Partida Rol por web

Roldán ya nada podía hacer por el musulmán, y horroizado por lo que vió en ese momento recogió su escudo y salió corriendo en busca del merino y los demás.

¡Tenemos que irnos de aquí!

Aquellos locos habían ido corriendo para salvar al moro que, a esas alturas, ya debía estar rindiendo cuentas ante su dios. Quedeme observando la oscuridad sin ver nada, pendiente de que ninguna de esas bestias saliera de la nada pillándonos por sorpresa. Ver no veía, pero hasta mí llegaban ruidos que prefería no saber de qué se trataba.

—Volved insensatos. —Grité por segunda vez, aunque bien sabía que no me harían caso.

Avancé unos pasos, los suficientes para controlar al merino y vigilar si alguno de aquellos demonios salidos del infierno pudieran atacarle, pero que también permitiéranme llegar pronto junto a los otros en caso de que me necesitaran.

Llegué instantes después que Ebardo y Roldán (que a su vez habían llegado antes y antes que yo querían irse). Logré aguantar aquella terrible visión: una descarnado y horrendo banquete para los esbirros del demonio. Mientras que el de Bilbilis y Ebardo ya se iban, les proferí un gritó mientras sotenía a duras penas mi lanza.

¡Huid! -mi intención era dejar que es marchasen y cerrarles y protegerles el paso por si alguna criatura quería volver a por nosotros-.

Huisteis, claro que huisteis, ¿qué otra opción teníais? Inés se quedó cubriendoos y a Dios gracias porque un par de bichejos de los más débiles, incapaces de hacerse hueco entre sus semejantes os intentaron dar caza. Pero la lanza de la soldado los disuadió. Poco a poco Inés reculaba con los otros bichejos entretenidos en el sangriento festín, y llegó a donde estaba Carlitos y el fuego. Los dos bichejos que intentaban cazar algo se lo pensaron mejor y fueron a buscar las sobras del pobre Basim.

Corristeis tanto como pudísteis, hasta acabar extenuados. Pero al menos lo suficientemente lejos del cementerio, era difícil orientarse en la niebla. Finalmente encontrásteis un claro y descansásteis en el haciendo guardias por lo que pudiese ocurrir.

El siguiente día estábais agotados por los combates, por el caminar sin saber a dónde y la molesta niebla que cada vez parecía más espesa.Además, tenéis la extraña sensación de que os están siguiendo. Juraríais haber visto a una especie de jinete entre la niebla. Pero eso son segundos, un pestañear.

Con todo, llega el atardecer sin incidentes, bueno, salvo los cuatro cadáveres que acabáis de encontrar. Van pertrechados con gambesones y armas, pero no parece que fuesen uniformados. Las armas no parecen de muy buena calidad. Los cuerpos están separados unas veintenas de metros unos de otros, apenas hay trazas de combate salvo por las marcas de herraduras alrrededor. Junto al último bandido hay un gran charco de sangre que se interna aún más en el bosque...

A Ebardo se le descompuso la cara recordando en jinete que creían haber sentido durante la noche y no vomitó porque ya no le quedaba nada que vomitar.

Fíjense vuestras mercedes en como tienen los vientres atravesados. Aquestos hombres murieron alanceados por una lanza de caballería

Roldán había visto ya mucha muerte, algunas causadas por sus manos, otras salvadas por las mismas. Se acercó a los cadaveres y examinó con calma los cuerpos.

Es raro. Se giró hacia el merino para preguntarle. ¿Conoceis algún caballero de estas tierras Merino?

Antes de que respondiese el merino me acordé de la figura que extrañamente habíamos creído ver. ¿No sería esa figura sobre caballos? Quizá alguien nos sigue, y quien sabe si no tiene que ver con las extrañas artes del demonio, o alguno de sus sirvientes -aún no podía dejar de pensar en aquellas criaturas viles y despiadadas-. ¿Merino? ¿Qué sabéis de todo ésto? ¿Acaso puede ser ese barón... BROSKY? ¿Nadie volvió a verle, no? -miré en derredor, con la sangre helada-.

-Propongo que demos cristiana sepultura a estos desdichados e que luego sigamos caminando buscando la salida de aqueste bosque encantado por meigas e demonios. Quiera dios guiar nuestros pasos. Mas no agotemos nuestras fuerzas que llegada la noche salen las criaturas del averno y campan por este paraje como por su casa. Debemos estar preparados para el combate si no conseguimos dar con el camino de vuelta a la aldea.

