Partida Rol por web

El impacto del vagón, aunque esperado, fue duro y le dejó aturdido durante unos segundos...cuando se espabiló empezó a notar un agudo dolor en el costado y se fijó que había parado el golpe en el borde de un asiento con las costillas. La porra yacía al fondo del vagón al haberla soltado en el choque, fue hacia ella y la recogió, el vagón había quedado bastante dañado.

En ese momento recordó los tipos atacando a los demás y salió lo más rápido que pudo para iluminar el túnel con el móvil, la linterna de Jean se movía y le escuchó hablar con Dominique, parecía que seguían vivos y no había señal de enemigos.

- Estoy aquí, dijo moviendo el móvil. Era una trampa, un tipo disfrazado de la víctima que soltó el vagón cuando le descubrí...lo siento, no pude pararlo.

Hékate no tardó en darse cuenta que la situación era bastante peor de lo que parecía. Incluso se sintió mal por haber pedido ayuda sin haberse preocupado por el estado de sus compañeros. Parecía que Dominique se había llevado la peor parte. Pero Gabou, que había arriesgado su propia vida para salvarla, se había salvado de milagro. No sabía ni cómo encajar aquello.

-Lo...lo siento. Jean, si no llega a ser por ti, no lo cuentpo. Deberíamos ir a un médico. O llamar a una ambulancia. Por favor, A Dominique le ha atropellado un tren...

En ese momento todo era silencio en aquel lugar, solo roto por la conversación de los miembros del grupo Lambda, dirimiendo si continuar o dar la vuelta en busca de ayuda para Dominque y, seguramente, también para Jonah.

De pronto, el silencio se rompió con el sonido amortiguado de las campanas de Notre Dame. Sonaron hasta ocho campanadas. 

Eso solo podía significar una cosa, la catedral estaba muy cerca y ese acceso por el que habían huido las criaturas debía de llevar a las catacumbas de Notre Dame o pasar muy cerca.

Ya era tarde y todo se iba a resolver aquella noche. El grupo tenía que decidir rápido: avanzar o dejar a París a su suerte.

Jonah tenía una mano ocupada con el móvil, iluminando el suelo delante del grupo, y la otra como abrazándose el pecho, como si quisiera sujetar la costilla dañada.

- Nos quedan cuatro horas para el eclipse pero no creo que podamos conseguir refuerzos en tan poco tiempo, suponiendo que nos crean, añadió con una sonrisa irónica. Veamos hacia donde han ido y qué están planeado, quizás podamos detener a su líder o desbaratar la ceremonia que preparan sin exponernos mucho.

- Estoy hecha mierda, pero... - No estaba muy segura de lo que iba a decir. - ...creo que si no seguimos adelante nos arrepentirmos. Aquí pasa algo. Pasa algo malo y somos los únicos que lo sabemos.

Era una situación complicada. Tenía miedo, eso era evidente. No era policía y no estaba preparada para una situación como aquella. Además, ahora sueños ghouls habían escapado, muy posiblemente habían perdido el factor sorpresa, si es que alguna vez lo habían tenido claro.

- ¿Qué hacemos? - Les preguntó, aunque era cierto que nos les quedaba mucha opción que seguir adelante.

-Entonces, seguimos adelante.

Gabou amartilló la pistola. Incluso sin choque de trenes, su disparo debía haberse oído en todos los túneles de los alrededores por no hablar de sus atacantes huidos. En aquel momento, todos los sectarios debían saber que estaban allí. 

Señaló una pila de adoquines y otros escombros. 

-Vosotras dos, coged algo con lo que defenderos. Estos tíos van en serio. 

El sonido de la pistola de Gabou al amartillarse se escuchó resonar en la sala, ahora en silencio. El detective se introdujo por el agujero de piedra de la pared y caminó hacia adelante.

Aquel túnel pronto desembocó el otros túneles laberínticos donde el eco de esas criaturas a lo lejos aumentaba aún más la sensación de deslocalización. Pronto comprendieron que esos túneles debían de estar en las catacumbas de París.

Pronto, comenzaron a escuchar unos pasos rápidos que se acercaban. Por un lado estaba el rastro de las criaturas que se acercaban y por el otro aquellos numerosos pasos que se acercaban a su posición.

Tenían que tomar una decisión rápido.

