un día te arrepentirás.

Gilbe no diría que fueran amigos, pero sí eran compañeros. Iban a clase juntos, estudiaban juntos, y en el comedor solían sentarse todos en la misma zona... Si podía ayudarla, aunque fuera diciéndole la cruda verdad a una niña de 6 años, lo haría. Él era así. Brusco y tosco, pero de buena intención.

Fin de la Escena 2; Informal.