Partida Rol por web

La monje también decidió caminar a un paso mas lento, junto con el resto del grupo que no podía percibir tan bien en la oscuridad como sus dos compañeros. No le parecía bien que dos corrieran mayor riesgo, pero acercarse ellos con los cetros solares no haría mas que delatar a sus compañeros y eso si que podría resultar fatal.

El anciano negó con la cabeza al comprobar con más calma el estado en que se encontraba el lugar. sin duda, el dueño era un despreocupado de narices, todo lleno de raíces y so si, al menos se había molestado en limpiar la nieve de fuera. Sin embargo había algo que le enervaba y no podía tolerar, la falta de educación. Y el que nadie saliera a recibirle le parecía una auténtica ofensa. Dispuesto a corregir este incomodo detalle, el anciano cogió aire dispuesto a hablar. Pero entonces su encapuchado amigo se le aproximó y empezó a hablarle, por lo que lo único que pudo hacer es soltar el aire en un sonoro suspiro.

-No te preocupes nieto mío, yo te cubro las espaldas, nada puede pillarme por sorpresa. Y total, para olfatear cosas ya tenemos al mono ese.-

El anciano camina erguido, siguiendo hasta donde puede con la mirada al elfo. Desde luego era una criatura curiosa este elfo. no había conocido muchos en sus viajes y lo cierto es que la impresión general no estaba siendo nada buena. No al menos en los términos de solemnidad y respeto en los que la gente suele hablar de ellos.

-Además, tiene pelo de chica-

Este último pensamiento lo dijo en voz alta. El viejo siguió caminando, con el bastón en la mano y aun molesto por la falta de atención. Con la mirada, seguía buscando ese comité de bienvenida que desde luego, tenían que tener listo para ellos. Al fin y al cabo, se habían tomado las molestias de venir a visitar a... ¿A quién? ¿A quién habían venido a ver?

Maldita sea

Una irregular hilera de ruinosos bancos podía vislumbrarse en la creciente oscuridad. Telarañas cuelgan de lo alto y el polvo lo cubre todo. El estado decadente delataba el abandono que el templo había sufrido. No se podía ver detalle alguno que revelara presencia alguna. A juzgar por los indicios, los aventureros eran los primeros en pisar aquel piso en años. Sin embargo el semielfo afirmaba que habían entrado en el templo. ¿Había mentido vilmente o no les había contado toda la verdad?.

El piso crujía con un quejido sepulcral que reverberaba levantando un eco  siniestro. Al fondo de los destartalados bancos podía dibujarse la silueta de un altar olvidado. Si en algún momento si aquel lugar irradiaba una aura divina, ahora un vacío inerrable en aquel apenumbrado lugar.  

El elfo de Cormanthor comenzó a arrastrarse observando cuidadosa y lentamente la madera que hacía de piso. Casi como un felino acechando por su presa, sus movimientos eran sutiles y meditados, sus sentidos estaban especialmente alerta. Sabía que muchas criaturas eran capaces de un paso tan sútil que el ojo no entrenado nunca notaría sus huellas, sumado a esto mismo, quizá el templo poseia más de una entrada secreta y él estaba decidido a encontrar todo lo que se ocultaba en ese lugar.

Escuchaba y observaba respirando de una manera suave y absolutamente imperceptible.

Vamos, Padre, se que me has dotado con sentidos similares a muchos de tus hijos salvajes, haz de ellos tu instrumento para llevarme al final de esta búsqueda.

Al ver que el elfo se  adelantaba para  adentrarse en la penumbra del la nueva estancia que los aguardaba, Lombert no pudo evitar sentir un cosquilleo en su espalda. Ansiaba adentrarse a lo desconocido a la par del elfo y demostrar su valía. En un rápido movimiento, dejó el cetro solar en la mano de su anciano compañero mientras le susurraba:

- aguanta el cetro, abuelo, enseguida vuelvo.-

 En dos zancadas desapareció en la penumbra mientras buscaba con su mano libre su fiel acero para prepararlo contra lo que  hubiese en aquella oscuridad. Aunque la sensación de adentrarse a lo desconocido podría amedrentar a cualquiera, el joven Lombert se mantenía ansioso por descubrir lo que  se ocultaba en aquella ruda construcción...

El elfo y el pícaro se aproximan con soltura y gran cuidado. Cada paso era meditado, devorando la oscuridad con los ojos tratando de discernir algo entre los bancos carcomidos. El humano Lombert, experto en el sigilo se movía como un lince y la gracilidad del elfo explorador apenas levantaba un pequeño rumor en aquel lugar olvidado de los dioses. Ralfinder se detiene junto al altar y observa con sus ojos, abarcando polvo y penumbra por igual. Los héroes observan como éste se arrodilla y asiente con la cabeza.

El elfo se acercó al antiguo altar y dirigió sus ojos como dos brasas verdosas hacia Lombert, que se encontraba cerca de él. Se colocó en posición de empujar la construcción que tenía a su lado y susurró Necesito ayuda para mover esto...

Lombert observó durante unos segundos aquellos ojos elficos mientra escuchaba la áspera orden de su compañero. Sin responderle , enfundo su fiel daga en su cintura, se froto sus manos y se posiciono junto al elfo para empujar la estructura.  Antes de empujar, el joven humano intento dar un rápido vistazo aloque iban a mover, no le apetecía arriesgarse y activar algún extraño mecanismo. Sin embargo , la penumbra  fastidiaba su visión y le provocaba cierta inseguridad tener que confiar en alguien que apenas conocía.

