Partida Rol por web

Casi lo perdía, pero parece que el halito de la vida todavía estaba dentro de Ebardo, por lo que trabajó sin descanso durante unos segundos que se hicieron eternos y extenuantes. Todo era Sangre pero por fin estabilizó el estado del moribundo.

Uff, con suficiente descanso vivirá... Dijo el cruzado mientras cubría la herida con unas vendas.

Ahora toca ver como están la mujer y el niño... Exhausto recogió sus armas y se acercó al demonio para volver a hender su cuerpo con el hacha un par de veces más.
 

RecuperadoEbardo os pusísteis en camino a duras penas pues las heridas del grupo eran profundas y más cerca estábais todos de la muerte que de la vida. Llegásteis a la capilla, allí encontrásteis varias tumbas y una la principal que debía pertenecer al barón, al auténtico barón. Pero los gritos de la muchacha y los sollozos del bebé se perdían tras el muro. No había puerta visible alguna. ¿Todo esto para oirlos morir solos y desamparados? Tenía que haber una solución, no podíais haber llegado tan lejos ,perdidotres vidas para fracasar en el último momento.

Poco podía hacer Ebardo que a duras penas se tenía en pie. Ni siquiera tenía fuerzas para gritar a la mora con la esperanza de que, en oyéndoles, pudiera guiarles hasta sí.

Esforzose por recorrer el muro con la mirada e tantearlo con las manos por si veía algún pasaje oculto. O quizá alguna de las tumbas o algún tapiz ocultase algún pasadizo a un sótano. Quizá al mover alguna antorcha se activase un mecanismo que abriese el pasadizo. No sería el primero que veía, pues el propio castillo de sus padres tenía un pasaje subterráneo por el que fugir en caso de ser sitiados.

Ebardo, acostumbrado a tales ardides encuentra una palanca en la tumba del barón que hace que se abra un pasadizo. Está oscuro pero en la entrada encontráis una antorcha. Descendéis varios metros, acompañados por los gritos y de la mujer y el llanto del bebé. El pasadizo es estrecho, apenas podéis pasar de uno en uno, llegados a cierto punto el pasadizo se divide en dos. ¿Qué camino tomaréis?¿el de la derecha o el de la izquierda? Los gritos y llantos suenan por igual en una galeria que en la otra.

¡Maldición! -y decir aquello ya no era blasfemar o pecar de palabra, pues habíamos visto al demonio ya lo suficiente como para que nuestras palabras, limpias de tal bestia, no fuera ya casi santas-. ¿Por dónde iremos? ¿Y si les gritamos? ¿Algo así como "túnel", "derecha" o izquierda"? Aunque quizás ni se acuerden por dónde fueron encerrados... -pensaba mientras hablaba, rebatiéndome mis propias posibilidades-. Por qué no vais, vos, caballero Roldán, por la derecha, y nos dejáis a Ebardo y a mi la siniestra? -le propuse-. Es todo azar, pues no parece haber diferencias alguna...

Gritemos primero... puede haber más de esos seres canibales por aquí....

Roldán estaba destrozado, a decir verdad no sabía como estaba todavía en pie.

Ebardo se sumó a los gritos con las fuerzas que tenía. Pero estas eran exiguas y su voz apenas sumaba a la de sus compañeros.

En respuesta a vuestros gritos más gritos de mujer. Ahora parecía que decían palabras coherentes-¡Socorro, sacádnos de aquí!- Pero no pudísteis distinguir de cuál de los dos pasillos provenía. Sólo teníais una antorcha, teníais que decidir. Izquierda o derecha. De criaturas no había ni rastro, o quizás estában esperando en las sombras.

Uhm... -dije mirando la antorcha-. Ahora que lo pienso, no podemos deambular por ahí a oscuras... ¿quién sabe lo que hay ahí dentro...? ¡Vayamos por la diestra! La diestra siempre es el Padre y la rectitud -dije-. Fue entonces cuando cogí la lanza con ambas manos, colocando la punta hacia delante; y aún me dolían las terribles heridas que poseía en el cuerpo y que arrastraba desde el bosque, desde la llegada del caballero de Bilbilis...
 

Ebardo sostuvo la bastarda con una mano y con la otra la antorcha e avanzó tras Inés alumbrándole el camino.

Quedaos en la encrucijada Roldan. Si este camino es una trampa que nos conduce al infierno, alguien debe quedar para tomar el otro camino y llegar al final de este asunto.

¿Que?¿Quedarme aquí solo a oscuras? Lo siento pero no, todos juntos. No me averguenza decir acabar como basim me aterra.

Tomásteis el camino de la diestra y nadie se quedó atrás. El pasillo se fué haciendo más grande y llegáis a una sala grande con un pedestal empotrado en una de las paredes de ladrillo. Con un libro abierto de par en par. En el pedestal pone una inscripción en latín, pero no os da tiempo a leerla porque atraidas por vuestra presencia empiezan a salir ratas de todos los agujeros. Se os echan encima, os mordisquean las armaduras y llegan a la carne, buscan las heridas que tenéis abiertas e hincan el diente allí donde ven que hay sangre. Es algo bastante asqueroso, al poco rato está todo el suelo infestado de ratas que se lanzan hacia vosotros.
 

¡Santa Madre! -repliqué, mientras me sacudía el cuerpo, piernas primero y brazos después, de la manada de ratas que se nos echaba literalmente encima. ¡¡Ratas!! , ¿Qué es este lugar? ¡Allí hay un libro! ¡Debe ser propieda de ese maldito hereje que hemos dado muerte! ¡Iré a por él y saldremos de aquí! ¡Creo que era por el otro pasaje

Entonces avancé unos pasos, elevándose sobre el pedestal, e intenté tomar el ejemplar abierto de par en par, sin apreciar qué ponía o para qué servía, tan sólo agarrándolo con la siniestra mientras aprovecharía para aplastar con el lomo del mismo alguna de esas malditas roedoras.

Ebardo describió amplios arcos con la antorcha a la altura del piso para mantener a raya a las ratas el tiempo justo de que Inés cogiese el libro e pusisese pies en polvorosa. Una vez que todos los demás hubieron salido por patas, Ebardo les siguió de buena gana.

-Corre, corre, correeeeeeee

En el momento que Inés goge el ritmo suena un "clank" y caen sendas losas de piedra tapando la entrada y la salida, impidiendo vuestra huida y dejando a Ebardo chocándose casi con la losa. Lo bueno es que las ratas dejan de atacaros y empiezan a correr en todas direcciones, alguna de ellas ya ha sido aplastada por Inés con el libro. Lo malo es que la sala se empieza a llenar de agua y como no encontréis un remedio moriréis ahogados.

Ebardo trata de sobreponerse al terror que siente e observar el comportamiento de las ratas.

Ha de haber algún drenaje que puedan abrir o algún conducto por el que salir e las ratas sin duda conocen los túneles tras los muros e correrán hacia lugar seguro.

Roldán herido como estaba empezó a mirar los lugares por los que las ratas se habían escapado, intentó ayudar a Ebardo a buscar, pero de nada sirvió. Oh dios mio....

¡No os molestéis! -les grité a mis compañeros mientras trataba de empujarlos hacia la salida-. Y es que sabía que intentaban vislumbrar algún posible hueco de escape, tal que las ratas. ¡Hay que huir! ¡¡SALGAMOS!! ¡Corramos!

Lanza en mano y libro en la otra, avancé lo más rápido que pude, intentando ponerme en retaguardia para salvar la distancia entre mis compañeros y el fondo de la cueva. Aquello era una auténtica ratonera.