Ebardo registró los cuerpos. No buscando riquezas, sino alimentos que llevaran, pues al grupo no tenía que comer. Después, con las fuerzas cada vez más escasas, se puso a cavar una fosa por cada cuerpo.

Aquel bosque encerraba muchos más misterios de los que un alma cristian pudier entender. Llevábamos topándonos con cosas raras desde que habíamos puesto un pie en él, incluso habíamos perdido a uno de nuestros compañeros que, a pesar de ser un infiel, habíase mostrado tranquilo y valiente, aunque muy insensato.

Pero, después de caminar entre una niebla que parecía no querer soltarse de entre los árboles y la tierra, de dar vueltas sin saber hacia dónde nos encaminábamos, dimos de frente con los cuerpos de hombres bien pertrechados aunque notábase a la legua que no parecía tratarse de soldados o cosas parecidas.

Fijeme no sólo en las heridas sino también en la sangre que, al igual que un río rojo, parecía seguir su propio camino bosque adentro. Negué con la cabeza, pues aquellas muertes no se habían producido por animal alguno y tampoco parecía que lo hubiera sido por bestias como las del camposanto. Esas muertes eran obra de hombre bien armado y hábil con un arma en la mano.

Miré a la joven que, a pesar de ser mujer habíase descubierto como una valiente guerrera, hablaba de un barón de esas tierras.

—¿Un barón desaparecido que se dedica a matar a todo incauto que se adentre en el bosque? Si lo hubiese pensado hace unos días hubiérame echado a reír, pero después de todo lo visto hasta ahora... Mmmm...

Miré al joven Ebardo con cierta pena pues, aunque sus intenciones eran buenas, sus fuerzas eran bien menguadas y sin herramientas para cavar aquella era misión difícil. Si tuviera algo para ayudarlo no lo dudaría, pero allí no parecía haber nada más que las manos desnudas.

Por supuesto, yo mismo iniciaré la ceremonia, más un montón de piedras tendrá que ser suficiente cubriendo el cuerpo, Dios no perdona suicidio e ir al cementerio de nuevo es claramente lanzar nuestras vidas inutilmente.

Roldán empezó a buscar piedras, ramas o algo parecido para hacer una tumba improvisada y se preparó espiritualmente para los ritos necesarios.
 

No se me ocurre otro nombre que el del barón Brosky...pero estába desaparecido.¿Qué hace cabalgando por un bosque encantado lanza en ristre dando muerte a estos indeseables? Quizás no esté muerto y vague por estos bosques buscando almas. Después niega con la cabeza-Creo que hemos hecho lo que hemos podido, ya va siendo hora de regresar a la aldea.

Carlitos encuentra una pala entre los enseres de los bandidos y Ebardo, Roldán y él hacen una tumba improvisada que habrá de servir. Roldán inicia una pequeña ceremonia que es más de lo que esos desgraciados podían haber esperado en vida y coméis las viandas que ha encontrado Ebardo entre los cadáveres. Pan duro, queso seco y poco más, algún trozo de cezina.

Cuando llega la hora de dormir, es imposible conciliar el sueño. Oís voces que os llaman por vuestro nombre y en un momento determinado véis los cadáveres de los bandidos que avanzan hacia vosotros hasta detenerse a la altura de vuestras caras y deciros-NO PODÉIS HUIR-esto es demasiado para Antonio que véis que sale corriendo internándose en la niebla y desapareciendo.

Al rato véis que se abre la niebla y de ella aparece un jinete sin cabeza, lleva algo en las manos, os lo tira y es ¡la cabeza del merino! Después señala a Roldán, como indicándole que el es el siguiente y se marcha.

Ebardo no sabe si está más agotado que aterrado o al revés. Las fuerzas no le llegan para gritar ni llorar. Ha superado el umbral de la extenuación y eso lo ha vuelto insensible en extremo.

Ve la cabeza rodando por el suelo y no necesita que se detenga para saber que es la del merino. Cuando el jinete se aleja dice:

-Descansemos mientras podamos. Lo más importante es no separarnos como el infeliz del merino. Cuando nos ataque el jinete, veremos si Dios está de nuestro lado.