Sora pasa junto a la elfa y sale al exterior del edificio. Esta le dedica una última mirada antes de cerrar la puerta tras él. El guarda ya no está en su puesto..
El fresco de la noche acaricia el rostro del joven mientras anda deshaciendo el camino que le había llevado hasta allí. Ya no llueve, aunque a juzgar por los charcos del suelo hace poco que ha dejado de hacerlo. A ambos lados de la calle se ven luces en el interior de algunas casas, aunque muchos vecinos han atrancado fuertemente las puertas y ventanas de sus hogares.
En un momento dado, cuando ya casi está llegando a la plaza principal, el cielo clarea y la luna asoma detrás de las nubes durante un rato. Sus pasos le llevan hasta la puerta de la taberna del pueblo y, aunque pone un primer pie en la escalinata como el joven Sora, es el niño el que empuja la puerta para abriría.
Pasamos a la escena de la posada.