- No podemos quedaros de brazos cruzados ahora... - Dijo la forense de repente. Aquellos pasos que procedían del túnel por el que habían llegado ellos. - Demos caza a esos seres...

No estaba muy segura de que estaba diciendo y no sabía como iban a poder "dar caza" a nadie. No tenían armas, salvo la de Gabou y la porra de Jonah. Sin duda estaban en inferioridad numérica y ella estaba herida. Estaban entrando en la boca del lobo, pero, por alguna razón, algo le decía que debían tirar hacia adelante. Ya estaban con la mierda hasta el cuello. Salir de allí sin volver a tener un enfrentamiento iba a ser casi imposible, así que debían llegar hasta el final.

- Venga... - Tomó aire y armada con una barra de metal que encontró en el suelo, se encaminó a seguir a aquellos seres deformes. Esperaba que el resto le fuera detrás. - Vamos allá... - Susurró para si misma, como animándose a continuar.

Hékate asintió y a pesar de que el costado le dolía allí donde la horrible criatura la había alcanzado con sus letales zarpas, apuró el paso para seguir a Dominique. 

-Es nuestra única pista clara. No la podemos dejar escapar así como así. 

Jonah buscó en su móvil los planos descargado de las catacumbas: Puede que no sean exactos pero es mejor que correr a ciegas dijo buscando el punto por el que habían entrado a partir del plano de la red de metro. ¿Estamos seguros de que esos tíos no nos conducirán a otra trampa?

Alumbró el camino para que Dominique pudiera seguir el rastro.

Gabou seguía al grupo mientras iluminaba los corredores laterales pistola en mano. Esperaba una emboscada en cada esquina. 

Dominique, con ayuda del mapa de Jonah, consiguió guiar al grupo a través de los laberínticos pasillos de las catacumbas. Muy cerca de ellos, quizá a unos pasillos de distancia, se oían voces masculinas que daban se daban indicaciones entre sí para buscar al grupo. Probablemente fueran el cuerpo de cataflics, que vigilaba las catacumbas.

Afortunadamente Dominique y Jonah se desenvolvían bien por el lugar y consiguieron rastrear a las criaturas hasta un estrecho corredor entre las torres y sillares de la catedral, adornado por multitud de gárgolas, grotescas algunas, burlonas otras, que miraban hacia la ciudad de París desde una altura de unos cincuenta metros.

Estaban dentro de Notre Dame que, a esas horas, estaba cerrada al público. Desde ese estrecho corredor podían ver el cielo de París y una luna que empezaba a estar cubierta.

Al final del corredor, sobre una escalera, el grupo vio a aquellas criaturas liberadas por la que llevaba la túnica amarilla. En ese mismo instante, cuando la primera de las criaturas puso un pie en el escalón para subir la escalera, el tañido de una campana perturbó el murmullo de la gente que se agolpaba en el patio frontal de Notre Dame para disfrutar del eclipse, ajenos a lo que estaba ocurriendo detrás de los muros de su amada catedral.

Hékate notó ese tañido en sus entrañas y otro tañido después hizo que se llevara las manos al pecho. Le faltaba el oxigeno. Un tercer tañido hizo que la medium se desplomara en el suelo inconsciente.

Mientras, las criaturas subían la escalera hacia el campanario de Notre Dame.

Los ojos de Hékate Lacroix se comenzaron a abrir con dificultad, pero solo podía ver oscuridad en aquel lugar que no conseguía reconocer. Tras varios parpadeos lentos y pesados una luz parecía iluminar una difusa estancia totalmente irreconocible para Hékate. Dentro de ese foco de luz parecía formarse una figura. Hékate había visto antes esa figura: era Nicole.

—Tranquila, estás bien. Me ha costado mucho que me volvieras a abrir la puerta —dijo con una voz deslocalizada—. En la muerte he aprendido más que en vida, y si algo quiero, es obtener venganza por lo que me hicieron. Te enseñaré algo, mi anfitriona, te lo debo. Algo que te resultará muy útil contra vuestros enemigos. Cierra los ojos y relájate.

La difusa luz que iluminaba a Nicole se concretó en un punto y se movió hacia donde estaba el pecho de Hékate. Una vez dentro estalló y comenzó a integrarse en el torrente sanguíneo de Hékate. Era una fuerte corriente de energía que recorría a Hékate desde el interior.