- Espero que sepas lo que haces, elfo.- respondió finalmente con un tono tan seco como el de su compañero elfo.

Lombert y el elfo comenzaron a empujar el altar, y éste se desplaza con sorpendente facilidad. Parece como si se deslizara por raíles. un sonido sepulcral inunda el interior. Ante la mirada atenta de los héroes el lugar donde antes estaba situado el altar revela unas escaleras mohosas que descienden.

Durante todo el tiempo que el elfo y su nieto habían estado investigando, el viejo se había sentado en uno de los bancos y había permanecido en absoluto silencio. Al menos hasta que empezó a roncar. Por suerte, al primer ronquido, el primer sobresaltado fue él que se puso en pie de un golpe.

-eh, ¿quien es el que...?-

Intentando enfocar la vista para ver donde estaba y que ocurría a su alrededor, observó como los dos buscadores movían la estatua revelando un oscuro pasadizo. El viejo se llenó de júbilo y sin controlar el tono o el volumen de su voz, dijo a voz en grito.

-¡Por fin! ¡Vamos para adentro! Yo abro la marcha, que para eso soy el más experimentado.-

Y con paso firme se planta frente a la oscuridad, desafiándola, retándola. Y perdiendo en ambos casos bellacamente.

-¿Alguien tiene una linterna?-

Es lo único que es capaz de decir.

Ralflinder se quedó pasmado ante la actitud del anciano. Es cierto que era irrespetuoso y payasezco, pero ahora de repente quería liderar la marcha. El elfo dio un paso hacia atrás suspirando y señaló el cetro solar que portaba uno de sus compañeros Allí tienes con que espantar las sombras humano dijo con voz sosegada, casi apesadumbrada. Con lo cual se quedó erguido y quieto en el lugar esperando que el neuvo líder abriera la marcha hacia las antiguas catacumbas.

La entrada parecía esperar al mago como si de fauces abiertas se tratara. Líquenes colgaban como telarañas sobre el umbral de la puerta y enredaderas cubrían el arco de entrada, dándole un aspecto tenebroso. La penumbra habitaba más allá de las puertas descolgadas y la decadencia parecía erosionar los muros de aquel edificio que en tiempos era un lugar de culto. El viento se filtraba por los recovecos y emitía un sonido fantasmal casi lastimero. El edificio parecía desentonar con el paisaje nevado, a unos 30 pasos alrededor del templo no había presencia de nieve alguna, era como si no perteneciera a ese lugar, hasta la vegetación, carente de escarcha, parecía fuera de lugar.

La habitación había desaparecido, al igual que su compañera Mara. Parece ser que había activado el objeto y lo había transportado a otro lugar. Estaba desorientado. Se encontraba en otro lugar, un lugar antiguo. Delante de él hay una especie de portal y ignoraba su actual ubicación. Estaba en una especie de cámara. Había una mesa cubierta de telarañas y el polvo del tiempo, un gran libro abierto yace sobre la mencionada mesa, también cubierta por señales del paso del tiempo. El mago parpadeó confuso y sus ojos se adaptaron a la penumbra. El objeto, todavía en su mano, que había aferrado con fuerzas tras desatarse la energía arcana brillaba con fuerza en su agarrotada mano.

 Me acerqué al libro, con precaución y intenté echarle un vistazo, confiando en que tuviera información que sirviera para aclararme lo que estaba pasando...

Por fin había llegado a mi destino. Contemplar aquél extraño lugar me dejaba un poco confuso, sobre todo por la nieve. Había huellas, por lo visto alguien había entrado recientemente. No estaré solo ahí dentro.

Sin más demora, tomo una buena bocanada de aire, calmo mis nervios y me encamino al interior del templo. Tenía mucho que buscar si quería encontrar el libro por el que había emprendido este viaje...

A medida que entras te das cuenta que hay alguien más en el interior. Al fondo, tras unas hileras desordenadas de bancos carcomidos hay un grupo variopinto de personajes que han empujado un altar y observan hacia abajo, quizás el altar ocultaba unas escaleras.

El altar ocultaba unas escaleras mohosas que descendían hacia la oscuridad. El anciano parecía ilusionado por la eventualidad. El resto del grupo permanece en silencio con el rostro dubitativo. De repente un desconocido irrumpe y se dirige hacia vosotros en khondal, el idioma común.
- Buenos días señores. Permitanme que me presente, soy Ander Ventormenta. Encantado de conocerles.

Lo que ves en el tomo te llena de asombro y observa absorto el contenido. No hace falta leer mucho para saber que ese libro contiene los secretos oscuros de la Urdimbre Oscura. Se cuentan que los Umbran conocían su secreto, aprovechar el lado oscuro de la Urdimbre, aunque Mystra murió y parte de la Urdimbre se fue con ella. Sacudes la cabeza y presientes que ese tomo es importante, cuando lo cierras compruebas que en la portada está gravado un símbolo con el mismo aspecto del artefacto que activaste, el que te llevó allí.

 Trato de leer el libro con precaución, mientras deduzco que el objeto es algún tipo de transportador a este lugar, lo cual quiere decir que seguramente su dueño querría traernos aquí para salvarnos de nuestros atacantes... O abandonarnos a nuestro destino...