Partida Rol por web

Partís con la mañana. El rocío aún pende de las hojas de los árboles y una brisa fría y desapacible se cuela bajo vuestra togas. Los ciudadanos se congregan en la salida de la urbe para despediros con los mejores de sus deseos. Que los dioses os acompañen y os guíen, gritan mientras iniciáis el viaje.

Camináis seis días con sus seis noches. Cruzáis claros, atravesáis bosques, trepáis montañas. El viaje es largo y pesado, pero los únicos obstáculos a los que os enfrentáis son la lluvia y el calor.

El séptimo día, cuando el sol incide con fuerza sobre la tierra, y las aves apenas tienen fuerza para cantar, divisáis el círculo de colinas que os indicó el anciano. No podéis evitar alegraros. Por fin algo más que andar bajo la lluvia y compartir queso al lado del camino. ¿Quién sabe cuál será la causa de la profanación del templo? ¿Tendréis que luchar contra seres gigantescos? ¿O conseguir engañar a astutos espíritus? Sea lo que sea, estáis preparados, así que os acercáis al borde de una de las colinas, expectantes ante las posibilidades.

El templo, que se alza elegante sobre sus columnas de mármol blanco, se sitúa justo en medio del claro. No parece que haya sufrido ningún ataque, pues no apreciáis desperfectos de ninguna clase en él. No obstante, sí que veis figuras moverse a su alrededor, mas desde esta distancia resulta imposible discernir su naturaleza.

A medida que camináis hacia el borde de la colina, podéis escuchar con más claridad una tonada. Da la impresión de que la música tiene su origen en el templo, una melodía agradable que diríais que es tocada con flautas. Pero estáis lejos, y a veces las notas se pierden entre las corrientes de aire seco y caluroso que azotan el valle.

Phoenix se para un segundo y escucha la melodia...

-"Ya estamos cerca, oh compañeros, por fin sabremos quien profana el templo y podremos complacer a Hera"

Sigue caminando despacio, sin dejar de escuchar y con la vista puesta en el templo, subiendo la pequeña colina.

Bacis avanzaba recto en dirección a los cánticos, sin emboscada ni artificio, puesto que era una misión divina la que le guiaba. Lo único que esperaba es que no fuera otra deidad olímpica la implicada, pues de ser así, el asunto sería mucho más grave de lo que parecía. No era, sin embargo, momento para dudar, aunque el hecho de que el templo pareciera desde fuera no profanado, así lo invitaba. Era momento de tener bien asida la lanza, y avanzar sin demora y miedo.

Y así lo hizo el héroe mientras sus labios susurraban llamando a Ares, Matador y Engrandecedor de los Hombres, a fin de que los actos a realizar le resultaran dignos.

Algo desconcertado por la falta de desperfectos o violaciones manifiestas del templo, Stalicos avanzaba con precaucion junto aus compañeros preparado para parlamentar o atacar raudo, segun fuese el recibimiento dispensado por las gentes que transitaban en el templo.

A medida que os acercáis al sacrosanto templo de la diosa Hera, los lejanos ecos de la música resuenan con más fuerza. ¿Música solo? Adivináis los ruidos de celebraciones, vítores, y chillidos de placer, exclamaciones más propias de una taberna portuaria o de fiestas licenciosas que de una construcción destinada a la adoración divina.

Pronto queda en evidencia que lo que temiáis es bien cierto: las flautas y los gritos ganan en intensidad, y veis fuegos arder entre las columnas de mármol blanco, llamas que proyectan las largas sombras de los bailarines, que se contorsionan estáticos alrededor del templo, sobre las colinas que lo rodean. Las risas obscenas y los gemidos de placer se entremezclan con la asfixiante música de flauta, acompañada de voces masculinas roncas y hoscas.

¡Mas no son hombres cualesquiera los que profanan el suelo bendito de la casa de Hera! Son bestias, seres retorcidos mitad cabra mitad hombre. Criaturas maldecidas por los dioses, criaturas cuya mera existencia es una blasfemia. El asco y la furia se retuercen como un nido de serpientes en vuestros corazones, y la hiel aflora a vuestras gargantas. Presta va la mano del héroe hacia la espada, la lanza y el arco... pero ¡ay! la música de las bestias inhumanas taladra vuestros tímpanos y repta hasta horadar vuestra cabeza. La armonía se convierte en cacofonía que os impele a liberar vuestros más bajos instintos. Fuerte es vuestra convicción, pues los dioses están de vuestro lado, pero las flautas y los instrumentos de aquellas cabras humanas retumban con tanta fuerza en vuestros cráneos, que perdéis la compostura y habéis de deteneros para resistir el malvado influjo de esa bacanal blasfema.

Invocando todo el aprecio que los dioses puedan sentir por mi cargo sin pensarlo dos veces contra los músicos. Se que si la música sigue mis compañeros y yo estaremos perdidos, y se también que es necesario parar ese horrible pandemonium

Asombrado y sobrecogido por la vision de los satiros, la sangre en su interior bulle al darse cuenta de la blasfemia que estos comenten contra la diosa...

Los héroes pugnan por mantener la cordura entre la agónica cacofonía de flautas, gemidos y gritos. No es tarea fácil, pero ellos tampoco son hombres ordinarios, pues la bendición de los dioses se ha derramado sobre ellos. Con una voluntad indómita rechazan el embrujo de aquella diabólica música y se alejan a toda carrera del claro y del templo. Phoenix está a punto de caer prisionero de las fuerzas que se agitan en su interior, pero sus amigos lo agarran y lo llevan con ellos hasta más allá de las colinas, donde las notas se pierden para convertirse en un mero murmullo amenazador.

Tras unos minutos de descanso, la cabeza os deja de dar vueltas y recuperáis la razón. Ha sido una prueba dura, tal vez demasiado, pues habéis estado cerca de sucumbir. Habéis de hallar un modo de superar este obstáculo, pues de seguro sabéis que si volvéis a acercaros sin más la música os vencerá. Tendréis que encontrar algún medio para acabar con ella, para que tan hediondo canto deje de infectar el suelo divino.

- Compañeros. Busquemos cera, y usémosla para tapar nuestros oidos, de tal manera que la música maléfica no nos aparte de nuestra misión. Y si no cera algún otro material con que sea posible tapar nuestros oidos, y así poder avanzar sin peligro.

Estoy de acuerdo con su idea Baco, quizas haya por aqui cerca algun panal o las jaulas de algun viticultor, aunque creo que tambien podriamos hacer un gran sacrificio al dios Pan, para que venga con su poderosa flauta y enseñe a estas bestias como se ha de tocar de verdad, este dios inspirado por la gran musa Euterpe, conseguira que este sonido del averno se calle y podamos pasar mas alla para cumplir con la diosa madre, con la amada Hera.

De este modo Artemisa propone la caza de un venado y su posterior asado en un altar, con unas libaciones de vino para conseguir que el dios Pan nos ayude.

Creo que es una gran idea Bacis. Digo al escuchar su propuesta.

Al oir hablar a Medea respondo:

Creo que seria irrespetuoso molestar a los dioses por algo que podemos solucionar nosotros, ya tendremos tiempo de recurrir a su poder, no creo que estos satiros deban crearnos problemas suficientes como para necesitar la ayuda de los moradores del Olimpo...

Phoenix se repone del trance en el que estuvo imbuido por los malditos sátiros y escucha las propuestas de sus compañeros.

Asiente con la cabeza cuando Bacis habla y escucha las propuestas de Medea y Stalicos.

-"Estoy con Stalicos de que no debemos molestar a los dioses por una nimiedad ya que quizas empeorasemos las cosas. La idea de Bacis es excelente pero no podremos oirnos, así que debemos tener el plan muy bien estudiado"

- Para mi la cosa es sencilla. Nos ponemos la cera en los oidos. Cargamos contra ellos, y los matamos a todos. Cuando nadie quede vivo uno de nosotros se quitará la cera, para confirmar que no hay otra música que pueda perturbarnos. Si ese actua normalmente, y avisa que no hay ruido, el resto se quita la cera